El punto de vista del Arte Político en Colombia. Tres casos recientes de aberración política

La actual exposición en La Cámara de Comercio de Bogotá, en Chapinero. Exposición en que aparece Pedro Manrique Figueroa con su obra Los Expresidentes, curada por William Contreras. Allí Pedro Manrique, muestra a través de su arte del collage, cómo el arte y la cultura son refugio y trampolín para crear una cara más amable de la abyección política nacional…

 

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El punto de vista del Arte Político en Colombia. Tres casos recientes de aberración política. El MAMBO, los Monumentos a la paz y el ocultamiento del artista del Collage, Pedro Manrique Figueroa

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Hay que preguntarse seriamente, cuál es el punto de vista desde donde pretendemos estar hablando de un arte consecuente en Colombia. Y de una crítica de arte consecuente. Y de las políticas que en consecuencia, constituyen el marco para esa crítica.

Si vamos a cuestionar las políticas ambientales de Peñalosa con su elección e implementación de un sistema de transporte basado en un sistema de combustión contaminante y además, un sistema de abierta alienación social y maltrato a la dignidad de los ciudadanos de Bogotá, tenemos que cuestionar el abierto conflicto de intereses que supone la actual dirección del MAMBO por Claudia Hakim. Esposa del dueño de la representación de la Volvo en Colombia, Nayib Chaid Neme, del grupo Chaid Neme, quien provee a la ciudad de esos buses altamente contaminantes y quién ha sido un fuerte contribuyente y patrocinador de las dos campañas a la alcaldía de Bogotá, del actual alcalde Peñalosa. Chaid Neme es además, director y propietario de un poderoso grupo con intereses en el surtido de partes para automóviles, y un fuerte importador de maquinaria para la explotación minera de níquel y carbón. Lo que significa, tener fuertes intereses en las políticas de movilidad en Bogotá y de explotación minera en Colombia.

No cuestionar esta posición irregular de Claudia Hakim al mando del MAMBO, muestra el talante oportunista de la crítica oficial que se hace en Colombia. De la política. Lo que termina por demostrar cómo esa crítica y esa política funcionan como un estamento oficial encubridor y cómplice del abierto conflicto de intereses que presenta esta dirección del Mambo. Conflictos que se ven cada tanto en el panorama nacional y del que éste apenas sirve como una ilustración crítica a las bifurcaciones de la mirada crítica en nuestro país, que es capaz de separar o de reunir a su conveniencia, Arte y Política. Hay que recordar sin embargo, que no es la primera vez que el Mambo sirve de mampara protectora a los juegos con que la política del país utiliza a la cultura como ente de distracción y disuasión de la crítica situación nacional que se vive en todos los ámbitos.

«Fragmentos» es el título del monumento de Doris Salcedo realizado con parte de las armas entregadas por las FARC.

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“Los monumentos que se harán con las armas de las FARC, servirán para que Colombia se reconcilie, para que Colombia mire hacia adelante, para que Colombia mire su futuro, para que Colombia nunca olvide el pasado”. Alto comisionado para la Paz, Rodrigo Rivera. Observatorio de la implementación de los acuerdos de Paz del Departamento de Derecho Constitucional del Externado. “Los monumentos con las armas fundidas de las FARC ¿quién, cómo, dónde deberá ser/hacer/estar?”.

El segundo caso es la política de reparación a las víctimas, eje de las políticas de paz. De cómo el arte colombiano se presta a jugar el papel de esa reparación, en tanto construye los monumentos que marcan el cierre del conflicto armado y la supuesta reparación a las víctimas. Si bien el arte puede contribuir a acompañar esa reparación como un solidarizarse compasivamente con el dolor, lo que no puede es contribuir al juego de una paz política. De esta manera el arte colombiano acepta su papel instrumental en el sucio juego de una paz que no ha creado un verdadero proceso de paz y que en cambio pretende imponerse de manera facilista a través de la visibilidad que tiene el monumento a las víctimas del conflicto armado en Colombia, realizado por Doris Salcedo, con las armas fundidas que entregaron las FARC. Lo que está en juego aquí no son las irregularidades de la convocatoria para la selección de los artistas y las obras a erigir. Sino la actitud cómplice que entraría a jugar el arte. La utilización del monumento como eje visible de un proceso de paz que apenas si arranca y todavía no cuenta ni con los recursos ni con la voluntad para su implementación eficaz. Desdibujando en cambio, la libertad de la experiencia del artista. Como símbolo de autentica libertad crítica. Para pasar a encarnar el papel de un artista que es un funcionario más de un estado y de una política que busca sólo una visibilidad simbólica mundial, casi como un requisito que exige una comunidad internacional para la que el acuerdo es necesario para sancionar positivamente y dar carta blanca a la explotación económica que se hace de nuestro territorio. La paz es así, sólo esa cortina de humo necesaria con que el territorio adquiere esa confianza que garantiza un clima político y económico, propicio a la explotación de nuestros recursos.

Los Expresidentes, Pedro Manrique Figueroa. 2018. Expuesta en la CCB de Chapinero.

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La actual exposición en la Cámara de Comercio de Bogotá de Chapinero. Exposición en que aparece Pedro Manrique Figueroa con su obra Los Expresidentes, curada por William Contreras. Allí Pedro Manrique, muestra a través de su arte del collage, cómo el arte y la cultura son refugio y trampolín para crear una cara más amable de la abyección política nacional. Como es el caso del expresidente Gaviria, quien se ha refugiado en el coleccionismo de arte y es pieza fundamental en la movida del arte colombiano, que centra su accionar en la realización de ARTBO, evento bajo la dirección de la hija del exmandatario. En este caso, ni el medio local periodístico ni el crítico, han hecho ningún despliegue, ni ninguna visibilización de la obra de nuestro querido y entrañable Pedro Manrique. Quizá por el abierto conflicto de intereses que significa señalar a este expresidente y mecenas del arte. Además también, porque ARTBO significa un escenario didáctico y glamoroso para mostrar los beneficios que trae enrutar decididamente al artista, hacia esta visión de un arte que, en consonancia con los tiempos, sea proclive a lo eficaz y a lo exitoso, y se desprenda de esa caduca visión que para los tiempos que vivimos, traería inoportunamente el pensamiento crítico y de verdad de un artista como Pedro Manrique, desmarcado de esos nuevos aires de apogeo económico, resultante de la actual reingeniería cultural que explícitamente emprende el presidente Duque con el pomposo nombre de economía naranja. Que no es otra cosa que desempolvar los viejos aires que traía el joven Gaviria y su kinder neoliberal, allá por los noventas.

 

Claudia Díaz, 7 de septiembre del año 2018

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