Carta Abierta a Colfuturo

«Escribo esta carta, que quisiera elegante y breve, de un modo rabioso, atropellado y extenso, pues es mucho lo que habría por contar aquí y muy pocas las esperanzas al hacerlo. Vanessa Sandoval, una querida amiga, compañera de trabajo y excepcional artista joven de Cali, ganadora del premio Sara Modiano, de las Becas Locales de Creación (BLOC), de distintos premios y pasantías nacionales, activa y con exhibiciones que incluyen en los últimos años el 44 Salón Nacional de Artistas y el Ciclo Jóvenes Talentos del Banco de la República, me recuerda en su situación actual aquella por la que yo mismo pasé hace cinco años y cuyas consecuencias aún me oprimen de muy distintas maneras» -Víctor Albarracín

SE RUEGA DIFUNDIR

Cali, junio 3, 2019

Carta Abierta a Colfuturo, al Gobierno de Colombia y a la comunidad de endeudados y excluidos de la educación superior en Colombia

Escribo esta carta, que quisiera elegante y breve, de un modo rabioso, atropellado y extenso, pues es mucho lo que habría por contar aquí y muy pocas las esperanzas al hacerlo.

Vanessa Sandoval, una querida amiga, compañera de trabajo y excepcional artista joven de Cali, ganadora del premio Sara Modiano, de las Becas Locales de Creación (BLOC), de distintos premios y pasantías nacionales, activa y con exhibiciones que incluyen en los últimos años el 44 Salón Nacional de Artistas y el Ciclo Jóvenes Talentos del Banco de la República, me recuerda en su situación actual aquella por la que yo mismo pasé hace cinco años y cuyas consecuencias aún me oprimen de muy distintas maneras. En su momento, yo mismo escribí sobre esta situación, que fue ampliamente comentada y que puede leerse en este vínculo al portal esferapública: https://esferapublica.org/nfblog/carta-abierta/

¿Cuál es esa situación por la que pasa Vanessa, por la que yo pasé y por la que, con seguridad pasan hoy y seguirán pasando miles de personas en este país? Fácil, la situación es que, a pesar de tener una trayectoria destacada en distintos campos profesionales, no pertenecemos a la Colombia propietaria, no tenemos familias engordando lotes ni viviendo de la renta y nuestros padres no lograron siquiera hacerse al mínimo constitutivo de la clase mediapor lo que, en resumidas cuentas, podemos definirnos, con justicia y en contravía de los tecnicismos del DANE, como pobres.

La situación específica de Vanessa es que, buscando mejorar su formación profesional, se postuló al programa de maestría en bellas artes del School of the Art Institute of Chicago, una institución líder en la formación artística a nivel mundial, donde fue admitida con gran entusiasmo y donde le ofrecieron una excepcional beca parcial. Esto significa que deberá conseguir alrededor de 50,000 dólares por año para financiar el excedente de sus estudios de posgrado y de la vida en los Estados Unidos. Esperando los resultados de distintas becas para estudios internacionales en Colombia, Colfuturo la seleccionó como finalista para su cohorte de futuros endeudados, a quienes promete descontarles hasta el 80% del valor de sus créditos-beca. Fantástico, ¿verdad? Y sí, suena fantástico, salvo que, para empezar, Vanessa debe servirle en bandeja a Colfuturo la cabeza de dos fiadores, con finca raíz al menos uno, y con sueldo de más de $5000.000 mensuales el otro, pero ambos, eso sí, menores de 70 años. Muchos dirán que es fácil, pero todos dirán que, desafortunadamente, no están en condiciones de apoyar esta noble causa porque ser fiador en Colombia es, sencillamente, una mierda.

He escuchado la exitosa experiencia de muchos amigos con Colfuturo. Se van a estudiar, Colfuturo les presta 25,000 dólares por año durante dos años, esos amigos se gastan la mitad durante sus estudios, guardan la otra mitad bajo el colchón o en las cuentas de sus familias y, al regresar, simplemente agarran ese guardadito y devuelven la parte no condonable para quedar de una sin deuda. Todos esos amigos, muy queridos, están parados en una clase social muy distinta a la mía o a la de Vanessa. Se van con más becas, tienen el apoyo de sus familias, poseen propiedades y un círculo que los apoya, tienen excelentes relaciones sociales construidas desde la cuna o en sus colegios y, en resumidas cuentas, vuelven y esos mismos familiares o amigos empresarios o con posiciones de influencia en el gobierno o la industria los contratan y todo luce espectacular para todos: para ellos mismos, para Colfuturo, para los patrocinadores de esta fundación de apoyo educativo, para el gobierno, para las empresas y para los indicadores gubernamentales de profesionalización y competitividad.

Pero si no vienes de un colegio privado, bilingüe y con bono, si tu círculo social es de barriada, si tus parceros son agentes culturales forzados a subvivir de becas, chisgas y contratos de prestación de servicios, sin pedigrí ni músculo financiero para ser llamados emprendedores, si tus padres no se pensionaron de Foncolpuertos o si viven con una pensión de salario mínimo tras empeñar la vida trabajando cuarenta años en unas condiciones de mierda, entonces regresar a Colombia tras haber sido beneficiarios de Colfuturo no se ve tan prometedor.

Vanessa aún no se ha ido, y espero de corazón que pueda hacerlo, pues su mayor deseo es ampliar sus horizontes profesionales para volver y buscar maneras de generar procesos que, desde aquí, hagan menos necesario para los artistas el tener que irse en condiciones humillantes. En lo que a mí respecta, debo decir que yo sí me fui, acepté el trato, creí en ese conjunto de oportunidades que supuestamente se abrirían y regresé para retribuir lo que había recibido que, visto retrospectivamente, no fue mucho y sí me forzó a situaciones límite, que fueron desde tener que pedir plata en la calle y sacar comida de las canecas de los supermercados en Los Angeles, hasta resistirme a dos intentos de deportación y anulación de mi condición de becario Fulbright (igual de problemática a Colfuturo) por parte del Departamento de Estado gringo, dejando ahí la historia, para resumir.

El hecho es que la situación de Vanessa me hizo releer esa carta abierta que escribí hace cinco años, buscando desesperado conseguir los fiadores que me permitieran conseguir el crédito de Colfuturo y así lograr sobrevivir como estudiante en los Estados Unidos. Al final lo logré. Gracias a mi publicación (link en el primer párrafo), leída en su momento por más de 11,000 personas y republicada en distintos medios nacionales, dos colegas se ofrecieron como fiadores y pude seguir adelante con el proceso académico y graduarme un año después.

Colfuturo me prestó 25,000 dólares y yo debía devolverles la mitad. A mí, Colfuturo, una institución afincada en Colombia, me prestó en dólares de 2014, con recursos aprobados en 2014, y yo tengo que devolverles hoy, al cambio mensual del dólar, ganando un modesto sueldo en pesos. Cuando se aprobó mi crédito, el dólar estaba a 1,850 pesos. Eso significa que en su partida presupuestal de ese año, Colfuturo me dio 1,850 pesos colombianos por cada dólar. Cuando empecé a pagar, el dólar ya estaba a 3,000. Hoy está a 3,450 pesos, y seguirá subiendo mientras Colombia siga bajo el gobierno de imbéciles, ladrones y asesinos. ¿Dónde está el 50% de descuento que esta inmaculada institución de crédito educativo me ofreció? ¿Cuánto de más he pagado sobre ese 50% que me ofrecieron tan gentilmente? No lo sé, no he hecho el cálculo jamás, temeroso como vivo de la fragilidad de mi salud mental, entre muchas otras cosas. El hecho es que llevo tres años pagando cada mes una cuota que representa hoy el 40% de mis ingresos y que, a medida que sube el dólar, sigue aumentando.

Seguramente el doctor Jerónimo Castro, director ejecutivo de Colfuturo, me enviará otra respuesta en privado a esta carta abierta, diciéndome con total condescendencia que esos mecanismos internos garantizan que otros puedan obtener los beneficios que yo mismo obtuve. Y públicamente le respondo, antes aún de que me escriba, que lo que Colfuturo hace hoy es, como fue en 2014, abiertamente clasista, discriminatorio y ajeno a toda política de la equidad y la dignidad humana.

Desde que regresé de mi maestría, en junio de 2015, he trabajado al límite de mis fuerzas en espacios destacados de las artes en Colombia: como parte del equipo curatorial del 44 Salón Nacional de Artistas ayudé a generar un espacio público para dar voz a más de 150 artistas de Colombia y del mundo, coordiné un programa de publicaciones en el que catorce libros diversos y valiosos fueron lanzados a través de una convocatoria pública, coordiné un seminario de primer nivel sobre drogas y cultura en el marco del Salón, con invitados internacionales y con unas memorias publicadas en edición bilingüe. En el marco del Salón, también, tomé posición con fiereza, dando una pelea pública muy desgastante en favor de los artistas, empujando a que los administradores hicieran circular los recursos que tenían represados, llevando el Salón al borde de la cancelación y, de haber ocurrido, posiblemente al cierre definitivo del programa gubernamental de más larga historia en la promoción del arte colombiano.

Luego, me vinculé a la Fundación lugar a dudas, en Cali, donde he generado un programa rico en matices y oportunidades para la comunidad de artistas de la ciudad y para otras comunidades que han ido acercándose y expandiendo el rango de actividades de la Fundación a lo largo de estos años. En 2017, fundé, también en el marco de lugar a dudas, Escuela Incierta, un programa de estudios independientes que a la fecha ha recibido a cerca de cien estudiantes, colombianos e internacionales, en un espacio de experimentación y procesos pedagógicos en los que han participado cerca de sesenta especialistas de todo el mundo en calidad de conferencistas, tutores y mentores. Para este programa, he gestionado recursos a nivel nacional e internacional, con fondos públicos y privados, haciendo posible que todos los estudiantes, a la fecha, hayan ingresado con becas totales o parciales de matrícula y, algunos, a partir de este año, con estipendios cubiertos gracias a convenios con instituciones públicas del país. Durante estos años, he viajado y participado en distintas redes de trabajo, he sido ponente y tallerista en museos, universidades y otros espacios de arte en el mundo. He hecho muchas cosas que, a primera vista, parecerían otorgarme un perfil de éxito. Y sí, he hecho mucho, pero algo que, desafortunadamente no he hecho, es plata.

Siempre he tenido un contrato de prestación de servicios, donde la seguridad social corre por mi cuenta, donde viajo muchas veces financiado con mis propios y mermados recursos, donde vivo acumulando una deuda enorme con bancos a cambio de muy poco, más allá de la satisfacción personal de contribuir a que este pequeño nicho tenga pequeños resguardos ante la barbarie de la economía naranja, sin mencionar, obviamente, la eliminación sistemática de la diferencia, operada desde el gobierno nacional a punta de censura, despido injustificado o bala. Vivo sin lujos, en una situación financiera que cada día se hace más insostenible.

¿Para qué digo esto? No por simple arrogancia, palabra con la que se juzga hoy a todo aquel que no perteneciendo a las élites nacionales, dice una verdad, siempre incómoda, como solo la verdad puede ser, en este país gobernado y administrado por gente tan divinamente. Si hablo de mi trayectoria, y todos los oprimidos por la trampa crediticia de Colfuturo deberían hablar de las suyas propias, es para que se haga conciencia del enorme capital simbólico, cultural y económico que estamos generando sin estar recibiendo un centavo de todo esto pero sí cargando con el peso excesivo de una deuda injusta, interminable y mezquina. Somos las bestias de carga sobre las que se instala la fantasía duquista del emprendimiento cultural.

Pero no es solo lo opresivo de esa relación, en términos económicos, lo que me enerva. También es el trato, es el correo de verificación mensual que debemos enviar para confirmar si salimos o no del país, es el mensajito infaltable diciendo que estamos en mora dos semanas o un mes, es el correo intimidatorio diciendo que nos atengamos a las consecuencias si nos pasamos más de cincuenta días en el pago, es la obligación semestral de proveer cartas laborales para que confirmen que estamos empleaditos y que vamos por el buen carril, o quizás para saber en dónde hurgar si nos ponemos altaneros. Es, sobre todo, el absoluto desinterés de la institución por la suerte de sus becarios, de esos que no queremos terminar trabajando en un banco, ni en las instancias neoliberales de la administración pública, es ese rencor de ricos con el que nos aplastan por estar haciendo de verdad lo que ellos no hacen: generar tejido social a muy distintos niveles, sin recursos y desde las bases.

Hace poco menos de un mes, el diligente Jerónimo Castro envió un comunicado a todos los beneficiariosde Colfuturo, como quien no quiere la cosa, diciéndonos, lleno de entusiasmo, que acaban de contratar con Datacrédito la administración de riesgo financiero, según él, para ayudarnos a consolidar de manera más eficaz unos perfiles de crédito más sólidos pero, en la práctica, para tenernos bien agarraditos de las bolas, o de donde mejor les parezca, embalando a los fiadores en caso de que nos atrasemos, porque no les basta como garantía el tenernos sometidos por más de cinco años como beneficiarios.

Por el contrario, lo que se echa en falta son las comunicaciones donde deberían decir que hay algún tipo de alivio financiero considerando la fluctuación del dólar, que hay programas de exención de deudas para profesionales con trayectorias destacadas en campos ajenos a los del lucro a secas, que hay convenios para apoyar la financiación de proyectos educativos desarrollados por los beneficiarios, que Colfuturo está diseñando procesos más incluyentes para evitar la exigencia de fiadores a sus casi-becarios, que está involucrando a líderes territoriales y desmovilizados de la sangrienta guerra colombiana en procesos de formación internacional, pero no, estas comunicaciones jamás llegan. Ni siquiera llega la más modesta encuesta que indaga si hemos trabajado fuera de Bogotá, si nos hemos vinculado con proyectos educativos o si tenemos interacciones con lo público, para ofrecer el 10% de descuento adicional al que, se supone, tenemos derecho pero que, me imagino, solo quienes se arrastran por las migajas, llegan a obtener.

Un programa de becas semi-condonables administrado de esta manera no es más que una escuela de sumisión, un espacio para aprender a bajar la cabeza, un lugar para cultivar el agradecimiento forzado, la zalamería y la total pérdida de conciencia crítica porque, si hablamos duro, si decimos lo que creemos, si pensamos distinto, quién nos va a socorrer, quién nos va a emplear, quién nos va a volver a prestar plata, ¿acaso las organizaciones de Sarmiento Angulo y de Ardila Lulle, principales aportantes a Colfuturo?

Cinco años después de mi primera carta, el debate público sobre el crédito educativo en Colombia sigue en el mismo punto y quienes hemos salido a formarnos, siendo de la clase social incorrecta, seguimos cargando la peor parte en una sociedad empeñada en impedir que los pobres dejemos de ser pobres.

Ojalá mi querida amiga Vanessa pueda irse a estudiar, pues tiene todo el mérito para hacerlo, ojalá consiga los fiadores, sabiendo como lo sé que nunca los hará quedar mal, pero ojalá nunca tenga que empeñar sus recursos, su vida y su salud física y mental en el cumplimiento del plan de amortización de deuda que esta institución se niega a cambiar y que va en contravía del espíritu de equidad que emana de esa Constitución del 91 en proceso agudo de desmantelamiento a manos de quienes deberían ser sus guardianes. Yo, por mi parte, terminaré de empeñar los restos de mi energía vital a un banco, para intentar pagarles lo antes posible y así evitar que Datacrédito dañe el perfil crediticio de quienes generosamente me sirvieron de codeudores y a quienes Colfuturo, siempre tan diligentemente, pone hoy en primer lugar de su estrategia intimidatoria.

Atento a las respuestas, voces y demás espacios públicos de discusión, agradezco la difusión de esta carta.

Saludo cordial,

Víctor Albarracín Llanos

beneficiario

victor.albarracin.llanos@gmail.com

8 comentarios

En general*
1. Colfuturo es muy clara cuando extiende el credito en que le giran dolares y espera recibir dolares. Es un problema cuando el dolar se disparó en 2 años de 1800-2000 a 3000 por dolar(2015)pero ya lleva 4 años sin moverse mucho.
2. Si una persona no quiere tener afugias de dinero lo mejor es que no se dedique a las artes o ese tipo de campos que en todos los paises generan poco flujo de efectivo.
3. Las aplicaciones a Colfuturo son voluntarias, no es una entidad gubernamental y es muy libre de escoger sus politicas de mensajes y cartera vencida. Mucho menos tiene que guiarse por los supiestos principios de la narconstitucion del 91.
4. Este mensaje esta lleno de una cantidad de resentimientos, hombre Colfuturo no es responsable del bajo valor de la pensión de los familiares, ni fija la politica economica del país.
5. Toca dejar la paranoia de que Colfuturo le pide una constancia laboral para espiarlo, todas las entidades que hacen prestamos piden certificados de ingresos/laborales para evaluar la calidad de su cartera (es lo prudente para cualquier entidad que presta $$$)
6. Estoy de acuerdo en que Colfuturo debería eliminar los prestamoa hacia campos de dudosa capacidad de repago (ej. Maestrías en escritura creatova en NYU). Esos prestamos les terminan haciendo daño a esa gente.

*publicado por Dan González en el muro de Víctor Albarracín

Me desperté hoy leyendo la carta. Quiero darte las gracias Vic por todos los buenos deseos e intenciones que sé que tienes para conmigo al escribir esto. Y ya que parece que mi situación está expuesta a nivel nacional de manera sorpresiva, si me gustaría hacer varias aclaraciones a ciertos comentaristas. No se trata de que yo o Victor seamos dos pobres como bien lo sabemos, que queramos que el Estado nos de todo gratis, o que no tengamos claro desde el principio cuales son las deudas que estamos dispuestos a asumir (estoy disfrutando esto de escribir la palabra pobre ahora, ya que parece, hay cierto tabú que se transgrede en asumirse como tal, cierta incomodidad que se genera. Ya saben hay algo cool en decir que eres queer en este país, pero pobre jamás). Yo estoy muy consciente de mi situación financiera y de mis capacidades de trabajo, por eso estoy aplicando al crédito-beca de Colfuturo, como dice Vic, la matricula es elevada, así como en el Pratt en el cual también fui aceptada y en general en todas las maestrías en los Estados Unidos, pero es sobre esos 50.000 dólares que la School of Art Institute está haciéndome un gran descuento. Y como dice Dan si no queremos ir más para abajo pues hay que pensar qué tan factible es asumir esa deuda, yo no tengo la berraquera que tuvo Vic de ir a pasarla como la pasó para terminar su posgrado y es por eso por lo cual también estoy gestionando otras becas y apoyos educativos, que si no resultan pues será necesario prorrogar mi posgrado un año más. Mi problema concreto es que teniendo muy claro mis capacidades de pago posterior no he podido encontrar un segundo codeudor. Y es esta figura de tantos codeudores la que imposibilita a gente estrato 1, 2 y 3 acceder a estos apoyos educativos, Colfuturo es claro con sus requisitos (somos pobres pero sabemos leer querido Dan Gonzalez y Carolina) lo que está criticando Victor como muchos estudiantes, beneficiarios y yo, es que la posibilidad de acceder a estos apoyos y beneficios se vea cortada por un requerimiento que en la vida práctica y en nuestros contextos sociales y económicos sea tan difícil de cumplir, porque si vives en Colombia te das cuenta de que vivimos en crisis permanente y nadie quiere poner de respaldo su capital frente a tanta incertidumbre ó sí quieren (porque hay gente que de muy buen modo se ofrece) pues no cumplen con todos los requerimientos que se demandan (como que sean menores de 70 años, de que tengan carro o de que el sueldo sea de 5’000.000 mensuales). Pero si quería decirle al amigo Dan, hombre que parece muy enterado de los modos del sistema financiero, que es la posición que defiendes la que hay que acabar en este país y en el mundo, no se trata de que “es que si no tienes plata, pues estudié contaduría, administración de empresas, gestión empresarial” se trata de que necesitamos en el mundo gente que piense, que proponga alternativas, que quiera cambiar para mejor este horizonte que se nos dibuja negro lleno de contaminación, pobreza extrema, desigualdad social, guerra y retraso. Le digo al amigo Dan que es verdad que las ciencias puras, las humanidades y las artes tienen un futuro incierto con una “dudosa capacidad de repago” si sólo lo pones en términos monetarios; pero que son estos “campos” los que verdaderamente generan cambios a largo plazo en el bienestar social de una sociedad. Y si amigo Dan hay unos cuantos como yo, como Victor, como Ingrid, que nos atrevemos a dedicarnos a estos “campos con poca capacidad de repago” en este país y en medio de nuestro contexto económico, porque tal vez no queremos ser de los que piensan como usted, los cuales creen que hay que dedicarse a generar dinero y no pensamiento. Querído Dan te digo, los administradores no han cambiado el mundo, lo mantienen como está.

Me acaban de dejar con la boca abierta el punto 2 de Dan González… eso de que si eres pobre no estudies arte me deja atónita… en mi época daba pena decirlo (en voz alta por lo menos) no era que no hubiera clasismo, lo había, pero no era tan ramplón.

Es verdad que las reglas de juego son las que hay, pero eso no quiere decir que no pueden ser cuestionadas o discutidas, el ejercicio que hace Víctor de poner sobre el tapete un sistema de créditos para estudiar podría recordarnos que antes la clase media pagaba en una vida entra la casa, que era patrimonio para las próximas generaciones, hoy esa misma clase media paga en toda una vida el estudio, que resulta ser una condición mínima para conseguir un trabajo mal pago, eso se llama precarización, y si eso puede ser cuestionado.

Es muy duro leer tu experiencia, Víctor. Saber que para lograr un sueño hay que comer tanta mierda es frustrante.

Yo, a diferencia tuya, no alcancé el estatus de «beneficiario», yo me quedé en el de «seleccionado» y te cuento porqué: en el 2017 apliqué a una maestría en el Politécnico de Milán (soy diseñador de universidad pública y entonces imagino que estoy en esa categoría de campos que «genera poco flujo de efectivo» según Dan González), fui aceptado sin ningún tipo de beca y a la vez fui seleccionado por Colfuturo para el crédito-beca (para mí esa figura es como un oxímoron). Le conté a mi papá y solo sintió un miedo: el de perder lo que con tanto esfuerzo logró con mi mamá y no poder dejarnos nada por mi, digamos capricho, de querer estudiar por fuera, y solo por culpa de este maldito préstamo bancario que empezaba en 75 millones pero quién sabe en cuánto terminaría con la devaluación del peso y cuánto duraría pagando, y si no lo hacía yo seguramente vendrían por ellos.

Estábamos casi decididos a empezar los trámites para recibir el crédito maldito ya habiendo hablado con el segundo codeudor y un día recibí una llamada de alguien de Colfuturo… tal vez Cecilia Salgado o Amanda Cruz, y me decía que, dada mi condición médica (VIH) yo no había sido asegurado por la aseguradora que trabaja con/para ellos; entonces, si mi intención era aceptar el crédito, yo estaba obligado a dar a conocer esta información a mis codeudores, de manera que si a mí me pasaba algo producto de esta condición médica, serían ellos los responsables de asumir la deuda. Sí, si yo me moría -porque para ellos las personas con VIH tenemos una sentencia de muerte- alguien más tendría que pagar lo que yo no pude por enfermo.

Finalmente me ganó la rabia y solo supe mandarlos a la mierda de todas las maneras posibles, pues eso era un claro acto de discriminación y una vulneración de mi derecho a la intimidad.

El año pasado fui de nuevo aceptado en la misma maestría y obtuve media beca, igual fue imposible aceptarla porque el sostenimiento en Milán resultaría siento más alto que el mismo costo de la universidad.

Este año es mi tercer intento y el primero con Fulbright… Y quién sabe, si no es ahora seguro será después, pero quiero pensar que obtendré una mejor beca en algún momento sin tener que someterme al horror de Colfuturo o ICETEX.

Puede que no sea la más conocedora del tema; sin embargo comprendo tu punto, las entidades como Icetex, Colfuturo y demás a fin de cuentas son entidades financieras, que emplean como excusa «el ejercicio de velar por la educación y el desarrollo» y ahora con la implementación de la economía naranja el panorama no parece mejorar. Pero también es un error del artista mantenerse ajeno a la educación financiera y de gestión que requiere su oficio en un país como Colombia, a sabiendasa de que las politicas culturales del país afectan cada vez más el bolsillo del artista.

Cuándo será que en Colombia dejaremos de concebir, tanto a nivel de gobierno la educación como un negocio del «sálvese quién pueda»? La educación debe ser un medio de desarrollo social, no de coerción laboral. Ese discurso de «si es pobre estudie algo que sirva» obedece a una mentalidad de esclavo muy triste. Sinceramente admiro mucho a las personas que persiguen sus sueños pese a todas las adversidades, y a quienes además no les da miedo criticar a un sistema hecho para privilegiar a los privilegiados y apalear a los apaleados. Eso de defender a capa y espada un status quo que a todos nos patea es verdaderamente muy triste.

Saludos cordiales,

Como colombiano promedio, también me he esforzado incansablemente por formarme como profesional, intentando varias veces acceder a este credito beca de Colfuturo, sabiendo el pacto y esfuerzo económico que tendría que realizar por el resto de mi carrera. Sin familia adinerada, algunos amigos ha intentado ayudarme con lo que respecta a los fiadores, desafortunadamente siendo descalificado en el proceso de selección. Revisando los resultados de los selecionados de la convocatoria 2019, encontre un hecho que me resulto extraño, la selección de uno de los miembros actuales de la consejería académica de Colfuturo para realizar una maestria en Canada, lo que me incentivo a buscar si esta vinculación no seria una condición inhabilitante, ya que esta persona hace parte del staff de Colfuturo, y que por lo menos seria una condición que no permitiria adquirir el credito, esto por lo menos es una de las condiciones como candidato para la Fulbright:

«Ser miembro de la Junta Directiva, el Comité Asesor de Programas y/o el staff de la Comisión Fulbright en Colombia, estar casado o relacionado en primer grado de consanguinidad con una persona vinculada a estos organismos. Al momento de presentarse en la convocatoria, el candidato deberá haberse retirado de dichos organismos durante el año inmediatamente anterior.»

Siguiendo su linea de pensamiento en su carta abierta, sera que el doctor Jeronimo Castro también pensara que esos mecanismos internos garantizan que otros puedan obtener los beneficios que usted mismo obtuvo? Esta siendo Colfuturo totalmente abierto en sus procesos de selección o solo esta pensando en su propio beneficio? primero no creo que una persona que esta involucrada en todos los processos internos de esta institución, pueda competir en un proceso justo de evaluación y selección, ya que evidentemente tiene algunas ventajas al estar involucrado.

Personalmente creo que la fundación para el futuro de Colombia, solo esta garantizando un futuro para pocos, un futuro desigual, un futuro para oportunidades para algunos.

¿Qué clase de persona puede hacer comentarios tan vacíos, egoístas, individualistas y superficiales Dan González? “Si eres pobre no estudies arte”, “colfuturo no es responsable de las bajas pensiones de las familias”, “colfuturo no debería financiar programas en humanidades como escritura por riesgo en que puedan pagar”. Qué ignorancia tan grande refleja!!!

Yo soy beneficiaria de Colfuturo, afortunadamente no tuve problema en resolver el tema de los codeudores, sin embargo, no juzgo la realidad solo por mi propia realidad, me caracterizo por tener un pensamiento crítico y la verdad me duele que muchas personas con todo el mérito académico del caso no puedan acceder al programa por no tener la suerte de contar con el tipo de codeudores que piden. Denunciar, criticar y cuestionar no es resentimiento, es tener intelecto, pero sobre todo sensibilidad social.