Una tendencia generalizada en nuestro medio es la de pensar que porque la modernidad tiene un origen europeo nosotros no somos modernos. Por otra parte, es común hablar de otras modernidades. De las distintas formas en que la cultura europea fue apropiada «fuera» de su continente. Cuando se habla de «modernidad» no se está hablando de «modernización». La primera corresponde al terreno de las ideas, el pensamiento, las artes; la segunda, al crecimiento de la industria, la producción y el consumo de mercancías, al desarrollo tecnológico, a la sociedad «sostenible».
La figura de Marta Traba, el surgimiento del Museo de Arte Moderno y los artistas que esta crítica impulsó, corresponde a lo que podríamos llamar como nuestra «modernidad». Es desde este marco que podría preguntarme si estamos fuera o dentro de lo moderno…. Si la pregunta me la hago revisando cómo unos historiadores muy conservadores impidieron la construcción de la escultura de Negret en el parque Simón Bólívar, no podría sino pensar que la modernidad no logró instalarse del todo en nuestro medio -y en este caso, en nuestro parque. El caso de toda la escultura moderna que ocupa actualmente el espacio público de la ciudad me hace pensar en la obsolencia de lo moderno.
¿Es obsoleta la escultura moderna en él espacio público?
Esa es de pronto una pregunta un poco más específica. Por ejemplo, la escultura de Negret que instalaron como signo de «modernización» de Bogotá en la Plaza de San Victorino ¿qué nivel de pertenencia guarda con los ciudadanos que cruzan y/o habitan el lugar? Lo que si tiene es un uso distinto cuando llueve, o cuando un niño decide usarla como tobogán.
¿Y qué decir de nuestras intituciones artísticas que nacen del concepto de lo «moderno»?
Los museos son un caso aparte. El mismo concepto de «salón», por decir lo menos, necesita de un enorme esfuerzo colectivo de de actualización.
Y eso es algo que a todos nos consta.
Camilo Atuesta