zozobra por la HJCK

Cuando tenía ocho años, les dije a mis padres que quería ser pintor. Ellos no se alarmaron sino que, por el contrario, decidieron llevarme una tarde entera al taller de la pintora Gloria Caicedo para que me familiarizara con caballetes, lienzos y todo lo que hay en un espacio así. Esa tarde es imborrable en mi memoria: Gloria pintaba (y aún lo hace) escuchando la HJCK, y en un momento sentí que me cautivaba hasta el fondo del alma una combinación maravillosa: el olor de los disolventes y los óleos se mezcló con la pieza sinfónica “El Mar” de Debussy. A la HJCK le debo la primera experiencia mágica de mi vida.

Valga decir que no me hice pintor sino radiodifusor, ganando de paso una gran amiga. Hoy, cuando digo que Gloria y yo estamos en zozobra, no creo hablar de dos casos aislados; hablo a nombre de todos los integrantes de esa “inmensa minoría” de oyentes, que en verdad es más inmensa y menos minoritaria de lo que muchos imaginan. El Grupo Prisa (propietario de la cadena Caracol) está avanzando negociaciones para adquirir, al menos por un lustro, la frecuencia de 89.9 megahertz por la que se oye actualmente la programación cultural de la HJCK.

Pero una cosa es adquirir una frecuencia y otra muy distinta acabar con una emisora. Los planes que el Grupo Prisa tiene para la tradicional frecuencia han sido elaborados y negociados con más afán que conciencia. Quieren ubicar en esa frecuencia la emisora Los 40 Principales, que no se distingue en nada de las otras 52 que ellos manejan en FM: emisoras cuya programación consiste en repetir una y otra vez las mismas canciones.

Tal vez no han sabido ver que el verdadero reto sería aprovechar su experiencia en la radio comercial para apoyar un proyecto cultural. Hablando en sus términos, la HJCK es una “marca” de prestigio con un “target” exclusivo que, en lugar de acabar, podrían entrar a dinamizar.

Un teórico musical solía decir que hay dos clases de música: la que se escucha con los pies y la que se escucha con la cabeza. Y sin bien el baile es una necesidad vital que en ningún momento pretendo demeritar, solamente con la segunda música puede haber una expansión de la conciencia. Eso fue –lo juro– lo que experimenté la primera vez que escuché a Debussy: sin dolor, sin gran esfuerzo mental, de repente se abrió un universo nuevo ante mí y, al cultivarlo, me hice un ser humano más sensible.

Musicalmente, los nuevos dueños de Caracol no le han apostado a nada que esté más arriba de la cintura. Ojalá sepan ver que, en ese sentido, tienen ahora una oportunidad de verdadero crecimiento.

Juan Carlos Garay