Subversión más allá de la sospecha* II

Subversión más allá de la sospecha* II / El camino musical entre la indignación y la N a d a

«El camino hasta la dignidad perdida pasa por la indignación» (reelaboración de una de las miles de consignas producidas durante las jornadas del ya mítico 15-M)

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¿Quiénes son? ¿qué o quién está detrás de esta “cosa”? ¿cuáles son los objetivos que persiguen? ¿porqué han escogido los días previos a la elección? Son sólo algunas de las preguntas que se hacen algunos con cara de espanto. Como si fuera necesario y urgente responder a ellas, mejor precisemos, como si una identidad o un fin específico y claro cambiara, determinara, legitimara o no lo que obviamente se ha hecho “manifiesto”: un grupo de gente ha salido de manera espontánea a decir mucho de lo que todos pensamos pero callamos –o decimos entredientes, en voz baja o en el ámbito de lo privado– porque al parecer hasta ahora no había con quien compartirlo, no había un receptor del otro lado que “lo” quisiera escuchar.

Otros dicen, con una sonrisa medio burlona: son muchas –quizás demasiadas– las propuestas, las peticiones, las demandas se han hecho infinitas, imposible recogerlas todas. Unas pocas –por lo concretas– podrían ser susceptibles de ser llevadas a cabo: revisión y derogación de leyes, cambios en las estructuras, adopción del referéndum; otras, no, ya que pertenecen a ese enorme e informe universo de lo utópico que sin miramientos se desechan por ser románticas, poéticas, en fin, ingenuas. Pero sin duda, todas están motivadas por un descontento legítimo de un estado de cosas que se debe revisar.

Hay quienes con mucho cinismo se lamentan y sufren delirio de persecusión: “se nos quiere sabotear la fiesta del voto”, este es un atentado contra “los sagrados” momentos de la “comunión” democrática con la que se que justifica, sostiene y “delimita” la Democracia: el ejercicio del voto.

Pero, acaso la Democracia sea algo más. Quizás precisamente el ejercicio que en estos momentos se está llevando a cabo no sólo en la plaza del Sol de Madrid, sino en muchas otras dentro y fuera de las fronteras españolas, sea justamente ese ejercicio de “reflexión” previo a un ceremonial por medio del que se cumple, se organiza y se legitima uno de los pactos sociales y políticos de una comunidad, y por tanto sea como nunca tan oportuno.

Nos resistimos, ponemos nuestros prejuicios, levantamos barreras: ejercicio inútil. Nuestro descontento, nuestra indignación, ante un estado de cosas que desde hace mucho tiempo da señales de su mal funcionamiento se ha manifestado y se ha hecho “evidente”. Pues más que a un político o a un líder esta enorme profusión de ideas, problemas, dudas, certezas, propuestas, críticas, reclamos, señalamientos, peticiones nos están destinadas: es a nosotros mismos a quienes –por medio de este cualsea [1] grupo de gente– nos estamos dirigiendo nosotros mismos cualsea seamos.

Quizás –no puedo asegurarlo– nunca como hasta ahora ha habido una jornada de reflexión como esta: espontánea, pública, convocada a través de las redes sociales y con la aspiración de buscar un orden en el caos de la improvisación. Esto la hace más valiosa de lo que a primera vista parece y de cómo nos la quieren mostrar. Y en ello no hay una cualidad baladí, pues la reflexión, es decir, la toma de conciencia de “la realidad” debe ser fruto de un gesto libre y espontáneo, además, llevado a cabo en un marco de respeto y de inclusión: el cual se busca compartir.

Sin embargo, aunque diferente, hace no tanto tiempo esa comunidad dio un giro al curso político al darse cuenta de que le estaban mintiendo de forma descarada. Entonces, se detonó una indignación frente al engaño que dejó en evidencia la desnudez de los líderes. La indignación de hoy no es ante un hecho puntual, es algo que arrastra engaños, verdades a medias, actos de todos los agentes políticos y económicos, incluso, quizás hasta podría decirse que ahí se manifiesta un sentimiento “global”.

Hay algo cierto en las críticas que se han hecho: son tal cantidad de “cosas” las que se “nos” están revelando que resulta difícil asimilar, ordenar y extraer de ello un orden del día y una agenda de trabajo con la cual se pueda empezar. Sin embargo, no creo que ese deba ser el siguiente paso, lo que estamos presenciando es nuestra propia toma de conciencia y es en ella en donde el medio ve cumplidos sus fines.

La democracia, no es ir a votar, o por lo menos no es solo eso. Sobretodo cuando una parte importante de la comunidad no se siente identificada con las opciones “sufragables” o en varias ocasiones ha sido decepcionado por ellas.

También es cierto que se equivocan quienes esperan que de estas jornadas de manifestaciones públicas salgan las soluciones a los problemas que se sufren en el ámbito político y económico. Es injusto (en el caso de quienes los descalifican) y pretencioso (en el caso de sus promotores y adeptos) hacer tales exigencias. En el mejor de los casos, este ejercicio puede ser el inicio de un verdadero proceso de autocrítica, en el que por ejemplo se cuestione realmente porqué nunca se ha trabajado para producir las industrias que a su vez generen una riqueza que sostenga el estado de bienestar y haga “real” la democracia por medio de la equidad.

Un ejercicio en verdad responsable en el que todos como sociedad asumimos que hemos sido víctimas de nuestro propio engaño, que nos hemos estafado unos a otros. No sólo los políticos –desde el poder o desde la oposición– mienten y hechan mano de cualquier artimaña para ensalzar o desacreditar las políticas adoptadas, sino los ciudadanos que muchas veces sabemos que se nos está contando un cuento que nos conviene creer y del cual no somos responsables.

Basta pues de cualquier tipo de autocomplacencias. Para recuperar aquella dignidad perdida de la consigna, primero habrá que transitar el nada fácil camino de la indignación con nosotros mismos, por los años de pasividad, por haber aceptado con tanta facilidad el engaño cuando era conveniente y por no habernos exigido un poco más.

Y como lo que se avecina no es una senda cubierta de pétalos, sino de mucho trabajo y baños de una realidad real no nos vendría «Nada» [2] mal entonar una canción que nos animara a comenzar a andar el camino amarillo que se abre ante nuestros ojos siempre deseosos de música, en el kilómetro cero de nuestro reino de Oz…

 

 

 

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– María Virginia Jaua

publicado por ::salónKritik::
* Véase Subversión más allá de la sospecha / Derivas situacionistas.

[1] “El ser que viene es el ser cualsea”, dice Agamben, en su anuncio de la comunidad que habrá de advenir.

[2] El autor de esta canción