Debate en torno al performance de Tania Bruguera

Anoche, con gran expectativa el público esperaba presenciar el performance de Tania Bruguera, la artista cubana invitada al Hemisférico del Performance que se lleva a cabo en la Universidad Nacional de Colombia en asocio con el Instituto de New York. El edificio de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad, estaba atiborrado de espectadores deseosos de ver su obra y la de Gómez-Peña que se presentaría simultáneamente en el mismo edificio. La espera fue larga, la artista cubana quería lleno total. Y así fue. Ella toma el micrófono y se dispone a presentar la obra como una presentadora de televisión que anuncia que es lo que vamos a ver los telespectadores al mejor estilo de un programa latino de Miami: habrá una mesa “con los actores del conflicto colombiano”. Acto seguido vemos subir tres personajes quienes encarnan a un paramilitar, a una desplazada y a una guerrillera. Mientras estos personajes cada uno a su manera respondía a la pregunta ¿qué es para usted un héroe? El público aplaudía tímidamente después de cada respuesta. Algunas respuestas fueron conmovedoras otras no tanto. El show, continuaba mientras el público esperaba que algo trascendente sucediera…

Performance De Tania Bruguera from esferapublica on Vimeo.

Performance de Tania Bruguera

Enviado a Esfera Pública por Fernando Pertuz:

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Foto publicada originalmente en el blog Calumnia de avena

Más filas

Mientras hacíamos la interminable fila frente a los preparativos de la proyección en video, escuchando algo de música electrónica alemana, no faltó el chiste en torno a si era a Tania Bruguera o a Bono, de U2, a quien habíamos ido a ver. Estábamos en la fila de los indocumentados, casi todos colombianos. La de al lado, donde pastaban aquellos que sí tenían sus credenciales, estaba ocupada en su mayoría por gentes que hablaban otros idiomas. Al final, en todo caso, más de una hora después, dio igual. Unos y otros entramos sin mayores privilegios (a fin de cuentas, la verdadera realeza, con o sin credenciales, siempre puede entrar de primeras a donde les da la gana).

Entramos y, ya en el recinto de la facultad de artes, esperamos un poco más. Todo el mundo sabía que iba a haber perico, por eso todo el mundo fue. El papelito que repartieron a la entrada, explicando qué íbamos a ver y declarando que ni la Universidad ni el Instituto Hemisférico asumían la responsabilidad por el evento, ya nos preparaba para una experiencia “extrema”.

No faltan las ilusiones que uno se hace: de que vamos a ver, por fin, una lucha cuerpo a cuerpo entre guerrilleros y paras; de que las víctimas se van a tomar a piedra la revancha por las injusticias sufridas, de que vamos a oír los bombazos de las pipetas y, quién sabe, a lo mejor morimos en medio del certamen artístico, pero, al final, no pasó nada de eso. ¿Qué coño es una charla sobre el heroísmo de paracos y guerrilleros, hecha de viva voz, si no nos hablan sobre sus poderes sobrenaturales? Yo particularmente esperaba oír declaraciones sobre el poderío de la motosierra y de las quiebrapatas, sobre estrategias combinadas de toma, asalto y emboscada. Esperaba oír de una fuente autorizada cómo es que un puñado de tipos armados logran doblegar a todo un pueblo para desmembrarlos uno por uno a machetazos o con una cortadora de árboles black & decker.

Obviamente, nada de eso pasó. Todo fue la misma historia de siempre, lastimera y patética, como un infomercial de gente gorda que logra adelgazar. Cada uno se echó sus tandas de discurso en orden y sin sobresaltos. Cada uno enfundado en el papel que se sabe de memoria. Ni la víctima se arrojó a mechonear a la exparamilitar, ni el guerrillero salió corriendo asustado por una Tania Bruguera que lo amenazara con una granada. Ni siquiera asistieron los guardias rojos para echar un parcito de petardos. Nada. Que performance tan europeo. Parecía convocado por un instituto hemisférico de la frialdad polar.

El perico estaba bueno, según me dijeron, pero a palo seco ya no me entra a esta edad. Yo creo que faltaron unos traguitos, unos pasabocas y un poquito de música y luces. ¿Qué les costaba, ya metidos en gastos, traer a uno de esos dj’s daneses que hicieron remixes eurobailables de las canciones de las farc para montar la rumba como era?

En fin, aburrido, me uní al grupo de amigos que decidieron hacer tumulto en un pasillo para ver a Gómez Peña. Más de una hora de fila o, más bien, de hacinamiento, fueron mejores para entender con mayor claridad la naturaleza del conflicto colombiano que la desplegada por tanta bruguería.

Detrás nuestro había un grupo de viejas gallinas que, desde el comienzo, asumieron la defensa de la “fila”, pidiendo a la gente que no se colara, contando cuántas personas salían del recinto en el que estaba performiando el mexterminator para exigir que un número igual de bultos entraran. Hasta hubo un conato de pelea con gritos e insultos porque algún aprovechado se coló con la disculpa de que iba a tomar unas fotos con su cámara profesional de nosecuántos megapixeles. Las gallinas cacarearon, insultaron, se indignaron, chiflaron y hasta aplaudieron para hacer ruido buscando boicotear el desarrollo del performance del naftazteca y así, obligar a los que estaban adentro a salir para que ellas pudieran entrar.

Y al final, entramos. Digo al final porque, apenas lo hicimos, se acabó la presentación del artista postmexicano. En todo caso, lo acepto, mi único placer estuvo en que, creo, el gallinero inmamable no logró hacerlo.

De repente la construcción política de los héroes en nuestro país tiene más que ver con la paciencia al hacer una fila interminable, con la defensa a ultranza del puesto, con el insulto y la gritería a los colados (que igual se cuelan), y no con la estupidez y la mojigatería de un “conflicto” que debería resolverse en un reality show de guerra y mutilación. Así, al menos, podríamos, si nos place, oler nuestro propio perico en la paz de nuestros hogares sin que llegaran a joder los representantes de la institución académica que quién sabe para qué querían decomisar la coca que rotaba en los últimos estertores de la bruguería cuando, lo juro, esa misma institución es incapaz de erradicar a los jíbaros de Freud que, por décadas, han convivido en relativa paz y armonía con miles de estudiantes que saben dónde surtirse de mercancía de calidad y a precios muy competitivos, demostrando que narcotráfico y violencia no necesariamente van de la mano. Para eso no hacía falta organizar un festival de performance ni pasar no sé cuántas horas haciendo filas inmamables pero, ya qué.

Víctor Albarracín

Memorias del subdesarrollo

Video de la acción “Álbum doble” de Tania Bruguera (Encuentro Hemisférico de Performance y POLÍTICA, Bogotá, 2009)

“y tú, ¿qué haces allá arriba con ese tabaco? Debes sentirte muy importante porque tienes mucha competencia, fuera de Cuba no serías nadie. Aquí, en cambio, ya estás situado”

—Memorias del subdesarrollo (1968), Tomás Gutiérrez Alea

—Lucas Ospina

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Tania: a pocas horas del juicio

Sin título (Bogotá 2009) de Tania Bruguera no tuvo lugar el miércoles 26 de agosto. No. La pieza comenzó ese día, pero ahora mismo está sucediendo, y seguirá deviniendo durante un tiempo, en muchas bifurcaciones.

Hay varias aristas en las cuales el trabajo ha proliferado: El reguero mediático que viene inundando este esferapública y otros medios desde el jueves, es una de ellas. Toda discusión a partir de la pieza y en torno a ella, todo rumor, toda especulación, todo chisme, análisis y reflexión, son ramas de acción efectiva del trabajo. El remezón dentro de la institución misma de Hemisférico, la “revelación” de algunas dinámicas de ejercicio de poder dentro de la facultad de Artes en la Universidad Nacional, la serie de sainetes intermedios y posteriores, unos en vivo, otros escritos, son parte de la pieza. Y no es que estuviese planeado así, la compleja estructura del trabajo le ha permitido proliferar de esta forma, rebasando a la artista como autora, involucrando a otros actores-autores, expandiéndose rizomáticamente.

Las primeras reacciones y lecturas sobre el trabajo desde la noche del miércoles, se están asentando para dar paso a vistazos complejos.

Este texto aún en caliente, se envía dada la premura. En él se desarrollarán cinco aspectos, de los cuales tres están casi listos. Los dos últimos se publicarán posteriormente:

i. Política:

Desde su posición de poder como artista prominente en el campo artístico a nivel global, Tania dribló el proceso de regulación que se intentó ejercer sobre ella desde la organización del encuentro. Para Hemisférico, un evento netamente de izquierda inteligente, censurar a una artista invitada sería inconcebible. Por esto, Tania se movió con agilidad dentro del margen de tolerancia del encuentro. Se dieron vacíos de comunicación y coordinación entre ella y la organización, pues algunos requisitos de la artista eran imposibles de proveer por razones éticas y legales, desde la institución. Eventualmente, Tania terminó resolviendo lo que necesitaba para poner a funcionar su trabajo. Aún cuando algunas personas internas al evento sospechasen que Bruguera podía introducir un polvo intolerable en su performance, no se le podía parar hasta no haber empezado el evento, pues no habría posibilidad de comprobar si el polvo que rodaría en bandejas sería simplemente azúcar.

La pieza es política: para que ésta se de, la artista ejerce poder paso a paso, estratégicamente, para alcanzar un objetivo.

ii. Autorización

La mañana siguiente a los sucesos en la Universidad Nacional, Tania tuvo una charla académica de casi tres horas en la Universidad Javeriana, abordando su portafolio personal y contextualizando esta obra suya en Bogotá. Más de una voz especializada inquirió sobre el proceso de investigación detrás de su trabajo en la UN. En principio y lógicamente, se esbozó la idea de que solo un proceso profundo de investigación y vivencia, autorizaría a alguien a proponer un “debate pacífico” sobre la “construcción política del héroe” en el contexto colombiano. Ante el cuestionamiento de la solvencia de su proceso de investigación y de la solvencia de conocimientos sobre los temas y problemas que planteó abordar en su “encuentro preformatico”, Tania afirmó haber hecho una investigación, pero tener obvias limitaciones.

Tania explicó detalladamente cómo esta pieza de Bogotá es la tercera de una serie de cuatro, de las cuales dos se realizaron hace unos años, una en Cuba en y otra en Alemania, y otra está por realizarse en Palestina. Explicó también que uno de los ejes de este tipo de trabajo es lo que ella llama “imaginarios políticos sobre contextos” (a imaginarios, yo añadiría la palabra dominantes). Esto quiere decir que cuando hizo la pieza de Cuba, trabajó con el “imaginario político” dominante sobre ese contexto y usó imágenes de Fidel (para el mundo, si se piensa en Cuba, se piensa en Fidel). En Alemania hizo un pieza que generaba imagen a partir del “imaginario político” de campos de concentración y, consecuente con ese tipo de lógica, en este contexto decidió trabajar con el “imaginario político” (dominante) sobre Colombia, ergo, violencia y cocaína.

El término “imaginario político” podría substituirse por el de “imagen estereotípica dominante” y, aunque sea riesgoso para la carrera de un artista, es lícito meterse a trabajar en un contexto desde el ámbito de una imagen estereotípica. Tania ha venido llevando cabales procesos de investigación a lo largo de su carrera. La artista, a conciencia, decide enunciar desde su situación como agente externo, desde la imagen precaria y limitada sobre el contexto colombiano, configurada desde información en medios de comunicación masiva a nivel mundial. Enuncia desde el estereotipo, ejerciendo su derecho cultural, desde sus coordenadas como sujeto. Ahora, hay que estar muy seguro para hacer algo así, porque una pieza ambiciosa pero simplona, podría ser nefasta, o una pieza simplona a secas, quedaría sin resonancia. ¿Por qué nadie ha dicho nada sobre la pieza de Regina José Galindo al inicio de Hemisférico, en la que un médico forense reordena los huesos de un esqueleto de plástico? Ese es un caso de estereotipo puro e inocuo, es una acción representacional, sin resonancia. (Lo siento Regina, es un comentario chato e inmediato que no le hace justicia a la alta densidad de otros trabajos tuyos, pero en este caso sirve de ejemplo).

Ahora bien, dicho esto, yo pienso en estas preguntas: Tania verdaderamente creía que era posible sentar a un paramilitar en la misma mesa con un líder de desplazados y una ex guerrillera, dentro de la Universidad Nacional, invitar a grupos activistas de extrema izquierda de la universidad a “que hablen”, abrir las puertas del edificio (de la escuela) de Artes al público y a los visitantes extranjeros de Hemisférico y esperar a que se de un debate pacífico? Le interesaba eso como acto performático? ¿Eso era lo que le dejaba vislumbrar su “imaginario político”?, o acaso alcanzó a entrever que lo suyo era una receta para una Fuenteovejuna en un espacio cerrado con más de quinientos invitados, donde como dice Víctor en su texto “Más Filas”, hasta de pronto se podía haber perdido la vida?

iii. Riesgo:

Por todas partes. Recordemos que esta es la artista que hace dos meses mes estuvo sentada en la Bienal de Venecia dándole a la ruleta rusa con una bala verdadera. Realmente, todos en Hemisférico tenían que inferir que Tania no iba a salir con azúcar en polvo. En eso hay riesgo para la artista, para los organizadores, para los anfitriones, para los desinhibidos consumidores. Por otro lado, cualquier local con dos dedos de frente podría calcular que un paraco encerrado dentro de un edificio en la UN corre riesgo de muerte, y de paso, lo correrían las personas localizadas cerca de ese blanco.

Muchos entramos al recinto advertidos del tema. No estoy seguro de cuantos estarían legítimamente pendientes del “diálogo pacífico” entre los convocados para el panel. En verdad, creo que más de uno corrió el riesgo de entrar al sitio con la perversa ilusión de ver cómo reaccionaba tal combinación de ingredientes. A mí me sorprendió ver como, en la más pasmosa parsimonia, algunos artistas y personalidades -la creme del arte local y otros invitados-, iban cogiendo puesto entre sonrisas y guiños, en los cómodos asientos vinotinto alrededor de la tarima del panel. Sentí que sería ridículo acercarme uno a uno a susurrarles “oigan, si llega el paramilitar y aquí están los guardias rojos, les puede caer un petardo en la cabeza”. Yo miraba la incesante multitud atiborrando el lugar, miraba el escudo humano sentado rodeando el panel, veía a mucha gente con mochilas llenas –más de una vez cuando estudié en la Nacional vi a gente sacar petardos en un instante de una mochila así…- y en ese ámbito de difícil discernimiento entre lo real o irreal, pensaba en sandeces, como cómo se le estiraría el pelo y se le tiznaría el rostro a la maestra Doris, sentada con su pashmina en el centro y primera fila, si un encapuchado lanzaba una papa al panel. Levanté mi sillita y me la llevé a un extremo, cerca de las escaleras para poder pararme en ella, tener visibilidad, grabar y en todo caso, poder saltar por la baranda y rodar hacia el primer piso. Creo que estaba preguntándome si el paramilitar se atrevería a meterse en la boca del lobo sin un arma, me preguntaba cómo podría ser el contrato con el paraco para que pudiera exponerse a tanto, dudaba que pudiera ser real. Y por suerte, para él mismo, para los inquietos, los despistados, los cínicos y los inocentes, su astucia le hizo no ir al panel, habiendo entrado ya a los predios de la UN. El “para” apagó el celular y salió caminando despacio de la ciudad universitaria, se tumbó la plata (la mitad del total acordado) que le había pagado Tania, tal vez pensando “Ni por el putas… Así me paguen millones, no me meto a que me linchen allá adentro”.

iv: Ética y responsabilidad:

La acción tiene (por suerte?), varios puntos problemáticos respecto a ética.

Respecto a responsabilidad, el asunto se ha machacado hasta el bagazo, pero no está por demás ver qué responde Tania Bruguera en la mesa redonda en Hemisférico:

y

v. Simulacro e Hiperrealidad

En principio, en Sin título (Bogotá 2009) se atiende a un performance en “modo” de público que atiende a un performance. Se está frente a un panel, en “modo” de público que atiende a un panel sobre “La construcción política del héroe”. La conducta “debe ser” la de un público que asiste a un panel, que a su vez es un evento artístico.

Los panelistas, un líder de desplazados por la violencia, una mujer joven cuya hermana lleva tiempo secuestrada por el ELN y una ex militante guerrillera, son reales (no actores) y muy a su pesar resultan ejecutando una especie de simulacro, siguiendo la conducta, políticamente correcta, que se esperaría de un panelista que va a dar un testimonio o una opinión, o a leer un guión en torno a “La construcción política del héroe”. El público se conduce (actúa, se comporta, y es dirigido) también a partir de las expectativas de lo políticamente correcto.

Cuando aparece el elemento hiperrealista en el performace -la cocaína-, se trastocan los cursos “normales” de muchas conductas (no solo las de los que consumieron). La mayoría de la multitud no puede mirar ni oír más al panel, por un lado porque su nivel de atención ante la retahíla se ha agotado, y aquello inaudito que está sucediendo paralelamente –la bandeja con polvo blanco-, supera el nivel de “realidad” del panel. Éste sigue funcionando, pero como un telón de fondo neutralizado. Ante la bandeja con cocaína hay varias respuestas: Algunos aspiran cínica o ingenuamente haciendo, frente a todo el mundo, lo que comúnmente alguna gente hace, pero disimula, en una inauguración de arte. Tal dislocación en la conducta ocasiona otra serie de acciones por parte de muchas personas.

Creo que a esas detonaciones, intervenciones, giros en las conductas de individuos dentro de un evento preformatico, se refiere Tania con el término Arte de Conducta.

No deja de seguir extrañando que la organización del evento había conseguido azúcar en polvo para la pieza, mostrando esto una subyacente y abyecta tolerancia con el simulacro.

-Andrés Matute

 

capablanca1927

Tania, la hermosa

“No sientas que te falte

el don de hablar que te arrebata el cielo,

no necesita tu belleza esmalte

ni tu alma pura más extenso vuelo.”Martí. A Emma.

“Artist must be beautiful” Marina Abramovic. 1975.

Con Tania me pasa lo que me pasa desde que tengo memoria respecto al cine. Nunca me ha interesado el argumento tanto como si hay una mujer hermosa sosteniendo lo que quiera que sea la película. Existencial? Romántica? Un musical? Una historia colegial de fraternidades? De samuráis? Una tontificacion política en los Balcanes o La Habana? Una grosería colombiana sobre la cocaína? Nada como una película tonta con una mujer hermosa. Hedy Lamarr en Ecstasy. Marilyn Monroe en “Los Caballeros las prefieren rubias”, Kete Beckinsale en” Underworld”.

El performance con hombres nunca me ha interesado salvo que algún austriaco se corte el cuerpo o se suicide en directo. Ya lo decía Renoir a la hora de hablar de los hombres en los cuadros y que aplica perfectamente para el performance. “Ils sont trop lourds, ils pensent trop”. No. Para que un perfomance valga la pena tiene que haber una mujer hermosa metida en él .

Marina Abramovic se ve radiante con su respiración agitada debajo de ese esqueleto. Nikki de Saint-Phalle es sublime, una Deneuve del arte contemporáneo disparándole a ese lienzo con su rifle calibre 22 de verdad, con balas de verdad y casquillos de verdad humeantes y vacíos cayendo al piso cada vez que el arma de verdad es descargada de verdad y vuelta a cargar de verdad. Una belleza de verdad que el arte expropió a Vogue.

Andrea Fraser vendiendo su cuerpo cual Ishtar bajada desde un púlpito anglicano para nuestro deleite voyeur. Y esa Martha Rosler, zurda para más, tan atractivaa pesar de su calculado hieratismo de indignación espartana, con su cuchillo de cocina asesino y su delantal de anestesista y que invitan a romper su ventana con una flor y una nota amarradas a una piedra. Porque como en Eva Hesse, detrás de toda artista radical, solo hay una mujer que quiere ser amada.

Y las mujeres rollizas y francesas de Ives arrastradas cavernícolamente por entre la pintura azul Klein que nos hacen querer volver a lo mas “hot” de la edad de piedra. ¿Qué tal Ana Mendieta haciendo el amor con sus voluptuosas caderas cubanas “on top” sobre otro esqueleto que pidió prestado a Marina Abramovic?…¿O es al revés? ¿Esqueleto Don Juan? No importa…Ana… ¿Cómo se puede tirar semejante hermosura por una ventana?

Eso me pasa con Tania. No me importa si es inteligente o no. Si es coherente o no. Es viva como Lilith, es la fuerza pelirroja que enamoró al primer Adán. Tania es hermosa. Ese aura Borgia con que invade todo el escenario es fascinante. Sin que haga falta el cuello de brocado flamenco, ese aire imperial y pelirrojo isabelino.

La belleza unida a la viveza, al “ésprit”, siempre ha causado escozor entre el público puritano de la docencia y los sin ingenio. Eso es atávico. Lilith, Morgana, Livia… Tania. Eso, esa capacidad para molestar hace que su belleza sea aún mas lejana, mas críptica. Existen otras artistas con el “twist” Borgia pero les falta la belleza caribe-catalana de Tania. Y es que la naturaleza no se esmeró demasiado con ellas.

Pero por sobre todas las cosas les falta el soplo mágico y animal de la deliciosa arrogancia: ese, “lo tengo todo controlado”, ese, “mientras tu le has dado una vuelta a la manzana yo le he dado cuatro” tan andaluz, tan cubano, tan árabe, esa herencia grácil de la picaresca española del encantador buscón que controla el tráfico del barrio entero. Esa chulería tan Master Mind. Tan Pimp.

Tania americanizada. Tania Capablanca:

“Capablanca, la ardiente sangre cubana se ha convertido, bajo la influencia del americanismo práctico, en el milagro de la técnica ajedrecística. Su juego es perfecto. Trabaja con la precisión de un horario de trenes de pensamientos. Un examen rápido y claro le revela los secretos de posiciones complejas, y encuentra la jugada capaz de transformar el cuadro ajedrecístico más romántico en una posición desnuda y lógica. Capablanca no es un estratega profundo como Lasker, ni está embriagado por la ciencia del ajedrez como Tarrasch. En él se agolpan las ideas más geniales. Es un ajedrecista práctico. La característica típica de su juego es la de encaminarse en cada posición hacia la mejor jugada, no desde un punto de vista filosófico, sino práctico. La sencillez de su juego no carece de riqueza. La fuerza de Capablanca -¿No será eso, al mismo tiempo, su debilidad?- se basa en el descubrimiento de la prosa en la fantasía del ajedrez, si bien al final no se proyecta de la fantasía a la prosa.” (Tartakower)

Tania Livia…Tácito y los “cepos y las artes” de Livia…

“Acribus namque custodiis domum et vias saepserat Livia, laetique interdum nuntii vulgabantur,” Annales 1.3

Germán Arciniegas nos enseñó a los colombianos que la historia no es más que un collar de anécdotas y ¿Qué se podía esperar de ese parvulado que consume arte social en Colombia? Reducir el acto de Tania a la anécdota.

A quien le importa si Tania se levantó ese día tarde y llegó a hacer la tarea de biología al colegio, si cazó una mosca mientras la gente hacia la fila de la mañana o si se arrancó “on the spot” uno de sus hermosos rizos rojo-irlandés Palette para su clase de microscopio. Si antes de entar compró cocaína o una colombina o un chocolate. Si la tarea fue un encargo del rector y habían acordado previamente que, si alguien preguntaba, el no conocía a Tania. Tania sola, Tania independiente, Tania improvisando como Picasso con un timón de bicicleta haciendo un toro en tres minutos. Tania haciendo sumas y haciéndolas pasar por ecuaciones de tercer grado en clase de cálculo. Tania demostrando la cuadratura del círculo: Pi.R a la 2 se convierte en B a la 2…Fácil. Obvio.

¡A quién le importa!. ¿Ese es todo el nivel político del debate artístico en Colombia? ¿En la esfera publica? El pais del chisme y el materialismo anecdótico. De la izquierda derechosa y la derecha izquierdosa. Tania declarada heroína, vicariamente, por el parvulado de kínder. Tania Luxemburgo. Tania Cano. Tania Salavarrieta.

Digan lo que quieran de Tania, Tania es la mujer hermosa que a sus 40 años andaba de performance. Tania con la sangre Capablanca, Tania Dios relojero, Tania Leibniz del cálculo conductual, “Disertación del Arte Combinatoria”. Pavlov del arte. Tania como Dios que no juega a los dados. Tania a quien las parcas, diosas del destino quieren imitar.

Okey. El artista contemporáneo, Sierra, Alÿs, tiene el complejo de Dios calculador, de ajedrecista, de Duchamp, pero suele ser físicamente poco favorecido. Más aún, suele ser silvestremente feo. Tania no. Tania es hermosa.

A quién pues le importa si el perfomance era barato o caro. Importante o no. Una mujer hermosamente despistada, que debe ser mas hermosa en este momento, riéndose sola en un avión de un mundo que cree en sus prestigitaciones, tuvo que lidiar por una semana con éste país cacofónico sin perder la compostura. Y es que el verdadero performance no fué la tarea de la alumna desaplicada que luego fué calificada por el maestro “pervert” con un 10. Fué la alumna misma con su incomparable porte de princesa colonial, su pelo de Magdalena y su espectacular talento para existir. Esa era la parte del performance que Tania no tenía calculado: verse bella, radiante como Gradiva y ser una mujer hermosa y deseada. Porque al final, solo la belleza queda. Como tiene que ser.

Carlos Salazar

Despolitizarlo todo

Luego de estar cinco días en Cali, y un aterrizaje rápido en Bogotá cerca del mediodía el pasado sábado 29 de agosto, me dirigí a la Universidad Nacional donde se iban a realizar las últimas dos mesas de discusión como parte del programa del Encuentro Hemisférico de Performance y Política. La primera de ellas era quizá la que generaba más expectativas porque en la mesa se encontraba la artista cubana Tania Bruguera, cuya reciente performance había desatado no pocos enfados y discusiones. La mesa titulada ‘Artistas de Performance’ incluía a los artistas Wilson Díaz, Guillermo Gómez Peña, la mencionada Bruguera y Rocio Boliver, moderada por Mariene Ramirez Cancio. Sin la ambición de reseñar la mesa de discusión, y menos aún la performance de Bruguera que no alcancé a ver, me remitiré a lo visto y oido en el debate del sábado en la Universidad Nacional y lo leído posteriormente en torno al tema.

Las presentaciones fueron todas apuradas. Bajo el esquema burocrático de ponencias cortas “para dejar lugar al debate” el panel no pudo estimular una adcuada articulación de ideas: Wilson Díaz algo desordenado y errático no pudo culminar solventemente de atar cabos sobre sus imágenes e ideas; la mexicana Rocio Boliver que subida sobre la mesa y amarrando sus piernas con una de las ayudantes planteo una lectura entre crítica y hedonista en torno a su trabajo -que no conozco, por otra parte-; Tania Bruguera, quien parecía tener el discurso más políticamente armado, tuvo que interrumpir su lectura por el límite de tiempo; y Guillermo Gomez Peña apelando al fácil y cansino chiste multicultural y al spanglish bufonesco consiguió arrancar algunas sonrisas del parte de los asistentes, aunque sin remover significativa ninguna idea.

Pero era obvio que los ingredientes más significativos del debate no iban a venir del lado de los ponentes. La primera reacción fue de una activista, periodista, artista colombiana, quien tomó el micrófono para comentar lo “absolutamente ofendida” que estaba con la acción de Bruguera. No era una ofensa por la presencia de la coca, como señalaba visiblemente molesta y con la voz alzada, sino por ese “E! True Hollywood Story”, en el cual la performance de Tania comenzaba cuando sus “dólares” empezaban a circular por tierras colombianas y donde ella, desde un avión rumbo a “Miami” bebiedo un mojito, no sabría nunca si esos “dólares” iban a servir para comprar una pistola para matar a un amigo artista, para desplazar un campesino, para concretar un negocio de un político corrupto.

Probablemente aquella primera intervención, entre la ofuscación y la indignación, pueda resumir adecuadamente el tono de la discusión que seguiría aquel sábado, y que me recordó la infeliz figura del tribunal de la moral iniciando un proceso público de sentencia sobre la pobre cubana que había venido a profanar la colombianidad de la violencia y sus símbolos más insignes. Más aún, otras opiniones en paralelo -varías publicadas entonces en [esferapública- parecían recalcarle lo poco “informada” que estaba en la materia, su “falta de rigor”, el hecho de estar apostando a un recurso facilista. “Que piense”!!! (Maria Estrada Fuentes dixit). Como si el agotar toda la “literatura seria” o el saber suficiente (¿qué carajos es eso?) asegurara la pertinencia de alguna posible acción artística -a ver entonces si abrimos posgrados en conflicto, narcotráfico y drogadicción con mención en performance, después del show, las cabezas del Instituto Hemisférico estarán más que interesados-.

Pero la situación del sábado fue profundamente incómoda por un motivo particular: la despolitización absoluta a la cual era llevada la discusión en la valoración moral del acto. La conversión permanente del debate en un juicio en busca de culpables, poco faltó -si es que no se insinuó ya- el imperativo sobre la artista cubana de una rendición pública de disculpas, de su total arrepentimiento.

No deja tampoco de pasmar que otros indignados comentadores (ver algunos links del post anterior), aunque parecen tener el tiempo para masticar lo acontecido, lo único que intentan es reafirmar su posición de superioridad humanista condenando la acción con fuertes e intensas dosis de nacionalismo y moralismo, mezclado con un poco de sensiblería despolitizada, domesticando a ciegas toda la dimensión conflictiva del asunto. Un aluvión de condenas, cuyas posiciones más conservadoras y reaccionarias provinieron sintomáticamente de gente joven -al menos en el debate del sábado-. La política convertida en policía, desgranándose en identificar significados, protagonistas, inmoralidades, nuevamente cada uno en su lugar para la tranquilidad del bienpensante.

Sin embargo, lo político no puede ser reducido a la operación racional de cáculo moral como se pretende. Todo lo contrario: lo político opera allí en la tensión que ejerce sobre eso moral, impugnando una y otra vez sus fundamentos y poniendo en movimiento los antagonismos que habían sido sublimados en ese ejercicio de corrección de lo público. En alguna medida, el acto en sí mismo en Bogotá -ya sea performance o cualquier otra categorización normalizante que queramos imponerle- no se distancia demasiado de la acción realizada por la propia Bruguera en última bienal de La Habana, propiciando una deliberada puesta en escena que desestructura la aquiescencia de todo aquello que aparece en un momento anterior como no-negociable. Obligando con ello incluso a que se tome posición.

Reducir el debate al registro moral como se viene haciendo, entre la correción y la incorrección, el bien y el mal (o entre el ‘buen’ y el ‘mal arte’ para algunos administradores de la estética) es esencializante. En su ceguera y autismo autocomplaciente lo que logra es precisamente aniquilar lo político, construyendo una relación jerárquica donde se sobredetermina qué es posible de tratar y qué no, qué cuerpos pueden hacerlo y de qué formas, consolidando en esa distribución de lugares y funciones las nuevas fuerzas del orden, la baja policía que dispone y predispone el régimen de las artes. Su Ley.

Un muy reciente comentario parece afirmar que el error de Bruguera, al margen de cualquier otro detalle, fue su incapacidad de “dar cuenta del conflicto colombiano”, contando así con los dedos de la mano derecha los allí convocados para señalar que ellos lo “no representaban” cabalmente. Sin duda algo de esa pretensión de realismo socialista de lo efímero parece rezumbar en gran parte de los reproches emitidos, desbordándose ansiosamente uno a uno por reivindicar los modos legítimos de hablar del conflicto. En este debate lo que sale a flote en abundancia son los escribanos del nuevo dogma de la corrección nacional, precisamente allí donde en medio de tanto pavoneo lo político ha sido completamente extinguido.

Miguel López

Debate completo aquí

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