detrás del supermercado

“¿La televisión? Lo extraño es que ella no les dice todo. Ella muestra la vida sobre la tierra pero no los verdaderos misterios. Es de pronto la naturaleza misma de la televisión… las ondas en el espacio.”

David Bowie metafísico en The man who fell to earth.

Detrás del supermercado, cerca de mi casa, hace poco descubrí un estanque o una especie de laguna. Se trata de una antigua cantera abierta a principios del siglo XX y que fue luego acondicionada como balneario. En esta época del año, la misma aparece dibujando una playa paradisíaca en medio de una vegetación exuberante.

Las clases populares francesas de esta ciudad suelen irse a bañar a dicho estanque, lo cual acentúa la condición paradisíaca del lugar, por la proliferación de mujeres de revista, asoleándose como dios las trajo al mundo.

Tomándome una pausa bajo un sol poderoso, caminando una de estas tardes junto al estanque, de imprevisto descubrí a mi animal – tótem, quien deambulaba sobre la hierba junto al agua. (Algunas asociaciones posteriores me llevaron a comprender que efectivamente se trataba del tótem que había estado buscando desde hace algunos años.)

La visión del inmenso animal sobre el césped fue de inmediato significativa. La misma parece asociable, en estética, al término “magia”.

Analicemos entonces algunos puntos sobre el concepto de la “magia”, en relación al arte.

Recordemos inicialmente que hasta el final de la Edad Media, la “magia” era frecuentemente comprendida como una percepción intima de las cosas.

La creencia en ciertos postulados metafísicos era bastante difundida.

Paracelso, médico y alquimista suizo, a principios del siglo XVI formuló los fundamentos de algunas operaciones mágicas.

A través de un proyecto especulativo, Paracelso buscaba ordenar las prácticas difundidas, por medio de una construcción teórica coherente. Se trataba de jerarquizar y de exponer, con un orden, más o menos preciso, todo lo que hacía eco en el hombre y que provenía de una realidad sideral.

La magia, indica Paracelso, comprende diferentes especies. Una es la que corresponde al arte de confeccionar imágenes que van a tener un gran poder. Confiriéndole a las imágenes las propiedades del “Astro”, el mago va a ejecutarlas con precisión, dotándolas de capacidades sobrenaturales.

“El Astro” significa la fuerza sideral. De ahí el estudio de esta fuerza por parte de la ciencia astronómica. El mago es un médium de esta fuerza. Según Paracelso, volviendo manifiestos sus efectos, el mago combina dos funciones:

1 – La visión del ser visionario, es decir de aquel que conoce y que recibe la revelación íntima en y a partir de la naturaleza.

2 – La intervención, que es la manifestación misma con la que el mago perpetúa la obra divina. [1]

Según Paracelso, para intervenir sobre la naturaleza, la eficacia de la manifestación es proporcional a la concordancia que se establece entre las virtudes del mago y la fuerza sideral.

En efecto, el mago debe volverse cómplice del Astro, en una convivencia con la potencia de lo invisible, para dejar actuar así a la imaginación.

El verdadero ejecutante es entonces aquel que participa del Astro, volviéndose con él una sola fuerza. [2]

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La idea del astro, nos recuerda en este punto al Demiurgo platónico, es decir el ordenador del universo, el escultor y artesano que imprime los arquetipos en la transformación de la materia. La divinidad comprendida como un Demiurgo se encuentra fuertemente presente al final de la edad media. La acción creativa del hombre es, a la vez, replica de la acción divina y acto fundador. Ordenador de un universo propio, el artista repite la acción suprema del creador.

Reproduciendo el acto original, la práctica artística se vuelve metafísica. Toda especie de “creación”, nos indica Mircea Eliade, tratándose de un comienzo, encuentra su modelo ejemplar en la creación del mundo, la creación por excelencia, el inicio absoluto.

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Etienne Souriau nos dice de otra parte, que el término magia, tal como habitualmente es empleado en estética, suele designar el conjunto de prácticas rituales por las cuales se piensa poder obtener, de manera sobrenatural, efectos extraordinarios, imposibles utilizando medios profanos. Los mismos efectos que vuelven insuperables ciertas obras de arte, que son calificadas como obras maestras, en razón de que las mismas parecen gozar de un poder sobrenatural.

Todos estos índices en torno a la noción de “magia” parecen cobrar sentido al aproximarnos al funcionamiento de ciertos dispositivos del inconsciente que ejercen su influencia en la percepción visual.

En nuestro entorno inmediato, cuando marchamos en medio de los aparatos de esta nueva edad media, residuos ancestrales condicionan indudablemente nuestro inconsciente colectivo y nuestra relación con el mundo de las imágenes.

[1] BRAUN Lucien, De la magie, Presses Universitaires. Strasbourg, 1991.

[2] Ibid.

[3] SOURIAU Etienne Vocabulaire d´esthétique Presses Universitaires. Paris.1999.