del conversatorio

Gracias, Luis Daniel Abril. Muchas aclaraciones, muchas aclaraciones.

Les cuento que llegué a estimar al señor o al joven Ñustes, pero me parece que a esa edad todos necesitamos una lección. Cuando me escribió de San Agustín, no se identificó como curador de esa exposición. Algo me dijo vagamente de que estaba conectado a la DEA (Perdón por la falta de la consonante aspirante), pero me dio a entender que estaba correspondiendo como un amigo. Doble personalidad, Ñustes, no puedo admitirlo. Y menos venir ahora con el cuento -cuando se está en un cargo de CENSOR, POR DIOS, COMO ES EL DE CURADOR, a decir que le había dicho que sí quería ir a San Agustín a robar el yahé con mi hijo. Ahí la hache de la DHEA se le voló para convertirse en simple DEA. Y no es que me disguste que se diga a voz populi que me gustaría ir a probar yahé. He probado como, creo, casi todos los que son sensibles, hasta infierno. En cuanto al yahé, ya lo hice una vez, como huésped en la amable casa de Andrea Echeverri y de mi amigo, el historiador, su esposo, y guitarrista con voz excelente (y alma también). Por cierto, vomité hasta las tripas y contraje una gripa, sin ver ninguna pinta. Por eso, esa transcripción de Pablo Batelli marcará -uno esperaría- algo de época, por LAS ARBITRARIEDADES. Lo que dice Pablo es muy justo: yo no lloro porque mi esposa haya sido excluida. Hemos hecho carrera ambos en ser excluidos y tenemos largos cuentos para contar sobre el problema de las razones sociales y demás de la exclusión, incluso de la estética. Sabemos lo que es estar por fuera de espacios académicos, estéticos, políticos, religiosos o morales. Quizás eso sea lo más preciado de nuestras hojas de vida. Creo que alcanzo sí, a suspirar, a ser jeremías, porque una convocatoria hecha desde la perspectiva de los derechos humanos haya sido tan imperativa, impositiva, reacia al diálogo. Todo un ejemplo de un contrasentido. Diría más bien que es para reir en lugar de llorar. Reir hasta el infinito, con una carcajada descomunal.

De nuevo, Gracias a Pablo, gracias a Luis Daniel. Y por favor, Ñustes, aprende, estás joven. Y por favor, Carolina y demás: no pongan al pobre Ñustes de mapara. Y por favor, Señor muy Caro, no se vaya por las ramas.

Gabriel Restrepo