Una mirada difusa

Santiago dice que la obra no es más que su propia existencia, no es, en algún sentido amplio de la palabra, una palabra en sí (un sema) sino un imperativo en virtud de su presencia material. Me permito entonces pensar difusamente una obra nominalista. Para ello describiré el espacio de la exposición como un espacio dividido en dos conjuntos difusos generales y una descripción de cómo estos conjuntos se intersectan.

Las preguntas que la obra del artista formula, se circunscriben a la ontología del arte: ¿qué hace un artista? y ¿hasta dónde considera que su obra llega?, y también preguntarse, deslindándose de lo que el artista dice, si la obra es un objeto discursivamente iridiscente, quiero decir, que proyecta luces semánticas (proto-semánticas o como se le quiera llamar) hacia sitios insospechados del pensamiento humano. Pregunta, por lo tanto, si las obras tienen vida propia, si son constructos subjetivos de sus espectadores o sólo intenciones de un creador. ¿Acaso habla, a traición de su creador, de Santiago, de lo que él no quiere hablar?

Mi propia investigación es sobre la naturaleza difusa de algunos fenómenos musicales y siempre he tenido la fortuna de poder ver la obra de Santiago desde un punto de vista musicológico, haré entonces el intento de abordar su obra mediante una descripción temporal, y espacial, más afín a la música que al arte plástico pero al fin y al cabo mi disciplina y tema de investigación. A continuación me permito hacer una descripción:

Al entrar al recinto en el que se exhibe “el año pasado”, hay 21 ruedas de balineras distribuidas sobre una línea recta, que es determinada por la pared contra la que se recuestan. La distribución de estas es desigual pero guarda una cierta mesura, no hay dos demasiado cerca, ni dos demasiado lejos. Luego, giro a la izquierda, y allí hay un tubo de aspecto pesado y metálico, retorcido por fuerzas que a primera vista parecen inconmensurables; dos láminas de un gris potente, severo y parejo; una bala de tejo; dos reglas con medidas inconclusas; y, al fondo, un mapa de algún territorio gris igual que las láminas. En ese momento me percato de que todo es grafito. Se hizo entonces patente que lo que se veía pesado en realidad era tremendamente liviano y lo que se veía liso en realidad era profundamente rugoso, a un nivel microscópico, era cierto que las dos láminas de papel cubiertas de grafito se estaban erosionando, que su superficie era “infinita” y sin embargo era posible comprarlas y llevarlas a casa. El ala derecha revela nuevas lecturas, tras atravesar un portal destruido (una insinuación de portal). Hay tres tubos, cubiertos en grafito en distintos grados (igualmente ninguno demasiado poco, ninguno demasiado largo). Una bisagra, reminiscencia de puerta y una copia de lo que antes llame mapa. Al otro lado de la galería. Hay por lo tanto una semi-simetría de dos conjuntos:

Lado izquierdo = {Tubo, Láminas, Mapa, Bala de tejo, Reglas incompletas}; separado del Lado derecho = {tres tubos, “puerta”, Mapa.}.

El transito entre estos dos conjuntos no es abrupto, de hecho está difuminado en los espacios que Reyes Villaveces presenta el portal roto, cubierto de grafito me dice que hay una puerta que separa estos conjuntos, y el tubo esbozado por las ruedas de balineras en el suelo me dice que hay un pasadizo entre ellos. Hay, simultáneamente, conexión y desconexión. El espacio va de lo absolutamente izquierdo a lo absolutamente derecho por un pasaje gradual, no un lindero. Esto es lo que llamamos una intersección entre dos conjuntos difusos.

 

Hay que aclarar algo antes de seguir, estoy suponiendo que Santiago esboza espacios, que su obra es en algún sentido arquitectónica. Es más, me permito decir que el grafito ayuda a esa noción. La de boceto, la de dibujo técnico.

 

Continúo, no sólo hay espacios difusos en la gran imagen del espacio planteado por el artista, también hay actos difusos en cada elemento. Las proporciones entre las rueditas de balineras no son exactas, eso es claro, pero tampoco son caóticas, a él le gusta el orden incluso si en la medición parece caos. Hay una distribución casi igual entre ellas, un grado de pertenencia de los intervalos entre las ruedas al intervalo igual de cierta cercanía. No me tomaré la molestia de medirlo y hacer la tabla, prefiero ver la obra y que en futuras exposiciones los lectores de esta reseña puedan ir a constatarlo con sus propios ojos.

También hay algo difuso en la temporalidad de las obras, ellas están decayendo, no hay nada que hacer, mueren todos los días. El grafito es volátil y se cae, se les caerá en unas décadas (¿siglos quizás?) Entonces no sabemos hasta dónde llega la obra. Indecentemente y a hurtadillas, toqué las obras y mis manos se untaron de grafito, ¿les robé algo? ¿Algunos miligramos de material?, ¿o me llevé esa obra a mi casa sin pagar por ella, untada en los dedos? El limite de la obra y el mundo, es decir el límite entre el yo y el otro (esa dialéctica necesaria), no existe en realidad sino que es una frontera difusa, borrosa, gradual. Esta temporalidad también queda reflejada plásticamente en las reglas inconclusas, al igual que la insinuación de portal, las reglas comentan sobre lo que es sin serlo del todo, se puede decir que estas reglas en realidad son reglas en potencia, que la posibilidad de que estos objetos sean reglas es de un treinta por ciento (o algo así), y que existió o existirá una obra diferente, que no fue ni será menos concreta pero en un sentido estricto, nominalistamente hablando, será diferente.

Esto me lleva al comienzo de mi reseña, Santiago dice que su obra es lo que es, que los objetos ahí presentados no son una cosa con mayores pretensiones discursivas que su propia materialidad y sin embargo, son lo que son y no sabemos dónde dejan de serlo, la obra se transforma en el mundo a medida que decae, que se degrada por el paso del tiempo, de las manos de los visitantes y del viento y la humedad de Bogotá. Resulta que el espacio esbozado (esto es, una categoría en un ámbito abstracto, ideal), es un continuo de identidad con el espacio ocupado por objetos sólidos (esto es, una categoría en el ámbito concreto, nominal). Concluyendo así que lo nominal es una continuación de lo abstracto y viceversa, que lo ideal es solo lo degradado de lo concreto y que la relación entre el yo, y el otro, el eso y el ello en realidad son grises.

“Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.” – Génesis, Cap. 3 Vers. 19.

 

Nicolás Jaramillo 2012

Reflexión libre sobre “El año pasado” de Santiago Reyes Villaveces.

Galería Valenzuela Klenner, julio 14 – agosto 16 de 2012. Bogotá.