blasfemia

Yo [nombre del artista, del curador, del funcionario o del espectador] confieso ante vosotros, hermanos, que he pecado gravemente en pensamiento, palabra, obra y omisión.

En pensamiento he pecado al pensar que el arte debe estar ligado a la vida y religar arte y vida han sido mi idea: el arte no lee la vida, el arte no se
separa de la vida ¡el arte es uno solo y esta socialmente con vosotros hermanos!

En palabra he pecado al pronunciar el nombre del arte en vano y por ejemplo he dicho: el arte es política, la política es arte. Lo único que tengo del arte es la palabra y para conmover o para herir, he pronunciado su nombre: arte. Y he escrito y he leído y he dicho y he oído palabras convencidas que dicen que el arte es más que un vestigio, y mi vanidad —¡Vanidad de vanidades, todo es vanidad!— me ha llevado a querer ser querido, a agradar, a complacer, y he sumado mi voz a un coro de individuos y juntos hemos dicho que arte es todo y que sobre todo, arte es lo que los artistas hacen y lo que los encargados por una ley —estatal, académica, comercial o periodística– dicen. Y cuando pienso
en arte más que pensar en cosas pienso en personas, y si me concentro y llego a pensar en cosas solamente veo conceptos; ya no veo los detalles de las cosas, sólo veo sus marcos —¡Devolved a mis ojos la soledad, la ignorancia, la miopía!¡Os lo suplico!—.

En obra he pecado y he puesto el arte al servicio de la ideología, y ya no hago sino que investigo y ya no digo sino que denuncio; y ya no hago para evitar hablar sino que hago para poder hablar del proceso de hacer; y ya no expongo cosas sino que ayudo a hacer memoria; y siento una necesidad imperiosa de justificar mis divagaciones y de explicar el arte al que no lo entiende, además el ocio me mortifica. Y ya no me río sino que reflexiono y recapacito y propongo y construyo un diálogo con mi entorno; y socialmente pongo mi granito de arena pues aquí no hablamos de cómo esta la situación, aquí estamos bien y mejorando.

Vamos en la mitad de un túnel, no se ve la entrada pero muchos ven la salida y me cuentan que cuando lleguemos ahí no habrá necesidad de arte pues todo será verdadero y mis opiniones y las de todos serán tan correctas como lo es la paz que anhelamos los colombianos. He pecado por omisión al no prestar oído a los comentarios que describen con rigor la luz al final del túnel, mi pecado esta en pensar que aquí y ahora no hay entrada ni salida y que lo único que tenemos es el lenguaje, esa quimera cuya fuerza de ilusión no tiene fin, la única inagotabilidad en la que la vida no empobrece —¡Qué el hombre aprenda a servirla!—.

Yo [nombre del artista, del curador, del funcionario, o del espectador] confieso ante el mundo del arte, ante vosotros, hermanos, que he pecado gravemente en pensamiento, palabra, obra y omisión. [Golpeándose el pecho] Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a vosotros miembros de la esfera pública que intercedais por mi ante las instancias que se consideren pertinentes.

Atentamente,
[nombre del artista, del curador, del funcionario, o del espectador]

Lucas Ospina