Es mi deber hacer públicos los inconvenientes y contradicciones de los cuales fue víctima durante el proceso de montaje del Salón Regional, el proyecto “Escultura Blanda”. Este proyecto me fue encargado como propuesta de “curaduría académica de escultura” por la curadora general del Salón Regional Centro,
Natalia Gutiérrez.
Dentro de los ánimos curatoriales del Salón, Natalia Gutiérrez contempló, con muy buenas intenciones, insertarle algunas actividades y muestras de tipo académico, esto permitió diseñar un salón que superara la noción de obra en el sentido estricto y definitivo, enriqueciéndolo con procesos artísticos menos pretenciosos, distantes de la idea de obra protagónica y aislada del contexto donde se enmarca. Así pues, el Salón le dedicó tiempo y espacio a estrategia pedagógicas y actividades de trabajo grupal que señalan otras maneras de inscribir el hacer artístico en lo colectivo.
Fui invitado a participar en estos proyectos, al parecer, por mi relación docente con distintas escuelas de arte de Bogotá, a parte, me imagino, por la confianza profesional que ha depositado en mí la curadora general del Salón. Mi actividad docente me permite desde el área de escultura, contar con un panorama amplio de los procesos y búsquedas de los estudiantes, que en su gran mayoría, exploran asuntos pertinentes al tema que se me encargó, y que tiene que ver con pararse en el borde de lo escultórico, con la dilatación de sus límites como lenguaje y como léxico y por supuesto, con la puesta en crisis del objeto tradicional, incrementando la adopción de lo que yo denomino medios blandos, es decir, aquellos que están más cerca del gesto que del objeto, y más cerca del movimiento y la vitalidad de los procesos que de la pasividad de lo museal en sentido tradicional.
Una vez rastreado el panorama, invito a un grupo de 10 artistas, (8 estudiantes y 2 egresados), a participar con propuestas vinculadas entre sí por usar al objeto como señalador de dinámicas y procesos y no como fin, por diseñar operaciones ligadas al gesto, a lo participativo, etc., por adoptar en sus búsquedas medios documentales, por distanciarse de la intención tradicional de culto al objeto, y sobre todo, por estar explorando asuntos pertinentes al tema de los bordes de lo sólido y el desbarajuste o desintegración del objeto, tema que para nada es nuevo, habría que reconocer que la escultura hace tiempo ha ido adoptando medios, actitudes y conductas que se encontraban fuera de la labor tradicional, pero que hoy son contemplados como básicos en el ámbito académico y artístico.
Una vez claros los objetivos de nuestra participación en el Salón, pensamos como grupo las estrategias de información que acompañarían la exposición, las propuestas, para nada fotogénicas, requerían de un montaje especialmente ilustrado con textos y fichas ilustrativas que invitaran al público a interactuar con ellas, en muchos casos no se trataba del objeto de bulto, sino de operaciones móviles, habitables (las audio guías de Kevin Mancera por ejemplo, invita a llevarse una grabadora personal donde se escucha un recorrido guiado por la ciudad de Tunja, en este recorrido él describe a fondo personajes y lugares inscritos en la ciudad, exaltándolos y contrastando nuestras mirada habitualmente superficial de la ciudad).
Otra estrategia didáctica fue escribir un texto que aclarara los objetivos de nuestra presencia allí, y que esto respondía a la necesidad de la curadora general de mostrar en el Salón procesos académicos enmarcados como tal y no obras sueltas de artistas jóvenes, desprendidas de lo colectivo.
Siempre esperamos que el montaje de la muestra, los asuntos de organización y distribución del espacio fueran parte de nuestra labor, sobre todo, porque las propuestas exigían un alto grado de relación, reconocimiento y conciencia del espacio donde se iban a instalar.
No solo nos preocupó habitar creativa y responsablemente el espacio, (Alejandra Rincón por ejemplo, se dedicó a registrar en video y fotografía las intervenciones que progresivamente aparecen en un espacio de exhibición durante el montaje de una exposición; los deshechos, basura y sobrantes, son usados por ella porque ahí ve relaciones casuales con formas seudo escultóricas, a la manera del juego de buscar formas en las nubes, todo esto para armar un comentario en torno a la fugacidad de la imagen, a lo insulso que puede verse nuestra relación con la forma y la materia, etc., El problema es que el público nunca vio la propuesta de Alejandra ya que ella decidió retirarse del Salón después de que su trabajo fue visto como un simple reguero por la curadora general, el tema es que Natalia Gutiérrez nunca vio el video que acompañaba el supuesto reguero y que obviamente era parte fundamenta en su trabajo).
Buscamos la mejor manera de dar cuenta del carácter procesual y participativo de algunas de las obras con la inserción del material didáctico y descriptivo que cada artista había elaborado y que hasta ese momento aún no se había instalado.
Desafortunadamente, nunca se nos permitió concluir con el montaje como estaba previsto, ya que las intervenciones intrusivas interrumpían la actividad en pleno proceso, y esto acabo con la renuncia de algunos participantes al ver que el funcionamiento normal de su trabajo estaba siendo presionado e intervenido . En conclusión, lo que notamos, fue una especie de ansiedad de limpieza museal entendible y apenas razonable tratándose de un evento de tal magnitud y responsabilidad, el problema no es entender esto, es comprensible, lo difícil de entender, es la pérdida de confianza sobre nuestro trabajo, el mío como coordinador y el de los participantes como estudiantes de arte y artistas, sobre todo la pérdida de confianza antes de finalizar nuestro trabajo y de conocer el funcionamiento de las propuestas.
Se trataba de un grupo de trabajos desprendido de juicios de valor básicos y polarizados, o sea, distantes de conceptos como bonito o feo, limpio o sucio, etc., más bien son espacios que invitan a otro tipo de relaciones, mas cercano a lo vivencial, a habitar la continuidad de procesos orgánicos, en algunos casos ligados a lo urbano, sin embargo fueron leídos durante el montaje desde lo estrictamente retiniano, tal vez por el afán de resolver un montaje bonito y agradable al gusto y a la estética de quienes nos visitarían.
Los participantes, y debo corregir el folleto que invita al Salón, no forman parte de un “Taller de Mario Opazo”, tienen nombre propio y no porque tengan ánimo de figurar, sino por respeto, se trata de las siguientes personas: Edwin Sánchez, Kevin Mancera, Nicolás Sanin, Nestor Gutiérrez, Camilo Zúñiga, Alejandra Rincón, Diego Guzmán, Cristina de Gamboa, Icaro Zorbar, Gabriel Antolinez, ellos cumplían diferentes funciones formales y conceptuales en la articulación de la muestra, incluso pertenecen a distintos niveles académicos, desde alumnos de pregrado, pasando por egresados recientes, hasta un estudiante de maestría, la selección nunca se hizo bajo la búsqueda de protagonismo, y afán de artista joven por estar en el salón, yo me encargué en muchos casos de pedirles de manera insistente el favor de aportarnos en la exposición, porque recordaba y conocía sus campos de operaciones y reflexiones, por eso consideré fundamental la participación de cada uno de ellos. Sé que en el Salón se realizaron talleres, algunos artistas participaron de esta manera, este no es el caso, si bien he sido maestro de cada uno de los nombrados, no fue precisamente durante el marco del salón, mas bien mi experiencia académica con ellos se remonta a distintos tiempos, algunos más cercanos que otros, lo que si es una constante es que las relaciones y búsquedas con la escultura que dan lugar a sus propuestas participantes, me atrevo a decir, comienzan en el momento en que exploramos algunos ejercicios de clase, que para casi todos han seguido vigentes como preocupación, metodología y convicción, es así, como al momento de invitarlos algunos ya portan lenguajes, procesos y resultados mas maduros que otros, sin embargo esta distancia generacional fue precisamente un factor importante para entrenarnos en niveles de percepción y crítica más humildes, respetuosos y ambiciosos en cuanto a dar claridad de cómo avanzan los procesos.
El texto que acompañaría la muestra es el siguiente:
Escultura Blanda
Desde el ámbito académico hoy surgen relaciones con la escultura que ponen en crisis al objeto, dilatando los límites de lo que tradicionalmente se contemplaba en lo sólido y en la idea de arte como presencia objetual inmodificable y definitiva. Estos trabajos de estudiantes y recién egresados se proponen un ejercicio de confianza en la desintegración de la estructura sólida, para entender en el movimiento de los procesos, en la vitalidad orgánica de lo plástico, una posible operación escultórica, consistente en llevar las ideas de un estado indefinido a otro definido; esto solo es posible si se sustituyen algunos sentidos, por ejemplo, si se entiende por hacer, el acompañar una idea y por público, un grupo participativo y no adquisitivo.
Ablandar la escultura es hacer de ella en muchos casos, una sustancia fugitiva, un impulso, un gesto casi inatrapable espacio-temporalmente; es utilizar el objeto como señalador, como posible detonador de la experiencia y no como fin; es ubicar la forma, la estructura y la materia en un terreno de dudas y vértigo que expanden sus límites hasta rozarse con operaciones más cercanas (como diría Cildo Meireles) a la cultura que al arte.
Después de lo sucedido, solo queda una cascada de preguntas necesarias: ¿Qué nivel de compatibilidad hay entre las obras de arte con mayúscula y los procesos académicos que se intentaron mostrar en el salón?, Lo pregunto porque nos quedó una clara sensación de diferencia, al menos en el tratamiento institucional que se le dio a los artistas y a las obras. ¿En que momento los procesos artísticos dejan de ser vulnerables a las intenciones museográficas de un evento o de un curador?, ¿qué de las propuestas le pertenece al artista y que tanto al curador del salón?, lo digo porque el trabajo de Edwin Sánchez fue desmembrado por gusto, ni se le argumentó con razones de peso la exigencia a desalojar de la muestra una parte fundamental de la obra, se trata de un grupo de contenedores construidos con guacales de frutas donde se daba cuenta de una expedición por la ciudad, con mapas, evidencias traídas del trabajo de campo y textos, todo se quedó fuera del salón, ¿por qué? , ¿por la apariencia de los guacales?, cabe anotar que Edwin es un estudiante a punto de egresar, y goza del respeto y admiración de sus maestros, compañeros y artistas, por su compromiso frente a los procesos, por su madurez y solidez conceptual, que en este momento lo hace ser uno de los jóvenes artistas más contestatarios frente a los sistemas amañados y a la injusticia, por lo tanto él exige y seguirá exigiendo una explicación valida, y con él todos sus compañeros de la muestra.
Durante casi una semana los integrantes del proyecto Escultura Blanda habitaron un espacio planeando con las mejores intenciones un montaje digno de sus propuestas, a excepción del video de Gabriel Antolinez (que se propone relaciones muy comprometidas con el gusto y lo refinado), ellas no son fotogénicas ni glamorosas al ojo, precisamente ahí comenzó el problema, son anti homenajes al objeto sonso y amañado en la retina, le apuestan al movimiento y la vitalidad de los procesos, sobre todo están comprometidos a responder a las necesidades locales, no creen en las obras así a secas, mas bien en las dinámicas, no fue posible dar cuenta de sus intenciones en el salón, así que este espacio nos parece apropiado para ello.
Mario Opazo