Quisiera agradecer públicamente por la postal y la canción de los Claudios. Muy evocadoras ambas, y, aunque deduzco su buen sentido del humor, no entiendo sin embargo qué puede aportar, o porqué parece ser tan importante burlarse de la música popular propia de nuestra cultura. (?)
Por otra parte, sobre la participación de Camilo Atuesta, personalmente no considero que la pregunta de Luís Valencia a José Luís Brea sea desafortunada.
Valencia al preguntarle a Brea: “¿cuales son los artistas apoyados por los estudios visuales?”, simplemente hace evidente que el pensamiento de uno o varios autores termina actuando muchas veces como soporte de determinadas prácticas o “indagaciones” artísticas, de igual manera que el mismo pensamiento puede no ser útil, ni pertinente, ni apropiado para analizar o sostener otro tipo de búsquedas plásticas.
El problema es cuando en Bogotá, en Cali o en Medellín se asume un pensamiento foráneo o una corriente intelectual sobre arte, abiertamente como si ésta fuera algo así como «la verdad cosmopolita de la actualidad», que no hay que poner en duda y desde la cual debemos analizar todo lo artístico.
Lo anterior repercute en la actual emergencia de una homogenización local donde artistas y curadores deseosos de figurar se aureolan con discursos glamorosos y a la moda, frecuentemente menospreciando otros puntos de vista o maneras de ver el arte; puntos de vista que pueden ser también igualmente válidos y sólidos a nivel teórico, teniendo en cuenta evidentemente marcos conceptuales y referentes muy distintos.
Más exactamente, la situación es complicada cuando la influencia de una corriente teórica está presente y emana desde las instancias y personalidades legitimadoras del arte local, por ejemplo desde los profesores en las universidades, o desde los curadores y organizadores de exposiciones.
Por lo anterior, como quisiera explicarle al maestro Huertas, mi posición es que el arte no debe verse desde lo político ni desde lo ideológico.
Desde lo ideológico se aplican siempre criterios parcializados de inclusión-exclusión, que pueden carecer de todo sentido de sensatez, equidad u objetividad, y a final de cuentas pueden ir precisamente en contra de la idea de democracia participativa.
Esto puede ocurrir por ejemplo cuando algún profesor universitario en su clase afirma ante sus alumnos algo absurdo, por ejemplo que la representación pictórica esta mandada a recoger, o desde la otra cancha puede verse también en la posición de algún pintor impulsivo que viene y le dice irónicamente a Maria Teresa Hincapié que su trabajo no es más que teatro mal hecho.
Ambos ejemplos pueden ser ofensivos para la contraparte y en ambos casos infortunadamente hablamos de la influencia de posiciones ideológicas, sobre lo que debe ser o no debe ser el arte actual.
Por eso, me parece que es importante considerar que la investigación, la crítica y la curaduría de arte en el país deben generar macro-estructuras por encima de posibles posiciones ideológicas, políticas, o maneras de evaluar lo que es o no es “contemporáneo”, para que de esa forma una verdadera pluralidad de posiciones validas exista con equidad.
Al menos así ocurre en la investigación sobre arte que se lleva a cabo en Europa, donde cualquier posición puede ser valida, con tal que ésta sea asumida, reflexionada e investigada con profundidad y coherencia por un determinado artista e individuo.
Si no consideráramos esta idea, entonces querríamos decir que José Luís Brea (solo para seguir con la citación a los estudios visuales) encarna la verdad absoluta aplicable al arte contemporáneo colombiano, lo cual evidentemente es una ficción y una gran extrapolación.
En ese sentido, es evidente que se debe entender lo “contemporáneo” en el arte como todo lo que se produce en el presente, y no solamente como aquello que supuestamente es legitimado por determinados discursos teóricos imperantes.
Por lo tanto, preguntar sobre los artistas apoyados por los estudios visuales o culturales no me parece tan desacertado como inicialmente podría pensarse.
Por último, relativizar la noción de “calidad” de una obra de arte, como lo hace Atuesta, es otro apunte clásico del tipo de pensamiento artístico que impera hoy, con el cual dialécticamente cualquiera puede fácilmente “deconstruir” cualquier cosa, sin dar paso a nada suficientemente significativo para reemplazar lo que intenta destruirse.
Feliz año,
Dimo García