Tumbuctú, perra vida: Diego Piñeros en La Balsa Arte

Escribo esta pequeña reflexión sobre la obra de Diego, mientras Colombia espera noticias de Wilson el perro perdido en la selva, tras la búsqueda de los cuatro hermanitos Mucutuy; ahora, luego de décadas de historias en las que este territorio ha sido narrado desde la violencia política con la que se la ha configurado históricamente, imaginar a un grupo de soldados buscando a Wilson es posible, o al menos narrable.

Por Isabel Cristina Díaz

Conversaciones en sala: necesitados de cariño y dulzura.

TOMBUCTÚ- PERRA VIDA, Diego Piñeros García, en La Balsa Arte[1]

Proponer para las imágenes un tipo de alma, además de extraño puede resultar inconveniente. Sin embargo, las imágenes tienen alma, no una propia, más bien una dote o una cantidad suficiente de sentido –adquirido- como para hacer de ellas algo significativo, o al menos algo con sentido. El alma de las imágenes no tiene que ver con una esencia o con un determinado significado pendiente por desentrañar, por el contrario, depende siempre de la habilidad invertida en relacionarnos con ellas. ¿En qué momento las imágenes se despersonalizan hasta hacerse cosas inertes, basuritas de información, en muchos casos digital sin ninguna posibilidad de hacer aparecer al menos una referencia? Imposible determinarlo, seguramente tiene que ver con la historia de las mediaciones, o mejor, con la de las apropiaciones.

Apropiarse de una imagen supone también un cambio de alma, un reemplazo de sentido, entonces la capacidad de la imagen para adaptarse se ensancha dando la bienvenida a este nuevo pensamiento; sin embargo, no siempre el proceso se completa, entendemos entonces, que la imagen debe permanecer a la espera. Cuando por el contrario el sentido se acuerpa el resultado es emocionante. TOMBUCTÚ- PERRA VIDA, la actual exposición de Diego Piñeros García, logra producir esa emoción.

Diego Piñeros García, No me gusta verte triste. puntillismo en plastilina, 23 x 23 cm, 2020.

Inicialmente la exposición parece un ejercicio más de apropiación. Vemos enmarcadas imágenes que antes de ser digitales[2] fueron ilustración, pintura, incluso gobelino, todas tienen en común ser imágenes sin un original, o un dueño, entonces podemos imaginarlas como imágenes perras vagabundeando en las calles, en busca de cariño. La particularidad actual de esta apropiación consiste en que metódicamente se presentan realizadas en plastilina, sin embargo, esa minuciosa recreación material no es la única operación que ahí se realiza. La elección del título, la sola mención de la palabra Tombuctú resulta una invitación a recorrer con atención, necesariamente con tiempo el sentido que allí se organiza.

La manualidad podría ser suficiente, pero aquí no lo es. Me refiero a que en la práctica artística de Diego Piñeros García las imágenes son archivos armables y desarmables, incluso combinables, en ese sentido el tiempo invertido en formarlas a partir de pequeñas bolitas de plastilina puede comprenderse como pensamiento manual sobre este humilde y didáctico material. El proceso contribuye en personalizar, o dotar de alma a cada imagen, en la que además de bolitas de plastilina, se ven huellas dactilares, también conocimiento pictórico e histórico, sin embargo, en esta exposición las imágenes también se animan –en el sentido de adquirir alma-, en la medida en que se relacionan acertadamente con Tombuctú de Paul Auster[3].

“Míster Bones sabía que Willy no iba a durar mucho.”: durar, permanecer, aguantar, en esta novela su autor elige narrar la experiencia de un perro ante la inevitable muerte de su compañero humano. Quienes hemos leído el libro, recordamos también, que ante la fatalidad dos tareas imposibles se presentan urgentes, la primera asegurar el bienestar de Míster Bones, la segunda salvar la obra de toda una vida: “En los veintitrés años desde que se había puesto el apellido de Christmas, Willy había rellenado setenta y cuatro cuadernos hasta la última página. Sus escritos incluían poemas, cuentos, ensayos, diarios, epigramas, reflexiones autobiográficas y los primeros mil ochocientos versos de una epopeya en elaboración, Vida vagabunda.” (Auster, 2019). Ignoro cuándo o cómo apareció la referencia a Tombuctú en la obra de Diego Piñeros García, ¿aparece luego de la serie Piratería sentimental de animalitos para la depresión desarrollada durante la pandemia? Habría que preguntarle a él, lo importante de esta referencia es el hecho de que la relación entre un perro y un humano le sirve a Paul Auster para desarrollar una historia sobre el anhelo humano de duración. Salvar la obra significa aquí que: “Las palabras encerradas en el locker eran todo lo que tenía para responder de sí mismo. Si desaparecían, sería como si él nunca hubiese existido.” (Auster, 2019), así como para el animal la existencia de un lugar –Tombuctú- en el cual volver a reunirse con su amigo, después de la muerte significa volver a ser comprendido. Finalmente, que las palabras escritas se pierdan significa que tanto Willy como Míster Bones, existen en sus inentendibles conversaciones.

Necesitar cariño y algo de dulzura les da a estos dos personajes el alma suficiente como para que creamos en su existencia. Escribo esta pequeña reflexión sobre la obra de Diego, mientras Colombia espera noticias de Wilson el perro perdido en la selva, tras la búsqueda de los cuatro hermanitos Mucutuy; ahora, luego de décadas de historias en las que este territorio ha sido narrado desde la violencia política con la que se la ha configurado históricamente, imaginar a un grupo de soldados buscando a Wilson es posible, o al menos narrable. De esto se trata proponer un alma para las imágenes, o la posibilidad que estas tienen de animarse hasta lograr afectarnos, las imágenes nos conmueven, en la medida en que existen temporalmente, o por efecto de un tipo específico de tiempo. ¿Qué tipo de ser humano pasa horas haciendo en bolitas de plastilina retratos de perritos? ¿Qué tipo de seres humanos somos luego de sobrevivir al confinamiento de la pandemia? Una perra vida también significa que todos en algún momento reconocemos la necesidad de cariño y dulzura, o de un cambio de narrativa.

Diego Piñeros García, Tombuctú 1998 (izquierda), y Sin título (derecha)

 


Notas

[1] Junio 3 -Julio 14, 2023, La Balsa Arte Bogotá. https://labalsaarte.com/exhibiciones/tombuctu-perra-vida_sp/

[2]  El recorrido de izquierda a derecha en la sala comienza con la serie de memes de perritos que expuso en 2021 en La Balsa arte galería, en la sede de Medellín. Algunas de estas imágenes, o la serie, aparecerán en 2020 con el título: “piratería sentimental de animalitos para la depresión”.

https://www.facebook.com/Labalsaarte/photos/pb.100062858420283

[3] Paul Auster, 1999 Tombuctú, en la exposición se incluye la imagen de la portada del libro según edición de 2012 de Seix Barral, Editorial Planeta, S.A

https://www.planetadelibros.com/libros_contenido_extra/42/41370_Tombuctu.pdf

2 comentarios

Diego orgullosas de conocerte y valoramos inmensamente tu habilidad y creatividad en tus obras. Te llevamos en el corazón.