en algun lugar de Tunja

Un lugar en el mundo, proyecto curatorial de la zona de Bogotá, se exhibió en la ciudad de Tunja a finales del 2005 como parte del salón regional de la Zona Centro. Toda una experiencia.

La verdad, nunca había entrado a esa ciudad y me sorprendió favorablemente. Su arquitectura colonial bien cuidada, la gente muy cortés y nada estresada. Muy estresados, eso sí, los artistas montando su obra para la inauguración del regional. Los vimos pasar una y otra vez mientras esperabamos que llegara la ministra a inaugurar el evento. En la foto superior se puede apreciar el altar de la iglesia de Santa Clara. De pie se ve a una guía contando a la ministra y su comitiva -sentados en las bancas- la historia de la iglesia. Con este ritual se declara abierto el Salón.

La idea era trabajar sobre un lugar específico. Para el caso de esta iglesia, Miguel Angel Rojas dispuso unos peces envueltos en hojilla de oro en uno de los retablos laterales. Con el paso de los días se irían pudriendo y su olor llenaría este recinto. Todo un comentario a la institución eclesiástica.

En el coro estaban las propuestas de Beatríz Eugenia Diaz y María Elvira Escallón. La primera se escuchaba apenas entraba uno al lugar. Creaba toda una situación de recogimiento con un canto muy similar al gregoriano. La segunda proyectaba -sobre lo que fue una puerta que conducía al claustro de esta iglesia- un recorrido que documenta el estado de deterioro del mismo claustro, uno de los más antiguos de latinoamérica, cerrado al público y convertido en bodega para guardar el contrabando de licores y cigarrillos. Primero se aísla. Luego desaparece.


Llegamos a la casa de Don Juan de Vargas, otro de los lugares que hacían parte de este regional. Nos recibe el trabajo realizado por el artista boyacense Jaime Avila. Todo está presentado en una vitrina que utiliza regularmente para exhibir publicaciones de esta casa museo. En ella el artista presenta los trabajos que resultaron de su taller con estudiantes de arte de Tunja. La propuesta consistía en construir maquetas en cartón que daban cuenta de historias y relatos de la ciudad. Entre ellas estaba la del Trompo Volador, a cargo del estudiante Carlos Roberto Jiménez, quien escribe en la ficha que acompaña la imagen de su trabajo: «mi abuela me contó que un día pasó un avión con forma de trompo volador, giraba y giraba hasta que se le acabó la gasolina, cayó como una plasta de vaca en la finca Cara de Perro de propiedad de los Vargas. […] yo mismo restauré y remodelé el Trompo Volador, hoy es un éxito completo, artistas de todo el mundo siempre vienen a Tunja y se hospedan en él»




En el segundo piso hay un gran salón. En su techo un fresco de la colonia donde aparecen varias referencias al rinoceronte y otros animales (rinoceronte de la casa de don Juan de Vargas en la foto superior). Los artistas Juan Mejía y Alberto Baraya trabajaron en torno a estas representaciones. El primero con una colección de imagenes del rinoceronte impresas por el artista a manera de láminas de la chocolatina Jet. Es una investigación rigurosa sobre la forma como este animal ha sido representado a través de la historia (rinocerontes de Alberto Durero y Theodore de Bry en las fotos del medio). En Rinocerontes colombianos: mirada a unos animales en el arte, Juan Mejía escribe sobre esta colección: «de particular y casi exclusivo interés para mi lectura, es el famoso rinoceronte que se encuentra ahí representado, por sus connotaciones simbólicas y por la singular historia que conlleva el recorrido de la imagen origunal, el dibujo que Durero realizó de un ejemplar que nunca vió, y que habría de convertirse en la imagen más difundida del exótico animal durante mucho tiempo en Europa» (*). En la misma sala, Alberto Baraya presenta un video de archivo del zoológico de la finca Napoles, donde aparece entre otros animales, el rinoceronte de Pablo Escobar (foto inferior).


Otro de los sitios donde se trabajó alrededor del lugar fue el Archivo Histórico Departamental, que el artista Fernando Escobar reabrió con una serie de adecuaciones. En unos gabinetes donde se organizaba el material con categorías como «dado de baja» dispone una serie de animales extinguidos -o en proceso de extinción, como el rinoceronte que vemos en la parte superior de este gabinete- de la faz de la tierra. En la foto inferior podemos apreciar una serie de sillas de oficina dadas de baja y un conjunto de trofeos que posiblemente figuran como archivados o perdidos y que asociamos a los premios del salón, que para esta versión no se implementaron.

Tal vez por esto el salón se dejaba ver con tranquilidad y para definirlo con otro animal que reinó en salones pasados, no encontramos afortunadamente ninguna de aquellas obras mamut o godzilla que por su tamaño y grandilocuencia indicaban claramente que se hacían para ganar premio.

Otra especie que parece estar en vías de extinción son los guías. Tampoco nos topamos con uno de estos seres. Los pocos que habían pertenecían a las instituciones donde se expusieron las obras y como el Ministerio de Cultura decidió dar de baja la parte didáctica, los guías hablaban con gran propiedad de la historia de la iglesia, el claustro, la casa de Don Juan de Vargas y no se ocupaban de las obras pues sencillamente nadie les dio ni información, ni mucho menos un acercamiento a ese tipo de procesos. Eso si es una lástima, pues queda como un evento aislado, sólo para iniciados y la poca gente que se enteró del asunto.

¿No será que vale la pena archivar al Ministerio de Cultura? ¿Porqué estos salones no los organizan las universidades o el Banco de la República? Cada capital de departamento tiene más de una universidad y cuenta con una sede del Banco. Conocen sus procesos y les hacen un seguimiento constante. ¿Porqué depender de una entidad que no tiene ni el presupuesto, ni la capacidad para organizar un salón con estandares mínimos como producción, apoyo didáctico y divulgación?

En Cali el gremio artístico se unió, retomó la idea del Salón como Programa y organizó un regional de seis curadurías, apoyadas por un grupo de instituciones como la Camara de Comercio, la Alianza Francesa, la Universidad del Valle, Centro Lugar a Dudas y el Banco de la República, entre otras. Obviamente no faltaron los problemas, pero como lo señalaban en Esfera Pública: ¿no es hora de dar de baja esa práctica jurásica de creer en que el Ministerio de Cultura es una entidad eficiente?

El Cubo Blanco

(*) Mejía, Juan. Rinocerontes Colombianos: mirada a unos animales en el arte . Colección de ensayos sobre el campo del arte. IDCT. 2006.