Tal vez no era Barroco: una crítica sobre la apariencia de la imagen en la obra de Ricardo Muñoz Izquierdo

La evocación barroca que intenta articular la exposición se desploma al no lograr esa sensación de infinitud que caracteriza el estilo que pretende emular. Carlos Camacho señala que los objetos, lejos de establecer un universo comunicante, parecen colocados con desidia, aislados en su función expresiva.

Este texto lo escribí una vez se finalizó la exposición titulada Anoche a la Medianoche del artista Ricardo Muñoz Izquierdo, para el XIII Premio Luis Caballero. La exposición se montó como es costumbre en la Galería Santa Fe, y duró del 12 de junio día de su inauguración y día que la visité al 20 julio de 2025. Debo decir que la exposición se centró en el abarrotamiento de imágenes grotescas, para develar una visión crítica de los sucesos constitutivos de esta república, pero solo alcanzó a realizar una caricatura pobre, sobre el imaginario de la campaña libertadora camino hacia una nueva república.

Lo diré así, tal vez el artista puso especial esmero en construir una nutrida exposición donde los videos, las instalaciones y los objetos puestos en sala, envolvieran al visitante en un escenario Barroco donde cada objeto configurara un universo con un sentido sólido, sin embargo, se ve una poca curaduría de los objetos, los cuales estaban poco iluminados, estrictamente delineados, como si fuesen una sola unidad y una escasa comunicación entre ellos. Y no estoy remitiendo mi apreciación hacia una imperante necesidad de armonía o simetría, lo que quiero decir es el carente sentido y comunicación de las piezas en la exposición, tanto los videos, como el mobiliario y la misma instalación.

Lo expreso en este sentido, si el renacimiento propone un racionalismo frente a la imagen (Trías, 2011), un sentido que sobrepasa lo mimético, lo barroco pudiese parecer irracional, ya que “el arte Baroco sabe que detrás de ese mundo de engaño que se obtiene en el contacto sensible hay una estructura firme, la res extensa, el espacio infinito: un universo que tiene en el infinito su límite y su cadencia” (Trías, 2011, p. 91). Esto propone un estímulo para pensar respecto a la apariencia de saber que nos provee la percepción, de acuerdo con la capacidad imaginativa que crea formas y abstrae elementos de una imagen que pareciese se siguiera perpetuando en el espacio.

Sin embargo, Anoche a la Medianoche no logra articular esa sensación de infinitud. Aunque puedo intuir que la intención era evocar una imagen de sobrecarga perceptiva —mediante la secuencia simultánea de varios videos en un mismo monitor, o quizá a través de un ensamble de pantallas con ritmos y montajes diversos, dispuestos con cierto grado de azar— la incomodidad que experimenté no surgió de la imagen propuesta, ni de la inquietante expresión que subyace en el texto superficial. Por el contrario, fue una incomodidad generada por la ausencia de ambigüedad: un efecto casi pornográfico, donde todo lo que se mostraba era evidente, saltándote a la cara, sin misterio.

Y sin ser Barroco, tampoco eran siniestras las imágenes, casi conductual, como lo puede ser el ubicar una silla diseñada como una gallina frente a un monitor, brindándole al espectador o público un solo punto referencial en el espacio para apreciar la pieza, ¿tal vez dos sillas? ¿tal vez tres? O ¿quizás, un grupo de pupitres si quiso acercarse al espacio escolar? Si, aunque fuese muy obvio. Por ello pienso que el artista se perdió de entablar con el visitante una comunicación lúdica, como se espera que pase en las escuelas al enseñar la historia, no como elemento curricular transversal sino como materia escolar; además, pudo aprovechar la discusión actual al respecto[1]. Objetos, dispositivos que interactuaran con el video, esculturas en papel maché que traspasaran el carácter contemplativo de todas las piezas, o incluso, al expandir el mobiliario hubiese podido conectar y producir acciones en la exposición.

El texto curatorial menciona la memoria histórica como la temática abordada, con ello puedo suponer que buscó develar nuestra vida escolar, pero pasa de una intención siniestra, develar lo familiar como algo incómodo, a una formalidad caricaturesca, solo exagerada. Pienso que corre en ambos sentidos, entre lo cómico y lo siniestro, haciendo perder a estas dos categorías toda su fuerza, pues esto que debería permanecer oculto, que el artista revela, esto familiar que produce espanto, esta represión del recuerdo que genera trauma, esta siniestralidad de la imagen (Trías, 2011), decanta en una forma inofensiva o exagerada de ese recuerdo, expresándolo sobre su propia sutileza, oscura desde lo material y tomando distancia de la experiencia personal. Esto hace la caricatura en esta exposición, hace perder el morbo de la revelación, pues lo pone en primer plano tan rápidamente que la interpretación de ese algo que yo sé y debo descifrar, me lo mastican tan rápidamente y me lo sirven al frente, que poco puedo indagar en mis recuerdos sobre mis propias clases de historia.

Creo que estoy de acuerdo con lo dicho por Elkin Rubiano en el video de su canal Crítica sin Cortes[1], pues en el minuto 2:34, Elkin menciona los problemas formales que hacen deslucir la exposición, y antes de esto habla de lo grotesco como una categoría importante. Dicho en otras palabras, aunque le sumo la buena factura de las piezas, el evidente trabajo arduo, no logré vislumbrar el sentido de la exposición.  Puedo concluir que este análisis lo sostuve sobre la tensión entre expectativa conceptual y experiencia perceptiva.

 


[1] https://www.radionacional.co/actualidad/vuelven-las-clases-de-historia-los-colegios-en-colombia-puntos-de-vista

[1] https://www.youtube.com/watch?v=tRQXJ1s3nwY

Referencia: Trías, E. (2011). Lo bello y lo siniestro. Debolsillo.


[1] https://www.radionacional.co/actualidad/vuelven-las-clases-de-historia-los-colegios-en-colombia-puntos-de-vista

[2] https://www.youtube.com/watch?v=tRQXJ1s3nwY


Publicado en el blog de Carlos Camacho

2 comentarios

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Deade cuando el barroco tiene estética del siglo XIX? 🤨 Ahora se piensa que todo lo que es anterior al siglo XX es barroco o relacionado a él, y pues no mi ciela.

No entiendo porqué entenderlo desde la evocación del barroco cuando se puede leer desde una sátira y reescritura de un poema. Quizás hay un ansia del escritor de querer ver el barroco. Y quizás también haya una insatisfacción de querer ver el barroco desde la crítica. Que esas pulsiones desestimen la obra me parecen apresuradas.

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