Reducción

Entre los detractores había facciones que reclamaban por la manipulación pornomisérica de los cantantes, los comentarios sexistas hacia las abuelas de los cantantes, las metáforas místicas sobre la evacuación intestinal de los cantantes (y de personajes imaginarios), la ausencia de apuntes políticos sobre un escandalito que toca –otra vez- a la familia de alguien que twitea muchísimo, o el regodeo descalificador sobre las decisiones de construcción de vivienda popular de Gustavo Petro en guetos de ricos bogotanos.

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Cristian Camilo Rodríguez, Imposibilidades contenidas (s. f.). Vecindad, curaduría: Adrián Gómez, Verónica Lehner y Óscar Moreno. Galería Santa Fe. Bogotá. 19-22 de noviembre de 2014 (!?!)

Esta exposición estrena en las instituciones culturales de Bogotá la interesantísima modalidad curatorial de organizar muestras colectivas con duración tipo feria. Además de este avance, reúne obras o proyectos de artistas o colectivos que hayan hecho sus carreras en los tres simulacros de campus con facultad de arte que hay en el centro de esta ciudad: Academia Superior de Artes de Bogotá, Universidad de los Andes, Universidad Jorge Tadeo Lozano. Se ubica en la actual sede temporal de la Galería Santa Fe. Incluye reflexiones visuales sobre los problemas causados por el urbanismo planificado, muestras gratis de genes egoístas acaparadores de espacios comunes, un intento para distribuir semillas a domicilio, música que suena en las calles.

El contenido de las obras va desde la poesía celeste (pancartas de nubes) al simulacro de interacción crapulosa entre obra de arte y peatones o conductores (bolardos puestos arbitrariamente en salidas de parqueaderos o cruces de avenidas); de la realización espiritual de no pagar arriendo jamás (carteles con registro en video) a la interacción entre mobiliario de supermercados y camas (carro de compras sobre recorte de pasto redondo llevando una columna de estera); de la miniretrospectiva (variaciones de la forma piñata) a la readaptación performática (personas disfrazadas de vegetales posando sobre guacales frente a tres caballetes). Del exceso de obras (en la sección inicial) a la presencia de aire en (el fondo de) la sala.

El grupo total de obras presenta dos enfoques: voluminosa presencia de registros de obras y performances, valga decirlo, en vivo. Sobre estos últimos hubo múltiples reacciones. Por ejemplo, la versión de #tuitrova, que presentó Juan Obando cayó súper-mal en parte de la audiencia. La obra es una sesión de fraseo entre trovadores profesionales y tweets seleccionados que se proyectan en una pared, donde los primeros replican al contenido, el género o las fotografías de los responsables de cada mensaje. Entre los detractores había facciones que reclamaban por la manipulación pornomisérica de los cantantes, los comentarios sexistas hacia las abuelas de los cantantes, las metáforas místicas sobre la evacuación intestinal de los cantantes (y de personajes imaginarios), la ausencia de apuntes políticos sobre un escandalito que toca –otra vez- a la familia de alguien que twitea muchísimo, o el regodeo descalificador sobre las decisiones de construcción de vivienda popular de Gustavo Petro en guetos de ricos bogotanos.

Al volver sobre esas reacciones, es posible notar que la retórica del texto de la curaduría puede ir más allá de la idealización del artista que sale a la ciudad para ilustrarla o vampirizarla, y pone dentro de los escenarios de arte algo más que fotos de gente tomando fotos. Asuntos como la tensión y las caras de actitud de mano en la barbilla pensando “¿esto-es-en-serio?” ante pésimos chistes de descalificación vía la asignación de una condición mental (la trova donde se ponía en duda la cordura del actual alcalde de Bogotá). O la ausencia de contacto entre una audiencia conformada por artistas, docentes o estudiantes de arte y dos cantantes haciendo sonar tiples en un Ipod mini. La constatación de que la idea de la ciudad no es sólo la inspiración de sus almas más iluminadas (los artistas), sino el choque frontal entre aspiraciones culturales (en este caso, las de los artistas). La pregunta por creencias como, por ejemplo, la de que uno puede cantar terrible en un karaoke pero cuando otro lo hace –con muchísima mayor calidad- en una galería y exhibiendo sus condiciones culturales de origen, entonces algo no se acepta y las cejas se arquean. Es decir, performances sí, pero de esos no. La aglomeración de humanos en casas cuesta. Mucho. Una buena educación, por ejemplo. O un buen paquete de buenas intenciones que nunca se cumplen. O miles de buenos propósitos de ser tolerante. Pero en el mundo real a veces eso no funciona. Somos groseros, ambiciosos y clasistas, generalmente. Y eso a veces sucede en galerías no comerciales. Bueno, sucedía, ahora cada vez más no.

 

–Guillermo Vanegas