Una película de alguien que parece no querer mentir (tanto)

 

Escena de Exit Through the Gift Shop, de Banksy, tomada de Disco Roboto

Hija, esos graffitis que te asustan cuando caminamos por la calle, los de las personas con cara triste y animales con dientes enormes, los hacen personas que quieren dar a entender que algo no les gusta en el mundo donde vivimos. Generalmente, se trata de personas jóvenes (aunque sería buenísimo que hubiera graffiteros ancianos ¿Te los imaginas huyendo de la policía?) que, en gran medida, no empezaron así. Algunos, los más viejos entre esos jóvenes, provienen de facultades donde se capacitaron como diseñadores gráficos o artistas visuales y consumieron toneladas de información sobre la manera en que otros diseñadores y otros artistas hacían su trabajo. Uno de los personajes que seguramente conocieron en la universidad (aunque también a través de los medios de comunicación, que le han hecho una formidable campaña de publicidad –gratuita o no, eso aun no se sabe-), es un tipo británico que se puso el nombre de Banksy (recuerda hija, cuando uno quiere declarar su libertad se cambia el nombre que le dieron sus padres). Y, quizá, esa persona tampoco empezó creando de la nada. Según algunos, a este sujeto lo inspiró otro autor, de quien se dice que dijo: “cada vez que creo que he pintado algo ligeramente original, me doy cuenta de que Blek Le Rat lo hizo mejor, sólo que veinte años antes.” Como ves, hasta él procede de algo. Menos mal ¿Te imaginas que existieran los genios creadores? Qué miedo, a mí esas figuras de ciencia ficción siempre me han asustado.

Pues, mira, antes de que Banksy se diera a conocer, en Colombia los stenciles (esas plantillas que se hacen dibujando una imagen sobre un papel duro, recortándola luego, para dejar espacios en blanco y después pintar a través de ellos), tenían otro uso. Solían ser utilizados como herramientas publicitarias de campañas políticas con un pobre sentido del lenguaje visual. Antes de Piedad Córdoba, cuando tú ni siquiera existías, hubo personajes, Hernando Durán Dussán o Juan Martín Caicedo Ferrer (un exalcalde de Bogotá que también metieron a la cárcel) por ejemplo, que emplearon ese procedimiento para grabar su nombre en la memoria de los votantes. Como ves, esténcil y política van de la mano.

Ahora, el señor Banksy se presenta como el último gran producto de la producción artística británica, asumiendo rigurosamente cada uno de los atributos que identifican esa tradición: aparenta asumir un semblante menos pretensioso que el de sus predecesores (en este caso aquellos que aparecieron en ese clásico de la literatura artística de los noventa que canonizaba la colección de un publicista megalómano), parece que sale a la calle para aprender a decir groserías y las pronuncia mal (niño bien educado que no puede con el acento cockney), tiene muuucho dinero para refrendar el don de la ubicuidad y viaja rayando paredes por todo el mundo (su hit fue rayar –de día- el muro de Gaza), trata de verse chévere (usa saco de sudadera de capota), parece ser inteligente (memoriza muy bien la ironía de cada una de las respuestas que da en incontables entrevistas) y le gusta a los actores malos de cine. Para no dejar cabos sueltos, también hace exposiciones masivas ¿Qué por qué hace todo eso? Fácil, hija, porque es una campaña de marketing. ¿Para vender qué? Esperanza, mi amor, la idea de que todavía es posible sentirse furioso y expresar ira. ¿Ira por qué? Porque una de las cosas que más nos gusta adquirir, comprar, es la idea de que hay una revolución en ciernes, entonces, pensamos que qué bueno que alguien se enoje, proteste, raye paredes y haga un poquito de dinerillo. ¿Y, por qué lo de hacer exposiciones, que por qué alguien que reclama las paredes de las calles expone sus cosas como se tratara de hacerlo en las de un museo? No lo sé hija mía, quizá porque todos queremos estar siempre dentro de un museo, ¿no? Aunque, quizá sea por una asimilación del arquetipo exhibitivo que todos llevamos dentro. Biopolítica museal, dirían los que saben de Foucault pero no tanto como para ir más allá de que el tipo era calvo y se vestía horrible.

Como todo buen revolucionario, entonces, te cuento que este Banksy no da puntada sin dedal. Así, aparece en todo medio impreso o digital, sin dejar de insistir que las cosas son tal como él las piensa. ¿Que qué es lo que hace? Pinta unas ratas antropomorfizadas en actitudes ridículas, niños con alas de ángel, gorilas con los ojos brotados –como los que uno pondría si recibiera un buen fajo de Libras esterlinas por la pintura de una rata en actitud ridícula-, hombres adultos en negocios homosexuales. ¿Que si me gusta? Sí. Mucho.

¿Sabes? Ví su película… bueno, no toda ella. Apenas los setenta minutos que me dejó el servidor. También me gustó. Más que lo otro que hace. Es el cuento de Banksy tratando de hacerse el desentendido, pero cargado con un arsenal de fotos de personas haciendo múltiples variaciones de graffiti, que empiezan en Los Ángeles y luego venden su idea, como el punk, por todo el mundo. Y entre ellos hay algo entrañable, quieren hacer cosas diferentes. Entonces, deciden dejarse grabar en una historia épica donde demuestran que pueden llegar a lugares donde sólo pueden los hombres que limpian ventanas de edificios. Y ya. No más.

En fin, hay algo de esa historia que me gustó más que todo el otro asunto de la eterna juventud, rayar paredes y demás: justo antes de terminar la secuencia de títulos, y luego de saber que el sonidista era Jim Carey, se ve a un joven corriendo que se trepa a un alero, sacándole el cuerpo a dos oficiales de policía. ¿Sabes qué es lo mejor? Que los policías tienen el uniforme del honorable cuerpo armado policial colombiano. Lindo, ¿no? Nuestra linda gente colombiana apareciendo en una película que se estrenó en Sundance. Te gusta, ¿no? Bueno, te entiendo.

 

Guillermo Vanegas

 

8 opiniones “Una Película De Alguien Que Parece No Querer Mentir (tanto)”

  1. Efe says:

    Aunque me alegra que hagan una reseña del documental, se queda crudo en intension y analisis y el aceptar haberlo visto de megavideo y no haberlo terminado le quita toda credibilidad. Espero que lo ultimo que dijo del sonidista no espere confundir a Jim Carey por el Jim Carrey si esa era la intencion. Volvi a ver el intro despues de haber leido esto y no vi ningun uniforme de la policia colombiana, bueno igual es un buen documetal, un buen falso documental con una muy buena narracion y un enfoque claro hacia el mercado de el arte.

    • Guillermo Vanegas Guillermo Vanegas says:

      Estimado EFE, me interesa ayudarte, por lo mismo te envío la siguiente información, para que la corrobores con lo que dices. De pronto caigas en cuenta de tu errorcillo: En el minuto 2 con 22 segundos aparece una secuencia de la que tomo la siguiente imagen (lamento su calidad, pero es que solo puedo ver cosas de Megaupload, no cuento con servidores más sofisticados):

      Ahora te pido contrastes esa borrosa imagen con la siguiente, quizá encuentres un pequeño parecido:

  2. Gustavo Díaz says:

    No entiendo el artículo.

  3. Álvaro says:

    A mí me gusta esta reseña, opinión, o cuasi crónica cinematográfica. Por jacarandosa, personal y descomplicada. El autor, a quien no conozco ni tengo por qué elogiar, informa, evalúa y entrega un punto de vista sobre un documental que aún no he visto y que ahora intriga aún más mi curiosidad.

  4. Ta chuzca la referencia a la construccion del discurso del joven banksy, que se nutre de aquello, observa lo otro y genera lo suyo, ya que no es el unico que interviene el espacio con pintura. hay muchos con un trabajo similar, dan la cara y son sumamente talentosos, y no es banksy el unico que realiza este trabajo (si unico en su estilo, mas no en su “genero”), plantillas de con formas corporales a tamaño escala natural, denotando a un ser que esta allì a l par que nosotros, pero que nace solo de su cabez (a la mejor manera de un Dios creador), el referente de generar ciudadanos inexistentes y transladar el estilo del graffiti generando otros referentes, desplazando los trobas y la quick pice a una produccion no de un artista sino de un getto.

  5. Nathalia Azuero says:

    ¡¿Hija?! (…)

    Un artículo más pretencioso de lo que intenta mostrar al propio Banksy, lleno de afirmaciones y aseveraciones imposibles de corroborar, que sólo llueven sobre mojado en acrecentar el estereotipo del graffiti (un campo en el que todos creen saber todo, pero en el que muy pocos han hecho algo).

    “Hija (…), esos graffitis que te asustan cuando caminamos por la calle, los de las personas con cara triste y animales con dientes enormes, los hacen personas que quieren dar a entender que algo no les gusta en el mundo donde vivimos.”

    ¿No podría ser acaso sólo el gesto de alguien desocupado que quiere pintar en un muro, con tanto tiempo libre como el que se dedica a dibujar sobre papel y vender en galerías pero con pretenciones de mayor escala (paradójicamente)?

    (El artículo sigue explicando el mundo con -incestuosa- sobradez…)

    “Como ves, esténcil y política van de la mano.”

    Hmm…no. No siempre. De hecho, si nos ponemos puristas, el uso primario y más difundido del esténcil es de carácter decorativo (en la pintura de busetas y manualidades). Y ya todos sabemos bien que no hay nada menos político que el arte decorativo.

    “Ahora, el señor Banksy se presenta como el último gran producto de la producción artística británica, asumiendo rigurosamente cada uno de los atributos que identifican esa tradición: aparenta asumir un semblante menos pretencioso que el de sus predecesores (…), parece que sale a la calle para aprender a decir groserías y las pronuncia mal (niño bien educado que no puede con el acento cockney), tiene muuucho dinero para refrendar el don de la ubicuidad y viaja rayando paredes por todo el mundo (su hit fue rayar –de día- el muro de Gaza), trata de verse chévere (usa saco de sudadera de capota), (…) también hace exposiciones masivas (…) ”

    El “señor Banksy” -como lo denomina Vanegas-, no se presenta como nada. Se constituyó en “el último gran producto de la producción artística británica” me atrevería a decir, por contraejemplo y sin haber podido preveerlo en un comienzo (porque si alguien ha sido responsable de su ascenso -en fama y dinero-, ha sido la especulación de los medios en torno a su imagen y obra). Su amplia línea de trabajo no hace más que burlarse y parodiar el medio artístico y señalar el hecho irónico de ser uno de los artistas más caros sin haber revelado nunca su imagen y haciendo intervenciones que no están inscritas dentro de la legalidad del establecimiento artístico. Por supuesto, no era difícil adivinar el rumbo que tomarían las cosas si se observa cuidadosamente y de manera restrospectiva todo su cuerpo de trabajo coherente que no ha tenido que recurrir a la principal cualidad práctica del esténcil -la posibilidad de replicarse si no indefinidamente, sí por muchas veces- y que hace que Bansky sea más conocido que el resto de los artistas graffiti con el que pretenden unificarlos Vanegas y algunos de los foristas que han opinado. Es justamente por no ser un “One hit wonder” del graffiti y porque su trabajo no se resume sólo al esténcil (como pretende señalar Vanegas múltiples veces en su artículo), que ha realizado acciones, esculturas, instalaciones, grabaciones y muestras colectivas, que guardan unidad y que finalmente -y para escozor de muchos-, ha puesto el dedo en la llaga al hacer arte que sí entiende la gente del común, con exito y mucho, mucho humor.

    Me sorprende que el “señor Vanegas” con su perspicacia casi clínica, cite de manera prejuiciosa el asunto de las groserias; no sé si aparte del final de la película, se perdió el hecho que la voz está deformada y si además se tiene en cuenta el acento británico, se vuelve todo inentendible -que no es cuestión de esnobismo-. Sobre lo de “verse chévere” [sic],… no hay mucho que decir. No sólo por la ligereza del argumento, sino por la obviedad de que el atuendo es lo propio de un graffitero que busca -y basa su identidad- precisamente en ocultarla.

    Los argumentos en los que se basa ¿parecen argumentos contundentes, fiables o derivados de un hecho real? No. Suenan más como la opinión de alguien con un infantil dejo de envidia en sus palabras…

    “¿Qué por qué hace todo eso? Fácil, hija, porque es una campaña de marketing. ¿Para vender qué? Esperanza, mi amor, la idea de que todavía es posible sentirse furioso y expresar ira. ¿Ira por qué? Porque una de las cosas que más nos gusta adquirir, comprar, es la idea de que hay una revolución en ciernes, entonces, pensamos que qué bueno que alguien se enoje, proteste, raye paredes y haga un poquito de dinerillo.”

    No veo ni la esperanza ni la revolución, la verdad, Y lo cierto es que estoy más cercana a la visión que tendria un espectador ocasional y desprevenido que al que tendria una entidad en el mundo del arte. Sin embargo, a mis ojos, lo que hay es humor -del más fino estilo inglés- y mucha diversión al hacer las cosas. ¿Por qué sobrecargar las acciones ajenas con ese tonillo trascendental y hacer conjeturas al respecto? Lo del dinerillo…viene por añadidura a la obra (que no se note la envidia…)

    Pero el meollo del asunto y lo que me tiene opinando y parafraseando su artículo, ¡es la confesión absurda de no haber acabado la película!

    ¡Dios! ¡Con razón lo desatinado del artículo! Me voy a permitir dañarle el final. Sin pretender explicarle la película (ni más faltaba), va mucho, pero mucho más allá de:

    “Es el cuento de Banksy tratando de hacerse el desentendido, pero cargado con un arsenal de fotos de personas haciendo múltiples variaciones de graffiti, que empiezan en Los Ángeles y luego venden su idea, como el punk, por todo el mundo. Y entre ellos hay algo entrañable, quieren hacer cosas diferentes. Entonces, deciden dejarse grabar en una historia épica donde demuestran que pueden llegar a lugares donde sólo pueden los hombres que limpian ventanas de edificios. Y ya. No más.”

    ¡Por supuesto que hay más! Comenzando por el hecho de que ni siquiera Banksy es el protagonista. La “historia épica” a la que Vanegas se refiere, ni siquiera iba a existir, pero termina siendo el único pretexto para que un “camarógrafo aficionado” llamado Thierry Guetta se pueda acercar a Banksy. El resultado conseguido por Guetta es fatal y al mostrárselo a Banksy, esté le dice como consejo que “vaya y haga un poco de arte”, mientras le deja el material para que él (Banksy) pueda hacer algo provechoso con el.

    Guetta toma literalmente el consejo de Banksy y prepara un mega evento. Crea las obras haciendo un reencauche de todos los elementos principales de las obras más famosas del arte urbano y también del arte universal (como atestigua uno de sus colaboradores al comentar que pone Post- it® en libros de bolsillo que recopilan la historia del arte -para dummies-).

    De manera contraria a lo que el sentido común podria indicar y pese a la falta de una trayectoria artística consolidada, el evento es un éxito en Los Angeles y se considera a Guetta como “la nueva estrella en el panorama artístico de L.A.”.

    Al final, Banksy y los demás artistas como Obey o Invader, se muestran desconcertados y furiosos; es la manera en la que Banksy critica lo que comúnmente ocurre no sólo en L.A., sino en cualquier esfera local del arte; basta un poco de promoción y mucha pretensión para que la crítica voltee sus ojos ante “nuevas promesas” salidas de la nada y las consolide dentro del mercado. Creación de nuevos ídolos.

    Guillermo, como consejo final, no socave la fama que lo precede con artículos como este (y el de Beuys), en donde más que un análisis o aproximación crítica, predomina un (inentendible) tono de resentimiento y envidia.

    • Guillermo Vanegas Guillermo Vanegas says:

      Prometo no hablarle a mi hija con tono de incestuosa sobradez (prometo preguntarle a personas como Nathalia Azuero cómo es lo de la incestuosa sobradez… creo que su consejo y experiencia en incestos me serán de gran ayuda).

      Prometo que cuando vea una película veré TODA la película y no me dormiré si es aburrida (si me da sueño, prometo tomar tinto; si no encuentro tinto, prometo tomar té; si no encuentro té prometo bañarme la cara con agua fría; si no hay agua fría prometo ver la película de pie, caminando alrededor de la pantalla.

      Prometo no socavar la fama que me precede con artículos como éste (o el de Beuys)… Bueno, no creo poder llevar a término esta promesa, pero qué importa, yo, como Nathalia Azuero, haré uso de la ignorancia como un superávit de talento.