Sobre el espacio público

Gabriel Merchán: Existen unos derechos de los ciudadanos relacionados con el espacio público que parecen estar irrespetándose y tienen que ver con su libre movilización por andenes, calles y plazas de la ciudad.

Derechos cuya defensa han asumido con vehemencia las últimas administraciones de Bogota y que actualmente se encuentran en entredicho gracias a los anuncios de la actual administración -y sus compromisos de campaña con los vendedores ambulantes- en el sentido de que flexibilizará la regulación del espacio público, pues el modelo de ciudad que abogaba por unas vías despejadas y reguladas, era un modelo que desconocía un problema de desempleo en aras de una estetización, de una «Bogotá más bella».

Esto re-legitimó las aspiraciones del comercio informal y los vendedores ambulantes han invadido nuevamente vías y parques. El debate sobre el espacio público está candente y creo que vale la pena abordarlo desde esta pública esfera.

Tienen los ciudadanos derecho a unas vías que permitan su libre y segura circulación? El desempleo es una razón legitima para invadir andenes, plazas y parques? Son los mimos y las «estatuas vivientes» vendedores ambulantes o expresiones culturales?

Anexo un par de opiniones aparecidas en El Tiempo de este sábado seguidas de una breve crónica publicada en la seccion «Bogotá» del mismo diario.

opiniones >

«Tengo una pregunta para el señor Alcalde y su secretario. Los impuestos que pagamos los bogotanos no son suficiente razón para que también se nos respeten nuestros derechos? como tener andenes y parques limpios y despejados de estos personajes, que aunque sabemos están en difíciles condiciones también crean malestar y hasta inseguridad.

Muchas de estas ventas ambulantes son disfraces de delincuencia organizada para planear y organizar desde estos puestos atracos y asaltos a los desprevenidos transeúntes y pequeños comerciantes que sí pagan impuestos y se ven constantemente amenazados. Llamé a la Alcaldía, sección quejas y reclamos, justamente indagando por este tema a lo cual respondieron que dictara una carta con mi preocupación que ellos en 15 días darían respuesta a mis requerimientos. ‘Burocracia, simple burocracia’.» / André e Nys

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«He notado que en las páginas de opinión se hace una especie de elogio frecuente acerca de la gestión de Lucho y su Secretario de Gobierno Ospina. Me parece bien respetable este tipo de opinión pero no la comparto. Creo que en materia de espacio público les va mal porque estamos retrocediendo. Mire nada más el desastre que es hoy en día la carrera Séptima o el sector de San Victorino. La suciedad y la inseguridad retornaron a estos sitios.

Ese cuento de que Bogotá no puede ser una ciudad europea porque es pobre, me parece absurdo y nada acertado. No creo y nadie puede creer que la solución al desempleo sea el libre comercio de chulerías en la calle. Considero que los vendedores ambulantes constituyen más un problema que una verdadera solución.

Bogotá ha retornado a sus tristes épocas de desaseo y falta de espacio público para los transeúntes por cuenta de las masas de vendedores ambulantes que todo lo han invadido. Por Dios, que desastre de ciudad es hoy Bogotá.» / Iván Jaramillo

Paquita la del barrio:

La lógica operativa del futuro. Habría que empezar, aunque no me ocuparé yo de eso aquí, por determinar a qué se refiere el tropo espacio público’, así como buscar los modos de entendimiento sobre lo que el término ‘público’ indica. ¿Es lo público un proceso de constitución de realidad construido a partir de un consenso generalizado sobre las condiciones de esa realidad, es un cliché ‘democrático’ de las instituciones que se aseguran, con el término ‘público’, de aparentar la representación de una comunidad determinada cuando actúan de hecho en favor de un conglomerado económico privado, o es, en definitiva, una apropiación de la lógica mediática operada a partir de los valores de la imagen espectacular? Es decir, ¿son lo público y el espacio público condiciones reales, o son más bien representaciones de una realidad que se pretende jugar a partir de la imagen? ¿No se construye lo público más en el disenso y la fricción que en el consenso habermasian o? ¿Qué pasa si no queremos vivir “todos del mismo lado”?

Y lo digo porque, cuando se inauguró hace dos años el evento arborizarte, ustedes recordarán, se invadieron calles y plazoletas de Bogotá con esos muy cuestionables productos artísticos, y nadie protestó, siendo que estos objetos, además de feos, yo diría inmundos, eran peligrosos. Sí, como lo oyen, peligrosos. O ¿muchos no eran pedazos de lata retorcida u oxidada con cortes irregulares y grandes puntas que atacaban a los transeúntes? ¿Dónde estaba la defensoría del espacio público para retirar esos objetos que invadían el espacio, entorpecían el desplazamiento y ponían en riesgo la vida de niños, ancianos y caminantes desprevenidos? ¿No estorban en los andenes los paneles del Fotomuseo? ¿No se quebraron muchos comerciantes establecidos, de los que pagan impuestos, por cuenta de la instalación de bolardos a lo largo y ancho de la ciudad?

Andenes para la gente. Y la gente es la que está en la calle, la que necesita comer a diario algo más que eso que le toca al coronel garciamarquiano en el último párrafo de un libro. Andenes para la gente. ¿Cuántos de ustedes, quienes tengan hijos, los dejarían jugando en un andén, digamos, en la carrera décima con veintidós, ya que el andén es para la gente y la gente parece empezar a ser, en este debate, ese grupo social que tiene solucionadas sus necesidades básicas de vivienda, recreación y alimentación? ¿Cuántos de ustedes pretenden luchar por ese derecho a solazarse en plena vía pública y desierta? ¿Acaso sólo es gente la que se siente violentada porque la apretujan o la rozan en el andén, porque le arrugan el vestidito de paño con los empujones en transmilenio, los que andan solitos en sus carros con los vidrios arriba y el estéreo a toda para que el mundo no los perturbe y gentuza fea no les hable ni les robe la cartera o el celular? ¿Qué es ‘gente’? ¿Cuántos de los que reclaman su espacio público salen los domingos a pintar con caballete escenas callejeras cual parisinos paseistas? Entonces, no sólo todo lo anterior, sino ¿para qué el dichoso espacio público? ¿Quieren un espacio público muerto? ¿Andenes para la gente como los de la Cabrera, Santa Bárbara o el Polo (por supuesto no el democrático), por los que no pasa nadie?

El señor Fernando Lecaros dice que el comercio callejero sólo favorece, como máximo, a un millar de potenciales desempleados, con lo que comprueba que no ha pasado por la trece con séptima últimamente, ya que sólo allí, en esa cuadra, puede haber alrededor de 200 personas ofreciendo servicios y productos diversos, sin contar por supuesto a los esmeralderos. Apenas las familias de esos 200 ‘ambulantes’, como él los llama, suman fácilmente 1000. Señor Lecaros, ¿está escribiendo desde Davos? O, si son sólo mil personas, ¿a qué viene el escándalo?

¿Por qué los ‘árboles’ de arborizarte se podían ofrecer en plena vía pública, si también tenían un fin comercial? ¿Es que las viudas de los policías, con todo respeto, sí pueden obtener de la calle lo que les está prohibido a los vendedores informales? ¿No patrocina una multinacional de productos fotográficos al fotomuseo, y no es eso entonces actividad comercial en espacio público? ¿No se hizo la campaña ‘Exprésate’, de la ETB, a partir de imágenes de vendedores ambulantes, payasos de restaurante y estatuas humanas, todos potencialmente prohibidos por el código de policía? ¿Acaso estas personas pueden existir como imagen exótica neutralizada por la publicidad corporativa pero no como protagonistas de una disputa por la supervivencia real?

Lo peor de todo, señor Lecaros, es su pretensión estetizante, por la que quiere tener una ciudad ‘limpia’ y ‘bonita’, esperando que la mera ausencia de gente pobre actúe el milagrito. Si a Bogotá le dicen la Atenas suramericana tal vez sea porque sólo es ruinas. ¿Cree usted que por fuerza de ley se van a solucionar problemas tan serios de configuración urbana, marginalidad y justicia social?

Lo que pone don Fernando en escena es la voluntad de mantenimiento de una relación hegemónica de poder, hoy por hoy imposible y destinada entonces a desaparecer, frente a unas prácticas emergentes de resocialización y aprovechamiento de las ciudades, que cada vez cobran más fuerza. Hacia el año 2015, el 80% de la población mundial vivirá en apenas 15 ciudades, y si no estoy mal, Bogotá es una de ellas. Proyectos arquitectónicos como Mutaciones, en el que participa, entre otros, el arquitecto Rem Koolhass, ponen sobre la mesa la inminencia de estos fenómenos de habitación urbana, ineludibles y desesperados, a los que ninguna administración distrital de ninguna ciudad en el mundo les podrá hacer frente de una manera eficaz. Pero sí la gente que migra y sufre la calle, como lo demuestra la explosión demográfica en ciudades como Lagos o Mumbay ( antes Bombay), donde habita el 15% de la gente pobre del planeta y que, a pesar de no contar con la mínima infraestructura, ha podido vivir allí a punta de ingenio, organización social y mucha observación del entorno.

Entender estos fenómenos en términos de Inserción, tal cual Cildo Meireles en los 70, o como Zonas Autónomas Transitorias, según la noción acuñada por Hakim Bey, nos permite ver el problema como formas de producción de signos, en organizaciones sociales unidas a partir de contingencias específicas, y gracias a la aplicación de lógicas de diseminación viral pasadas al campo de la supervivencia económica y la supervivencia a secas.

Ver en los andenes el pollo transgénico (con orejas de conejo), el rallador de papa multiusos, los afiches de tetas de millos y nacional, las camisetas chinas y los cd’s de Reggaeton a $2000 eficientemente ofrecidos por personas que consiguen lo que uno necesita con apenas un silbido, que saben cuándo desaparecer porque llegó el camión de la policía y que pueden rearmar sus tenderetes con una agilidad increíble, me habla más de la ciudad del futuro, de las condiciones de unas nuevas formas de solidaridad para la supervivencia, y del mundo en general, que los desteñidos arbolitos de lata de los que se ufanan las administraciones distritales, los gestores culturales y los artistas en general.

Comprar pilas sqny y sacos Tony Falcony me hace sentir parte de una ciudad viva, que flota gracias a una economía de signos manejada con maestría, y que logra agruparse eficazmente para sacar adelante un proyecto común de la vida real, sin espectáculos, modulaciones empresariales ni intervención institucional en apoyo de dignidades heridas y retardatarias.

Den una vuelta por el centro, compren chucherías hasta ahora inexistentes y vean a “la Bogotá que queremos” con los ojos del mañana. Señor pasajero: pague con sencillo, siga por el pasillo y cuide su bolsillo.

Con cariño, Paquita

Catalina Vaughan: Definitivamente descubrimos que el espacio público existe. Lo digo pues han sido las últimas administraciones quienes lo han puesto en primerísimo plano ya sea por el dinero que se le ha invertido en su aspecto físico, como por toda la pedagogía mockusiana sobre este tipo de espacio como lugar de convivencia y ‘reconocimiento del otro’. También estamos descubriendo que esos andenes, además de servir como lugar de transito, lo son tambien de conflicto («tanta plata metida en cemento y pedagogía para que venga esta ‘gente’ y se plante a vender cuanta chuchería existe, que carajos le pasa al alcalde??»)

Y el conflicto no creo que consista únicamente en la apropiación de andenes por el comercio informal o la pomposa espectacularidad de las corporaciones. Así como a Paquita le encanta agacharse a escoger sus sacos Tony Falcony, a otros (Lescaros entre ellos?) les parece que a estos vendedores el Estado debería procurarles una solución (léase ‘un localito’ en otro sector) en el corto o mediano plazo. Están también los dueños de los locales que pagan arriendo, valorización y todo tipo de impuestos que les daría un físico ataque si esta «invasión» se institucionaliza. («antes de que me invadan el anden, pues también saco mi ‘merca’ y la exhibo con payaso y megáfono»)

Que tal lo del parque de la 93!! En navidad «Comcel» patrocina pesebre y árbol en el que su geométrico logo se utiliza como adorno navideño en la punta del pino y como ‘estrella de Belén’ en un pesebre infeliz. Además todo Bogotá hace la respectiva romería a este ‘show-room’ en donde lo único que hace falta es que los reyes magos, la virgen y san josé, tengan estambado en sus ropajes el emblema de la empresa que los patrocina. («Viste el celular que está al lado del ‘niño dios’? Está divino, con cuerpo de aluminio y camara digital de 3 megapixeles!!»)

En esta última navidad los ejecutivos de esa compañía lograron desplazar fuera de «su» parque a los subversivos y olorosos chuzos de mazorca que invadieron tan divina y bella vitrina. Lo que no lograron ocultar fue el rito que los bogotanos de todos los estratos tienen con la mazorca asada (y si es de chuzo, tanto mejor). Será que para la próxima navidad Leo Katz pondrá unas nenas con minifalda a asar ‘sweet corn’ en el centro de ese parque tan divino? (O será que más bien va a la fija y pone chuzos bien diseñados con parrillas de titanio y `fritanga gourmet´?)

O será que la alcaldía querrá sacarse un clavito más con la ‘elite’ y -en vez del macro evento «Ven al sur» con que abrió el año- invitará a toda la ciudad a visitar los pesebres del Chicó como parte de un paseo (Ven al norte) en chivas rumberas con mariachis, música de carrilera, chucu-chucu y chunchullo incluido? («Mira allí están julito y alfonsito comiendo morcilla !!»)

Amanecerá y veremos

Isaac Gamo: Para nadie es un secreto que la séptima es la mayor vitrina del mercado pirata. No lo digo por los almacenes. Es por los vendedores ambulantes que infestan la tradicional vía.

Para los defensores de la piratería -la pose de moda- hay malas noticias: nuestro conciliador alcalde está de acuerdo con que se invada, pero le parece grave lo de la piratería.

Anexo esta nota de El Tiempo publicada el día de hoy >

«Desde hoy, vendedores ambulantes de la Carrera Séptima no podrán ofrecer mercancías de contrabando»

Fue una de las advertencias del alcalde Luis Eduardo Garzón al firmar el primer pacto de cumplimiento con los informales. Esta es la crónica.

Antes de refundirse entre los vendedores ambulantes que ocupan la carrera 7a., el alcalde Lucho Garzón, hizo dos advertencias: «no somos cómplices de la ilegalidad, pero tampoco le vamos a decir a la Policía reprima, reprima; y no se va a arrendar ni a parcelar el espacio público».

Esta notificación fue el preámbulo del milimétrico recorrido que hizo por la vía más tradicional de la ciudad -y hoy una de las más invadidas- dentro de la décima cuarta jornada de ‘Bogotá en movimiento’.

La caminata de Garzón empezó en la Casa del Florero -calle 11 con carrera 7a.- a la 1 p.m. por la acera oriental. Allí se encontró con el primer ambulante: «Usted no tiene problema si camina, pero no se puede quedar estacionaria», le dijo Lucho a una vendedora que llevaba su chaza al hombre y que se le acercó al notar su presencia para decirle que apenas ganaba para comer.

Caminó unos pocos metros acompañado del secretario de Gobierno, Juan Manuel Ospina, y la gerente del Fondo de Ventas Populares, Esperanza Hurtado, y se encontró a otro informal para quien el mensaje fue distinto: «Esa carreta no puede estar aquí desde mañana (hoy)», le comunicó a Miguel Roberto Alba, un hombre que lleva vendiendo aguacates durante 23 años en la calle 12 con 7a.

«Entonces qué vamos a hacer señor Alcalde», le replicó un joven con su mercancía tirada sobre un plástico. «Tampoco puede haber contrabando», respondió Garzón en alusión a los juguetes mecánicos que vio en el piso.

Al llegar al Centro Artesanal Plaza Bolívar, frente al legendario edificio Murillo Toro, Lucho enfrentó un conato de mitin promovido por los comerciantes formales del lugar. «Usted nos tiene jodidos, nos va a quebrar, nosotros pagamos impuestos», le gritó Bernardo Cifuentes, presidente de la Asociación de Comerciantes del Centro (Apic).

Garzón sorteó la situación echando mano de su experiencia como líder sindical: «Bajo presiones y mítines no actúo -dijo-. Aquí estoy poniendo la cara para ver cómo solucionamos este problema porque no puedo meter a los vendedores en las alcantarillas».

«Luchito si se porta bien lo vamos a llevar la Presidencia, no olvide que usted ganó la Alcaldía por nosotros», gritó Bertha Gaitán, vendedora de dulces de la Séptima desde hace 10 años.

Fue un recorrido a pie de tres horas, que terminó en el auditorio de la Universidad Central, en la calle 22 con 6a. Allí, ante unas tres mil personas, Garzón dejó claro que desde hoy en la 7a., entre calles 11 y 26, no puede haber ventas de productos de contrabando ni piratería, estufas con pipetas de gas, carretas y mucho menos niños explotados en actividades comerciales ilegales.

Los vendedores que acepten esas reglas del juego, tienen 10 días para firmar el primer Pacto de Cumplimiento con la Administración y el comercio formal, que les permite la ocupación temporal del espacio público en zonas específicas de esa tradicional vía.

El pacto, que tiene seis meses de vigencia, debe terminar en la reubicación de cerca de 2.000 informales censados en esa zona y en la constitución de empresas asociativas para trabajar formalmente y con un ingreso asegurado.

Propósitos del Pacto

1..- Fijar las normas para el uso regulado, ordenado y controlado en ventas informales, de acuerdo con los parámetros establecidos por la Administración en las zonas no recuperadas de la localidad.

2.- Facilitar la movilidad de los peatones y vehículos para garantizar el derecho colectivo al goce del espacio público.

3.- Proteger los derechos fundamentales de los menores de edad, impidiendo la explotación laboral infantil.

4.- Organizar la venta de alimentos en espacios determinados por la Administración, en la que los vendedores se comprometen a cumplir con las normas sanitarias de preparación, manipulación, transporte y manejo de alimentos.

5.- Fortalecer los operativos para impedir la venta de mercancía de contrabando, piratería, sustancias psicotrópicas, armas y cualquier otro tipo de artículo de carácter ilegal.

6.- Contribuir con la seguridad en la calle respetando los principios y valores que fundamentos este Pacto.

7.- Contribuir con la preservación del medio ambiente, respetando las normas para prevenir la contaminación visual y auditiva.

8.- Cuidar el patrimonio urbanístico y arquitectónico del entorno que compromete el Pacto.

9.- Fomentar la creación de formas asociativas y fortalecer las organizaciones existentes de vendedores informales que suscriban el Pacto.

10.- Ofrecer progresivamente alternativas económicas viables y sostenibles para la formalización de los vendedores informales.

Plan Maestro de Espacio Público

Luego de 10 meses de trabajo, la Administración Distrital presentará hoy oficialmente el Plan Maestro de Espacio Público, en el que se establecen las directrices para regular el comportamiento de la ciudadanía frente a la totalidad del espacio de la ciudad.

El Plan, que ayudó a ser elaborado por una comisión de expertos en urbanismo, será explicado por la directora de Planeación Distrital, Carmenza Saldías.

El alcalde Luis Eduardo Garzón había anunciado el Plan Maestro para junio pasado, pero su divulgación tuvo que ser aplazada. Luego se dijo que en agosto, pero tampoco estuvo listo.

Finalmente será oficializado hoy dentro de las actividades programadas para la décima cuarta jornada de ‘Bogotá en movimiento’, que se desarrolla por las localidades de La Candelaria, Mártires y Santa Fe.

Fernando Lecaros: Tiene valor Isaac Gamo cuando se pone del lado del comercio legal sin tomar, como bien lo califica, la pose de moda. Pero cuidado, Isaac, que le van a caer críticas a granel, porque aunque -creo yo- la mayoría de los ciudadanos estamos ‘hasta acá’ de ambulantes y de invasores del espacio público, los posudos de moda dominan en estos medios.

Raimond Chaves: A mi me parece mucho más posudo a la vez que indignante, triste y reaccionario que se esté ‘hasta acá’ de los «ambulantes y demás invasores del espacio público». Argumento muy pobre para ser calificados de valeroso. Me parece excluyente, fascista y de lógica paramilitar discriminar entre ciudadanos por un lado y ambulantes e invasores por el otro. ¿No somos todos ciudadanos?

Parece que lo del cachaco ahuyentando a paraguazos al de ruana para poder pasear tranquilo no es algo del pasado si no que algunos lo tienen bien interiorizado. Que ese tipo de lógica decimonónica, que entre otros encarna Uribe, siga vigente en el país es grave pero que salga a flote en Esfera Pública donde se supone se llega con otro talante todavía más.

Pienso que:

1- Quién está en la calle no tiene otra opción que rebuscársela ahí para salir adelante. Nadie está ahí por gusto.
2-Para algunos no debe de ser muy agradable ver que cada persona que te ofrece cualquier cosa en la calle lo que está diciéndote es que tiene hambre. Hay gente muy sensible.
3-¿Si los vendedores ambulantes “infestan” qué harán los harlystas por ejemplo en sus encuentros anuales en el Parque de la 93 y sus paseitos por la ciudad?
4-El espacio público no lo es en abstracto para eso ya están las postales.
5- Al comercio legal, al paseante y al ciudadano en general nos iría mejor preocupándonos por la desgracia de país en la que se vive y mirar de solucionar las cosas en vez de pensar que estamos en el mejor lugar del mundo y no entender por que nos va tan mal si este es un país con una gente tan linda.
6-Lucho andará un poco despistado pero su preocupación dice que está intentando tener en cuenta a todo el mundo.
7-Nunca había pensado que lo de la piratería es una moda. ¿Lo serán la injusticia, las masacres, el hambre y la desintegración social y económica de un continente? Si es que el asunto es una moda ya empiezo a entender las tendencias cuatrianuales que quieren imponernos.

Salud a todos y en la carrera 7ª pilas con los paraguazos.

Jorge Orlando Melo: ‘El Tiempo’ de ayer y hoy es clave: Hasta donde entiendo (pero esto tendría que verificarlo) la idea va a ser arrendar el espacio. Después de que defendieron al vendedor individual y atacaron a las grandes empresas que los «explotaban», ayer dijeron que la negociación no era para hacerla con cada vendedor, sino con grandes empresas.

La ilusión que hay detrás de esto es que va a haber más empleo. El hecho es que el volumen de bienes que se venden no se altera mucho (uno no fuma más porque vendan los cigarrillos en cada punto; y si fuma más deja de comprar otras cosas con esa plata): lo que puede ocurrir es que se ganen unos puestos en la calle y se pierdan en los almacenes, que contratan menos gente, de modo que el empleo de calidad, formal, es reemplazado por la informalización. Algo muy poco apropiado para un sindicalista!

En la realidad, lo que están es reemplazando un modelo de regulación social, en el que las autoridades limitan lo que puede hacer el comercio para defender valores estéticos, urbanos, de convivencia, de cultura, por otro en el que el mercado manda: el espacio lo pueden usar los comerciantes para vender, y si uno no quiere que haya vendedores en las calles lo que tiene que hacer es no comprarles. Es el mercado el que finalmente decide que tanto se invaden las calles y no la autoridad. Estamos reemplazando una perspectiva algo socializante por el liberalismo más extremo. Algo tambien poco apropiado para un sindicalista de izquierda!

Fernando Lecaros: Aquellos que nos oponemos a la invasión del espacio público no es por ceguera social. Lo que pasa es que la convivencia exige reglas y requiere que las autoridades las hagan cumplir. Si Garzón arrienda el espacio público con unas reglas claras que se cumplen, bien. Si sigue en plan de tolerar lo que sea con tal de contar con adeptos sufragantes, pues vamos de mal en peor, como lo dice Lucy Nieto.

Por el momento, si se legaliza tal como lo explica Yolanda Gómez, podemos o no estar de acuerdo con medidas específicas, pero por lo menos hay claridad y (falta por ver) disposición de la autoridad para hacerlas cumplir. Eso sí es un avance. Y no nos olvidemos que en cuestión de espacio público falta enfrentar los abusos de los constructores que, con la anuencia (complicidad?) de las curadurías urbanas, están haciendo lo que les viene en gana sin que los vecinos puedan hacer nada.

Paquita la del barrio: Hace más de 20 años, cuando un grupo de empresarios de la educación llegaron al centro, entre las calles 19 y 26 y la carreras séptima a tercera, el sector estaba densamente poblado por prostitutas, travestís y traficantes de droga. La situación de informalidad en la tenencia de las casas era moneda común: muy pocos de los residentes tenían escrituras u otros documentos que avalaran su propiedad. El consorcio universitario se empeñó en «recuperar el sector», logrando, con el paso del tiempo su cometido, que los hizo receptores de premios internacionales y demás. En la zona hay ahora universidades, bibliotecas ostentosas y celadores con perros que se encargan de alejar del vecindario a la gente fea, pero también encontramos bebederos y ollas, pues hay universitarios que se emborrachan y se drogan. Claro, el estatus del negocio subió, pues es mejor para los dueños de los bares vender cerveza a universitarios que chicha a buseteros, como es mejor vender perico a estudiantes que basuco a recicladores…

Este proceso de «recuperación» coincidió con el progresivo deterioro del barrio santafé, que recibió el flujo humano y los negocios desplazados por el afán de redención urbana del consorcio universitario (del que hacen parte la Universidad Central y la Tadeo, entre otras) y por la inteligencia empresarial de esta unión estratégica, pues llegar a comprar y expropiar lotes y casas a personas que no pueden acreditar legalmente la propiedad sobre estos es un negocio redondo… El barrio Santafé era un vecindario tranquilo, lleno de edificios de alto interés arquitectónico, habitado por ancianos judíos que paseaban sus perros. Y ya no.

Cuando se reglamentó la presencia de prostíbulos, moteles y shows de striptease, confinándolos a ciertas zonas de la ciudad, sólo se consiguió que estos se desplazaran a zonas residenciales relativamente tranquilas y
poco vigiladas de la ciudad: si es mentira, que le pregunten a los vecinos de San Luis, Divino Salvador, Chapinero y Avenida Chile…

Cuando llegó el maravilloso momento en que la peste del cartucho fue erradicada para dar paso al desolado y Negretero parque Tercer Milenio (Nunca acabaremos de loarte, doctor Peñalosa), junto a la morgue y a un barrio que se quedó sin de dónde recibir ingresos, pudimos ver cómo la zona anexa al sanandresito de la 38 (entre otras muchas) empezó a nutrirse de cambuches de recicladores.

Son sólo unos pocos ejemplos de lo que ocurre cuando dinámicas sociales construidas por necesidad y contingencia son reestructuradas por administraciones o conglomerados de vocación mesiánica. Basta mirar a los lados para sentir que la plaga se mueve en dirección al decoro. Señor Lecaros y amigos, ¿saben quienes son sus vecinos en estos momentos? ¿saben quiénes serán mañana?

Como nos lo recuerda Dominique Laporte en su bellísima Historia de la Mierda, «en la mala parla de las cantinas se esconde el tesoro del Rey».

Take Care Sweeties.

Pablo Batelli: ¿Alguien ha hecho números acerca del costo que tiene para un trabajador ingresar al sector «Formal»? Ante la DIAN existen -entre varias categorizaciones- dos tipos de trabajadores independientes: los profesionales y los no profesionales. Para empezar, voy a señalar que los ingresos mínimos para verse obligado a declarar renta son mas bajos en el caso del trabajador independiente no profesional (25,000,000 aprox.), que en el profesional (60,000,000). Contando con que la mayor parte de los trabajadores independientes no profesionales están en las capas mas pobres de la sociedad, tenemos el absurdo de que serían ellos los mas frecuentemente llamados a declarar renta (aunque resta por considerar que fracción de esa capa alcanza el tope pero supongo alcanza a todos los comerciantes no profesionales). Habría que señalar también que incluso en el mas alto de los casos, el tope mínimo es absurdamente bajo. Esto indica que el Estado está rastrillando por la base lo que pierde por la cúspide.

Ser un trabajador «Formal» en Colombia hoy por hoy es un lujo, y un lujo que cuesta plata…

Ser un trabajador «Formal» implica estar afiliado a fondos de pensiones y de salud, los cuales, en el caso del trabajador independiente, retienen el 22% de los honorarios. Añádase a esto la casi obligatoriedad de declarar renta para los trabajadores formales (de acuerdo a los topes mínimos bajos) y este el impuesto correspondiente sobre los ingresos después de los descargos. Reste el impuesto directo de la retención en la fuente, que se aplica en valor aproximado al 12% a la totalidad de un contrato, en el caso de independientes (como lo serían los ambulantes, pero: ¿con quién contratan?).

Reste los impuestos indirectos: sobretasa a la gasolina, el inicialmente transitorio 2 x 1000 (y ahora permanente 3 o 4? x 1000), el impuesto indiscriminado del IVA del 16 % (que al igual que los topes de renta, son mas implacables con los menos favorecidos) y encuéntrese con la sorpresita de que el ingreso real de un trabajador formal independiente es alrededor del 40% de su ingeso nominal. Además, reste el patromonio público que a través del eufemismo del discurso del «espacio público» se le concede a los particulares para su explotación y lucro económico (ej. tranporte público tradicional o transmilenio, la misma concesión). Si no pertenece a un estrato subsidiado (que se encuentran bajo amenaza de desmonte) reste los cargos fijos y demás arandelas financieras que aparecen en cada factura de servicios públicos. Reste cada cifra pequeña o alta que Ud. debe pagar para realizar cualquier trámite ante el Estado. Reste los impuestos del vehículo, si lo tiene. O reste una serie casi inevitable de bienes gravados que Ud. tal vez no puede adquirir por el sobrecosto del gravamen: es decir, sus restricciones.

¿Cuánto tendrían que ser los ingresos de un vendedor ambulante si quisiera pagar los impustos directos e indirectos y al mismo tiempo aspirar a pagar un mercado, un arriendo y a evitar que sus lindas hijas caigan de bruces en la prostitución? Porque una buena parte del empleo informal está en la prostitución. Formalizar, como lo comprobó una célebre política de concentración, no es encerrar la gente en galpones ¡Qué miseria!

Detengámonos un poco a pensar en lo absurdo que resultan estos tecnicismos en el caso de una persona que recibe entre 1 – 10 dólares diarios.

Andres Hoyos:

Anarquismos Chistosos. El subdesarrollo no es una condición principalmente material, sino ante todo mental. Tanto es así que a estas alturas parece casi una perogrullada decir que si se pudieran cambiar de un tajo las mentalidades en un país como Colombia, éste pasaría a ser desarrollado en veinte años o incluso menos. De hecho, el gran salto que dieron Alemania y Japón tras perder la Segunda Guerra Mundial, que destruyó a ambos países en forma casi total, se debió justamente a eso: a que la gente tenía una mente educada para el desarrollo, de suerte que dar el salto hacia él fue asunto de unos pocos años. Claro, la frase se dice fácil: cambiar de mentalidad, y es lo más difícil que existe. Una intensa y costosa inversión en educación pública ayuda, sin duda, pero no basta. Por lo demás, siempre quedarán por ahí los mal educados del pasado para obsequiarnos con las perlas de su profunda sabiduría.

Pongamos de ejemplo el tema de lo público y de los impuestos que con tanta ligereza han tratado aquí personas como Pablo Batelli y Raimond Chaves. Inglaterra, para referirnos al país inventor en estas materias, desarrolló su Parlamento antes que nada para arbitrar el cobro y el destino de los impuestos. Del proceso surgió, aunque muchísimo después, la democracia moderna. Pasados varios siglos, las actuales fronteras ideológicas en este tema están absolutamente claras en el mundo desarrollado: la izquierda quiere unos impuestos vigorosos para poder equilibrar las cargas de la sociedad; la derecha los quiere mucho menores para dejar que el mercado arregle las cosas por su cuenta, permitiéndoles a los ricos pasarla bien mientras tanto con los excedentes que el mercado les produce, en la Costa Azul, en un gran yate, en una mansión, en un castillo. La izquierda privilegia lo público, la derecha lo privado. ¿Y a cómo está el maní en nuestra folclórica Colombia? Parece casi un chiste, pero la «izquierda» colombiana apuesta tiro por tiro contra los impuestos. La «izquierda» cree asimismo que la informalidad y la privatización de lo público, pese al desastre que ambas han causado a lo largo de los años, no son el problema sino la solución.

Me temo que cuando un país colectivamente piensa que los impuestos son un robo y que hay que hacer todo lo posible por no pagarlos -o porque sólo los paguen los otros, que viene a ser la misma cosa- ese país está perdido: no podrá educarse, no podrá combatir la pobreza, no podrá generar infraestructura y no podrá tener seguridad; mucho menos podrá desarrollar las artes y las ciencias o embellecer sus espacios públicos o darse lujos colectivamente gozosos. Es curioso cómo los extremos se tocan. Los neoliberales quieren reducir el Estado, de modo que apenas cubra ciertos servicios esenciales. Los anarquistas de salón como Batelli quieren… lo mismo. No en vano decía Claudio Magris que los neoliberales no son otra cosa que anarquistas de derecha.

Ahora bien, Batelli y sus semejantes hubieran sido felices en la Colombia de hace veinte o treinta años, cuando la participación real de los impuestos en la economía nacional era de menos del 10% del PIB. Compárese esto con un país como Dinamarca, donde el Estado se lleva más del 50% de los bienes y servicios que produce la población. Lo interesante de la comparación es que en Colombia seguramente se robaban un buen trozo de ese sub-10%, mientras que en Dinamarca se robaban muy poco del 50%. ¿La razón? Que cuando un Estado tiene un ingreso tan bajo, no le resulta ni siquiera viable evitar que le roben sus escasísimos ingresos y tendrá que organizarse según el viejo modelo clientelista que sirve, entre otras cosas, para hacer «rendir» en términos políticos un presupuesto muy pequeño, o sea para robar de manera más o menos ordenada. Claro, la anemia crónica del erario público colombiano explica en buena parte por qué nunca hubo seguridad en el campo, por qué no se hizo infraestructura, por qué no se invirtió en seguridad, educación y salud, por qué había lo que un ensayista llamó: esplendor privado y miseria pública.

El sofisma más grave de todo este esquema es decir que, como aquí se roban los impuestos, es necesario acabar con ellos. ¿No se le ocurrirá a los Batellis de este mundo que existe otra posibilidad y es cobrarlos, evitar que se los roben con vigilancia ciudadana y demás métodos archiconocidos en el mundo, y asegurarse de que se inviertan en lo que sí toca? Sí, ya sé que esto, como el cambio de mentalidad, también es difícil de realizar, pero si algo está claro a estas alturas es que vivir en comunidad no es asunto fácil. Además, aunque no sea fácil edificar un Estado viable, tampoco existe otra salida, de suerte que más vale seguir empezando en forma consistente a privilegiar lo público y a vigilar las finanzas del Estado, en vez de dedicarse a hacer cuentas alegres y demagógicas que sugieren gastar en todo pero no recaudar casi nada. De todas formas, si volvemos a la evasión y a la informalidad generalizadas de hace treinta años, ahí sí permítanme ser el primero en pedir visa para el primer país que me la conceda, porque Colombia como tal se terminaría de acabar.

Rosa Kruger: Hola todos y todas, soy nueva acá.

«El subdesarrollo no es una condición principalmente material, sino ante todo mental.»

Es decir, ¿los pobres son pobres porque quieren?

«De hecho, el gran salto que dieron Alemania y Japón tras perder la Segunda Guerra Mundial, que destruyó a ambos países en forma casi total, se debió justamente a eso: a que la gente tenía una mente educada para el desarrollo, de suerte que dar el salto hacia él fue asunto de unos pocos años.»

El salto hacia el desarrollo en Alemania y Japón no se dio después de la guerra. Si hubiera sido así, no hubieran tenido arrinconada a Europa. El desarrollo en Alemania (a pesar de que apemas se hubiera unificado a finales del siglo XIX) fue un proceso social y político de cientos de años, que Norbert Elias describió detalladamente (en su contenido sociológico y político) en ‘El proceso de la civilización’. De Japón no hablo, porque no sé.

«Pasados varios siglos, las actuales fronteras ideológicas en este tema están absolutamente claras en el mundo desarrollado.»

Yo que creía que el maniqueísmo estaba abolido…

«Claro, la anemia crónica del erario público (sic) colombiano explica en buena parte por qué nunca hubo seguridad en el campo, por qué no se hizo infraestructura, por qué no se invirtió en seguridad, educación y salud, por qué había lo que un ensayista llamó: esplendor privado y miseria pública.»

Plata en el erario ha habido suficiente, aunque eso no quiere decir que en otros aspectos no esté de acuerdo con lo que dice Andrés Hoyos. Pero por ejemplo, pasada la guerra de los Mil Dás y hasta entrados los 30’s (la crisis mundial llegó a Colombia tarde), la plata que recibió el país por la ‘venta’ del Canal de Panamá, sumada a la bonanza cafetera -la llamada danza de los millones- permitió hacer inversiones importantes en infraestructura. PERO, y acá es donde (por fin) entra esto en la ‘esferapública’, los paisas querían invertir en lo paisa, los costeños en lo costeño, los rolos en cualquier cosa que acercara el mar. Entonces, en vez de llevar una carretera o una carrilera de 800 kilómetros de Bogotá al Pacífico pasando por la zona cafetera paisa, u otra de Bogotá al Caribe pasando por los santanderes, se hacían pequeñas de 100 kilómetros por todos lados, sin que conecten nada con nada. La típica tapia mental en el manejo de lo público en el país. Un espacio público bien aprovechado, aunque sea poco, puede generar recursos y mentalidades para que lo demás se vaya ‘colonizando’, lento pero de manera segura. Ya me aburrí.

Alberto Sanabria: A propósito de la exposición de Andrés Hoyos titulada «anarquismos chistosos», en donde hace una interesante sustentación de la conexión necesaria entre lo público y la obligación de tributar, me permito proponer, a manera de aporte a esta reflexión, algunas consideraciones personales acerca de cómo veo el componente ético existente en las relaciones fiscales entre el Estado y el contribuyente.

De hecho, los impuestos tienen un soporte de legitimidad fundado en la necesidad del Estado, como ente llamado a facilitar y canalizar el desarrollo de los individuos y los grupos humanos, en condiciones de soberanía, equidad, justicia y solidaridad.

En ese sentido, resulta apenas lógico que los miembros de una sociedad organizada contribuyan, según su capacidad, atendiendo los principios de equidad horizontal y progresiva, con los recursos necesarios para el¡ desarrollo de las tareas propias de los fines del Estado y que éste a su vez haga un uso eficiente de los mismos. Hasta ahí estarían dadas unas reglas de juego claras, marcadas por los otros dos principios de la tributación: neutralidad y simplicidad.

Infortunadamente, esos principios tienen una aplicación deficiente y relativa en nuestro país. El régimen de renta no es progresivo, pues, salvo el régimen especial, se basa en una tarifa del 35% para todas las empresas, sin importar su tamaño o ingresos, con lo cual se quiebra el principio de equidad.

Los principios de neutralidad y simplicidad también son afectados, ante una legislación compleja, fragmentaria y evidentemente afectada por la influencia de aquellos sectores que con su mayor capacidad de lobby han logrado beneficios y tratamiento especial con exenciones y descuentos que atienden ante todo el interés particular por encima del público.

A ello se suma la poca credibilidad y la desconfianza que despierta un Estado incapaz de satisfacer eficientemente las necesidades que justifican su existencia. Eso en gran parte por el alto nivel de corrupción y destinación equivocada de los recursos percibidos a través de la tributación.

No obstante, es innegable que sólo la existencia del Estado permite la inversión en actividades que tienen costos decrecientes, como la construcción de vial o energética, en donde no es posible obtener recuperación de la inversión a corto o mediano plazo. Asimismo el Estado es necesario como proveedor de marcos legales y administrador de justicia. El Estado debe actuar como ente encargado de cuidar el patrimonio cultural y natural, pues generalmente este es amenazado por el interés privado. Y si hablamos de Estado Social de Derecho, el Estado debe actuar como regulador e incidir en la distribución del ingreso y en la generación de oportunidades para los sectores menos favorecidos, especialmente en los servicios de salud y educación, que no representan rentabilidad para la inversión privada.

Todo esto nos haría pensar en replantear las reglas de juego en las relaciones Estado – contribuyente, para que éste pague sus tributos consciente de los efectos sociales y públicos de su responsabilidad, y aquel sea eficiente y demuestre su utilidad. Para ello se requiere activar relaciones de concertación entre los sectores público y privado, en donde prime ante todo una posición ética que renueve la confianza entre los dos. En ese sentido es interesante el logro de credibilidad de las últimas administraciones distritales en Bogotá.

Hay razones que explican la mutua desconfianza. Por un lado la administración sabe de los altos índices de evasión y de la habilidad para aplicar mecanismos de elusión (sobre todo en las grandes compañías), que le cuestan al erario ingentes recursos que podrían ser utilizados para mejorar sustancialmente las condiciones de vida de toda la comunidad. Por otro lado, los contribuyentes no creen en la honestidad de los funcionarios encargados del manejo de los recursos públicos y por ello consideran que es éticamente justificable y encomiable pagar el mínimo de tributos, y si se logra no pagar nada. Con ello se entra en un círculo vicioso que finalmente se refleja en un estado generalizado de frustración frente a las posibilidades de lo público.

Considero que dentro de los cambios de mentalidad mencionados por Andrés Hoyos y de postura ética frente a lo público, talvez tendremos que comenzar la labor de educación por las grandes empresas, las multinacionales y los multimillonarios que se llevan sus capitales para los paraísos fiscales, para que se apersonen de su responsabilidad social y visualicen los efectos que tendría en el entorno de sus emporios y en su propia seguridad, el pago de sus obligaciones justas al Estado, sin evasiones ni inmerecidas exenciones para mejorar las condiciones de la población. Paralelamente esa educación debe extenderse a los responsables del manejo de lo público no sólo para que no se apropien de los recursos públicos, sino para que no favorezcan con sus decisiones (leyes, reformas tributarias, contratos, etc.) a los grupos y familias que concentran la riqueza en el país.

La relación de causalidad entre tributo y beneficio social debe ser cada vez más clara y confiable. Cuando esto suceda, la obligación de pagar impuestos se hará con total transparencia y satisfacción, se podrá simplificar la normatividad, el ciudadano común y corriente no sentirá que le están aplicando una vacuna y no será necesario invertir tanto en mecanismos policivos para controlar la evasión y los recursos empleados en ello se podrán destinar a mayor inversión social y a enterar a la comunidad sobre el destino de sus tributos.

Fernando Lecaros: Yo complementaría los argumentos de Andrés Hoyos con mi sorpresa de encontrar en este foro argumentos como «yo no pago impuestos porque se los roban», «yo compro contrabando porque los aranceles se los roban», «yo pirateo software porque Bill Gates ya tiene mucha plata». Esto se extiende -y a muchos nos ha pasado- a «yo no le pago la deuda porque Ud. no necesita esa plata», y «tampoco pago las cuotas de administración del edificio porque no veo que se esté gastando bien», etc. La consecuencia es que una transacción comercial en nuestro país requiere abogado, escritura, fiadores, garantía hipotecaria, referencias bancarias/comerciales/personales para que quede a prueba de bala; y los perjudicados son aquellos que no tienen recursos (muchos de los cuales son los más honestos a la hora de la verdad) y no pueden demostrar todo que se les exige.

Yo no sé si esto va a cambiar o no, pero comencemos por reconocer que si no pagamos impuestos, si compramos contrabando y si pirateamos software es para ahorrarnos una platica y no para ‘castigar’ a Adidas/Levi’s por sus prácticas laborales.

Raimond Chaves: Apreciados Abril, Hoyos, Batelli y demás participantes:

Por alusiones me corresponde responderles de la manera más amable a algunas de sus argumentaciones.

Ante todo recordar que mi comunicación anterior se basaba en los siguientes puntos. El primero la contestación de lo que entendí como desdén hacia los vendedores ambulantes y una manera de entender lo público asociada a esa actitud. El segundo, y menos desarrollado, la necesidad de pensar el espacio público como algo no aislado del entramado al que está ligado. En las postales no aparecen ambulantes y algunos comentarios de este foro parecen anhelar un espacio público de postal. El tercero era mi sorpresa al leer de la defensa de la piratería como una pose de moda. Por el camino me referí a la actitud de esconder la cabeza de bajo del ala que reflejan encuestas recientes y le añadí una referencia –una ligereza, lo admito- respecto a Lucho y a la encrucijada en la que se encuentra. Y más nada.

Con el paso de los días y el goteo de comunicaciones me fui dando cuenta que muchos leen lo que quieren leer y pasé por mamerto, defensor de la piratería, neoliberal, anarquista de salón y maleducado. Buen prontuario para empezar.

Sigo ahora desarrollando los puntos más arriba expuestos y enlazo con la comunicación de Abril.

En primer lugar reconocer que tal vez usted lleve parte de razón cuando me atribuye argumentos incendiarios. Quizás me solivianté demasiado al leer en este foro un tipo de comentarios que no tienen en cuenta a la gente que no es como uno, los ubicuos y nunca bien ponderados ‘otros’. Juicios de valor bien extendidos, no solo en estos lares, y que justifican desde el accionar de una barra brava hasta las campañas de “limpieza social”. Pero en ese sentido me queda la duda de que si no nombramos a las cosas por lo que son, de pronto no nos toque otra que convertirnos en espectadores cuando no en víctimas de incendios ya existentes Y a la polémica sobre el lento pero inexorable cambio de régimen que se viene dando en grandes zonas del territorio me remito. No creo que ese planteamiento me haga más populista de lo que erróneamente le sugiere mi apellido. Si en vez de entender que me refería a argumentos y lógicas fascistas, alguien se lo tomó por lo personal, disculpas.

En cuanto al estado del debate me alegro que los diversos aportes van dejando de focalizar el ‘problema’ en los vendedores ambulantes y se habla desde la encrucijada en la que se encuentran el espacio público, la economía, la piratería, las interrogaciones sobre el papel del estado y nuestro rol como ciudadanos. Al hilo de todo lo comentado hasta el momento destacaría lo siguiente:

Me parece que tanto el espacio público que anhelamos como el estado que desearíamos no sólo no va camino de profundizarse ni de ampliarse sino que vamos camino de perder lo logrado hasta ahora. Y no me alegro por
eso de ninguna manera. Los perdemos más por la deriva socioeconómica en la que nos tienen metidos que por lo que pueda estar haciendo o deshaciendo Garzón en el caso de Bogotá. Los perdemos porque un estado de cosas basado en la inseguridad, la potenciación del miedo y el ahondamiento de las injusticias nos conduce a ello. Los perdemos porque nuestro modo de vida –encerrados en conjuntos residenciales, contratando seguridad privada, acudiendo a malls, etc ayuda a ello. Los perdemos porque como vecinos optamos por cerrar las calles. Los perdemos porque en nuestra vida cotidiana hacemos poco o nada para tender puentes para con los otros. Los perdemos porque nuestro desempeño político como ciudadanos se limita la mayor de las veces –y así- al voto cada cuatro años. Los perdemos y no por ser más o menos consumidores de productos piratas, ni por pagar más o menos impuestos –aunque esto último ayude-. Lo perdemos porque se privatiza la sanidad y se pierden las conquistas sociolaborales de nuestros padres y abuelos. Lo perdemos en definitiva porque quien puede incidir en los lineamientos de la economía y la política –Banco Mundial, FMI, gobiernos, corporaciones etc. está apostando por la liquidación de lo público.

Y si, claro, hay matices, excepciones y medio defensores de lo público. Hay un nivel mínimo de ‘estatidad’ –si puede emplearse el término- que todavía es necesario y conviene no desmontar pues falacias como patria,
nación y algunas concepciones de lo identitario todavía lo necesitan. Pero al final el camino está bien trazado. Y repito para nada me alegro de ello.

En este punto me parece un poco absurda la polémica entre algunos de los participantes en el foro pues no veo como el debate pueda pasar de una discusión entre ilustrados de salón –algunos más ilustrados que otros,
otros más desdeñosos que otros- a otro nivel. Y lo de ilustrados lo digo sin ningún tipo de ironía y me incluyo en el combo.

¿Qué hacer para reinyectar de público los espacios, instancias y actitudes ciudadanas, no ya desde la consigna institucional sino desde el día a día? ¿Qué acciones políticas son posibles para que la izquierda deje de gestionar a nivel local intereses tardocapitalistas –y pienso no solo en Garzón sino en Lula y Kirchner p.ej.? ¿Qué hacer para darle el quiebre –o parar- a la ola de puritanismo fundamentalista, de privatización de la guerra y la seguridad, y liquidación de la sanidad y la educación públicas que se nos viene encima tras las elecciones en EE.UU? ¿ Y a nivel interno como enfrentar la ola de paraprivatizaciones que ya nos está revolcando, algo mucho más grave que el Condominio Caguán de hace unas temporadas? ¿Qué podemos lograr a través de foros como éste? ¿Qué espacios –publicos- de confluencia, encuentro e incidencia tenemos más allá de nuestras comunicaciones electrónicas? ¿Para cuando una Ciclovía de la política ciudadana? O una minga urbana por alguna razón loable… -y no confundir con arborizartes ni caravanas por la paz ni engendros por el estilo.- Eso es lo acuciante y no creo que en la historia de Alemania o de Japón estén la mayor parte de las claves necesarias para resolver lo que nos preocupa.

En cuanto al asunto de la piratería y de los impuestos me parece que pocos podrán estar libres de pecado como para tirar la primera piedra. Pero más allá de la visión moralista pienso que la piratería no es el problema sino una consecuencia de la filibusterización de la economía. No pienso que soy un suertudo por poder hacerme con algo a mitad de precio, ni un pilo por crackear un software o un bacán por dejar de pagar tal o cual impuesto. Cosas todas que hago de vez en cuando. En cambio si que recuerdo los “sueldos” que he cobrado dictando clases en elitistas universidades bogotanas, los trabajos extras que tengo que hacer para completar lo que consigo como artista y el esplendido saldo 0 en ahorros que vengo acumulando para cuando me pensione.

Unas notas breves antes de dejarlos:

1-¿Están tan alejados Batelli de Hoyos como para que este último le ataque tan frontalmente? ¿No se ajusta la descripción de Batelli a lo que uno puede ver en las calles, escuchar de los maestros y leer entre líneas en los periódicos? ¿Hay una actitud neoanarquista de derechas en sus palabras? ¿No es el anhelo de Hoyos por un estado más eficiente y una ciudadanía más responsable un complemento de la descripción de Batellí? ¿A qué juega Hoyos?

2-Algunos argumentos que sostienen algunas de las defensas del espacio público son bien parecidos a lo que manejan muchos artistas y trabajadores de la cultura respecto al TLC. La bendita excepcionalidad cultural que bien puede ponerse al lado de la excepcionalidad espacial propuesta por algunos. (“Que me devuelvan mi 7ª pero poco me importa lo que esté pasando con los pelados de Cazucá”)

3-Puede que se me acabe tildando de populista otra vez pero ¿qué pasa si no se firma el TLC? –ver entrevista al final del mensaje- ¿qué pasa si se señala a los verdaderos enemigos del espacio público. ¿Nos contentaremos con criticar a Garzón o nos vamos de frente contra Telefónica, Comcel y Marlboro? ¿No son estas y otras corporaciones las que además de hacernos marcar el paso compran presidentes –Alcatel/Costa Rica-, encargan trabajitos –Coca-Cola y los sindicalistas-, y se benefician de la piratería como el que más –JReynolds y el tabaco de contrabando? ¿Y si nos vamos contra ellas… cómo?

Bueno, lo dejo acá que me recaliento. Añado un par de cosas más –opiniones y experiencias ajenas para seguir abriendo el debate-. La referencia al trabajo de unos artistas madrileños la aporto a nivel informativo, no acabo de entender su asunto al 100% así que no se me malinterprete.

Salud a todos

Fue un placer.

Raimond Chaves

Entrevista a Rodrigo Carazo, ex presidente de Costa Rica y unos de los impulsores de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Diario La República, Lima 21 de noviembre de 2004

«Un TLC es una amenaza y nos oponemos a él»

-Usted tiene una posición crítica respecto de los procesos de integración regional que tienen como prioridad el mercado o el comercio. ¿Cuál es la integración a que debemos aspirar?

-Una integración en la cual los pueblos tengan opción y no queden sujetos al interés de la gran empresa que los sustituye. Por ejemplo, un pueblo que ha producido sus artículos alimenticios no tiene por qué posponerlos y olvidarlos en razón de que otro quiere tomar el mercado local, que eso es lo que significa el intercambio comercial del TLC que ha firmado mi país. Sin embargo hay un detalle muy importante; en Costa Rica creemos que el TLC no es solo el intercambio comercial de algunas
cosas. En el caso de Costa Rica tiene 20 capítulos que tíenen que ver con la educación, la salud, la institucionalidad… el TLC es la toma institucionalizada de un país, y es por eso que nos oponemos.

-El Perú también aspira a tener un TLC con Estados Unidos y usted señala que este acuerdo es una amenaza para la región…

-Es más que una amenaza, es la concreción de una política. Cómo se puede creer en un tratado cuyo borrador no tiene versiones en español. j Yo he pedido mil veces una versión del borrador en español y no me lo proporcionan! Hay mucha gente organizada para que todo eso ocurra.

¿Quiénes?

-Los inversionistas, las grandes empresas, los políticos que creen que pueden superar los problemas propios con inspiración, la corrupción.

Y UN PAR DE WEBS PARA ACABAR

http://www.whatshouldiputonthefence.com/

http://www.spacehijackers.co.uk/html/projects/circle2/party.html

Fernando Lecaros: Las cuentas de Pablo en materia de impuestos para un trabajador independiente sí que están pifiadas:

a- con ingresos netos de unos 18 millones anuales el impuesto de renta es cero y la retención se la devuelven;

b- el cobro por pensión no es un impuesto, sino una obligación patronal; un independiente no tiene obligación legal de estar afiliado a un fondo de pensiones;

c- la EPS tampoco es un impuesto en un sentido estricto (tan es así que el dinero no le entra a la DIAN), sino un servicio de suscripción obligatoria que le aporta beneficios de salud al usuario; tiene un elemento de impuesto
en la medida que los ingresos altos están subsidiando a los ingresos bajos, pero esto no aplicaría al independiente concebido por Pablo…

Total, los impuestos en Colombia para un independiente con un nivel de ingresos modesto, son bastante más bajos.