¿el salón ambulante?

El Manifiesto de Maria Quiroga merece varias lecturas. Es una toma de posicion clara y contundente. Me acojo a su postura y me pone a pensar sobre el Salón Nacional que se nos viene.

¿EL SALON AMBULANTE?
Después de un largo y tortuoso camino se llega a un salón nacional en el que las obras expuestas están relacionadas con la mirada -gústenos o no- de un curador en vez de los conocidos y ‘democráticos’ procesos de selección por convocatoria y las discutidas ‘listas de invitados’.Como es de conocimiento de esta y otras esferas, sobre el salón ideal se ha discutido hasta el delirio si debe tener tema, debe ser para todos, si lo ideal es que se hagan varias curadurías, si no sería mejor un solo curador…

Ya no se trata de una mirada que parte de las ideas de ‘nación’ y/o ‘región’, que son en teoría los conceptos a partir de los cuales se organizan estos salones y que llevó a que durante toda la década pasada se intentara replantear a través de temas como ‘memoria’ e interesantes proyectos curatoriales como ‘proyecto pentágono’.

La historia reciente del salón nacional, es también la de la desaparición del Estado -vivimos en épocas de globalización en las que parece estar comprobado que una de las razones para que el Estado desaparezca es su ineficiencia y, sobre todo, la regulación que ejerce en territorios que funcionan mejor sin su presencia- y la aparición de nuevas dinámicas que algunos llaman ‘autorregulación’.

El Estado debe protegernos –eso sí- de las arbitrariedades de un mundo regulado por los principios del mercado. Debe en lo posible propiciar espacios, agenciar patrocinios de la empresa privada y definir claramente las reglas de juego. En el caso de las artes visuales, si el Estado –en su defecto el Ministerio de Cultura- conoce sus límites e ineficiencias, debería ser igualemente claro a la hora de definir las funciones que le competen a los curadores que seleccionó para los proyectos curatoriales. Es decir, si el trabajo del curador se ha de circunscribir al campo investigativo o si este debe encargarse -además- de la producción y la logística del salón.

Si este debe producir, el ministerio está trasladando al curador una función que no es de su competencia. Y no lo es simplemente porque los costos de producción, logística, difusión y todo lo que implica la «puesta en escena» de sus proyectos no entran dentro de lo que compete al trabajo de un curador -y mucho menos con unos honorarios que, se supone, son para los gastos de investigación.

Si el ministerio se quiere ahorrar el presupuesto de producción -que siempre ha asumido- haciendo que los curadores se encarguen de labores que por ‘problemas de presupuesto’ le queda imposible asumir», lo que vamos a tener como salón nacional es un conjunto de exhibiciones ‘producidas con las uñas’, montadas `como se pueda’ e invisibles para el gran público.

Si el Salón Nacional consiste en la itinerancia de los regionales por distintas ciudades del país, surgen un par de preguntas finales -que de acuerdo a eficiencia del Estado sólo tendrán respuesta una vez se realicen los salones- y es ¿de donde va a salir toda la plata para que los regionales viajen y se monten en los distintos espacios que cada ciudad ofrece? ¿Quién se va a encargar de darle contexto y difusión a semejante caravana de eventos?

Como van las cosas el Salón Nacional va a ser creado, producido y difundido por artistas y curadores. ¿Qué función cumple entonces el ministerio de cultura? ¿Poner el logo oficial en los catálogos y afiches? ¿Decir que con ese esfuerzo ‘le cumple a los artistas’?

Descentralizar no es delegar. Tampoco es evitar cargas y funciones. Mucho menos desaparecer para -ahí sí- aparecer en el momento oportuno.

Mery Boom