“Institucionalizar” es un verbo que todos conjugan. Tanto Batelli, en busca de su propia voz, utilizando el recurso impaciente (vanguardista) de pretender afirmarse negándosela a los que en su fuero paranoico la intimidan. Maria Lawson (curioso apellido), duplicando en su advertencia policial el lenguaje de la ley. José Luis Brea, por medio de su calculado y fatigante dispositivo retórico cargado (loaded, como cualquier Smith & Wesson) de toda clase de “resistencias” filosóficas. Fernando Uhia, reincidiendo como un delincuente en su ritual emblemático-corporativo, demostrando gráficamente su capacidad de sacrilegio manual. Jaime Cerón, respaldado doblemente por la ins-ti-tu-cio-na-li-za-ción consecuente de su talento teórico y el cargo que ocupa en el IDCT (Instituto Distrital de Cultura y ‘Turismo’). Andrés Gaitán, desde su asiento académico y el prestigio de un premio de crítica que, aparte del señalamiento implicado, nadie, hasta el momento, se ha tomado el trabajo de comentar. Carlos Salazar, a partir de declaraciones bien articuladas sobre su trabajo pictórico y oportunas citaciones (autodefensivas) de cybercultura global. Andrés Hoyos, citadinamente activo (y muy bien relacionado) defendiendo desde su revista bienpensante -como cualquier miembro de Green Peace- la especie en turno de inminente extinción. Lucas Ospina, a partir de dosis precisas y muy trabajadas de implicante y graciosa ironía. Y también -cómo no- Jaime Iregui, “en negativo”, ofreciendo hospedaje en esta esferapública a casi todas estas variables de humor y opinión… Y finalmente -con menor figuración, saltándose amistosamente a todos los que se ha saltado pero sin “otra” intención-, Pedro Falguer, haciendo lo que acaba de hacer.
Ins-ti-tu-cio-na-li-zar es un verbo que a pesar de lo común resulta bastante difícil de conjugar. Sobre todo cuando intentamos conquistar un lugar respirable en la estrechísima playa mundial atiborrada de (otros) turistas aceitosos para que el nombre con que nos inauguraron al nacer refleje en sus letras trabajosas asi sea un poquitico de sol.
Una manera de decir que los enredos y angustias del mencionado Copyright no son una cosa distinta.
De todos modos están pasando cosas. Por ejemplo, Creative Commons; una simpática señal de los tiempos “institucionalizada” en un par de animaciones en Flash:
http://mirrors.creativecommons.org/
Pedro Falguer