Carta abierta en rechazo por la destrucción de un monumento

El monumento de Rozo fue demolido porque en la política ha tomado fuerza un tipo de autoritarismo que atropella con sus fobias y sus furias, violando toda noción de sensatez, equilibrio y respeto al otro, a lo otro. Los abanderados de extremas tendencias ideológicas toman decisiones basados en prejuicios y mentiras que son el producto de un individualismo acérrimo y en el “yo hago lo que quiero porque he sido investido de autoridad y poder por la democracia”

Destruyen en México monumento realizado por el escultor colombiano Rómulo Rozo. Se hizo a partir de la orden del alcalde de Veracruz como parte de la remodelación de un parque y ocurrió el pasado 30 de agosto. A continuación una carta abierta que rechaza la demolición de este monumento público ubicado en el parque Ignacio Zaragoza de la ciudad de Veracruz (México).

CARTA DE UN GRUPO DE INTELECTUALES COLOMBIANOS A LOS CIUDADANOS DE VERACRUZ, MÉXICO

Colombia, 25 de octubre de 2018

La histórica ciudad de Veracruz en México ha sido el escenario, por orden expresa de su alcalde el señor Fernando Yunes, de la destrucción de un monumento público realizado en 1959 por el escultor colombiano Rómulo Rozo. La obra fue erigida para conmemorar el centenario de las Leyes de la Reforma impulsadas por el presidente Benito Juárez, Leyes que se firmaron en Veracruz, el acontecimiento político que secularizó al Estado y le abrió la vía al México moderno.

Algunas fotografías publicadas en la prensa mexicana muestran a una retroexcavadora a punto de embestir, con su brazo articulado, la estructura de piedra levantada por Rozo; otras fotos, la placa conmemorativa hecha añicos y pilas de escombros arrumados. El atropello cometido tiene carácter oficial y merece que nos detengamos a sopesar su significación en el contexto internacional de nuestros días.

El monumento de Rozo fue demolido porque en la política ha tomado fuerza un tipo de autoritarismo que atropella con sus fobias y sus furias, violando toda noción de sensatez, equilibrio y respeto al otro, a lo otro. Los abanderados de extremas tendencias ideológicas toman decisiones basados en prejuicios y mentiras que son el producto de un individualismo acérrimo y en el “yo hago lo que quiero porque he sido investido de autoridad y poder por la democracia”.

El monumento de Rozo desapareció de la vista de los veracruzanos porque estamos presenciando, a escala mundial, acontecimientos que podrían conducir a que se repita la tragedia desatada por Hitler cuando el pueblo alemán los eligió para gobernar. El Führer procedió con tal mesianismo que desató una guerra que desembocó en la destrucción de la infraestructura de su país, en el aniquilamiento moral de sus seguidores y en la muerte de millones de inocentes.

Pensamientos sin asidero en la realidad guían los impulsos de los dirigentes políticos de esta catadura, personajes arrogantes y pagados de sí mismos que existen en todos los niveles de nuestras sociedades, desde el parroquial y el municipal hasta el internacional con Donald Trump como el ejemplo cumbre del momento actual.

La demolición en Veracruz de un monumento simbólico es una señal de alarma de lo que le espera a una Humanidad que, sentenciada a muerte por el calentamiento global, debe saber contrarrestar el peligro que representan los déspotas de todo tipo que, con las fobias propias de los fundamentalistas, aspiran a cercenar las libertades ciudadanas, borrar la memoria histórica e implantar visiones unilaterales y retrógradas del futuro que debemos construir entre todos.

Algunos dirigentes se solazaron quemando libros e incendiando edificios destinados al ejercicio de la democracia; otros prefieren demoler monumentos, descuartizar periodistas opositores o asegurar que son tan carismáticos que pueden salir a tirotear a los transeúntes sin perder un ápice de su autoridad, argumentando siempre razones de Estado. Cualquiera sea el caso, el silencio se vuelve cómplice cuando callamos algo que agita nuestra consciencia, sustentando subrepticiamente parte de la impunidad que protege al poderoso. En nuestros países, a la verdad le ha sido arrancada las más elementales e irrebatibles pruebas, haciendo tangible la frase de Melville: “La verdad siempre tiene los bordes despedazados”. Sin embargo, este milagro de la consciencia, esta sensación de evidencia es lo que nos impele a hablar.

Con el ánimo de romper ese silencio, nosotros repudiamos la orden dada por el señor alcalde de Veracruz.

Roberto Triana (cineasta)
Álvaro Medina (historiador y crítico de arte)
Samuel Vásquez (poeta, dramaturgo y ensayista)
Juan Manuel Roca (poeta)
Halim Badawi (crítico de arte)
Carolina Ponce de León (curadora y crítica de arte)
Jaime Iregui (artista plástico)
Carlos Jiménez (historiador y crítico de arte)
Eduardo Hernández (arquitecto y curador de arte)
Fabio Rodríguez Amaya (pintor y escritor)
Alberto Abello (escritor)
Carlos Arturo Fernández (crítico de arte)
Carl Henrik Langeback (antropólogo)
Natalia Gutiérrez (antropóloga y teórica de arte)
Efrén A. Giraldo (historiador de arte)
Zoraida Gutiérrez Ospina (arquitecta)
Ana María Franco (historiadora de arte)
Isabel Cristina Ramírez (curadora e historiadora de arte)
Néstor Martínez Celis (crítico de arte)
Gloria Triana (musicóloga)
Camilo Sarmiento (escritor)
Carlos Niño Murcia (arquitecto)
Blanca Botero (artista plástica)
Cristo Hoyos (historiador y pintor)
Roberto Ortega (arquitecto)
Escilda Díaz (pintora)
Cristina de Castro (pintora)
Néstor Amórtegui (cineasta)