Es posible que la preocupación del arte contemporáneo alrededor de lo social tenga razones lícitas y artistas que realmente hagan reflexionar a la gente con sus trabajos. Como lo señala Juan David Giraldo de forma contundente y llena de humor, parece que los artistas que se mueven en el mundo de las galerías comerciales se las han ingeniado, como remata Batelli, para «limpiar» la buseta y el carrito, recortar su silueta y montarlas en hermosas cajas de luz como «un gesto que agudiza la sensación de ausencia completa de contexto».
El matrimonio entre las preocupaciones seudo sociales y el mercado del arte no siempre es afortunado. En una época en que la globalización parece devorarlo todo, en que el mercado permea como nunca el universo de la cultura, el gremio del arte podría aprovechar la posición marginal que ocupa en la sociedad para indagar sobre las formas no ya de resistirse a la realidad inevitable de la globalización, sino en cómo subsistir en un contexto globalizado.
Si los representantes de nuestro país en las negociaciones del Tratado de Libre Comercio con EE.UU. plantean una resistencia feroz a las andanadas de exigencias con que los gringos llegan a la mesa, los artistas que trabajan con lo social no deberían hacer menos, podrían por ejemplo procurarnos con trabajos que hagan visible lo que hay detrás de tanta informalidad y, porque no, hacernos caer en cuenta que entre la marginalidad de un vendedor ambulante y la de un artista, son más las coincidencias que las diferencias.
Clemencia Ballen