Con las últimas intervenciones la discusión se desplaza del ámbito mismo de la EPD como propuesta de una «crítica institucional» al de una reflexión crítica que surge -vaya paradoja- de las falencias de una «obra» que supuestamente cuestiona las instituciones. Obviamente, habrá quien entienda esta discusión como un contrapunto entre el artista viajero y los artistas locales. El asunto aquí es la estrategia -muy institucional- de absorber las críticas desplegando posiciones que no permiten cuestionamiento alguno, con afirmaciones como «todo lo tenía previsto» y despachar el asunto como un «debate» definido por la paranoia local a «todo lo que venga de los centros».
A lo que voy es que en debates pasados como el de «ruido crítico» -anexo enlace para que Pablo Helguera se ponga en contexto- se busca establecer una distancia con tanta «criticadera» a las instituciones. Es por ello que en un espacio como Esfera Pública la visible incapacidad de la EPD para abrir un espacio a la autocrítica nos refiera instantáneamente a la paquidermia de las instituciones culturales y a todos sus procesos de burocratización, limitaciones presupuestales, accidentes en el camino y calamidades que las hacen sordas, lentas y nada receptivas a cualquier tipo de revisión crítica. Aunque, claro está, justifiquen los ajustes a sus proyectos con afirmaciones como «a partir de las críticas del sector de los artistas y el medio en general hemos decidido reformar la presente edición del salón nacional», «la controversia es parte del proyecto» o, para no ir más lejos: «todo lo sucedido estaba previsto».
Y eso es algo que la EPD creo no tenía previsto: a partir de los señalamientos que se le han hecho desde este espacio, esa crítica institucional que no pudo concretar a nivel local la EPD por sí misma, se realiza a pesar de ella, y no porque seamos una suerte de paranoicos de lo que «nos llega de Nueva York», sino porque precisamente en esta esfera se ha discutido constantemente sobre el papel de las instituciones, sus pros y sus contras. Es ese tal vez el «contexto local» que la EPD desconoce. Y es con este debate que se ha (des)articulado la EPD. Un debate que creo no tiene sus origenes en lo neoyorquino de nuestra identidad y menos aún, en el recurso de recurrir al cliché de nuestros «problemas de frontera» por ser colombianos -o mexicanos-, sino en una serie de problemáticas de las instituciones locales -muy distintas a las de NYC- en donde el artista como institución trata de establecer una distancia crítica con las demás instituciones en que está inmerso su trabajo y su discurso.
Los problemas con las fronteras los ha tenido la EPD. Y de eso Pablo Helguera ha escrito en abundancia. También parece tener problemas con las fronteras de sentido. Lleva tres semanas en Esfera Pública y no se ha dado cuenta que, como lo ha afirmado Francois Bucher con sutil humor, la reflexión sobre lo institucional es una de las «especialidades» de este espacio -que ha probado a la EPD y que ésta continua sin probar. Y es una de las especialidades con la que artistas como Lucas Ospina y Francois Bucher han tomado distancia en discusiones recientes. Es tal vez por ello que este debate proponga una forma distinta de acercarse a una obra -porque la EPD de alguna forma se propone como tal- y salgamos de la discusión recurrente de «lo institucional».
Lo paradójico del asunto es que es precisamente con una propuesta que se presenta como «crítica institucional» con la que estos artistas empiezan a construir una forma propia de acercarse a una obra y abrir así un espacio distinto al de la muy «normal» y convencional reseña crítica de revista especializada.
Y eso mi estimado Pablo, es algo que no estaba previsto.
Mery Boom
*aconsejo a la EPD un tour por la discusión «ruido crítico» en los archivos de Esfera Pública >