Los museos son receptáculos de la memoria no sólo artística sino histórica y cultural, erigen una sucesión e interrelación de materialidades que posibilitan saberes. La pervivencia de la memoria no se limita a estas expresiones, pero allí adquiere un carácter ideológicamente fundacional para la vida social. Museos y ciudades comparten las mismas problemáticas en cuanto a la conservación y apropiación del patrimonio.
Franco Minissi en su texto “Musealización y vitalización de la ciudad” plantea los dilemas generados entre preservar unos valores y dinamizarlos en vivencias y dinámicas cognitivas: “…“el proceso de musealización” era aún interpretado e identificado como un proceso de embalsamamiento de un objeto del pasado que ya no sirve y que es conservado exclusivamente para uso de los estudiosos especializados”. Y añade: “El concepto de mantenimiento en vida debe interpretarse como un conjunto de actividades operativas que, más allá del objetivo primario e irrenunciable de la pura conservación, se dirija al patrimonio cultural activando toda su potencialidad educativa y sensibilizadora como instrumento de educación permanente en el ámbito de la sociedad.
La educación permanente debe representar un objetivo cuyo logro se hace necesario si se quiere que los esfuerzos que se van haciendo para la salvaguardia de los bienes culturales no fracasen perennemente por falta de sensibilización de esa sociedad que los disfruta y que es su legítima depositaria. El primer y determinante paso que hay que dar es el de abatir la
equivalencia “musealización=momificación” para sustituirla por la de “musealización = revitalización”.”
Y a continuación indica que: “La premisa fundamental para una acción que tienda a la eliminación de tales contradicciones debería consistir principalmente en la superación de una política proteccionista pasiva y en la eliminación de las barreras psicológicas, y a veces físicas, adoptadas por una malentendida protección de los bienes culturales.
Sólo partiendo de esta premisa fundamental se podrá luego hacer comprender que el resto arqueológico o el retablo trasladados al museo por esa operación que Cesare Brandi ha definido como “restauración preventiva”, aún perdiendo su función originaria en ese traslado, vienen a asumir la fisonomía de documentos históricos o artísticos destinados a transmitir un mensaje cultural de perenne actualidad. Y del mismo modo se podrá hacer comprender cómo la conservación de conjuntos históricos urbanos, entendida también como la reactivación socio-económica de éstos, no puede prescindir de unos componentes museológicos que permita su “lectura” histórica, incluso en sus nuevas condiciones de uso.”
Pero la musealización tiene otra dimensión donde la informática como almacenamiento de memoria, y la búsqueda de conservación, son fenómenos preeminentes dilucidados por Jean Baudrillard en la sociedad estadounidense: En Washington existen “museos que se suceden sin pausa y resumen nuestro universo entero desde el paleolítico al espacial”. Y posteriormente afirma “Protegerlo todo, detectarlo todo y delimitarlo todo son signos de una sociedad obsesiva”.
Las obras de arte exclusivamente como objetos de conservación, almacenamiento o exhibición, tal vez sólo incumben a los coleccionistas. Si en el Museo de Arte Colonial no existió una labor pedagógica sobre el salón que por lo demás era necesaria incluso para encontrar las obras –cuando asistí no la hubo- los textos de presentación de la exposición debieron esclarecer la intencionalidad curatorial. Parecería que los museos están más preocupados por vigilar y conservar, que por establecer nexos e interlocuciones cognitivas con los espectadores.
Hace muchos años leí una entrevista donde José Manuel Arango decía “La poesía es una reflexión sobre el mundo”, esto demuestra que nada es significativo en sí mismo, pues todo es susceptible de generar una interpretación reflexiva. En este sentido, y a pesar de que pueda parecer una posición “logocéntrica”, las obras presentadas en los salones regionales más allá de una inicial contemplación estética, me interesan por las “lecturas” que potencian, por los conocimientos que transmiten.
La función pedagógica de los salones es primordial si se tiene en cuenta que no son únicamente difusores de lo realizado por la comunidad artística para la comunidad artística, sino que son visitados por cientos de personas no pertenecientes a esa colectividad. Sí lo educativo no fuera su sentido final, su labor sería un poco frívola, e incluso tautológica al legitimarse los objetos como meros hechos exhibitivos.
Los salones deberían propiciar interlocuciones, los debates en Esfera Pública han sido un ejemplo de sus implicaciones que rebasan el tiempo y el espacio de exposición. Por lo demás, en un país con profundas carencias en educación artística, los salones podrían convertirse en herramienta básica para propiciar este saber, pues de lo contrario el monólogo o la disputa serían la opción. Por ello el epígrafe de Fernando Savater a su obra “El valor de educar” es contundente: “Los hombres han nacido los unos para los otros; edúcales o padécelos.” Marco Aurelio.
No estoy al tanto de todos los procesos pedagógicos paralelos a los salones regionales, sería interesante que los implicados los dieran a conocer. La exposición en el Regional de Bogotá de los procesos de enseñanza universitaria, inscrita en lo que Gabriel E. Merchán denomina “espacio institucionalizado”, indica que todos entramos y salimos del “cubo blanco”: Artistas, curadores, críticos, historiadores, profesores, alumnos… Saberes, “obras”, objetos, intervenciones y situaciones, tienen contextos de emergencia específicos, pero también circulan en diferentes espacios y temporalidades. Uno de los tantos donde pueden estar y difundirse es el “cubo blanco”. Yo ya estoy pensando en él como un lugar de paso, de tránsitos y recorridos, donde me gustaría jugar, especular, y expandir el concepto de “no lugar” propuesto por Marc Augé para los espacios urbanos.
Lo institucional atraviesa todas las instancias de lo individual y de lo colectivo –como lo respondí en una pregunta que se me hizo para documenta 12 magazine que no ha aparecido en Esfera Pública-. Tal vez sólo el silencio y la inacción escaparían a estos procesos correlativos que son inherentes a todas las dinámicas culturales de las sociedades occidentales.
Lo que me parece interesante de esta conciencia generada por muchos puntos de vista en las discusiones propuestas en Esfera Pública, es saber que el “cubo blanco” no es el único espacio posible, y que en el entorno, las periferias, y la intemperie, existen muchos lenguajes y significaciones. Pero la problemática del discurso que critica la “exclusión” es el otro extremo de asumirse o promulgarse como “redentor”.
Gloria Posada
*Pregunta de Gabriel Merchán a Gloria Posada: “En este salón se invitaron varios artistas vinculados a universidades que presentaron sus proyectos pedagógicos. ¿Cree usted que este “cubo blanco” institucional que es el Salón los museificó restándoles toda su riqueza procesual? O efectivamente, ¿el futuro para los procesos pedagogicos no es otro que el de ser exhibidos como obra colectiva?”