El planteamiento de Kalmanovitz es más que válido. En Bogotá, en Colombia, críticos y curadores se han convertido en una sola persona. Y eso no es sano. Últimamente los curadores se han convertido en las figuras más relevantes de todas las exposiciones que se presentan. Más importantes que los artistas. Es una operación de ego que, para citar un ejemplo bastardo, puede verse en un equipo de fútbol. En el Real Madrid el técnico les pidió a sus jugadores que llevaran un auricular para que él pudiera dictarles las instrucciones de cada jugada. Ahoa, según ese planteamiento, Luxemburgo es más importante que Zidane y Raúl.
Pero regreso al tema principal:
Cada muestra, o al menos cada muestra «relevante», tiene un título: Curado por… Y da la casualidad que el dichoso curador es el único crítico válido. El único, o los únicos, que tienen algo que decir sobre el arte. Ya es hora de golpearlos.
La última tendencia del arte contemporáneo en Colombia es una serie de artistas herederos de Antonio Caro y de malos imitadores de lo que empezaron a realizar, cinco años atrás, artistas como Wilson Díaz y Jaime Ávila, ¿de quién es la culpa? ¿de los artistas copietas o de un grupo de curadores y galeristas que se han empeñado en apoyar este tipo de manifestaciones? Los críticos no pueden ser los curadores de las muestras. Y tampoco los artistas, porque ellos dependen del cuidado y el apoyo de los curadores. Es un círculo vicioso. Las voces independientes son escasas y, por lo general, desechadas por el medio artistico, ¿pero cuál es la solución? Esa es una discusión de nunca acabar. Los medios masivos no tienen críticos o, por lo menos, espacios lo suficientemente visibles…
En fin… es sólo una opinión. Pero finalmente la conclusión es una sola: Está muy mal que la mayoría de críticos tenga o mantenga por sobre todas las cosas el título de curador. Insisto: no es sano. Y la otra crítica empezar a golpearlos con más saña.
Fernando Gómez