“Lo que llega de Gaza cada día me consterna, me deja abatido. Pero, para mí, no es el momento adecuado para juzgarlo. Hay que esperar. Se nos exige tomar partido con urgencia y mi inteligencia política no funciona con esa inmediatez. Algún día hablaré de ello, pero trabajo con retraso respecto a la actualidad. Walter Benjamin quedó muy impactado por la Guerra Civil, pero nunca habló de ella.”
Georges Didi-Huberman (El País, 03-10-2024)
“R. (…) no conozco las fotografías de las que habla. No he visto las imágenes del ataque de Hamás.
P. Pero quizá sí la de los ataques de Israel en Gaza.
R. A priori nunca estoy a favor de la censura. Pero un error habitual es no tener en cuenta las circunstancias que han llevado hasta esa imagen (…) ¿No le resulta extraño pedirle a un historiador del arte su opinión sobre la guerra entre Gaza e Israel?”.
Georges Didi-Huberman (El País, 04-12-2023)
En “Imágenes pese a todo”, Didi–Huberman (2004) enseña que las imágenes, incluso en su precariedad, tienen la capacidad de interpelarnos desde el presente. Las cuatro fotografías clandestinas de Auschwitz, tomadas por un prisionero, son un testimonio que desafía cualquier indiferencia. Nos exigen mirar, entender, y, sobre todo, actuar. Didi-Huberman argumenta que estas imágenes no solo documentan el pasado, sino que también movilizan el presente, llamándonos a asumir una responsabilidad ética y política frente a lo que nos muestran.
Es precisamente desde esa enseñanza que su silencio frente a los horrores de Gaza resulta problemático. ¿Cómo puede alguien que ha reflexionado sobre el poder ético y político de las imágenes evitar posicionarse frente a las fotografías y videos que cada día llegan desde Gaza? Imágenes de niños asesinados y heridos, cuerpos enterrados en escombros, comunidades desgarradas. Estas no son solo representaciones del sufrimiento; son llamados urgentes a la acción.
Aunque reconoce el impacto emocional de las imágenes, Didi-Huberman defiende una supuesta necesidad de distancia para “comprender mejor”. Sin embargo, esta postura contradice los principios éticos que él mismo defiende. En “Pueblos expuestos, pueblos figurantes” (2014), analiza la representación de los “pueblos humildes” en diversas formas artísticas, desde la poesía y la pintura hasta la fotografía y el cine, enfatizando la importancia de dar voz a los “sin nombre” y de hacer visible su humanidad. Pero hoy, ante las imágenes del presente, elige el silencio.
Su comparación con Walter Benjamin, quien no habló directamente de la Guerra Civil Española, es problemática. Benjamin vivió en una época en la que, para utilizar su propio marco, la separación del tiempo y el espacio dificultaban la inmediatez del dato sobre la actualidad. Hoy, en cambio, las imágenes nos llegan en tiempo real, rompiendo las barreras entre el acontecimiento y su recepción, aún en contra de nuestra voluntad de alejarnos del dato (Didi-Huberman dice que no utiliza redes sociales. Sin embargo, la presencia del dato es excesiva en tantas formas y medios que resulta difícil escapar de él). Si Didi-Huberman reconoce el poder transformador de las imágenes históricas, ¿por qué ignora su potencial en el presente?Sobre las fotografías tomadas por un prisionero en Auschwitz señala lo siguiente: “Estos fragmentos son para nosotros más preciosos y menos sosegadores que todas las obras de arte posibles, arrebatados como fueron a un mundo que los deseaba imposibles. Así pues, pese a todo, imágenes: pese al infierno de Auschwitz, pese a los riesgos corridos. A cambio, debemos contemplarlas, asumirlas, tratar de contarlas. Pese a todo, imágenes: pese a nuestra propia incapacidad para saber mirarlas tal y como se merecerían, pese a nuestro propio mundo atiborrado, casi asfixiado, de mercancía imaginaria, pese a su desenfoque y limitaciones técnicas, eran necesarias para que el mundo comprendiera el horror de los campos de concentración” (Las cursivas son mías 2004, 17). ¿Por qué, entonces, no son igual de necesarias las imágenes del sufrimiento y el horror en Gaza?
No estoy exigiendo que Didi-Huberman se una ideológicamente con alguna de las partes, que haga activismo uniéndose a alguna fila del conflicto (y planteo esto con una neutralidad casi imposible: conflicto, partes, filas…). Simplemente me pregunto por qué no ha puesto en marcha su propio marco teórico para analizar una situación, incluso de manera distanciada, de modo analítico, valiéndose, por ejemplo, de las siguientes categorías que darían para reflexionar sobre la producción, circulación y recepción de las imágenes en relación con los pueblos: “Los pueblos están expuestos a desaparecer porque están […] subexpuestos a la sombra de sus puestas bajo la censura o, a lo mejor, pero con un resultado equivalente, sobreexpuestos a la luz de sus puestas en espectáculo. La subexposición nos priva sencillamente de los medios de ver […]. Pero la sobreexposición no es mucho mejor: demasiada luz ciega” (Didi-Huberman 2014, 14). Claramente, en Gaza hay una dialéctica entre subexposición y sobreexposición que estructura tanto las formas en las que “consumimos” el horror de Gaza, como las posiciones que políticamente se asumen a partir de ese horror (Georges, no es mucho lo que se te pide: simplemente coherencia).
El peligro de esta incoherencia radica en que debilita el valor de sus argumentos. Su consigna ha sido que las imágenes no son neutrales. Al guardar silencio frente a la catástrofe actual, su postura despoja de fuerza ética a su propia obra, erosionando la credibilidad de su legado intelectual. El pasado enseña que el silencio es cómplice de la indiferencia. En un mundo donde el sufrimiento se expone cada día frente a nuestros ojos, la lección de las imágenes —su capacidad de movilizar la conciencia y la acción— no puede quedarse en el papel. El silencio, en este caso, no solo es una omisión; es una contradicción ética injustificable.
Bibliografía
Didi-Huberman, Georges. 2014. Pueblos expuestos, pueblos figurantes. Buenos Aires: Manantial.
Didi-Huberman, Georges. 2004. Imágenes pese a todo. Memoria visual del Holocausto. Barcelona: Paidós.
3 comentarios
Es falso que Didi-Hubermann haya guardado silencio frente a la catástrofe actual. Aquí su postura en una entrevista reciente en El País de España:
P. Usted es de origen judío. ¿Qué opina de la actuación de Israel en Gaza?
R. El Gobierno israelí es un Gobierno de locos fascistas. El fascismo ha invertido al Gobierno israelí. Cuidado que no digo a los israelíes. El Estado de Israel está en peligro, es cierto. Hamás es una milicia fascista, así que en esencia lo que tenemos es a fascistas contra fascistas y, en medio, al pueblo. Se trata de un encadenamiento fatal y temo tanto por unos como por los otros. No me animo a firmar tribunas… Pero permítame señalar que esto filosóficamente es cero interesante. Hoy es habitual que a los intelectuales se les pida que opinen sobre todo, se les otorga un poder enorme, demasiado grande. ¿No le resulta extraño pedirle a un historiador del arte su opinión sobre la guerra entre Gaza e Israel?
P. Usted defendió en un ensayo que se expusieran las terribles imágenes de la cremación de inocentes tomadas por el miembro de un Sonderkommando, los prisioneros que se encargaban de aplicar la solución final a otros judíos. Con la invasión de Israel en Gaza, este es un debate al que se enfrentan los medios de comunicación. ¿Se debe mostrar la realidad en su crudeza?
R. Cuando mostramos algo, nunca debemos hacerlo sin un contexto. Hay que intentar explicar o sensibilizar hacia la mirada de quien ha realizado esa fotografía. Hay miradas de cabrón, miradas tiernas… Pero no conozco las fotografías de las que habla. No he visto las imágenes del ataque de Hamás.
P. Pero quizá sí la de los ataques de Israel en Gaza.
R. A priori nunca estoy a favor de la censura. Pero un error habitual es no tener en cuenta las circunstancias que han llevado hasta esa imagen.
Fuente: https://tinyurl.com/8txc9xf9
Sergio, precisamente en esta entrevista evade su respuesta y confirma su silencio, de hecho, considera que un historiador del arte no debería opinar sobre Gaza, es decir, reivindica una incapacidad supuestamente disciplinar, y que lo diga alguien que ha reflexionado sobre el aspecto político y ético de las imágenes resulta más que sorprendente: «No me animo a firmar tribunas… Pero permítame señalar que esto filosóficamente es cero interesante. Hoy es habitual que a los intelectuales se les pida que opinen sobre todo, se les otorga un poder enorme, demasiado grande. ¿No le resulta extraño pedirle a un historiador del arte su opinión sobre la guerra entre Gaza e Israel?»
Pero su voz es todo lo que ha escrito, no? y el silencio no es parte de la escucha? hablar por hablar? agregar más ruido al ruido? no estoy al tanto de su silencio… pero su escritura me ha inspirado y me ha dado aliento de expresión, de escucha y de humanismo. no me parece justo este juicio. es una buena provocación para invitarlo a hablar eso sí.