Una Segunda Oportunidad para Hitler

Malentendiendo aquella idea de ciudad-museo, al punto de la aberración, asistimos a una refundación de Cartagena como un Cubo Blanco a manos de una comisión de turistas/artistas que a falta de trabajo de campo, ya estando allí, se ven tan necesitados de vacaciones pagas que han preferido hacer de su viaje un tour.

 

La tiranía de “La Heróica”

“Antes de los años setenta a pocos se le pasaba por la cabeza hospedarse en una casa en el casco antiguo de Cartagena. Mucho menos comprarla. Los precios del metro cuadrado eran irrisorios en comparación con los siete millones de pesos que cuesta hoy en promedio y los US$600 por noche en un hotel boutique. La pionera fue Gloria Zea, quien en 1978, como directora de Colcultura, le puso el ojo a la valiosa arquitectura escondida detrás de casas y edificios en franco estado de deterioro. Impulsó la restauración de edificaciones gubernamentales como la Alcaldía y el Sena, compró con cuatro amigos —entre ellos el diseñador Jean Pascal—, la propiedad a la familia De la Vega y construyeron cuatro viviendas internas. La inauguración de la casa marcó el comienzo del apogeo de la restauración y recuperación del Centro Histórico de Cartagena. Lo volvió de moda.”
¿De quién son las más bellas casas del centro histórico de Cartagena?  Kien & Ke.

No es poco lo que puede decirse respecto a Cartagena de Indias que por verosímil parezca inédito. Fue el principal puerto negrero de la Nueva Granada, ciudad de vocación pirata, fortín de extranjeros. Una Little Africa para el ojo del viajero que pueda preciarse de saber aventurar por territorios del tercer mundo llegando, aunque muy difícilmente, a entrever la desgraciada cotidianidad de la población promedio. Con Bogotá —que en varios sectores económicos alcanza a igualarse en precios a New York— es pionera en aumentar las distancias entre pobres y ricos perfilándose contra muchos, como un verdadero paraíso artificial para los pocos que pasan el filtro económico erigido como la bienvenida a una de las ciudades más onerosas del caribe.

Podría determinarse cómo en su actualidad se desarrolla la misma historia colonial del saqueo y esclavitud que ha signado estos disputados territorios desde la tragedia de su“descubrimiento” hasta el día de hoy, cuando de manera inverosímil, como parte del proyecto fallido de una nación con nombre de colono, soberana e independiente, es apellidada por el primer mundo como en “vía de desarrollo”, llevando por delante y con orgullo patrio la dádivas del imperialismo. Con una economía siempre basada en la explotación de sus diversos e “inagotables” recursos naturales y humanos; en gran parte por cualquier transnacional que así lo requiera con ayuda —o en menor medida, pero a manos llenas— de ciertos privilegiados; famosos e infames al mismo tiempo y desde siempre, aristocleptócratas con apellidos europeos como los presidiarios que montaban aquellas tres carabelas de la historia. Los Lleras, Santos, Samper, Botero o Zea, entre otros, varios de ellos, acreedores de fructíferos prontuarios, tan notorios y sondables como las ramas entrecruzadas de sus endogámicos linajes o su controvertida pero siempre ascendente trayectoria en todas las vertientes del poder “público”.

Ni hablar de sus homólogos que los secundan a nivel regional, “representantes” de lo peor del pueblo costeño. Son algunos de los lamentables co-protagonistas del cínico folclor político nacional: Yahir Acuña, María del Socorro Bustamante, Arleth “Princesa” Casado (su padre, Juan B. Casado; hermano, Juan Carlos Casado; esposo, Juan Manuel López Cabrales), “Ñoño” Elías, Musa Besaile, “El Gordo” García (su hermana Teresita García Romero; hermano, Juan José García; la esposa de este, Piedad Zuccardi; hijos de ellos Andrés Felipe y Juan José García Zuccardi, casado con María Alexandra Abello Vives, hija de José Rafael “El Mono” Abello Silva y Ana Elisa Vives Pérez, hermana de José Joaquín Vives Pérez), Nora María García Burgos (su hijo, Marcos Daniel Pineda García; y yerno, Carlos Camargo Assis que es primo de David Barguil Assis), “La Gata” (su abogada, Daira de Jesús Galvis Méndez; hermano, Arquímedes “Quimo” García Romero; e hijos, José Julio “Pocho” y Jorge Luis Alfonso López), Roberto Gerlein, José Alfredo Gnecco Zuleta (su padre, Lucas Gnecco y su primo Luis Alberto Monsalvo Gnecco, quien es hijo de Cielo Genecco Cerchar, prima de “Kiko” Gómez, y el concuñado de este es Gonzalo Gómez Soto), Antonio Guerra de la Espriella (su padre, José Guerra Tulena; el tío, Julio César Guerra Tulena; hermano, Joselito Guerra de la Espriella, el suegro de este, Jesús María “El Mono” López Gómez y su nieta, Maria Paula Guerra López, su hermano, Edmundo López Gómez, tío de Juan Manuel y Libardo López Cabrales; su hermana, Maria del Rosario Guerra de la Espriella y esposo de ella, Jens Mesa Dishington; sus otras hermanas, Albertina Guerra de la Espriella, que estuvo casada con David Char Navas, y Manira Guerra de la Espriella, el suegro de ella, José Ignacio Díazgranados Alzadora y su esposo, Sergio Díazgranados, el primo de este Juan Pablo Díazgranados; los primos de los Guerra de la Espriella, Hernando, Miguel Alfonso de la Espriella Burgos; el también primo de los mismos y de los de la Espriella Burgos, Rodrigo Burgos de la Espriella; también primos, Julio Miguel Guerra Sotto, Victor Guerra de la Espriella, Maria Salima Guerra de la Espriella y su esposo Jorge Luis Feris Chadid, hermano de Salomón Feris Chadid), Eduardo Merlano (su padre, Jairo Enrique Merlano), los Nule, Yamina Pestana (sus hermanos Sandra, Eligio y Pedro César Pestana Rojas), Astrid Sánchez Montes de Oca (su padre Rafael Sánchez; madre, Luz Marina Montes de Oca; hermanos Odín, Patrocinio, Siris, Orlene, Sony Sánchez Montes de Oca y el esposo de esta, Orlando Zapata Osorio); entre otros tantos alias y apellidos prominentes de las famiempresas electoreras que de generación en generación, mandan como los dueños y señores de nuestras costas, abandonadas al poderío de las corruptelas.

Justamente, es sobre nombres propios y aquella clase dirigente tradicional que conforman, donde debería recaer la máxima responsabilidad de la mayor parte de todos estos problemas y muchos más, pero para ejercer tal presión se requeriría una mayor dignidad de la que puede preciarse actualmente el desgraciado pueblo colombiano.

El escenario de este Distrito Turístico y Cultural, parece al mismo tiempo ofrecer el escape perfecto y un punto de encuentro ideal, para lo peor del nepotismo deslustrado de esta nueva patria boba. Pues nuestra venerada pero a la vez difícilmente respetable élite nacional con reputaciones construidas muchas veces a punta de intimidación, engaño y fuerza bruta —como haciendo hoy el papel de colonos en plena época de la conquista—, se concentran periódicamente por estos días en La Heroica, convirtiéndola no sólo en el destino predilecto para su tiempo de placer y ocio, también en el lugar estratégico donde zanjar los desastres cometidos en sus centros de poder y a la vez extender hasta allí sus retorcidos tentáculos estrechándolos en oscuras alianzas con pares, complotando orondamente sus próximas mangualas al ton y son de la playa, la brisa, el mar y en la privacidad de lujosas casonas patrimoniales, de interés histórico, pero con dueños particulares que nos hacen el favor de preservarlas; de manera similar como también se apropiaron las Islas del Rosario, entre la negligencia del estado y el oportunismo de quienes de tal manera se han convertido en los terratenientes de la región.

No cesan denuncias por obras en casa de Gloria Zea. Noticias Caracol.

A las afueras de La Ciudad Amurallada, la avasalladora del nativo inferior, se encuentra el contraste de la miseria, del despojo, la gentrificación, el exilio eventual e indiscriminado tanto de sus perros callejeros, sus hombres y mujeres habitantes de calle, por igual. Tales límites también están demarcados por un racismo patente, por ejemplo, en la obstaculización de la entrada a bares exclusivos a la gran mayoría de su población, afrocolombianos, ciudadanos tratados como de tercera clase incluso dentro de territorios no menos que ancestrales para esta comunidad; contrario a ello, su condición subordinada y excluida parece evidenciarse aún de peor manera, en la ocasión oportunista creada por los eventos de La Alta Cultura para invadir la ciudad, cuando así lo planifican los pocos que gozan de plenos derechos, aquellos de “buena raza”, la clase política y empresarial, adiestrada en las distinciones del buen gusto: “«Para darse cuenta cuán incluyente en realidad es un evento, en Cartagena nada más hay que fijarse en si hay negros«. La observación me la hace un colega cartagenero por adopción y, como resultado, poco después me descubro contando a las personas de apariencia afrocolombiana que asisten las actividades del Hay Festival Cartagena. […] cuento nada más a trece personas con evidente presencia de sangre negra en las venas. De estas, tres son edecanes, tres trabajan en los servicios de socorro y al menos uno tiene nacionalidad cubana. […] para un aforo que ya supera fácilmente las 400 personas la cifra es tremendamente baja, especialmente si se considera que, según el último censo, en esta ciudad cuatro de cada diez habitantes se identifican como afrocolombianos.”

Y es que hoy como en ninguna otra ciudad del Virreinato del Nuevo Reino de Granada, a pesar de su reducido tamaño, pueden ser más amplias las distancias entre su población, evidentes por ejemplo en la clara división entre Barrios Blancos (El Laguito, Boca Grande, Castillo Grande, Corralito de Piedra) y Barrios Negros (El Pozón, Nelson Mandela, Olaya, etc.) a su vez fragmentados por un sinnúmero de violentas pandillas conformadas por adolescentes territoriales que se diferencian entre si, sub-dividiéndose en otras fronteras invisibles, replicando contra sus iguales la crasa segregación que se cierne sobre ellos.

Por supuesto, ni los límites naturales se salvan de la expoliación desplegada por aquella industria falazmente benéfica del turismo que se precia de representar el mayor progreso de este puerto bañado en un mar de frutos diezmados y contaminado por la roña de proles voraces venidas del interior que hacen la temporada alta en estas playas para convertirse en víctimas de los locales, reducidos a su vez a mercachifles rapaces, micro-traficantes y/o “Danias Londoño” prototípicas, aún anónimas y cada vez más jóvenes enclavadas en la ciudad del Reinado Nacional de Belleza, que como lo ha asegurado su mismísimo director Raimundo Angulo, es verdaderamente: «El máximo evento cultural que tiene el país«.

Todo esfuerzo por el ocultamiento de problemáticas tan características pero a la vez calculadamente subestimadas, parece ser el reemplazo de una política social conforme con la visión idealizada de este Distrito Turístico y Cultural, por ello son acogidas las expresiones aparentemente innovadoras que arriben verificando desde un afuera el mismo discurso de romantización y exotización del devenir local que se antepone desde El Estado.

Para tales objetivos, parece concretarse estratégicamente el nuevo plan de las vacaciones artísticas que desde ya definen imperativamente el donde y cuando se le da un reposo a la crítica, una tregua al disenso, la opinión encuentra sosiego y reposo la investigación; en este fuera de tiempo, incluso las dinámicas más propias del medio en situaciones límite como estas, parecen dispuestas a paralizarse y todo, para que no se agüen aquellas fiestas de las élites, ganando así otro motivo más de celebración pues debe conmemorase lo que parece el pacto entre aquella clase política y empresarial, para el llamado efectivo de una difusa e incauta Comunidad Artística alrededor de ellos, para sustentar, con el favor de la cultura que representan los convocados, el consenso de bienestar que requiere la impunidad por el usufructo cometido.

Hay que ver cómo aún a pesar del mismo, se han logrando sumar participaciones cuyo objetivo principal parece ser guardar las buenas apariencias, dándole inescrupulosamente la espalda a semejantes crisis, las que de cualquier forma terminan rodeando in extremis eventos recientes, como la BIACI (Bienal Internacional de Arte de Cartagena de Indias) que inauguró hace un año y tiene uno más por delante para su segunda versión, y/o ART/Cartagena (Feria Internacional de Arte), que repitió este mes y cuyos balances según el éxito forzoso al que se ven avocados estos proyectos, podrían felizmente concluir con que aquellas pesadas e incomodas cargas sociales, económicas, políticas, incluso históricas, de la ciudad y aún del entorno más cercano constituido por las presentes condiciones de los eventos mismos; su organigrama, sus patrocinios, etc. no generan sentido alguno en las obras que allí confluyen, no son problemas que les incumben a los artista “foráneos”, menos aún desalientan o inspiran la participación de tales autores y tampoco parecen representar en nada su propia posición política, como ciudadanos.

Por el contrario, —aunque debería verse como un descrédito— su presencia allí efectivamente les suma ítems como profesionales ante lo viciado del medio y sobre todo, favorecen en apariencia sus ansias de posicionamiento socioeconómico por los mismos que las causan.

Más allá del engaño generalizado que procura la escenificación idealizada de una ciudad para el arte, lo cierto es que aquí, en tiempos recientes, lo que parece ejercerse es una práctica artística pretenciosa, banal, reducida, ignorante, ingenua, restringida a la decoración superflua que requieren la fusión de hoteles, galerías, boutiques, ferias o bienales de arte, en las ocasiones ya mencionadas; aportando así incluso al lavado de terribles imagenes personales con la rendición de honores a sus propietarios, otorgándoles la dignidad perdida mediante la entrega de capitales culturales a otrora protagonistas en la sombra de lo más escalofriante de la política nacional; quienes hoy reaparecen impávidos fungiendo como gestores y mecenas de las artes.

Gloria Zea y Francisco Santos. Apertura Oficial de ART/Cartagena. Revista Jet Set.

 

Comité de Horrores

“Walker sabe que la apuesta es grande y por eso buscó la asesoría de reconocidos personajes de la plástica y empresarios para integrarlos al comité de honor de la feria. Entre ellos están Celia Birbragher, quien tras su publicación ArtNexus es reconocida como una de las grandes conocedoras del arte latinoamericano; Ella Fontanals de Cisneros, directora de Cisneros Fontanals Art Foundation; Solita Mishaan, reconocida coleccionista; Gloria Zea, directora del Museo de Arte Moderno de Bogotá; y la excanciller Noemí Sanín… El comité lo completan Elenita Mogollón, directora de la Fundación Granitos de Paz; Francia Escobar de Zárate; Ximena Tapias, socia de Walker Marketing Cultural; Claudia Hakim, directora de la Fundación NC-arte de Bogotá; Carlos Lleras de la Fuente, presidente de la Junta del Festival Internacional de Música de Cartagena; María Juliana Ricaute, socia de Silk Banca de Inversión; Araceli ‘la Chica’ Morales, directora del Festival Internacional de las Artes del Caribe, y Jean Claude Bessudo, presidente del Grupo Aviatur”.

Los Duros del Arte en Cartagena. Revista Jet Set.

Malentendiendo al punto de la aberración algún arquetipo internacional de ciudad-museo, asistimos al nuevo intento de refundar a Cartagena; esta vez, como Cubo Blanco en manos de una comisión conformada por turistas/artistas que —a falta y necesidad de algún trabajo de campo— ya allí, parecen sentirse tan urgidos de vacaciones pagas que prefirieron hacer de los “viáticos” un tour estándar.

En favor de tan arrebatada comodidad, aceptando las oportunidades ofrecidas por la anuencia de una lamentable e incontinente actitud hedonista, han evitado con desprecio y silencio absoluto, las más cercanas pero desapacibles realidades del medio cartagenero. Que incluso, ni siquiera necesitaron ser indagadas por ellos pues desde el principio allegaron directamente en el grito emancipador de un puñado de artistas locales que con tenacidad y desde entonces, han venido denunciando las contraproducentes condiciones dejadas por tan mentados macro-eventos. Sin embargo, nada de lo señalado alcanzaría para despabilar la actitud indolente de sus colegas del interior, en una clara muestra de cómo el individualismo propio de una rampante sociedad de consumo, está determinando aquí las relaciones; máxime desde que el artista se identifica mayormente como el singular productor de un mercado en auge que debe entrar casi exclusivamente en relación de competencia con el otro, su rival.

Por ello para suplir de alguna manera aquel ejercicio elemental del lugar específico que por estas razones, entre otras similares, fué evitado deliberadamente. Ante todo, se hace necesario dar un rápido repaso por los perfiles del Comité de Honor de ART/Cartagena (también estrechamente relacionados con la BIACI) para dilucidar y tratar de entender, entre otras cosas, los “méritos” que los enigmáticos gestores de agenciasartísticas” (¿publicitarias y de viajes, de inmuebles, de modelos, de prensa, etc.?) tan multifacéticas han buscado en sus propias directivas.

 

Continuará en una segunda parte…

Jorge Sarmiento.