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«¿y a la academia quién la ronda?»

Esta provocadora pregunta con que Miguel Huertas termina su texto me permite hacer otra pregunta afín al tema: ¿quienes rondan a la academia?

Un caso
Atando cabos con el debate paralelo sobre el Salón Regional de Artistas Zona Centro y las bondades y necedades de su curadora Natalia Gutiérrez, cito dos segmentos del acta final de selección del evento:

«La curadora del XI Salón Regional de Bogotá Natalia Gutiérrez invitó a Giovanny Vargas, Manuel Santana y Diego Mendoza para escoger, junto con la curadora, a los artistas que por la modalidad de ‘convocatoria abierta’, estarán participando en el Salón Regional de Bogotá. Su conocimiento de los procesos artísticos tanto a nivel pedagógico en diferentes universidades como en el ámbito de las prácticas artísticas a nivel profesional, permitió ampliar la mirada sobre las propuestas presentadas.
[…]
El criterio fundamental para selección de las obras consistió en atender a que hicieran evidente una investigación personal con libertad temática, pero que a la vez pudieran inscribirse en lo colectivo. Es decir, artistas que con sus prácticas permitan ampliar de alguna manera los lugares y las situaciones del mundo que nos tocó vivir.»

Tomando en serio el texto del acta, la lógica indica que la idoneidad de los jurados esta dada por su carácter de profesores universitarios (‘nivel pedagógico’) y por su carácter de artistas profesionales (‘nivel profesional’), es decir que en la región Bogotá, el mundo que nos tocó vivir, para estar dentro de la ‘amplia mirada’ hay que estar próximo a la universidad y concebir al artista como profesional. Esto para un salón que basa su condición en la participación el salón no es de arte, sino de artistas implica la puesta en escena de un mecanismo que justifica la exclusión y empodera a la universidad.

Este error, o hábil error, da a la universidad un poder que este espacio no debería tener pues hay que entender que lo que pasa en la universidad no es de la universidad. Es lamentable que una persona como Natalia Gutiérrez que ha sido profesora universitaria utilice este tipo de astucias para justificar un acto de selección que, como ya lo había dicho en otra participación, se debate entre la demagogia participativa y el despotismo ilustrado.

Esta demostrado que el acceso a la universidad es uno de los factores determinantes para el bienestar social pero, en un país donde la gran mayoría de bachilleres que quiere entrar a la universidad no puede estar en la universidad, no es justo replicar esta dinámica como manera de acceso al Salón Regional de Artistas. No estoy proponiendo el eufemismo paternalista de plantear otro salón de arte popular, solamente se le pide publicamente a una curadora tener más cuidado con lo que es un Salón Regional de Artistas y con la universidad. Todas estas incongruencias se habrían obviado haciendo pública una plataforma consistente donde se diera explicación de los alcances y sobre todo de los límites de la propuesta curatorial. La falta de atención evidencia que la curaduría parece estar más preocupada en producirle un evento correcto al Ministerio de Cultura que en cumplir una función. Como contraejemplo basta mirar lo hecho en el Salón de Octubre en Cali para demostrar los múltiples enfoques que permite tanto el espacio físico como el espacio social de un salón.

Lo anterior no se debe leer como un ataque hacia la curadora, hago uso del acta como lente de aumento para evidenciar una situación y relacionar el uso que se le da a la universidad otorgándole una finalidad específica, en este caso amparando bajo el umbral de lo académico una inconsistencia que, desatenta a los detalles, demuestra precisamente la carencia de un pensamiento académico.

No conozco bien el caso de la Universidad Nacional pero me interesa el cuidado con que algunos de los participantes tratan el tema. Comparto una cita tomada de una conferencia sobre la universidad:

«Cuidado con los abismos y las gargantas, pero cuidado con los puentes y las barreras. Cuidado con aquello que abre la Universidad al exterior y a lo sin fondo, pero cuidado con aquello que, al cerrarla sobre sí misma, sólo crearía un fantasma de cierre, la pondría a disposición de cualquier interés o la convertiría en algo totalmente inútil. Cuidado con las finalidades, pero ¿qué sería de una Universidad sin finalidad?» *

*(Me reservo el nombre del conferencista para no entorpecer la lectura de algunos espíritus susceptibles al recurso de la citación)

Lucas Ospina

Posdata: Creo que muchos de los participantes en estos foros quisiéramos dejar de hacer tanta criticadera institucional y dedicarnos a leer las exposiciones, el problema consiste en que la forma como se hacen estos eventos afecta notoriamente el potencial de las obras, es como estar leyendo un libro interesante pero donde el uso torpe y repetido de un esquema de diagramación inadecuado entorpece inevitablemente la lectura.