El retorcido hundimiento de la ley de financiamiento y la grave amenaza a las culturas

Lo más retorcido de todo es el regodeo y el placer con el que los representantes de la oposición abordan el tema: como un triunfo. La premisa detrás de esto es simple: que los ciudadanos salgan a votar en 2026 sin ánimo en la billetera, con hambre, con la rabia que produce el hambre.

 

El presupuesto del Portafolio Nacional de Estímulos (PNE) de 2024 fue el más alto de la historia de Colombia: $33.390.282.000. Ningún otro gobierno había destinado tal cantidad de recursos para el fomento de las culturas, las artes y los saberes. Más allá de las críticas puntuales que he hecho a la gestión del PNE, considero que el actual ministerio está proponiendo una política cultural seria hacia el futuro a partir de la deliberación con agentes del sector. Por eso, la nula voluntad del congreso para discutir la ley de financiamiento (lo que se discutió fue su archivo) y el posterior hundimiento de esta pone en riesgo esa apuesta de futuro y las condiciones del sector cultural del país en el corto plazo. El presupuesto del ministerio en 2024 fue de 1,4 billones. Sin la ley de financiamiento, este monto se disminuirá 90%, alcanzando apenas los 200.000 millones.

Hasta ahora, la política económica del gobierno Petro llevó la inflación a un solo dígito, redujo la pobreza monetaria al sacar a 1,6 millones de habitantes de ella y ha cumplido la regla fiscal. La ley de financiamiento buscaba recaudar 12 billones para gasto social. Sin embargo, las cuatro comisiones económicas del congreso la rechazaron. Inicialmente, una de las propuestas de esta ley consistía en gravar con IVA los juegos de apuestas y azar en línea para obtener recursos por alrededor de 2 billones. Esto fue retirado posteriormente del proyecto. No es que la economía vaya como un tiro, pero todos los indicadores apuntan a una reactivación sólida tras un 2023 muy complicado.

Al gobierno de Iván Duque le aprobaron dos reformas tributarias y una ley de financiamiento.

Al gobierno de Juan Manuel Santos le aprobaron una reforma tributaria y una ley de financiamiento.

Al gobierno de Gustavo Petro le han rechazado una reforma tributaria y una ley de financiamiento.

Es posible criticar la gestión del actual gobierno sin asfixiar a los ciudadanos.

El jueves 12 de diciembre entrevistaron en la W radio al exministro de Hacienda Mauricio Cárdenas, quien no pudo ocultar una risa sardónica desde el inicio de la entrevista ante la desfinanciación a la que el congreso someterá al país. Lo más diciente de la intervención de Cárdenas es su primera frase: «Todo está apuntando a 2026». La sonrisa de Cárdenas no es un gesto desprevenido ni nervioso. Es la mueca del desprecio y el asco sedimentados del tecnócrata y del rico hacia lo plebeyo, el ensañamiento contra el sujeto popular. Ni siquiera él, que se supone el más técnico, puede ocultar la artimaña electorera. Ese cálculo político lo está haciendo toda la oposición sin considerar las graves consecuencias para la gente que tendrá el bloqueo financiero al gobierno. Lo más retorcido de todo es el regodeo y el placer con el que los representantes de la oposición abordan el tema: como un triunfo. La premisa detrás de esto es simple: que los ciudadanos salgan a votar en 2026 sin ánimo en la billetera, con hambre, con la rabia que produce el hambre.

El mismo día que entrevistaron a Cárdenas, la emisora conversó con Alexander López, actual director de la Departamento Nacional de Planeación (DNP). Un gesto de los entrevistadores (principalmente de Julio Sánchez Cristo y Juan Pablo Calvás) también llama la atención, pues blanquea el grado de clasismo y asco queciertos sectores expresan hacia el pueblo. Cuando el director del DNP dice que ante la crisis prefiere invertir en lo social y los sectores más pobres en vez de los más ricos, los periodistas se alertan y exponen su temor. Temen más que se detengan de las obras del metro que el hambre de la gente.

Los gestos de Sánchez Cristo, Calvás y Cárdenas son los ademanes y los síntomas de un país viejo.

Es evidente que la cultura, desde su entramado institucional, no es un tema que interese a muchos sectores. Parece un asunto extraño que ni siquiera el propio periodismo sabe abordar, o que solo cubre desde una actitud acrítica y un pobre entendimiento de la cultura como espectáculo. Es muy posible que a los congresistas que hundieron la ley de financiamiento no les preocupe en lo más mínimo el impacto que esto representará para el sector. Por eso es necesario denunciarlos públicamente.  

Los recursos de las culturas están amenazados.

Malditos:

Angélica Lozano Miguel Uribe Turbay Katherine Miranda Efraín Cepeda Juan Diego Echeverría Liliana Bitar Jairo Alberto Castellanos Karina Espinosa Juan Pablo Gallo Juan Carlos Garcés Mauricio Gómez Amín Carlos Julio GonzálezAntonio Zabaraín Enrique Cabrales Botero Carlos Mario Farelo Richard Humberto Fuelantala Carlos Abraham Jiménez Juan Felipe Lemos Carlos Meisel Juan Sammy Merheg Paulino Riascos Modesto Enrique Aguilera Jezmi Lizeth Barraza Jorge Alberto Cercharo Libardo Cruz Casado Gilma Díaz Arias César Christian Gómez Juan Loreto Gómez Aníbal Gustavo Hoyos Hugo Danilo Lozano Alejandro Martínez Jorge Méndez Andrés Guillermo Montes Carlos Edward Osorio Mauricio Parodi Díaz John Edgar Pérez Luis David Suárez  Sandra Bibiana Artistizábal Bayardo Gilberto Betancourt Carlos Alberto Cuenca Olmes de Jesús Echeverría Leonardo de Jesús Gallego Christian Garcés Lina María Garrido Wilmer Yesid Guerrero Wadith Manzur Elkin Rodolfo Ospina Julián Peinado Óscar Darío Pérez Néstor Leonardo Rico Ángela María Vergara Antonio Luis Zabaraín.

1 comentario

Atento saludo!
Si los congresistas son quienes «hacen» las leyes, me preocupa que ellos se consideren por encima de esas mismas leyes como si fueran seres intocables.
Cuando un funcionario público del estado colombiano o un trabajador de empresa privada que no.cumple su horario de trabajo, una o varias de sus funciones, inmediatamente es llevado a proceso de investigación y hasta sus destituyeron si fuera del caso; Pero a estos «empleados», «funcionarios», «trabajadores», «mamagallistas», «burladores» o no se como llamarlos parecen no tener patrones de comportamiento frente a la nación ni a sus electores, cómo, qué hacer para ponerlos en cintura y legislen en favor del pueblo y no en favor de sus partidos y movimientos políticos porque resultan siendo el peor ejemplo de ética social para las nuevas generaciones; luego se acusa al magisterio de adoctrinar a los estudiantes y resulta que la pésima calidad educativa viene desde las mentes perversas qué en los antros del congreso se reúnen para confabularse en contra de niños, niñas, jovenes y sociedad en general. No me pida que respete lo «inrespetable».