opinion y juicio

Todo esto debería enseñar que hay una diferencia enorme entre opinión y
juicio. Seguimos experimentando el síndrome de lo que he denominado en un
reciente libro (Arqueología de la Urbanidad de Carreño. Los oficios de un
rastreador y baqueano de la cultura. Bogotá, Universidad Autónoma, 2002) el
«póngame a bailar ese trompo en la uña»: maximalilsmo de creencias (Astete y
demás) y minimalismo de una ética reducida a etiqueta (en otros términos,
poses, ya sea tomar el cuchillo o el tenedor en forma correcta; ya sea
adoptar una posición políticamente correcta, sin tomarse el trabajo de
pensar: en el vacío, la responsabilidad de una ética pública para discutir
las diferencias. Ya son otros los Astetes que pontifican URBI ET ORBI,
legisladores universales desde el arte, narradores extradiegéticos,
portadores de grandes metarrelatos (pro o contra reforma; pro o contra
Uribe; pro o contra mercado). ¡¡Qué mamera, como dicen!!!Y mientras tanto,
¡¡qué invierno, qué infierno!!!¡¡Qué silencio, además: como si la colcha de
los días suprimiera ciertos problemas que alguien ha planteado, por mágica
virtud de avestruces!!!

Gabriel Restrepo