Rob Riemen: “Nos hemos vuelto antipolíticos”

Una infraestructura cultural colapsada, la calidad de la información en los medios y la figura de los intelectuales, son algunos de los puntos que el pensador aborda en la siguiente entrevista Alicia Quiñones.

El diálogo, la conversación “en el sentido más profundo del término”, es lo que Rob Riemen (Holanda, 1962), fundador del Nexus Instituut, utiliza como uno de los elementos principales en Nobleza de espíritu —título prologado por George Steiner y que esta semana presentó en México junto a Enrique Krauze— para invitarnos a comprender, rescatar el pensamiento libre, independiente, “un pensamiento en busca de la sabiduría, la belleza y la verdad”.

El poder, el mundo ordinario alejado del económico, del tecnológico, del político; los medios de comunicación y la calidad de su información, la actitud de los intelectuales, las mentiras, la educación, pero, sobre todo, la barbarie ante el olvido de la nobleza de espíritu, son algunas ideas que Riemen ha venido trabajando desde que comenzó su libro. Ideas olvidadas pero importantes, como él mismo dice, son las que desarrolla en tres ensayos en los que revela, además, sus encuentros con Elisabeth Mann Borgese y la amistad literaria con el padre de ésta, Thomas Mann: sus postulados sobre el ser humano, su aprendizaje de Goethe, su vida intelectual y el trasfondo del nazismo y la guerra; y en los que también aborda el pensamiento de filósofos como uno de los puntos de partida para reflexionar sobre el poder, la violencia, “averiguar qué fue lo que pasó con la nobleza de espíritu”, como lo comenta en esta entrevista.

La verdad de los intelectuales

Los intelectuales tienen una obligación: tratar de descubrir lo mejor de las cosas, aquello que tiene verdaderamente significado.

Ser intelectual representa un compromiso con la verdad. Una persona de fe sabe cuál es la verdad, su verdad. Pero un intelectual está en una posición diferente, él se encuentra en la continua búsqueda de la verdad, no la tiene, y si la cree tener no lo dice. Lo único que puede hacer, como lo estamos haciendo ahora, es tener una conversación, porque la gente tiene diferentes puntos de vista.

¿Qué pasaría si nos encontráramos en una sociedad en la que ya no tuviéramos más ideas sobre lo que es bueno o es mejor? Nos convertiríamos en una sociedad vacía, sin ningún significado.

Como intelectual no eres poderoso, no eres millonario, no eres una celebridad. Lo que mi esposa Kirsten Walgreen y yo hemos hecho a través del Nexus Instituut, con amigos de diferentes partes del mundo —y esto también lo hacen los periódicos de calidad—, es crear espacios donde los intelectuales se reúnan para sostener conversaciones y continuar con el debate de las ideas.

Camus tiene razón cuando se queja de que sólo hay polémicas e insultos, y eso no funciona.

Desafortunadamente, la vida de los intelectuales se ha convertido en una especie de iglesia, en la que ciertos grupos lanzan un evangelio con el que si no estás de acuerdo, entonces no formas parte de ellos.

Mentiras

Lo que hago en Nobleza de espíritu es frecuentar ideas que se han olvidado; ideas relevantes en nuestro tiempo y esenciales para las generaciones futuras. Creo que a mucha gente, a muchos estudiantes, los ha traicionado no sólo su mundo académico, sino la sociedad en general.

Una de las grandes mentiras que se nos han dicho, que se nos han hecho creer, es que todo lo que hagamos en la vida siempre debe ser útil. El conocimiento, el que sea que adquieras, dicen, debe ser un conocimiento útil. Esto es una gran mentira, porque antes habría que preguntarse: ¿qué es útil? Útil es ganar cierta sabiduría, y es aprender y practicar el arte de preguntar las preguntas correctas.

La cultura no es nada más que el arte de encontrar las respuestas. Qué tiene significado y qué no lo tiene.

Todas las mañanas, cuando te despiertas, cuando te miras al espejo, debes preguntarte: ¿qué es lo que estoy haciendo con mi vida?, ¿qué es lo que creo importante?, ¿por qué hago las cosas que estoy haciendo?, ¿debería encontrar un trabajo?, ¿debería continuar con mi relación?, etcétera, porque si no lo piensas, entonces la vida no tiene significado. Es imposible vivir así.

Volviendo al conocimiento, sólo tienes uno ya sea económico, tecnológico, etcétera, pero eso nunca responderá tus más grandes preguntas. Sólo la cultura nos puede ayudar a encontrar nuestras propias respuestas, a encontrar lo que es importante, lo que es valioso.

Thomas Mann dice que hay que vivir una vida con significado. Por eso es importante elegir un modelo; si quieres ser un gran deportista, mira a uno grande. La educación se basa, esencialmente, en elegir un modelo.

Lo que yo obtuve de Mann, él lo obtuvo de Goethe. Ése es el proceso del crecimiento. Cuando te desarrollas escoges tus modelos, con quién identificarte. De una manera elemental, pueden ser tu mamá o tu papá, aunque si eres sabio tratarás de crecer más que ellos. El primero que yo conocí, siendo adolescente, fue a Mann. Y algo me quedó muy claro: lo que Thomas Mann hacía como escritor, Sócrates lo hizo como filósofo.

Lo que he tratado de hacer es presentar mis modelos de cómo es posible la vida. No tengo interés en escribir millones de libros académicos; no quiero despreciar estos libros ni minimizarlos, pero me interesa presentarlos de la manera en que yo los leo, de forma que para los lectores sea posible conectarse con ellos; yo espero que mi Sócrates, mi Leone Ginsburg o mi Thomas Mann sean figuras que se puedan vivir. La idea es que la lectura sea parte de una conversación.

“Ser culto significa cortesía y respeto”

En sus conversaciones con Eckermann, Goethe dijo: la esencia de vivir una vida civilizada es tener respeto, primero que nada, a lo divino, a los poderes, a lo que nos hace cuestionarnos cosas; y tener respeto por la tierra y por los seres humanos, porque sólo a través de estas tres formas de respeto obtendremos, por consecuencia, respeto hacia nosotros mismos. Ésta es una idea brillante con la que Goethe nos hace ver en qué consiste el respeto propio. Tú puedes tener respeto por ti mismo sólo si tienes respeto por lo que está arriba, lo divino, por lo que está a tu alrededor y por los seres humanos. Esto es totalmente opuesto a la cultura egotista y material en la que vivimos, en la que todo es yo, yo, yo.

Es una cultura narcisista, y el asunto es que en una cultura así nunca podrás tener una conversación correcta o completa, porque sólo hablas de ti. Al final pierdes los “términos” de la civilización.

La calidad de los medios

Los escritores, pensadores e intelectuales tienen la obligación de escribir sus ideas de una manera en que la gente las entienda (me atrevo a decir que todo el mundo puede comprender mi libro).

En tanto, los medios de comunicación tienen la responsabilidad de indicar a los lectores que miren, que lean trabajos importantes.

Pero de nuevo estamos aquí tratando con una mentira. La mentira es que, muy a menudo, en el mundo de los medios, quien está al frente de ellos piensa: “Como yo soy estúpido, mis lectores también son estúpidos”. Y eso no es cierto. Quizá no la mayoría, pero una gran cantidad de gente busca calidad; a esas personas, los medios deberían decirle: “Oye, aquí hay algo que puede ser interesante”.

En Estados Unidos se publicó recientemente un libro mío; después de meses de lucha para darlo a conocer, la respuesta ha sido muy pobre. Por eso, cuando comenté a mis amigos de Estados Unidos que vendría a México, y les dije del interés de los medios hacia mi libro, su respuesta fue: en México todavía hay amor por la cultura.

La política del espíritu

Thomas Mann descubrió dos cosas relevantes para nuestro tiempo. Él dice que si nuestra realidad se reduce a la política, sólo tenemos dos posibilidades: estamos a la izquierda o a la derecha, somos progresistas o conservadores, pero cuando hablamos de amor, belleza, de la vida misma, no somos de derecha o de izquierda. Muchos de los problemas de la política no son de esa índole, van más allá de posiciones ideológicas.

Necesitamos acercarnos a la democracia. Una buena democracia requiere mentes críticas, por eso el intelectual —que también puede ser un periodista— debe ser crítico, ésa es su función: ser crítico con lo que está sucediendo. Y crítico en el sentido original de la palabra: el que es capaz de hacer distinciones.

Algo bueno de mi generación, y de las generaciones más jóvenes, es que somos mucho menos dogmáticos. Las generaciones anteriores todavía piensan que sólo pueden ser amigos de quienes, en términos de política, comparten las mismas ideas. El riesgo es que nosotros —mi generación y las siguientes— nos hemos vuelto antipolíticos, y eso ha hecho que mucha gente no lea los periódicos.

Es estúpido y peligroso no leer los periódicos; debemos saber lo que está sucediendo. Si nosotros leemos o pensamos de manera excluyente: “Yo sólo veo o leo política”, o por otra parte: “A mí no me importa”, estamos equivocados.

Intelectuales vs mundo ordinario

Existe un gran problema en nuestra sociedad: ciertos mundos se están separando completamente. El mundo político se está separando del mundo intelectual y del mundo ordinario; el mundo intelectual, del mundo económico, del tecnológico, y así sucesivamente. El problema no es sólo ver a los intelectuales en oposición al mundo ordinario, sino que nos enfrentamos al problema de que estos mundos se vuelvan a juntar. Esto tiene que ver con lo que dije anteriormente: hay gente que no se quiere enterar para nada de política ni de otros temas.

Para esto existen dos cosas muy importantes: una es la educación y otra el papel de los medios. En la secundaria o la preparatoria, más que enseñarle a los jóvenes destrezas para una cierta profesión, se les debería dar más cultura.

La vida intelectual tiene la posibilidad de seguir conectada con el resto de lo que sucede, pero la gente debe tener responsabilidad, cierto interés intelectual o político, y todo esto debe coincidir en el mundo de los medios.

Los medios deben tener más interés por educar a la gente, y en ser los transmisores del mundo de las ideas y de la sociedad, si no lo hacemos de esta manera, corremos el riesgo del populismo.

En una conferencia que organizamos en el Nexus Instituut, Mario Vargas Llosa sostuvo un debate con un político —no mencionaré su nombre—, quien afirmó que los políticos deberían reconectarnos con la gente y que deberíamos ser populistas. Vargas Llosa le dijo: “Yo vengo de Latinoamérica, yo sé del populismo y destruyó todo: nuestra economía, nuestra democracia, estructura política, todo”, a lo que el político respondió: “Sí, pero yo sólo hablo de poquito populismo”.

“Déjame decirte que ser un poquito populista es lo mismo que estar un poquito embarazado, esto no es posible”, le contestó el escritor.

Si queremos evitar esta falsa conexión entre la política y la gente, que es muy peligrosa, deberíamos volver a la idea original de la democracia. Y esta idea original implica la democracia social, que significa instruir a la gente; hacer que la cultura sea accesible a todo el mundo. Y esto se logra a través de la educación, a través de la calidad de la información en los medios.

Estamos en un tiempo en el que cada vez tenemos menos estos elementos. La educación ya no está enfocada en el bien para la gente, la infraestructura cultural se está colapsando, sólo las personas muy ricas tienen acceso a ella, y la calidad de los medios o de los periódicos se concentra, básicamente, en lo que el público quiere, lo cual es una estupidez.

Si seguimos creyendo que el más alto criterio en un medio de comunicación es “lo que la gente quiere”, lo primero que se pierde es calidad. Entonces, ¿cuánta cultura estamos generando, cultivando en nuestra sociedad? Muchas veces sólo es la calidad de las cosas materiales.

El gran crimen de nuestro siglo es que le hemos quitado la cultura a la gente; eso fue justo lo que pasó con el fascismo y el comunismo. Es horrible ver que también está pasando con el capitalismo. Si le quitas a la gente el mundo de la cultura, será mucho más difícil para ella expresarse, mucho más difícil comunicar las cosas que verdadera y realmente son importantes en la vida. Si tú quieres expresar amor por alguien necesitas cultura, y si quieres entender algo o mucho o todo, acerca de la vida y la sociedad, necesitamos cultura, y si quitas esto, entonces los charlatanes y los maleantes van a tomar los espacios.

En el Nexus Instituut la idea es contribuir a nuestro renacimiento, el de la educación verdadera y liberal. Los intelectuales no deben ser monarcas. Pero una sociedad que ignore el ennoblecimiento del espíritu, una sociedad que no cultive las grandes ideas humanas, acabará una vez más en la violencia y en la autodestrucción.

Fundado en 1994 por Rob Riemen y su esposa Kirsten Walgreen, el Nexus Instituut reúne más de 600 colaboradores, entre los que se encuentran Zigmunt Bauhman, George Steiner, Roberto Calasso, Natalia Gingzburg y Milan Kundera. La fundación fue precedida por una publicación que apareció en Holanda en 1991, con el apoyo de Steiner y Johan Polak.

La institución se encarga, esencialmente, de organizar conferencias a nivel internacional sobre casi cualquier tema: la muerte, la política, Europa, el terrorismo, etcétera, y sobre ella nos hablan sus fundadores.

Kirsten Walgreen (KW): Nuestra idea inicial, con la publicación que teníamos, era dar a conocer ensayos sobre temas culturales y filosóficos —algo que no existía en ese momento en Holanda—, pero una revista es muy “pequeña”, no puedes vivir de eso, así que en 1994 Rob decidió crear el Instituto, y entonces comencé a ayudarlo.

Rob Riemen (RR): Tenía la idea del Instituto y nada de experiencia, nada de dinero y no sabía cómo hacerlo. Recuerdo que llegué a la universidad donde estudié y les dije: “Tienen un problema. El problema es que quieren ser una universidad pero no lo son y yo los puedo ayudar a crear una imagen para que el resto del mundo piense que ustedes son una gran universidad”. ¿Cómo? Organizando conferencias internacionalmente. “No te creemos, pero si nos pruebas que estás en lo correcto te daremos algo de dinero por cinco años”, me dijeron, y así comenzamos.

KW: Rob vive una vida para el Nexus, vive su vida de grandes ideas. Mi papel en el Instituto es hacer que todo funcione. Me aseguro de que su gran idea sobre una conferencia se convierta en una conferencia con audiencias desde mil hasta dos mil personas.

RR: Hoy tenemos aproximadamente 600 intelectuales alrededor del mundo que colaboran con nosotros. El Instituto es de los pocos lugares donde se juntan los opuestos. Las conferencias siempre son públicas, vienen estudiantes, enfermeras, choferes de camiones, quien desee. Nuestra idea es retomar lo que debe ser una universidad, que es tener conversaciones apropiadas acerca de temas que son importantes para todos. La siguiente conferencia versará sobre el significado del mundo de las artes. Y tendremos otra sobre una ópera judía, una hermosa historia sobre la tragedia de las minorías. Así que organizaremos una conferencia en la que intentaremos indagar cuál es la esencia de la tolerancia y si debemos afirmarnos en la fe o en la razón.

Alicia Quiñones
http://www.milenio.com/suplementos/laberinto/nota.asp?id=671346