Sueños panamericanos

Querido Pablo, Lo que recibiste fue el regalo de una especialidad santafereña, tan típica del altiplano cundiboyacense como lo es la hormiga culona para los santandereanos: la sátira. Me dirás que ese género literario de la colonia también existió en México, pero en esta región las cosas se dan distinto, del mismo modo que hay papa sabanera, que se come con guasca, también hay sátira sabanera que no se pasa casi con nada. La primera mordida sorprende por dos factores, porque no es el visitante el que muerde la especialidad sino la especialidad la que muerde al visitante. Con la hormiga culona, gracias a Dios no es así. Lo segundo, lo que para mí que vengo del valle del Champús de Lola fue aún más importante como aprendizaje, es que la cosa no la pruebas (o debería decir “la cosa no te prueba”) en presencia de tu huésped sino que te llega en una encomienda, a veces sin remitente. Y lo más increíble, cuando sí tiene remitente bien puede ser un buen amigo que, aprendida la lección no debe dejar de serlo por ello…

La escuela panamericana del desasosiego es un proyecto artístico independiente iniciado en 2003, sin fines de lucro, que busca generar conexiones entre las diferentes regiones de las américas a través de discusiones, perfrmances, talleres, muestras de video, intervenciones, y colaboraciones a corto y largo plazo entre individuos y organizaciones. Su componente principal consistió en una estructura arquitectónica portátil en forma de una escuela de campo dentro de la cual se realizarán varias de las actividades. La estructura colapsable se insertó dentro de una camioneta con el objetivo de realizar el viaje terrestre por todo el hemisferio, desde Anchorage, Alaska, hasta Ushuaia, Tierra del Fuego.

El objetivo del proyecto fue el de contactar a una gran variedad de públicos e involucrarlos en diferentes niveles. A través de estrategias diversas, se buscó instigar un diálogo que abordara temas de interés local relacionados a la historia, la ideología y líneas de pensamiento en las américas, así como problemáticas culturales y artísticas.

Después de su lanzamiento oficial en Nueva York, la EPD inició su viaje terrestre desde Anchorage. Del 19 de mayo al 15 de septiembre del 2006 la escuela realizó 27 paradas oficiales. El viaje fue documentado en video. El material grabado constituirá un documental que será presentado en el 2008 (versiones preliminares de este documental se han presentado ya en Mérida, San Francisco y Chicago). Se contó con un foro virtual a través del cual se comentaban y debatíanlos incidentes y diálogos que se realizaron en el trayecto: http://espanol.groups.yahoo.com/group/forovirtualpanamericano

Iniciado por el artista mexicano Pablo Helguera, y con el apoyo de más de 40 organizaciones y 100 artistas, curadores y gestores culturales afiliados a nivel hemisférico, La Escuela Panamericana del Desasosiego responde a la necesidad de apoyar la comunicación interregional entre las Américas de habla española, inglesa y portuguesa, así como otras comunidades en el caribe y demás, facilitando vínculos fuera de los actuales intercambios comerciales y económicos entre estas regiones. En contraste con Europa, que a lo largo de los años ha estado orquestando sus vías de diálogo cultural entre sus países, en latinoamérica se cuenta con un intercambio limitado entre naciones, siendo este limitado a puntos hegemónicos como Nueva York, Los Angeles, Miami o Madrid. Muchos años después de los impulsos iniciales por pensadores latinoamericanos como José Vasconcelos, Simón Bolívar, José Martí, quienes en sus momentos imaginaron la integración continental, este proyecto busca revisar de forma crítica las viabilidades e implicaciones del “sueño bolivariano” en esta era del internet y la post-globalización.

Para el proyecto se adoptó un formato semi-abierto de presentación con el fin de mantener una coherencia y “enfoque narrativo” en las discusiones, pero dando cabida a la improvisación para que los intereses y necesidades de debate en cada sede sean cumplidas. Si bien las pláticas no girarán exclusivamente en torno al arte o a la cultura, generalmente se enfocaron temas sociales o políticos desde un lente cultural. Como proyecto artístico, la EPD busca presentar un nuevo modelo que combina estrategias de performance y educación, las cuales se implementarán en los debates, talleres y conversaciones. Tanto por su formato híbrido por la naturaleza de esta empresa, se busca romper con los formatos predecibles de discusión propios del ámbito académico y del mundo del arte.

El proyecto, que en su curso físico por el hemisferio trató de literalizar la noción misma del panamericanismo, se inspira en los itinerarios de viaje de muchos de aquellos que cruzaron el continente, desde exploradores, misioneros, científicos, revolucionarios, intelectuales, escritores, y otros. La documentación del proyecto se presentará al público en forma de publicación, documental, y exposición itinerante en el 2008.

PROGRAMACION DE LA ESCUELA

En cada una de sus paradas le EPD ofreció un número de programas al público en colaboración con su sede anfitriona, los cuales pueden ser consultados en la seccion «Itinerary«.

CINE/VIDEO

Como componente especial de su programación, La EPD ofreció un programa de video experimental y de cine documental con énfasis en las américas, presentados respectivamente en colaboración con las organizaciones neoyorkinas Cinema Tropical y Women Make Movies.

Cinema Tropical es una organización sin fines de lucro basada en Nueva York que promueve, programa, y distribuye el cine latinoamericano en los Estados Unidos. La EDP ofrecerá un programa de video experimental de latinoamérica en colaboración con Cinema Tropical.

Women Make Movies es la distribuidora de cine y video de y sobre mujeres en el mundo. En colaboración con esta organización, se ofrecerá un programa consistente en una compilación de películas centradas en temas históricos, sociales y políticos relacionados a las Américas.

DEBATES

En cada parada la EPD facilitó un debate o mesa redonda con participantes locales sobre un tema escogido colectivamente y que tuviera relevancia tanto local como panamericana. Las discusiones se encuentran resumidas en el blog diario en el blog de esta página.

TALLERES

En cada parada, Pablo Helguera ofreció un taller de escritura y performance, con el objetivo de tratar los temas que se debatieron en las discusiones y de poder presentarse en la ceremonia panamericana.

CEREMONIA PANAMERICANA

A su paso, la EPD presentó un evento/ceremonia en el cual incluía la entrega de una placa o serigrafia conmemorativa a la sede anfitriona y se un discurso dirigido a la comunidad local. Asimismo se ejecutó la presentación del Himno Panamericano, una composición orquestal por Pablo Helguera basada en los himnos nacionales de los diferentes países americanos.

Archivo de Pablo Helguera

http://www.pablohelguera.org

Pablo Helguera

***

A su llegada a Colombia, La Escuela Panamericana del Desasosiego envía el siguiente mensaje por su lista de correos, el cual es reenviado a esferapública acompañado con un video.

Stole my car -me robaron la camioneta!! Para ver y escuchar, pulsar suavemente el centro de la imagen. (video enviado por Mery Boom)

buenas y malas noticias

Las buenas noticias: logre sacar la camioneta de la aduana en Cartagena. Las malas noticias: costo cerca de tres mil dolares entre envios, sobornos, transporte, estancia y otras cosas. Las buenas noticias: logre salir de Cartagena a Bogota. Las malas noticias: finalmente tuve que encarar las carreteras colombianas. Las buenas noticias: alguien pudo venir conmigo, Manuel Zuñiga, un artista y gran entusiasta de los viajes. Las malas noticias: Manuel no maneja. Las cuenas noticias: tomamos la ruta “sin guerrillas” por Bucaramanga. Las malas noticias: es la carretera mas topograficamente escabrosa que he transitado en mi vida. El viaje a Bogota duro 24 horas, la mayoria de ellas a 30kms. por hora detras de multiples trailers en curvas abundantes. Las malas noticias: la carretera esta completamente militarizada, y hay retenes casi cada 20 kms. Las buenas noticias: los soldados son altamente respetuosos y civilizados, y parecen simpatizar con los mexicanos por las rancheras y por Cantinflas. Las malas noticias: llevo placas americanas en territorio de guerrilla. Las buenas noticias: todo el mundo aqui cree que Alaska es parte de Canada. Las buenas noticias: despues de una estancia en Tunja, que es casi identico a Toluca, llegamos a Bogota, y montamos la escuela en la quinta de Bolivar, el lugar mas adecuado historicamente para este proyecto. Mis anfitrionas y amigas, Carolina Franco-Garcia y Maria Clara Bernal, han sido entusiastas y un gran apoyo. Daniel Castro, el director de la Quinta, realiza una gran programacion en su museo.

Pablo Helguera

el cazador cazado

I.
“Hay un pájaro que vuela en busca de su jaula”.

Un hombre, que se podría llamar Pablo Helguera, y que era mexicano (aunque nadie es solamente mexicano), trabajó durante muchos años en el área de educación de un museo que quedaba en una ciudad muy grande (la ciudad era tan grande que se enorgullecía de contener todas las ciudades, se decía con prepotencia que si uno “lo lograba en esa ciudad, lo lograría en cualquier lugar”). El hombre, como buen artista que era, decidió un día renunciar a su trabajo y convenció a un grupo de instituciones (que se podrían llamar Creative Capital Foundation, The September 11th fund, Lower Manhattan Cultural Council, la Colección Jumex, El Museo del Barrio, Americas Society y Art Nexus) para que le financiaran su próximo proyecto artístico independiente: un viaje por América para hablar con mucha gente de arte y de América.

A la mitad de su viaje, cuando iba por Colombia, el hombre estaba exhausto; el cansancio, en parte, se debía a los múltiples permisos que él, como todo viajero, tenía que conseguir para lograr pasar la frontera entre países (los trámites se complicaban porque el hombre no viajaba solo, lo acompañaban una camioneta que él manejaba y una aparatosa carpa que él instalaba en cada parada). Pero otro motivo se sumaba a su desasosiego: en cada lugar, hablar una y otra vez de arte y de América, le recordaba la rutina del trabajo que había hecho durante años en el área de educación del museo de la ciudad grande. A pesar de que los escenarios cambiaban y que él mismo, de manera entusiasta, había programado diferentes actividades para diferentes públicos, lo desgastaba saber que gran parte del éxito de las actividades dependía casi siempre de su disposición anímica para hablar. En algún lugar de América le habían dicho que el alma se demoraba varios días en llegar adonde el cuerpo ya había llegado, y si bien esto era sólo una metáfora, el efecto que producían las actividades programadas era prueba de la encarnación del designio: hablaba pero lo que decía sonaba repetido, escogía frases ya hechas para evitar pensar —decía que su “trabajo era la crítica institucional” o que buscaba “romper con los formatos predecibles de discusión propios del ámbito académico y del mundo del arte”—, pero estos discursos eran sólo un ruido para llenar el espacio asignado a una conversación: sus frases eran sustentaciones que cumplían con las obligaciones de un contrato de arte social que justificaba su proyecto ante las instituciones que patrocinaban su viaje; el hombre hablaba, estaba presente, pero no se sentía que estuviera ahí.

Un día, en una ciudad, que podría ser Bogotá, el hombre estaba registrándose en la recepción de un hotel y otro hombre, con aspecto de gerente del hotel, de apariencia impecable, le recibió la mochila del computador portátil diciéndole “deje, yo le ayudo a ponerlo con las otras maletas”, y un minuto después desapareció (el computador desaparecido podría ser un Apple Powerbook G4 de US$2500). El personal del hotel le indicó que el robo a los turistas es una práctica habitual y a manera de consuelo le dijeron “las cosas no se las roban, solamente cambian de dueño”. El refrán no surtió mucho efecto y el robo de su computador portátil se sumó a aumentar su desasosiego: la pérdida de miles de fotos que sustentaban su viaje por América, de todos los números telefónicos, datos y textos (incluida la única copia de su ensayo sobre la inmaterialidad de la memoria), y sobretodo, la pérdida del aparato que usaba para hablar con el mundo (así como su proyecto de arte social no incorporaba el transporte público, tampoco contemplaba el uso de terminales públicas de computador). Al día siguiente, el hombre, como buen profesional, a pesar de su congoja, asumió sus compromisos: por la mañana habló de arte y de América en un museo, al otro día, un domingo, descansó, y el lunes, con el juicio de un oficinista, habló en una universidad de arte y de América. En la sala de exposiciones de la universidad pegó con afán copias de muchos de los papeles de los trámites de la aduana y al medio día, ante el público que había ido a ver una exposición, justificó varias veces su exposición improvisada diciendo: “esto no es una exposición”. En la tarde asistió a una clase sobre curaduría y dijo que su “trabajo era la crítica institucional” y que buscaba “romper con los formatos predecibles de discusión propios del ámbito académico y del mundo del arte”. Por la noche se fue al hotel y durmió.

II.
“Hay una jaula que anda buscando un pájaro”

El hombre desapareció. Partes de la camioneta fueron encontradas al sur de Bogotá en un taller y el dueño del negocio justificó la propiedad con un recibo de venta firmado por el hombre. Un día, años después, vi al hombre al sur de la ciudad: entraba a un salón comunitario y llevaba de la mano a una niña. No lo seguí, no me quise sumar a todos los que lo estaban buscando, sobre todo a esas instituciones, curadores, críticos, periodistas, docentes, artistas y público que se sintieron traicionados por este hombre que, según el rumor, aprovechó el dinero destinado a un proyecto de arte social y de crítica institucional para hacer un viaje solitario por el sur y desaparecer.

Lucas Ospina

 

el discurso panamericano de villa del rosario

Villa del Rosario, a 19 de agosto de 2006
Bogotanos, Colombianos, Panamericanos:

Creo estar escribiendo este discurso desde la antigua capital y cuna de La Gran Colombia, a un paso de donde se reunió el congreso de la república de 1821. Tengo la fuerte impresión que, habiendo recorrido norte y oeste, he pasado varios días en pueblos fronterizos colombianos, compartiendo cervezas Aguila en bares polvorientos con muleros, oyendo ballenatos, esperando un permiso aduanal venezolano que no se ha dado. Aseguraría –pero ha de haber sido un espejismo— que pasé una semana de mi vida en el barrio de Getsemaní, hipnotizado por la seductora vida de sus calles y la brisa caribeña de la costa. Creo recordar que los frenos quemados de mi camioneta se me hundieron al llegar a Pamplona una noche. Podría jurar haber visto las hormigas culonas, haber compartido las busetas de La Boquilla con sus residentes, haberle contado historias de Alaska a los niños en una feria de Aguachica. Estoy seguro, aunque debe de ser imposible, que pasé por Aracataca (pero ha de haber sido Macondo lo que ví). Juraría que hice colas de horas con cien motociclistas para obtener un seguro de auto en el centro de Cartagena, pero debo de estar engañándome. Seguramente soñé haber conversado sobre Pedro Infante con los soldados de los retenes militares en Fundación. No puede haber sido yo aquél que en una semana subió y bajó en su camioneta dos veces al Chicamocha, o aquél que ha dormido en un viejo hotel en Tunja y pensado que la ciudad se parecía a Toluca. Quizá fue mi cuerpo, pero no mi alma, el que ha de haber pasado por Páramo Berlin y comprado cebollas a sus campesinos. No sería capaz yo de haberme estrellado con un autobús de pasajeros en la intersección de la calle 7 y avenida tercera en Cúcuta, y luego haber pasado todo el día en la estación de policía negociando con abogados que amenazaban con retenerme en el país indefinidamente, aprovechándose de mi condición de turista. Como si hubiese sido yo, recuerdo nítidamente haber contemplado el puente de Boyacá, y haberme admirado cómo el cruzar un puente tan pequeño haya representado un paso tan grande para un país.

Diría que mi viaje panamericano ha encontrado grandes recompensas, pero también incontables desafíos, en Colombia. Peripecias, accidentes automovilísticos, la ferocidad de su geografía, acompañadas de mi mala suerte, me han acercado a los límites de mis energías. Quizá por ello alguien que quizás se llama Lucas Ospina me ha culpado por haberme adelantado a mi alma, de no estar ahí ni de preparar una “exposición” tradicional para la sala de proyectos de una universidad para justificar mi presencia (aunque creo recordar también que él tampoco vino al lugar donde la escuela y sus eventos se presentaron, siendo que esta recorrió veinticinco mil kilómetros para llegar a Bogotá y él no pudo cruzar la calle para verla y dar su opinión). Se me increpó por limitar esta empresa a los mecanismos de un cuerpo y de una camioneta, de no adentrarme lo suficiente en cada realidad, de repetir como loro el mismo mensaje por doquier, de no meter la carpa de media tonelada dentro de un autobús de pasajeros para tener una experiencia social “real.”

Quizá por ello, algunos han concluido que esta empresa no es sino una fantasmagoría. Algunos, viendo a la escuela de espaldas, han decidido remitirse a la crítica de arte tradicional y tratar de colocar a un proyecto continental dentro de un cubo blanco para dictaminar que esto es solo una estratagema comercial para satisfacer a alguna fundación neoyorkina. (Para ello hay que imaginar ingenuamente que es necesario hacer locuras como recorrer el continente entero por auto para justificar una beca, cuando en realidad bastaría con quedarse trabajando dentro de la comodidad del taller). Ellos, escogiendo buscar arte donde no lo hay, han olvidado ver lo que realmente importa.

Es probable que tuvimos desencuentros en Bogotá. Es probable que algunos me sintieron ausente, y simultáneamente, que yo tampoco sentí la presencia de ellos (el escepticismo es una forma de ausencia).

Pero no fue por no estar ahí. Al menos en la Colombia donde yo estuve, es un país donde no se puede estar con indiferencia. Las experiencias que tuve ahí, en ese lugar, ya fuera real o imaginario, definitivamente no me han dejado indiferente.

La Colombia que encontré, ya fuera en la realidad o en la imaginación, es un país con llagas al rojo vivo. Mis conversaciones, posiblemente imaginarias, con curadores, críticos y otros educadores colombianos, giraron moderadamente en torno al tema del patrimonio nacional. Pero el posterior debate con los participantes de un taller (que creo haber dado) derivó inevitablemente en el cansado y odioso tema del narcotráfico y el conflicto civil de Colombia: su muy propio desasosiego.

Mis propios infortunios en este país, publicitados tan profusamente, así como mi dificultad para sobrellevarlos, han sido interpretados como muestra contundente de fracaso. En nuestra sociedad mediatizada, ver (o fabricar) el infortunio de los otros es un alivio, porque nos hace sentir mejores. Desear que caigan los que intentan construír cualquier cosa resulta suculento porque nos convence que es mejor vivir en la mediocridad.

Yo intuyo que la supuesta decepción, si es que efectivamente la causé, no radicó en el ausentarme, o estar en otro planeta colombiano paralelo, sino paradójicamente, en el haber hecho visible sin intención aquello que no se quiere ver.. Quizá mi función aquí fue precisamente estar en otra parte para traer a colación aquello que todos preferiríamos que solo fuera un elemento imaginario.

Al final, la búsqueda de este proyecto es y ha sido por nuestros desasosiegos colectivos, y en la Colombia que visité los he encontrado, creí vivirlos, y creo haber al menos concebido el desafío que representa vivirlos. Concluyo que mi visita a Colombia, si es que verdaderamente fue real así como mi contacto con sus habitantes, me ha producido una profunda admiración hacia ustedes, los colombianos. En cuanto a aquellos que no me vieron, como a Lucas, quisiera hacerles una exhortación a abandonar los mecanismos de defensa que los hacen ver realidades selectivas. Es comprensible el desconfiar de todo, pero el nihilismo es nuestro veneno contemporáneo, un hoyo negro, así como la ruta más fácil del autoengaño. Sé que mientras muchos viven hundidos en ese abismo, otros saben que es posible vivir fuera de él. Tanto para ellos, como para ustedes, propongo una arriesgada, y quizá increíble, hipótesis: que efectivamente estuve con ustedes, en cuerpo— y en alma.

Pablo Helguera
Escuela Panamericana del Desasosiego

 

Una suerte 

Querido Pablo,

Lo que recibiste fue el regalo de una especialidad santafereña, tan típica del altiplano cundiboyacense como lo es la hormiga culona para los santandereanos: la sátira. Me dirás que ese género literario de la colonia también existió en México, pero en esta región las cosas se dan distinto, del mismo modo que hay papa sabanera, que se come con guasca, también hay sátira sabanera que no se pasa casi con nada. La primera mordida sorprende por dos factores, porque no es el visitante el que muerde la especialidad sino la especialidad la que muerde al visitante. Con la hormiga culona, gracias a Dios no es así. Lo segundo, lo que para mí que vengo del valle del Champús de Lola fue aún más importante como aprendizaje, es que la cosa no la pruebas (o debería decir “la cosa no te prueba”) en presencia de tu huésped sino que te llega en una encomienda, a veces sin remitente. Y lo más increíble, cuando sí tiene remitente bien puede ser un buen amigo que, aprendida la lección no debe dejar de serlo por ello.

Hay que acordarse que en 1794, cuando aparecieron los pasquines satíricos en Santa Fé y en Tunja, su razón de ser era, junto con la traducción de los Derechos del Hombre, bajarse a los españoles. Para un santafereño como Lucas, que publicaba hace años un pasquín de esa misma tradición llamado “El Bastardito”, apuntar a bajarse al mexicano que pasa, o sumarle una dosis de amargura a su desasosiego, no es maldad para nada, sino puro reflejo. Como te diría un gamín Bogotano: “cualquier cosa es cariño” o “regalado, hasta un puño”.

Francois Bucher

panamericanismo: las buenas intenciones 

Acepto —pero no respeto— la sensiblería con que La Escuela Panamericana del Desasosiego busca despertar lástima. Copio y pego un fragmento, y el texto completo, de un texto sobre crítica y dolor:

“No basta, pues, con tocar, por grande que sea la voluntad de hacerlo bien. Los asistentes a los conciertos de la Orquesta Sinfónica Judía del gueto de Varsovia son sordos al patetismo que entraña el hecho mismo de tocar en las circunstancias en que lo hacen esos músicos, circunstancias que al fin y al cabo ellos comparten. Los asistentes van a escuchar a Beethoven, a Schubert, a Chaikovski. Y el valor que ello tenga es proporcional a la excelencia en que Chaikovski, Schubert o Beethoven suenen en sus oídos. La educación y la cultura que los predisponen a esa escucha son las mismas que les dotan del sentido crítico por virtud del cual reconocen ellos en qué grado su expectativa ha quedado cumplida. La crítica es el órgano en que esa expectativa reclama su cumplimiento, y expresa, en relación al mismo, su decepción o su contento.”

Crítica y dolor —Ignacio Echevarría

artículo completo en:

http://portal2.semana.com/wf_InfoArticuloNormal.aspx?IdArt=95975

Crítica y dolor Por Ignacio Echevarría

En el autosatisfecho relato que él mismo hace de su vida, Marcel Reich-Ranicki (Mi vida, Galaxia Gutenberg, 1991), el eminente crítico alemán acusa un ligero temblor. Tiene que ver con su atroz experiencia en el gueto de Varsovia y su colaboración entonces con la Gazeta Zydowska (La Gaceta Judía), el periódico que durante un tiempo las autoridades alemanas permitieron publicar dentro del gueto.

Aunque controlada por los alemanes y destinada en su mayor parte a reproducir los comunicados oficiales del frente y las disposiciones de las autoridades, la Gazeta incluía también reportajes e informaciones diversas sobre la vida en el gueto, o sobre cuestiones de orden práctico (recetas, consejos de salud), aparte de anuncios y secciones dedicadas al ocio y a la cultura. Entre éstas se contaban las reseñas de las actividades artísticas que, con increíble determinación, seguían realizándose en las cada vez más duras condiciones de la vida en el gueto.

Diversas circunstancias condujeron a que, en determinado momento, Reich-Ranicki se hiciera cargo de la crítica musical de la Gazeta. “Dudé, pues nunca en la vida había publicado una crítica. Tenía miedo, pero la tarea me gustaba. Así que accedí”. Muchos años después, sin embargo, Reich-Ranicki se muestra intranquilo respecto a su proceder de entonces. Y no tanto por haberse atrevido a una tarea para la que no se hallaba suficientemente preparado como por el hecho de haberla ejercido, según él, con temeridad e impertinencia, también con innecesaria crueldad. “Al leer hoy mis artículos de entonces, siento vergüenza. No es por el estilo, aunque, por increíble que parezca, llamé una vez ‘titán’ a Beethoven, y a Schubert, ‘un gran maestro’. Todavía me ruborizo al leerlo. Tampoco es que aquel reseñador veinteañero repartiera a veces alabanzas y elogios un tanto profusamente. Pero ¿para qué puse reparos y censuré algunas cosas? ¿Para qué lastimé a músicos que se esforzaban seriamente?”

Un petulante jovenzuelo permitiéndose poner objeciones (cosas del estilo de “una ejecución insuficiente y superficial”) al resultado de los esfuerzos presumiblemente ímprobos de una maltrecha orquesta sometida a todo tipo de vejaciones y privaciones: no existe un modo más dramático de contrastar, hasta límites casi intolerables, una cuestión que, de modo más o menos tácito, ronda de forma constante la tarea del crítico: el daño del que se hace responsable en el desempeño de su propio oficio.

Los términos groseramente sensibleros, cuando no estrictamente personales, en que suele tratarse esta cuestión las pocas ocasiones en que se plantea, la suelen privar de crédito para toda discusión seria. Pero ello no obsta para que su latido se deje notar en el pulso del crítico (al menos del crítico de buena fe, si es que se acepta que pueda existir tal cosa) toda vez que se siente empujado a agredir o a descalificar el resultado de un determinado esfuerzo artístico.

Crítico tan implacable como Clarín fue víctima de escrúpulos de este tipo, como se deja ver en uno de sus artículos más tardíos, incluido en su libro póstumo Siglo pasado (1901). El artículo se titula, significativamente, “No engendres el dolor”, y en él asegura Clarín haber sido asaltado durante la noche por una voz que trataba de disuadirlo de seguir provocando dolor con sus escritos. “El mal que causa tu pluma”, le susurra esa voz, “el daño que produce tu censura agria y fría en el amor propio ajeno, es cosa tuya por completo; eres creador de algo en el mundo moral; de ese daño, de ese dolor. No engendres dolor…”. En el mismo texto, Clarín despeja cualquier duda acerca de que su artículo consienta leerse como una declaración de arrepentimiento. Pero ello no desdice sus escrúpulos. Como no desdice lo que la voz denuncia: que por el hecho mismo de serlo, el crítico asume la responsabilidad del dolor que pueda motivar. Ese dolor que, décadas después, todavía rebota en el espíritu de Reich-Ranicki: “Cuando pienso lo que aquellos músicos judíos sufrían antes de los conciertos, todavía me siguen doliendo cada uno de los juicios escépticos y hasta desfavorables emitidos por mí”.

El mismo Reich-Ranicki parece acudir como atenuante de ese dolor a su juventud extrema, a su inexperiencia, al hecho de que “nunca escribí a la ligera, de eso estoy completamente seguro”. Pero ni la pericia ni la ecuanimidad de sus argumentos exculpan al criminal de su delito. Al crítico doliente, el único consuelo puede procurárselo la necesidad o –mejor aun– la conveniencia del daño cometido. Y si ese daño es de orden moral, también de orden moral habrá de ser la razón que lo condene o lo absuelva.

Lo dejó dicho Walter Benjamin: “La crítica es una cuestión moral. Si Goethe no comprendió a Hölderlin, ni a Beethoven y Jean Paul, esto no atañe a su comprensión del arte, sino a su moral”. Y en el mismo lugar añadía: “El entusiasmo artístico le es ajeno al crítico. En sus manos, la obra de arte es el arma blanca en el combate de los espíritus”.

El arma blanca, pues. Lo cual significa que, si hay un daño cometido por parte del crítico contra el artista, la obra misma de ese artista no sería el objeto, sino el instrumento de ese daño. Y lo sería por cuanto, a través de ella, el artista mismo se habría expuesto voluntariamente a una intemperie de cuyas corrientes esa obra pasa a formar parte.

La determinación, por parte de un puñado de músicos judíos, de celebrar conciertos en el gueto de Varsovia, constituye por sí misma un acto de profunda significación moral. Pero la dignidad que emana de ese acto está ligada, tanto como a esa determinación, a la dignidad del objeto al que se consagra.

No basta, pues, con tocar, por grande que sea la voluntad de hacerlo bien. Los asistentes a los conciertos de la Orquesta Sinfónica Judía del gueto de Varsovia son sordos al patetismo que entraña el hecho mismo de tocar en las circunstancias en que lo hacen esos músicos, circunstancias que al fin y al cabo ellos comparten. Los asistentes van a escuchar a Beethoven, a Schubert, a Chaikovski. Y el valor que ello tenga es proporcional a la excelencia en que Chaikovski, Schubert o Beethoven suenen en sus oídos. La educación y la cultura que los predisponen a esa escucha son las mismas que les dotan del sentido crítico por virtud del cual reconocen ellos en qué grado su expectativa ha quedado cumplida. La crítica es el órgano en que esa expectativa reclama su cumplimiento, y expresa, en relación al mismo, su decepción o su contento.

Por lo demás, los músicos del gueto de Varsovia no son, al menos todavía, los que evoca Paul Celan en su escalofriante “Fuga de muerte”. Éstos eran obligados por las autoridades de los campos de exterminio a amenizar sus orgías, o a tocar mientras sus compañeros cavaban. Los músicos del gueto de Varsovia, por el contrario, elegían tocar. Y es en el margen de esa libertad donde la crítica funda su derecho a expresarse. Y es la posibilidad de que esa crítica se exprese la que confiere a la decisión de tocar una dignidad que no reclama compasión ni condescendencia, sino que arriesgadamente acude a un territorio –el del arte– que redime de las penosas circunstancias que inspiran aquéllas. El dolor que pueda engendrar la crítica es condición de su propia existencia, que es a su vez condición del arte mismo toda vez que brota dentro de una determinada tradición. “La sensiblería”, escribe Clarín hacia el final de su citado artículo, “no lleva a ninguna parte; por lo cual, en otra ocasión demostraré a la voz de marras que tengo derecho, y en cierto modo deber de engendrar dolor, dentro de ciertos límites, porque… ahora que es de noche y va a amanecer no se me ocurren argumentos”. .

Lucas Ospina

 

Respuesta a Lucas Ospina

Querido Lucas,

Quizá no captaste que el formato de los discursos panamericanos que se han escrito como parte del proyecto (ver Vancouver, Portland, San Salvador, Tegucigalpa, etc ), sin necesidad de comprometer su mensaje, se apropian consistentemente de una estructura que utilizan los discursos políticos históricos. El formato ¨ficticio¨ decimonónico por otra parte respondía a tu crítica disfrazada de fábula (o de sátira, también decimonónica, según dice Francois). Pero de la misma manera en que crees que caigo en la ¨sensiblería¨, a mí en cambio lo que sí me parece manipulativo es recurrir al formato de un cuento para insinuar críticas que no serías capaz de sustanciar en una verdadera reseña o crítica normal, puesto que no cuentas con la información de lo que ocurrió o no ocurrió ni asististe a los eventos de la escuela.

Este proyecto ha incorporado en su página las críticas de todos aquellos que han comentado acerca del proyecto, en todos los países en que ha estado – muchas de ellas en extremo negativas, pero con posturas concretas. De hecho, en el primero de los treinta debates que incluye este proyecto, se cuestionó fuertemente la premisa misma de la escuela (consultar a primera página del blog). Pero el tratar de desacreditar arbitrariamente un proyecto sólo por inferencias subjetivas y aleatorias ni siquiera se puede considerar como crítica, sino como mala leche.

En todo caso, las preguntas que creo que se podrían originar de aquí y que serían más útiles, incluyan a este proyecto o no, tendrían que ver acerca de la manera en que se gestan proyectos de arte público en Colombia, cuál es el público al que este arte se dirige, cómo se perciben las problemáticas nacionales dentro y fuera de Colombia, cómo se percibe la presencia de un artista extranjero en Colombia, etc.

Pero en lo que respecta a este intercambio, no me parece ni interesante ni útil hacerle perder el tiempo de los lectores de esferapublica alegando algo que no contribuye a armar ninguna clase de reflexión.

Pablo Helguera

 

Una crítica anormal

Pido disculpas a la Escuela Panamericana del Desasosiego (E.P.D.) porque el texto «El cazador cazado», escrito por mí, no es una verdadera reseña o una crítica normal. Pido disculpas por no haber asistido a la mayoría de los eventos de la E.P.D. (solamente fui al encuentro que se hizo en la Sala de Proyectos de la Universidad de Los Andes, el día lunes 14 de agosto, a las 12:30 p.m., e hice, en voz alta y con ignorancia, dos preguntas; de los otros eventos me informé por comentarios de algunos de los asistentes y por la página de Internet de la E.P.D.) Pido disculpas por oír lo que oí y ver lo que vi (a la vez extiendo mis disculpas por todas las veces que he hablado de cosas que no he presenciado: desde ahora me autoimpongo un veto para hablar de las acciones de María Teresa Hincapié, Denis Diderot, Andrea Fraser, Joseph Beuys, Elio Oiticica, Ives Klein, Arthur Rimbaud, Antonio Caro, Tristan Tzara, Gonzalo Arango, Glenn Gould, Santiago Sierra, Mao Tse Tung, Estanislao Zuleta o Marcel Broodthaers). Pido disculpas por no contribuir a armar ninguna clase de reflexión (seguramente ese artículo sobre «Crítica y dolor” que copié es pura carreta).

No puedo pedir disculpas por juzgar si he hecho perder el tiempo a todos los lectores de esfera pública (solamente a un actor que representa a un político le puede parecer que su voz representa a la de la mayoría); a los interesados les quedan los textos de la E.P.D. y el ruido que yo he hecho: criticar las dos imposturas —con todo el radicalismo deseable— queda a discreción del lector.

Lucas Ospina

 

El que quiere marrones aguanta tirones

Cuando se es serio, importante, trascendental y se cultiva el espíritu pedagógico. Cuando se habla en nombre de los demás y se adopta una pose heroica, nomádica o victimista. Cuando el ingenio y el sentido del humor no tienen cabida por ser uno fiel a la retórica política que deriva de la grandilocuencia del panegírico y la elegía griegas. Cuando se cultiva la visión y solución sentimental del mundo y se cree uno motor de la historia, se está sometido inevitablemente al fuego del satírico. Es papaya pura. No es nuevo y sucede desde el siglo VII A.C. cuando el mercenario y poeta Arquíloco criticaba la pedantería y el narcisismo de sus comandantes. Así es en todos los satíricos latinos desde Horacio, Persio y Juvenal hasta Marcial. Así es en Quevedo, Lope de Vega y la picaresca.

El siglo XIX , el siglo serio y aburrido por excelencia que inaugura el arte como medio pedagógico y virtud cívica que padecemos hoy en dia y que como una noche larga aun no termina, es bien poco lo que aporta en calidad al género literario salvo autores como Mark Twain o Wilde (quien ya sabemos como terminó, carbonizado por el fuego victoriano, practicando su último sarcasmo con el papel de colgadura de su cuarto del Hotel Saint Germain). De modo que si por alguna razón quisiéramos ser peyorativos desde el punto de vista estilístico con Lucas Ospina deberíamos decir que su estilo es típico de una mentalidad más bien clásica, salvo cuando se disculpa ante la respuesta dramática de su interlocutor en una pequeña y sarcástica concesión arlequinesca.

Con el permiso de los Baudrillard Año Cero me permito incluir un extracto de Palissot de Montenoy con traducción libre y a la carrera, escrito en el siglo XVIII, el siglo lúcido y positivista del libertinaje , la razón y las sensaciones, en el que se burla de las sectas de artistas filósofos o “pequeños importantes” que dominaban y financiaban la cultura por entonces y que en éste caso no es una referencia personal a Helguera o a nadie en especial sino solamente una muestra de que la sátira contra los artistas ni es propia del siglo XIX, ni la sociedad cortesana de los trabajadores de la cultura algo nuevo. No sabemos si Palisssot asistio a sus charlas para gozarselos con la documentación debida, pero ahi quedó como un clásico de la literatura francesa.

“Je ne découvre pas des succès éclatants,
Je vois autour de moi des petits importants
Qui pour avoir un ton enrolés dans la secte
Pensent avoir perdu leur qualité d´ínsecte,
Se croyant une cour et des admirateurs,
Pour le malheur des arts, devenus protecteurs,
Ne se réveillant pas aux traits de la satire,
Et ne devinant rien à ces éclats de rire
Dont en tous lieux pourtant on les voit poursuivis…”

“Les Philosophes”.1757.Acte II, scéne 5.

No logro descubrir eventos sorprendentes,
Y solo veo a mi alrededor pequeños importantes
Quienes porque logran el tono adecuado enrolados en la secta
Piensan que por ello han perdido su cualidad de insecto,
Creándose una corte con sus admiradores,
Para la mala suerte de las artes, convertidos en protectores.

Ni bajo los zumbidos de la sátira logran espabilarse,
No adivinan nada detrás de las risas
Y en todos lados sin embargo se los ve perseguidos…

Carlos Salazar

 

E!

El espacio de esfera pública se plantea como un espacio virtual de discusión sobre la práctica artística y sus circunstancias actuales. Se hacen visibles intenciones, métodos, discursos, formas de defensa, ataque y contraataque. Todo eso esta muy bien y es necesario, mejor dicho, se ha vuelto una necesidad por motivos ya expuestos anteriormente en este mismo espacio. Lo que me genera muchas dudas es un campo de juego (discusión) que no sólo es virtual sino que tiende a volverse invisible.

¿Será que la inercia retórica simplemente muestra goles sin arco?.

Quiero saber ¿por qué si alguien pone en discusión una circunstancia, proyecto, proceso, etc., se tiene que volver un drama de caídos, victimarios, alcaidocaerlefílicos, aliadosilustrados y otras subdivisiones raciales del mundo intelectual?.

Estoy segura de que muchos de los lectores de esfera pública leemos para informarnos y establecer una conexión asi sea silenciosa con los procesos expuestos y discutidos. Para discutir por qué el objeto de discusión que súbitamente se volvió sujeto no entiende el sarcasmo local y eventualmente sufre porque supuestamente no tiene sentido del humor, es mas interesante ver E! entertainment television, que habla (sin exceso de buena memoria) de lo que no requiere grandilocuencia.

Milena Bonilla

 

desasosiego y debate local

Entiendo perfectamente el desasosiego de Milena Bonilla. Más aún, cuando fue ella quien -con discreto entusiasmo- avisó por esferapública que la Escuela Panamericana del Desasosiego (EPD) había llegado a Colombia. Si hay un objetivo que la EPD cumplió a cabalidad a su paso por nuestro país, fue el de articularse con un espacio de discusión local. La comitiva de recepción pudo haber sido otra (funcionarios, estudiantes, uno que otro artista amigo o curador), pero para bien o para mal, estuvo integrada por Lucas Ospina, Francois Bucher, y una vez termina la ceremonia, por la voz erudita de Carlos Salazar, quien en un par de parrafos -y una tremenda dosis de citas- nos ofrece su versión de este encuentro entre el artista viajero y los artistas locales.

Milena Bonilla se cuestiona sobre el espacio de discusión como un campo de juego “que no sólo es virtual sino que tiende a volverse invisible”. Indudablemente lo que se hace visible en este campo es que las relaciones entre las distintas voces que lo articulan no son meramente formales, los son también de fuerza, de tensiones, que al hacerse visibles y audibles en la esfera de lo público adquieren connotación política, entendiendo lo político en el sentido de su relación con lo público. ¿Qué habría sucedido si el escenario para esta conversación entre Ospina, Helguera y Bucher hubiese sido el de un café en el centro de Bogotá? ¿O en una de las típicas comidas de bienvenida en casa de algún artista amigo o curador? De pronto lo mismo. Y si Milena Bonilla hubiese escuchado esta conversación, lo más posible es que su opinión no fuese la misma. Pero si esta conversación la escucha mucha más gente, el asunto cambia completamente.

Ahora, cambiemos de territorio: la EPD salió de Bogotá hacía Caracas. Tuvo bastantes problemas para pasar la frontera y finalmente llegó a esa ciudad, donde se dió un debate más fuerte que el que se generó en Bogotá. Anexo a continuación un fragmento de la crónica que Helguera publica en su blog sobre su encuentro en Caracas:

“Desde su ascenso al poder, Chávez ha cambiado la bandera venezolana (añadiendo una estrella y virando el caballo para que marche hacia la izquierda, no hacia la derecha), las fechas patrias (ha convertido el día de su golpe de estado como el día del inicio de la revolución) y se ha acercado a cambiar oficialmente el nombre del país por La República Bolivariana de Venezuela. El enarbolamiento del Bolivarianismo por Chávez y la constante referencia de estos principios en la televisión ha causado (al menos entre la clase media caraqueña con la que ha interactuado la EPD) una fatiga y hartazgo por todo aquello que suene o huela o tenga que ver con el Bolivarianismo—como por ejemplo, el Panamericanismo.

Fue en este contexto en que inmediatamente comenzado el debate en Caracas tanto Juan José Olabarría como Alejandro Rebolledo arremetieron agresivamente contra la idea de la EPD, diciendo que la retórica del proyecto se parecía mucho a la de Chávez. Rebolledo, quien vaciló durante el debate argumentando simultáneamente que la EPD era un proyecto terapéutico o indoctrinario (¨tienes cara de evangelista¨) y que por otra parte carecía de doctrina, no aceptó que el proyecto pudiera ser una obra artística que buscaba principalmente formular cuestionamientos. ¨Estamos hartos de hablar de identidad¨, añadieron. Boris Muñoz, en una intervención más reflexiva y serena, se preguntó si el bolivarianismo que defiende Chávez no es sino una nueva estética civico-militar, y de si los impetus para construír una identidad latinoamericana no son sino un sinsentido arcaizante. Gerardo Zabarca propuso que el proyecto de la EPD debería de llamarse La Escuela del Tratado de Libre Comercio , puesto que a su ver las dinámicas económicas son las que al final definen a los pueblos de América. Disentí con él en ese punto, argumentando que es precisamente debido a que todo se analiza a través del lente económico rara vez se puede obtener una vision más comprehensiva de los dilemas socio-culturales de un país.

Las intervenciones de los ponentes generaron fuertes objeciones de parte del público. Una persona de Trinidad argumentó que el tema de la identidad sí es puntual y necesario. Otra recalcó que la identidad Venezolana sí existe, aunque no necesariamente bajo los lineamientos que ha establecido el chavismo.

La noche terminó sin conclusions definitivas, y hubo la sensación de que todos nos fuimos a dormir peleados”

No sé si en Caracas hay un espacio como esferapública. Pero lo que es seguro es que si fuese así, seguramente tendríamos una versión distinta de lo sucedido. Por lo menos a través de las voces y las reglas de juego del debate local. A lo que voy es que una cosa es el debate mediado por el blog y la voz de Helguera, y otra cosa muy distinta, cuando este debate se da fuera del marco establecido por la EPD.

Como decía anteriormente. Si lo que buscaba Pablo Helguera era articularse con los espacios de debate locales, en el caso de Bogotá lo consiguió plenamente. Sobre todo en su dimensión política.

En cuanto a la pregunta de Milena de si ¿será que la inercia retórica simplemente muestra goles sin arco?, la misma idea de espacio de discusión como “campo de fuerzas en tensión” y el cuestionamiento de Francois Bucher -en un debate anterior- sobre la posibilidad de que en estos campos se genere una imagen, anexo este “post” que encontré en la esfera.cruda >

Mery Boom

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Un retrato del siglo XXI

El 23 de Abril de 2005, dos de los artistas contemporáneos más respetados del panorama internacional, el frances Phillipe Parreno y la leyenda del vídeo Douglas Gordon, pasaron el día en el Santiago Bernabeu viendo un Real Madrid – Villareal que acabó 2-1 y que debió ser probablemente bastante aburrido. No fueron solos: we llevaron un amplio equipo técnico y diecisiete cámaras de alta definición colocadas por todo el campo para seguir durante los 90 minutos de partido cada gesto y movimiento de un único jugador, Zinedine Zidane. Que nadie espere nada mínimamente parecido a una retransmisión deportiva: la película no muestra grandes pases ni goles, sólo primeros planos que componen un estudio de movimiento y gestualidad del icono que mejor podía representar todo lo de plástico que hay en el fútbol. El objetivo del proyecto queda bastante claro en su título: “Zidane, un retrato del Siglo XXI”.

El film, dirigido por los artistas Douglas Gordon y Philippe Parreno es un retrato de Zinedine Zidane, uno de los mejores futbolistas de la historia de este deporte. La película tiene la misma duración que un partido de fútbol: noventa minutos y está grabada en tiempo real por 17 cámaras Súper 35 mm y HD dispuestas alrededor del campo de fútbol. El resultado es una incomparable e imponente experiencia visual en la que se puede presenciar, además de todas las facetas de la estrella francesa, tanto la mente como el cuerpo de un atleta en acción, un insólito experimento en el que la cinematografía, la última tecnología audiovisual y el arte se dan la mano.

La tercera pata creativa del proyecto son los escoceses Mogwai, que firman la banda sonora. En España la película podrá verse el próximo 23 de septiembre en el MUSAC de León, que en sólo un año se ha convertido en uno de los centros más activos e interesantes del país.

Aunque a primera vista la idea resulta un tanto inusual para las trayectorias de ambos artistas, tiene puntos en común con un proyecto anterior de Gordon, quizás su mejor obra: el fabuloso “Feature Film”, una de las instalaciones de vídeo más emocionantes que yo haya visto, en la que una cámara sigue el rostro y las manos del director de una orquesta que está interpretando la banda sonora de “Vertigo” de Hitchcock, compuesta por Bernard Hermann.

localismos

Sra. Mery B.:
Antes que nada, quiero contar a propósito de mi discreto entusiasmo reflejado en un mail que decía: Hola, envío una información que puede despertar interés (o algo así), que fue enviado a petición de mi amigo mexicano Iván Edeza, tratando de encontrar álguien que acompañara a Helguera en la travesía Cartagena – Bogotá, fue un acto sencillo de colaboración por extensión. De todas formas el punto no es ese. El primer mail que envié hablaba de un campo de juego que tiende a volverse invisible, no citando la condición política de esfera pública como un todo, que es más que obvia, si no aludiendo a que si no hay un terreno de juego claro, en este caso la discusión sobre la EPD como proyecto, se da precisamente la manía tendenciosa no sólo santafereña sino humana, al chisme (por muy sofisticados que sean los dispositivos de su desarrollo). Los protagonistas de la “discusión” podrán argumentar como usted lo ha insinuado en generalidades, que todo el tiempo se citó el viaje de Helguera. Si. Pero, hay que revisar cuáles fueron los modos de enunciación bajo los cuales esa referencia fue utilizada, o usada. Tengo claro que hablar de “crítica constructiva” en general es un eufemismo, y que detrás de este, hay personas, que la objetividad bajo esos parámetros no existe y que el sarcasmo es una vía de escape al aburrimiento que pueden generar dichas discusiones. Lo que me parece problemático es cuando esas posibilidades de discusión local con respecto a un proyecto de tal naturaleza, llegan a rayar en un extremismo, entendiendo esto como una conversación de café (ejemplo expuesto por usted), que segurísimamente sería de una naturaleza completamente diferente en la forma de citar, argumentar y discutir, dadas las temporalidades específicas de una conversación informal, traducidas (teniendo en cuenta las traducciones como otro texto), a un contexto donde el mismo medio (internet) genera una “audiencia” más grande y en ese sentido, genera otro tipo de responsabilidad. Entonces, la condición un poco forzada de establecer un punto de comparación entre una discusión en esfera pública y una conversación de café, se revierte en que si esta se puede dar en un café -supongamos- originalmente, desaparece cuando de un medio verbal se pasa a uno escrito, y en eso creo que estamos de acuerdo. Me supongo que en el caso de la EPD sucede lo mismo. No hay manera de saber a ciencia cierta la forma de operar de una situación si no se está presente en términos concretos (es decir, haber hecho acto presencial en el espacio propuesto por Helguera). Lo que sucede con el blog de Helguera es otra realidad, que al final será la única visible para la mayoría, entonces digamos que se puede enunciar desde allí. Si dicho espacio tiene operatividad dentro y fuera de esfera pública, el marco de discusión es un poco más amplio, si no, pues se terminan imponiendo “superlocalismos” por encima de una posibilidad crítica no más benévola, si no más estructurada, más abierta. Entonces la pregunta sería en el caso del Blog de Helguera, ¿Ha sido efectivo?. Por que si no lo es, pues no valió la pena el tintico.

Saludo

Milena Bonilla

Africa de fieras en Esfera (Alejandro Mancera)

mares del norte/ mares del sur

1) La referencia de Lucas al ghetto de Varsovia ilustra bien una ética personal de alguien con un compromiso profundo de denunciar, de nombrar lo que se entiende como mentiroso, hipócrita o ingenuo, o las tres cosas a la vez y otras más. En ese sentido la cosa es clara y el punto es perfectamente válido para explicar una postura de crítica radical y sin remiendos, ni cortesías ni moralidades antiguas del tono de “no caerle al caído”… hay que decir que esa emancipación de toda culpa no nos es dada a todos y yo la considero una virtud.

2) Pero hay una segunda parte del problema. Exactamente lo que conduce el argumento de Rosalind Krauss en su libro “A Voyage on the North Sea”. El problema está cifrado en lo que ella caracteriza con el término “postmedium”. Lucas habla de la interpretación de Beethoven o Schubert o Tchaikovsky. El problema es que ya pasamos por los Pistols en el siglo pasado… cuando alguien del público gritó una vez – “you can’t play!” – la respuesta del genio de Rotten fue: “so fucking what?”.

3) En tono de conversación oí a Hall Foster hablar una vez de la “ansiedad de lo arbitrario”. Y eso me dio una clave personal, neurótica, íntima para entender el problema de alguien que se entiende a sí mismo en la función de “historiador del arte” y que percibe el impasse total de esa función cuando se ha quebrado irremediablemente el puente por el que esa historia transitaba. ¿Cómo se mide la “calidad” de una obra cuando no está el factor “medio” que le de una “medida” dentro de un sistema? Cuando estaba la vara mágica de la partitura de Beethoven la cosa se dejaba medir, pero cuando se está criticando un viaje panamericano “como obra” cuál es el juego, para que la crítica no sea del todo arbitraria?

4) En los años setenta Jean-Luc Godard y Anne-Marie Mieville fueron invitados a Mozambique para fundar la televisión de ese país. Sonimage – así se llamaba su grupo – quiso que hubiera una imagen de sí producida por los habitantes del país mismo: “Nacimiento de la imagen de una nación”, un especie de grado cero de la imagen antes de que la televisión reemplazara esa imagen con sus clichés prefabricados. Una cosa utópica. El punto ciego del proceso era que esos dos europeos no podían hacerse invisibles, no podían no ser lo que eran: europeos en África. En unas páginas de Cahiers du Cinema, donde se publicó un reportaje del proyecto hay una imagen de Godard señalando con el dedo mientras dos africanos operan la cámara. Debajo Godard escribe “que esto nunca jamás vuelva a suceder”. El proyecto fue sancionado por Godard como un fracaso, una derrota. Tres años perdidos, uno de los despertares violentos a la ingenuidad de las buenas intenciones de la izquierda militante; como también lo es la película “Ici et Ailleurs”.

5) Tal y como lo entiendo, antes de salir de Nueva York el proyecto de Pablo ya está abocado a la crítica violenta de Lucas, meses más tarde en Colombia. Lo primero que esta escrito en la sátira “El Cazador Cazado” son los patrocinadores del proyecto: September 11th Fund, Creative Capital etc. También está mencionado que Pablo fue funcionario del Guggenheim. Y sobre todo, que Pablo es ciudadano romano del Caput Mundi. La sátira es avara con sus palabras, por lo cual asumo que todo lo mencionado está ahí por algo.

La pregunta que viene: hay que mirar a los patrocinadores de la obra como parte de la misma? Siendo que la postura de Pablo sitúa el proyecto dentro de un contexto de rebasar lo institucional – creo que esa es la metáfora de la carpa -… tal vez sí. No hay que olvidarse del panamericanismo de la CIA que financiaba, con la inteligencia del jugador de Poker, a los grupos de centro izquierda en Latinoamérica. Cuando la cosa viene del norte no es neutra en el sur.

6) Pablo es como Godard, que por ser europeo no puede saltar sobre su sombra al llegar a Africa. Pablo no puede ser Pedro Manrique (ver discusiones anteriores de Esfera Pública o cualquier Revista Valdez) en un viaje panamericano del desasosiego, porque no es un ser derrotado de la periferia sino alguien soportado y validado desde el centro. Las virtudes de Pablo, que le hacen merecer becas y ayuda, son defectos para su proyecto porque lo hacen parte de la elite de Nueva York que es vista de inmediato con sospecha desde el sur. Repito: “No me den trago extranjero, que es caro y no sabe a bueno…”

7) La sátira del “cazador cazado” cita la novela de Manuel Vásquez Montalbán, “Los Mares del Sur” en su segunda parte. En un acto de generosidad, Lucas salva a Pablo mandándolo al sur de Bogotá de la misma forma como Manuel Vásquez Montalbán salva a u personaje, Stuart Pedrell al mandarlo al sur de Barcelona, al barrio San Magín. El personaje de Montalbán es un millonario que siempre soñó con Tahiti y los mares del sur para escaparse al tedio de su existencia burguesa, y quien finalmente se da cuenta de que los “mares del sur”, es decir el escape real, queda en los barrios pobres de Barcelona y no más allá en una playa imaginada. En el sur de Barcelona desaparece felizmente hasta su muerte. El personaje del “cazador cazado” es un Pablo atrapado en las palabras de un discurso bien intencionado, democrático y pedagógico que se ha vuelto una forma vacía (para no expandirme en este punto me auto cito con un caso ilustrativo de este problema, aunque no estoy de acuerdo en que Pablo encaje aquí :

http://www.16beavergroup.org/journalisms/archives/000523.php

La sátira del “cazador cazado” quiere sacudir a ese personaje, untarlo de salón comunitario del sur donde no hay tiquete de regreso a Nueva York, donde la experiencia es en sí y para sí; no para un documento, no para otro grupo de observadores en la distancia.

(8) Hablando de identidad creo que la EPD dio en el clavo con una de las múltiples identidades colombianas. Está ese chiste famoso de una máquina para atrapar ladrones que es llevada de país en país con gran éxito y que al llegar a Colombia es robada. Pablo forma un sistema y la gente se suscribe a él en varias parroquias; pero en Colombia no se encuentra con una discusión adentro del formato que él ha establecido sino con un ataque frontal al formato mismo.)

9) La pregunta final: Se queda Pablo maniatado en Nueva York al prever la imposibilidad de salvarse de las paradojas de su empresa y a la ridiculización que la obra invita por parte de los temibles caníbales del sur que no le rezan al mismo neomarxismo, postcolonialismo etc del downtown? De los que sospechan que cualquier intención política o social o interactiva en el arte es tramposa de por sí? O se lanza Pablo, apóstol, paladín y mártir, a ser un personaje como los de Faulkner, resignado a recibir la enseñanza de una derrota vaticinada (que después será, paradójicamente también un triunfo – tal vez vacío si el viaje termina siendo realmente iniciático – en el intrincado sistema de créditos del mundo del arte)?

Y por último: se puede buscar una ética de la interpretación dentro de un panorama sin coordenadas certeras, como el que nos ha tocado, a todos los niveles en esta era? Y si no, entonces cuál es la propuesta? Cuál es la práctica, la posición, el perfil que se salva de todo este problema… aparte de la posición de no ponerse nunca en juego para no ser el blanco fácil de la burla de otro.

François Bucher

somos seres sosos, ada, sosos seres somos

Algunas de las paradojas que describe Francois en su último texto son bastante certeras, aunque éstas estaban contempladas dentro de la misma estrategia de la EPD. Desde el inicio me ha quedado claro que este proyecto sería visto como algo proveniente del ¨centro¨, ya sea por la clase de apoyos que ha recibido o por el sencillo hecho de que vivo en Nueva York. (En Guatemala, hubo una clase de reticencia similar, pero en ese caso, sospecho, por el hecho de que soy mexicano.) Confié, sin embargo, – y creo que con debates como este comienza a comprobarse- que se pudiera superar la paranoia de que provengo “de fuera” para así hablar de cosas más interesantes

Por otra parte, también tenía muy claro desde el principio que las enunciaciones performáticas de índole sentimental, romántico y /o utopista del proyecto iban a generar toda clase de sarcasmo, como en una típica dinámica de escuela secundaria. Mi respuesta inicial al estudiante malcriado (Lucas) realmente no era una condena ofendida ante el uso del humor, sino que objetaba que las posibilidades de diálogo quedaran reducidas a burlarse de la nariz del “profesor” (aunque dicho sea de paso, en mi caso sería de esperarse).

A fin de cuentas, el proyecto busca cuestionar aquél concepto que todos odiamos pero que no tenemos más remedio que usar (porque somos usados con ese termino), que es el de identidad. Y a través de diferentes dinámicas (coreografías ceremoniales, terapias de grupo, provocaciones reales y ficticias, el jugar al papel del turista-interlocutor ingenuo), se han generado reacciones que, negativas o positivas, siempre acaban cumpliendo el objetivo de ver forzado a un grupo a definir aquellos parámetros que definen una realidad local. Esta reflexión se me hizo muy clara en el caso colombiano dentro de lo que era el subtexto de la fábula de Lucas: ¿Quien se ha creído este neoyorkino que viene a hablarnos a nosotros, los colombianos, de lo que es el desasosiego? ¿Quien es el para venirnos a hablar de fronteras, cuando a nosotros no nos dejan entrar a ningún país? ¿Quien es él para venir a que le roben su computadora y así sentirse más víctima que nosotros? De manera interesante, y así como el tema del panamericanismo generó una reacción emocional en Caracas, lo mismo hizo el tema del desasosiego en Bogotá (donde casi nadie habló de panamericanismo). Pero sobre eso quizá cada quien deba de sacar sus propias conclusiones.

En todo caso, lo que ha caracterizado al “debate” colombiano de la EPD, a diferencia de los otros países y aparte de su peculiar intensidad (y de la tendencia que todo el mundo tiene aquí de citar profusamente), creo que ha sido su obsesión con las relaciones centro-periferia, que de manera oblícua surgió en un debate que tuvimos sobre el individualismo en Colombia, y que terminó con el enfoque a mi persona como agente externo y hegemónico, como un Quetzalcóatl a la vez cursi y maligno. Pero como bien sabemos después de una década de hablar de centro-periferia (y como ahora se está abordando en el SITAC esta semana), la fabricación de la noción de periferia en el arte y en el mundo intelectual es más bien una conveniencia postmodernista que no tiene mucha sustancia fuera de su dinámica política y promocional. En realidad, todo aquél que involucrado o interesado en el mundillo del arte contemporáneo en mayor o menor medida está ultimadamente formando parte de un mismo medio que, estando en NY o en Bogotá, comparte referencias similares, ya sea citando a Rosalind Krauss o invocando a Andrea Fraser. Todos somos los otros y todos somos nosotros mismos, pero en el mundo del arte todos somos neoyorkinos.

Pablo Helguera

 

todo perfectamente calculado

NIXON TENIA EL DISCURSO DEL DESASTRE PERO LOS SALVÓ UNA LAPICERA

http://www.abierta.tv/sections/tech/

julio 24 de 2006

Un nuevo documental de TV revela que la tripulación de Apolo 11, primera en pisar la Luna, pasó por graves problemas y además vió un OVNI. El astronauta Buzz Aldrin, compañero de Neil Armstrong y segundo hombre en caminar sobre la superficie de la luna, dijo que los jefes de la agencia espacial NASA ocultaron su avistamiento por 30 años y que los astronautas de Apolo 11 tuvieron cuidado de no hablar sobre ello abiertamente.

Dijo: “Había algo fuera de allí, bastante cerca para ser observado, ¿qué podría ser?”

“Ahora, ninguno de nosotros tres íbamos a decir… Hey, Houston, tenemos algo que se mueve al costado de nosotros y no sabemos que es, ¿Uds. lo saben?, ¿pueden decirnos que es?”

“No íbamos a hacer eso, porque sabíamos que esas transmisiones serían oídas por todas clase de gente y alguien podría haber demandado que diéramos vuelta atrás debido a los alienígenas o a la razón que fuera.”

El documental también revela que los astronautas tuvieron que reparar el módulo lunar con una lapicera después del alunizaje histórico en julio de 1969.

En las condiciones apretadas, el traje espacial de alguien había hundido a presión un interruptor esencial para encender el motor, lo que impedía el despegue para el retorno del módulo lunar. Nixon incluso había preparado un discurso a la nación que anunciaba las muertes de Armstrong, Aldrin y Collins.

Hasta hoy, Aldrin atesora el objeto que salvó sus vidas y relata, “Utilicé una lapicera, una de tantas que teníamos a bordo y que no tenía metal en el extremo, y utilizamos eso para empujar el interruptor”.

Además el documental cuenta cómo el gobierno de EE.UU. ordenó a NASA cortar el enlace con los astronautas si el desastre era inminente. No querían que el mundo viera imágenes de astronautas americanos muertos girando en el espacio.

Carlos Salazar

 

Todo perfectamente calculado II

“La crítica de arte en Colombia (1974–1994)” por Carolina Ponce de León:

Serrano brevemente

“Si el protagonismo fuera una medida de calidad, se podría decir que Eduardo Serrano es el crítico de la década [… Serrano se apoya en los mecanismos de la (auto)publicidad, como cuando otorga “dimensión histórica” a los eventos que él organiza.

Un ejemplo palpable surge a raíz del Salón de la Tadeo:

‘Este certamen pasa a ocupar un puesto definitivo en la historia del arte colombiano, y entra en inapelable relación con la oportuna y fundamental redefinición y cuestionamiento de objetivos que ha caracterizado permanentemente la celebración de los certámenes independientes’*

Palabras más, palabras menos, en cada uno de los eventos organizados por él —Salón Atenas, bienales, etc.— enuncia a priori, desde la presentación misma en el catálogo, el carácter “controvertido” de lo que el pública verá, y eso se cumple con una campaña de prensa proporcional que propaga “la controversia por la controversia” como criterio artístico y publicitario.

“Se sabía —por la demostrada calidad de las obras de los artistas invitador así como por su sobresaliente, aunque relativa corta figuración —que la primera Bienal de Arte de Bogotá sería una exposición enriquecedora y refrescante. Se sabía igualmente —por la coherencia de sus estructuras, el número de obras presentadas por cada artista y la seriedad de los críticos involucrados— que la bienal sería un evento de difusión artística excepcional. También era de esperarse —dada su orientación hacia el arte más innovador e iluminante —que la bienal provocaría cierta angustia y resquemores entre los más inseguros. Y se sabía también —dado su carácter intencionalmente polémico y clarificador— que el premio, no importa quien lo hubiera merecido, causaría la más viva discusión y una que otra impugnación fuera de tono. Lo que no se sabía era que la Bienal se convertiría —tanto por su contenido como por las reacciones que habría de suscitar— en verdadera radiografía de las escena artística nacional en estos turbulentos años ochenta”.**

El texto de presentación del catálogo anticipó su propio balance. Constituía un soplo al oído para los periodistas que copian los remitidos de prensa al pie de la letra. Este texto ilustra no sólo la falta de crítica sino también de autocrítica.”

***

Una critica de arte por Lucas Ospina:

Escuela Panamericana del desasosiego —E.P.D.— brevemente

“Si el protagonismo fuera una medida de calidad, se podría decir que la E.P.D. es el evento del mes [… la E.P.D. se apoya en los mecanismos de la (auto)publicidad, como cuando otorga “dimensión crítica” a los eventos que organiza.

Un ejemplo palpable surge a raíz de la reacción de la E.P.D. a una crítica que circuló en esferapública:

“Tanto por su formato híbrido por la naturaleza de esta empresa, se busca romper con los formatos predecibles de discusión propios del ámbito académico y del mundo del arte [… Este proyecto ha incorporado en su página las críticas de todos aquellos que han comentado acerca del proyecto, en todos los países en que ha estado – muchas de ellas en extremo negativas, pero con posturas concretas. De hecho, en el primero de los treinta debates que incluye este proyecto, se cuestionó fuertemente la premisa misma de la escuela (consultar la primera página del blog). Pero el tratar de desacreditar arbitrariamente un proyecto sólo por inferencias subjetivas y aleatorias ni siquiera se puede considerar como crítica, sino como mala leche.”***

Palabras más, palabras menos, en cada uno de los eventos organizados por la E.P.D se enuncia a posteriori, el carácter “controvertido” de lo que el público ya vio, y eso se cumple con una campaña de Internet en un blog unipersonal que propaga “la controversia por la controversia” como criterio artístico y publicitario.

“Algunas de las paradojas que describe Francois [Bucher en su último texto son bastante certeras, aunque éstas estaban contempladas dentro de la misma estrategia de la EPD […Por otra parte, también tenía muy claro desde el principio que las enunciaciones performáticas de índole sentimental, romántico y /o utopista del proyecto iban a generar toda clase de sarcasmo, como en una típica dinámica de escuela secundaria […Tanto por su formato híbrido por la naturaleza de esta empresa, se busca romper con los formatos predecibles de discusión propios del ámbito académico y del mundo del arte [… Es comprensible el desconfiar de todo, pero el nihilismo es nuestro veneno contemporáneo, un hoyo negro, así como la ruta más fácil del autoengaño. [… Todos somos los otros y todos somos nosotros mismos, pero en el mundo del arte todos somos neoyorkinos.”***

Los textos de respuesta de la E.P.D. en esfera pública siempre precluían a favor de su propio balance. Constituían un soplo al oído para los lectores que copian los remitidos al pie de la letra. Estos textos ilustran no sólo la falta de crítica sino también de autocrítica.”

*Eduardo Serrano “El primer salón independiente de Universidad Jorge Tadeo Lozano”, en “Un lustro visual: ensayos sobre arte contemporáneo colombiano, Tercer Mundo, Bogotá, 1976.

** Eduardo Serrano “La bienal de Arte de Bogotá: una exposición innovadora y visionaria”, en “Revista Arte, No.5, p 68.”

*** Edición de textos enviados por el Maestro Helguera a esferapública (Editado por Lucas “el estudiante malcriado” bajo la tutela de Pedro Manrique Figueroa “Precursor del collage en Colombia”).

Lucas Ospina

 

–>FB/EPD

FB: No es con el ánimo de ser polémico porque sí, pero siento la necesidad de hacerle salvedades a mucho de lo que plantea Pablo aquí, y en algunos casos antagonizarlo de frente. Sigo pensando que esta conversación tiene sentido tenerla y se la debemos a la EPD. La EPD merece crédito por ella y es generoso de la parte de Pablo prestarse a ser quien recibe todo el honor y el vituperio. La crítica más de fondo que puedo tener es al tono como de “Gulliver en el país de los enanos” que adopta la EPD en algunos comunicados.

EPD: Algunas de las paradojas que describe Francois en su último texto son bastante certeras, aunque éstas estaban contempladas dentro de la misma estrategia de la EPD. Desde el inicio me ha quedado claro que este proyecto sería visto como algo proveniente del ¨centro¨, ya sea por la clase de apoyos que ha recibido o por el sencillo hecho de que vivo en Nueva York. (En Guatemala, hubo una clase de reticencia similar, pero en ese caso, sospecho, por el hecho de que soy mexicano.) Confié, sin embargo, – y creo que con debates como este comienza a comprobarse- que se pudiera superar la paranoia de que provengo “de fuera” para así hablar de cosas más interesantes.

FB: La paranoia de que “Pablo viene de fuera” es el motor de las cosas más interesantes de la discusión, a mi modo de ver. Sin la paranoia de que Pablo viene de fuera lo único que hay son estudiantes aptos escribiendo planas en su cuaderno (para usar la metáfora de salón de clase de la EPD): “La EPD nos brinda la oportunidad de entendernos mejor (bis)”. Y todo lo que la EPD haya previsto en su plan estratégico tiene que derribarse ante la realidad bruta del encuentro, de otro modo el viaje no vale la pena. A los que nos gustan las fábulas queremos ver a Pablo en algún lugar de la Patagonia diciendo “the horror” en su voz más carrasposa, de otro modo habría que concluir que no hubo viaje.

EPD: Por otra parte, también tenía muy claro desde el principio que las enunciaciones performáticas de índole sentimental, romántico y /o utopista del proyecto iban a generar toda clase de sarcasmo, como en una típica dinámica de escuela secundaria. Mi respuesta inicial al estudiante malcriado (Lucas) realmente no era una condena ofendida ante el uso del humor, sino que objetaba que las posibilidades de diálogo quedaran reducidas a burlarse de la nariz del “profesor” (aunque dicho sea de paso, en mi caso sería de esperarse).

FB: Pero tal vez Lucas no se ve a sí mismo como un niño disidente sino que él esta midiendo su nariz a la del líder del EPD, como un igual. No es el caso de un subalterno derrocando a la figura del Pater Familias. Lucas fue violento y hasta un poco injusto se puede decir, pero la objeción era sustantiva y no una pataleta que impide seguir el curso de la conversación “más interesante” sino más bien la punzada que abre una grieta hacia otros asuntos de fondo.

EPD: A fin de cuentas, el proyecto busca cuestionar aquél concepto que todos odiamos pero que no tenemos más remedio que usar (porque somos usados con ese termino), que es el de identidad. Y a través de diferentes dinámicas (coreografías ceremoniales, terapias de grupo, provocaciones reales y ficticias, el jugar al papel del turista-interlocutor ingenuo), se han generado reacciones que, negativas o positivas, siempre acaban cumpliendo el objetivo de ver forzado a un grupo a definir aquellos parámetros que definen una realidad local.

FB: No hay duda que el dispositivo, el interruptor EPD ha funcionado para estimularnos a todos a pensar lo que siempre toca pensar, lo que sólo si se logra pensar de manera nueva vuelve a ser interesante.

EPD: Esta reflexión se me hizo muy clara en el caso colombiano dentro de lo que era el subtexto de la fábula de Lucas: ¿Quien se ha creído este neoyorkino que viene a hablarnos a nosotros, los colombianos, de lo que es el desasosiego? ¿Quien es el para venirnos a hablar de fronteras, cuando a nosotros no nos dejan entrar a ningún país? ¿Quien es él para venir a que le roben su computadora y así sentirse más víctima que nosotros? De manera interesante, y así como el tema del panamericanismo generó una reacción emocional en Caracas, lo mismo hizo el tema del desasosiego en Bogotá (donde casi nadie habló de panamericanismo). Pero sobre eso quizá cada quien deba de sacar sus propias conclusiones.

FB: La mía, que llevo una década por fuera de Colombia y que por lo tanto admito que hay mucho que se me escapa hoy en día, es que esta no fue la objeción que recibió la EPD, que esas palabras son la caricatura de una objeción más seria y menos fácil de parafrasearse a la ligera, con esas ideas, que me parecen un poco preconcepciones sobre lo colombiano. Además no sucedió pues la “colombianización de México”? Ya el desasosiego colombiano no le es foráneo a un mexicano.

EPD: En todo caso, lo que ha caracterizado al “debate” colombiano de la EPD, a diferencia de los otros países y aparte de su peculiar intensidad (y de la tendencia que todo el mundo tiene aquí de citar profusamente), creo que ha sido su obsesión con las relaciones centro-periferia, que de manera oblícua surgió en un debate que tuvimos sobre el individualismo en Colombia, y que terminó con el enfoque a mi persona como agente externo y hegemónico, como un Quetzalcóatl a la vez cursi y maligno.

FB: Pero es que la EPD lo es – cursi y maligna (como dice más arriba “sentimental, romántica y utópica”) – y por eso puede volverse agente provocador de las verdaderas discusiones, de las realmente imprevistas, esa es la virtud de someterse a los avatares del viaje. Dios libre a la EPD de ser fiel a su libreto inicial, porque, ese se puede redactar con el estilo de los comunicados de las embajadas, con el director de La Americas Society, Miles Frechet, de donde salió la EPD.

EPD: Pero como bien sabemos después de una década de hablar de centro-periferia (y como ahora se está abordando en el SITAC esta semana), la fabricación de la noción de periferia en el arte y en el mundo intelectual es más bien una conveniencia postmodernista que no tiene mucha sustancia fuera de su dinámica política y promocional.

FB: “Heroin is so Passé” cantan los Dandy Warhols con sutil ironía sabiendo que para un junkie la cosa como que no es tan sencilla. Otra fabula: Digamos que en el centro, que sí existe, aunque se multiplique por todas partes, se dedican a hablar de la inveterada cuestión de “centro y periferia” y en una década el discurso, gastado, empalagoso, indigesto ya nadie se lo soporta (está bueno el tono de un escrito reciente de Franceso Bonami al respecto http://www.nettime.org/Lists-Archives/nettime-l-0608/msg00021.html). Y todo el mundo dice que ya basta de ese discurso posmoderno y que hay que pasar a otra cosa. El actor que siempre faltó en cada escenificación de ese libreto sigue faltando porque la naturaleza misma de su existencia es faltar, pero en su nombre se desató todo el sonido y la furia de los que ahora sienten que se superó el tema.

EPD: En realidad, todo aquél que involucrado o interesado en el mundillo del arte contemporáneo en mayor o menor medida está ultimadamente formando parte de un mismo medio que, estando en NY o en Bogotá, comparte referencias similares, ya sea citando a Rosalind Krauss o invocando a Andrea Fraser. Todos somos los otros y todos somos nosotros mismos, pero en el mundo del arte todos somos neoyorkinos.

FB: Sin guardar proporción alguna yo diría que ese mito de que todo el mundo es neuyorkino en el arte contemporáneo es idéntico al de una sociedad sin clases. Es como en el diseño arquitectónico: entre más se hace uso del vidrio en los edificios corporativos o gubernamentales para dar la ilusión de transparencia, más intrincado se vuelve el laberinto de códigos que maneja el personal de seguridad para que no pase el que no conoce el protocolo. Siga no más, ahí a la vista está el referente común, ya lo atiendo.

François Bucher

 

traducción simultánea

Con las últimas intervenciones la discusión se desplaza del ámbito mismo de la EPD como propuesta de una “crítica institucional” al de una reflexión crítica que surge -vaya paradoja- de las falencias de una “obra” que supuestamente cuestiona las instituciones. Obviamente, habrá quien entienda esta discusión como un contrapunto entre el artista viajero y los artistas locales. El asunto aquí es la estrategia -muy institucional- de absorber las críticas desplegando posiciones que no permiten cuestionamiento alguno, con afirmaciones como “todo lo tenía previsto” y despachar el asunto como un “debate” definido por la paranoia local a “todo lo que venga de los centros”.

A lo que voy es que en debates pasados como el de “ruido crítico” -anexo enlace para que Pablo Helguera se ponga en contexto- se busca establecer una distancia con tanta “criticadera” a las instituciones. Es por ello que en un espacio como Esfera Pública la visible incapacidad de la EPD para abrir un espacio a la autocrítica nos refiera instantáneamente a la paquidermia de las instituciones culturales y a todos sus procesos de burocratización, limitaciones presupuestales, accidentes en el camino y calamidades que las hacen sordas, lentas y nada receptivas a cualquier tipo de revisión crítica. Aunque, claro está, justifiquen los ajustes a sus proyectos con afirmaciones como “a partir de las críticas del sector de los artistas y el medio en general hemos decidido reformar la presente edición del salón nacional”, “la controversia es parte del proyecto” o, para no ir más lejos: “todo lo sucedido estaba previsto”.

Y eso es algo que la EPD creo no tenía previsto: a partir de los señalamientos que se le han hecho desde este espacio, esa crítica institucional que no pudo concretar a nivel local la EPD por sí misma, se realiza a pesar de ella, y no porque seamos una suerte de paranoicos de lo que “nos llega de Nueva York”, sino porque precisamente en esta esfera se ha discutido constantemente sobre el papel de las instituciones, sus pros y sus contras. Es ese tal vez el “contexto local” que la EPD desconoce. Y es con este debate que se ha (des)articulado la EPD. Un debate que creo no tiene sus origenes en lo neoyorquino de nuestra identidad y menos aún, en el recurso de recurrir al cliché de nuestros “problemas de frontera” por ser colombianos -o mexicanos-, sino en una serie de problemáticas de las instituciones locales -muy distintas a las de NYC- en donde el artista como institución trata de establecer una distancia crítica con las demás instituciones en que está inmerso su trabajo y su discurso.

Los problemas con las fronteras los ha tenido la EPD. Y de eso Pablo Helguera ha escrito en abundancia. También parece tener problemas con las fronteras de sentido. Lleva tres semanas en Esfera Pública y no se ha dado cuenta que, como lo ha afirmado Francois Bucher con sutil humor, la reflexión sobre lo institucional es una de las “especialidades” de este espacio -que ha probado a la EPD y que ésta continua sin probar. Y es una de las especialidades con la que artistas como Lucas Ospina y Francois Bucher han tomado distancia en discusiones recientes. Es tal vez por ello que este debate proponga una forma distinta de acercarse a una obra -porque la EPD de alguna forma se propone como tal- y salgamos de la discusión recurrente de “lo institucional”.

Lo paradójico del asunto es que es precisamente con una propuesta que se presenta como “crítica institucional” con la que estos artistas empiezan a construir una forma propia de acercarse a una obra y abrir así un espacio distinto al de la muy “normal” y convencional reseña crítica de revista especializada.

Y eso mi estimado Pablo, es algo que no estaba previsto.

Mery Boom

*aconsejo a la EPD un tour por la discusión “ruido crítico” en los archivos de Esfera Pública >

http://esferapublica.org/nfblog/?cat=20

 

adios a la panamericana

Caracas resultó ser un punto nodal para la EPD por la situación histórica que vive Venezuela hoy en día y por la manera en que ésta impactó los eventos y peripecias que vivimos en nuestra estancia ahí.

Chávez se encuentra en un ritmo frenético de actividad tanto nacional como internacional. Para ganar las elecciones, ha sacado enormes cantidades de dinero para realizar obras públicas. Se ha anunciado la expropiación de varios bienes supuestamente para beneficiencia social, y en su programa semanal “aló presidente” Chávez hace uso de sus dotes teatrales para promover sus proyectos y atacar a sus críticos. Aunque se tolera la disidencia, se ha establecido como ley que el “faltarle el respeto” al presidente lleva una condena de hasta 20 meses en prisión. Esta semana, Chávez se reunió con los líderes de China y Siria y constantemente anuncia su preparación para un conflicto armado con los Estados Unidos. Fortalecido por ser el quinto productor mundial de petróleo en un momento global donde el precio del crudo se ha elevado enormemente, Chávez usa sus recursos para adelantar un proyecto social latinoamericano que podría parecer como lo que Fidel Castro alguna vez imaginó hacer. Se ha dicho que Venezuela siempre ha sido un país demasiado pequeño para las ambiciones de Chávez, pero mientras éste busca posicionarse como el líder de un nuevo orden, los Venezolanos sufren una grave crisis de vivienda y desempleo (casi 50% de los venezolanos viven del empleo informal). El chavismo ha crecido rápidamente como fuerza gracias al descontento ante la política exterior de George W. Bush y al vacío de liderazgo que existe entre los grupos liberales de Venezuela, que no encuentran respuesta ante las diatribas y propuestas populistas de Chávez. En realidad, Chávez y Bush son líderes similares. Ambos usan al ejército como su base principal, usan la energía como motivador político, aplican el favoritismo sin remilgos, y consiguen el apoyo de un sector de la población que paradójicamente es la primera en sufrir los efectos de sus caóticos programas.

En las vallas de las avenidas de Caracas, se leen varias consignas bolivarianas del gobierno actual, entre ellas una que dice ¨haciendo la revolucion aduanera¨. Estos días, la aduana venezolana ha retenido una valija diplomática de la embajada de Estados Unidos, lo cual ha incrementado las ya de por sí tensas relaciones entre ambos países. Como microcosmos de esta revolución, la EPD sufrió un retraso casi irreparable por El papeleo aduanal para entrar a Venezuela. Esto, aunado a las dificultades económicas que tenemos por haber sido extorsionado y retenido tantas veces en la frontera, y por el impasse que aún tengo en la frontera con el Ecuador, me hizo tomar la decisión de sacrificar a La Panamericana para seguir el trayecto. Como resultado, la EPD continuará su fase final por tierra, pero desafortunadamente perdiendo la oportunidad de pasar por Quito y Lima como originalmente se había planeado. La heroica Panamericana recorrió un total de 15, 950 millas en un lapso de aproximadamente 400 horas de manejo, desde Anchorage hasta Caracas. Como aún tenemos la obligación de sacar la camioneta de Venezuela, un hombre de San Cristóbal ofreció llevarse el vehículo hasta Cúcuta (el lugar donde estuve como “rehen” por una semana) donde le perderemos la vista. La camioneta partió para Cúcuta aún con sodas y barras de granola de Alaska, llena de firmas de sus pasajeros de Salvador, Costa Rica y México, con su parabrisas quebrado, las raspaduras de Cartagena y San Francisco, y un ojo de dios que le compramos en Nuevo México.

Después de una dolorida despedida a la camioneta blanca de Alaska, empaqué mis maletas y salí para Asunción.

 

Pablo Helguera