Quiero contar una anécdota, y partiendo de ahí, generar una reflexión. Llegó a mi correo hace unos días, una invitación para asistir a una conversación en el MAC (Museo de Arte Contemporáneo), cuyo tema seria “colecciones en vitrina: museos y políticas curatoriales”. Los invitados a exponer serian, Andrea Brauweiler (directora de arte del Museo de Artes Visuales, MAVI), Ramón Castillo (curador de Museo Nacional de Bellas Artes, MNBA) y el dueño de casa, Francisco Brugnoli (director del MAC), y bueno como es un tema de mi interés, decidí asistir.
Poca gente la verdad, habrá sido el día, lluvioso, frío y prolífero de inauguraciones a esas horas, o quizás el tema que no convoca demasiado, no lo se. Bueno, comenzaron a desplegar el contenido de sus exposiciones estos personajes, cada cual de forma mas o menos sintética y acotada (unos mas que otros), nos contaron sobre el origen de las colecciones de las respectivas instituciones que dirigen y representan, su devenir en el tiempo, así como los criterios que cada cual maneja en la actualidad para la “puesta en escena” de estas, es decir, su “línea curatorial”.
Resulta interesante, sin duda, poder apreciar como instituciones tanto de orden público como privado, que responden además a diversas tipologías museales, están hoy de acuerdo, en la importancia de implementar nuevas miradas al circuito expositivo, de “jóvenes creadores”, cuyos trabajos y propuestas “deben”, según sus palabras, tener cabida en la actividad museal del presente, e ir con esto más allá de lo que sus propias colecciones pueden otorgarles como material susceptible de ser empleado de forma “ilustrativa” para un cierto discurso curatorial, ante lo cual reconocen explícitamente, una insuficiencia de su propio patrimonio visual, y por cierto manifiestan asimismo la necesidad de enriquecerlo. Resulta también de sumo interés escucharlos arengar acerca de la importancia de incorporar “nuevas miradas curatoriales” para la puesta en escena de sus colecciones, así como de sus exhibiciones “temporales – externas”. Todo bien, me decía a mi mismo, valió la pena venir hasta acá y aguantar el frío invernal, el viento y la lluvia, para enterarme por boca de “ellos”, los “dueños del poder expositivo”, acerca de las políticas curatoriales de tres de las instituciones con mayores posibilidades de gestión e infraestructura museográfica del circuito del arte chileno.
Mientras ellos hablaban, yo, sentado en primera fila, pensaba, “tengo ganas de preguntar algo, ¿pero que?, ¿lo hago?, mmm no lo sé, no suelo alzar la mano en estas situaciones y desplegar mi voz en clave de interrogación… ¡lo tengo!, si si, esta vez lo haré”. Los invitados terminan de exponer, vienen las preguntas, y yo decidido alzo mi mano. Brugnoli me mira y dice, ¿si?, entonces lanzo mi pregunta: “quisiera saber, si existe la posibilidad, para jóvenes investigadores, de acceder a las colecciones que ustedes dirigen, para realizar investigaciones?”. Inmediatamente leí en sus caras, un gesto de asombro por adjetivarlo de algún modo, una suerte de conmoción inesperada, un “mosquito en el oído rondando atrevido y desafiante”, como me hubiese gustado tener en ese momento una cámara para registrar el gesto de sus rostros, la incomodidad que les produjo mi pregunta, sin haber buscado tal reacción por cierto. Comenzó Brugnoli diciendo, “a ver… mira, el único museo que yo conozco que funciona así, es el museo de la casa de Gustave Moreau, donde los visitantes pueden recorrer el lugar, registrar los cajones, tocar las cosas, moverlas, etc… Bueno Gustave Moreau fue un gran artista francés de fines del siglo XIX, fundador del movimiento de arte Naif no…. y bueno lo que pasa es que estas colecciones son parte de un patrimonio cultural que le pertenece al estado, entonces no es posible su acceso,” ante lo cual yo le replico (mientras pensaba “señor no es necesario que usted me ilustre acerca de Gustav Moreau, se quien es… y no viene al caso”), “entonces no existe una política de acceso publico a este patrimonio, que es del estado, por lo tanto nos pertenece a todos”, y el me responde, “no no, es decir si hay un acceso mediante las exposiciones, la documentación disponible… pero no se puede tener accedo directo… No se la verdad que te irán a responder los otros”. Y con su seño fruncido y una mirando frontal hierática, Brugnoli le dio paso a Andrea Brauweiler. Ella respondió, “bueno, la verdad tener accedo directo a las colecciones es un poco difícil, por un tema de conservación , pero la verdad si se puede tener un acceso a ellas en la medida que haya disponible una buena base de datos, con buena información, buenas fotos eso es muy importante, y en la medida que la propuesta investigativa sea aceptable, claro porque no, el MAVI tiene las puertas abiertas”, todo esto me lo dijo también con su rostro imbuido en una expresión de nerviosismo y asombro, pero al menos dignándose a dirigirme la mirada mientras emitía su respuesta (cosa que Brugnoli nunca hizo). Tras su respuesta, toma la palabra Ramón Castillo, “haber, habría que definir que significa tener acceso a las colecciones, se puede tener acceso mediante la documentación, las bases de datos… etc…, lo otro, seria ponerse en la situación de un curador”, emisión acompañada con una mueca de risa incrédula en la comisura de los labio y la mirada puesta al frente, (igual que su colega y vecino Brugnoli), finalmente le digo, “justamente a eso me refería con mi pregunta”, tras lo cual se dio por finalizado el asunto, dando paso a la pregunta siguiente.
En resumen, fui tratado de “Naif” (ingenuo), por Francisco Brugnoli, quien al parecer jamás entendió el enunciado de mi pregunta, porque jamás la contesto a mi parecer, ni cercanamente, o la sola posibilidad de “pensar en aquello”, le perturbo en demasía. Por su parte Andrea Brauweiler, no se si producto de la conmoción de sorpresa, que nunca abandono la expresión de su rostro, o por haber querido ser políticamente correcta, o simplemente porque los criterios de su institución así lo indican, dejo una posibilidad abierta para que “jóvenes investigadores”, desarrollen trabajos “investigativos”, es decir, “curatoriales”, en torno a su colección, de una forma indirecta. Y por último, Ramón Castillo, tras el embestimiento de su dignidad de curador de MNBA, me dejo bastante claro, en lo que hubo de emisión como de omisión en su respuesta, que eso era algo absolutamente “imposible”, “soñador” por decirlo menos, ¿un joven investigador queriendo ponerse a la altura y dignidad de los curadores oficiales?, olvídalo.
Me surgen variadas interrogantes en torno al tema de la posibilidad de acceso a las colecciones de los museos, con fines “investigativos” claro esta, no solo en lo que afecta al trabajo y las intenciones de los jóvenes emergentes de la teoría y la investigación, sino que también en lo que afecta a los investigadores con mas trayectoria, que no pertenecen a las instituciones mencionadas, o a otras de carácter oficial, y que les urge por necesidad (no menos que a los jóvenes), tener una posibilidad de acceso. Por otro lado, el asunto de la documentación de las colecciones, que podría verse como una posibilidad de acceso a ellas, si bien no directo, y darlo como una posibilidad frente al factor de la “conservación” de los objetos (otro tema que da para mucha labia), tampoco resulta real, ya que la documentación, es decir, la información disponible sobre las grandes colecciones de arte en Chile, es pobre, insuficiente, precaria, porque justamente, la investigación acerca de las mismas es cuantitativa y cualitativamente en muchos casos, deficiente, lo que resulta en una composición de miradas sobre el arte en Chile, viciada, cerrada, necesitada, “endogámica” como dice Mellado Justo Pastor. ¿Por qué?, bueno en parte, porque no hay acceso justamente a las colecciones, permanecen clausuradas, públicas y privadas, en cuanto posibilidades de documento, de información interpretable, de testimonio de realidad material, tecnológica, formal e ideológica, claro salvo para unos pocos, los encargados de custodiar las llaves del templo sagrado.
Y en referencia a lo de la “renovación de miradas curatoriales”, que con tanto entusiasmo los panelistas proclamaron, como una de sus “políticas de avanzada”, me parece que en rigor, evaluando las condiciones que se describen del campo en reyerta, que este punto se constituye en algo mas bien “quimérico” en su practica. ¿Quién renovara las miradas curatoriales?, ¿los invitados traídos del extranjero a curar muestras?, ¿los mismos curadores de las instituciones?, ¿los curadores externos invitados, que están en situación muchos de ellos, de no acceder al estudio de las colecciones de estas instituciones con frecuencia?. Posiblemente, quizás, es probable. El punto es que no estamos en situación de predecir el futuro. Lo que si se puede decir, es que ya hace mas de veinte años que se nos ofrecen en los catálogos de muestras (el soporte discursivo curatorial), tanto para el arte contemporáneo como para el arte llamemos histórico, mas o menos matizadas, las mismas miradas, tesis, análisis y puntos de vista sobre la producción de arte, que a veces incluso ingenuamente (o por simple ignorancia), se plantean como “novedades”. O se producen a su vez variaciones discursivas realizadas por los mismos enunciantes, o para los mismos enunciantes (con sus respectivos enunciados), cuestión generacional quizás, o propia de los sustratos epistemológicos operantes. No hay recambio, al menos no al ritmo que dispone la producción artística contemporánea (en relación a los agentes del discurso curatorial), y si lo hay, su espesura es aun precaria, incapaz de producir ese choque, esa explosión, esa abertura necesaria para que “la casa tome aire”.
La palabra “museo”, tiene su origen etimológico, en el término griego “museion”, que suscribió para el contexto del mundo helenístico griego la funcionalidad de un edificio (un espacio) dedicado a las musas. El “templo de las musas”, diosas de las artes y las ciencias, lugar consagrado exclusivamente al culto de ellas, a través del estudio de la “verdad”. Esta necesidad de lugar, surge a partir de la evidencia que arrojan las practicas iniciales del coleccionismo en el mundo antiguo, mas específicamente en el mundo helenístico post clásico de la antigua Grecia, donde ya contaban con el antedecente de la acumulación de exvotos a modo de ofrendas en los templos (Delfos, Olimpia, Efeso…), durante los estadios previos de su devenir cultural, para llegar a configurar finalmente una “institución oficial”, el “museion”, donde una comunidad se consagró exclusivamente a la producción de “conocimiento” (bien lo atestiguan las primeras comunidades aristotélicas), dentro de un espacio plagado de “objetos de arte”. Bueno, ¿y cuanto tiempo ha pasado de esto?, ¿veintitrés siglos y algo más?, así es y al parecer, aun estamos en posición de mirar a las colecciones como situadas dentro de un “templo”, dedicado al culto de la “divinidad”, mediante las prácticas del “saber” que ejecutan unos pocos elegidos. ¿Quienes son los elegidos?, los curadores oficiales por supuesto. ¿Y porque tanto enigma y misterio en torno a las colecciones?, porque se ha comprendido, a través de la historia, el alcance político, discursivo, ideológico, económico y especulativo del arte, mas allá de lo estético propiamente tal. Arte y poder. El arte no es inocente, nunca lo fue.
Entonces que nos puede quedar a nosotros, los investigadores de joven estirpe, y a los que ya no lo son tanto, pero que adolecen igualmente de situación similar, pues acudir a la producción artística aun no musealizada, no coleccionada, o débilmente incorporada, que no esta nada mal por cierto, como nuestro material de referencia, de estudio, trabajo y conocimiento. Cabe la suerte, que la situación contemporánea del arte, en su proceder expansivo y cuestionador de procedimientos e instituciones, nos otorga la posibilidad de desarrollar prácticas curatoriales, fuera de los espacios habitualmente dispuestos para el despliegue museográfico y también, se torna posible acceder hoy a espacios galeristicos de orden llamemos “alternativo”, que abren sus puertas a nuevas propuestas curatoriales. Podemos así, aportar al desarrollo de un relato de “corto alcance”, mas bien al desarrollo de una “crítica”, ya que las puertas al vértigo de la diacronía referencial, se encuentran clausuradas.
Por último quisiera plantear dos asuntos. Lo primero, la posibilidad de incorporar una convocatoria para nuevas propuestas curatoriales, algo así como una “bienal de jóvenes curadores”, tal cual existen las “bienales de arte joven”, o las “bienales de nuevos medios”, en post de poder habilitar mediante, una exigencia real y un espacio real para nuevas miradas y nuevos enunciantes de estas. Y lo segundo, poder revisar la legislación en torno a la regulación del patrimonio, así como las normas con que proceden las instituciones que lo custodian, con el fin de lograr una mayor “apertura profesional”, así como una mayor “vigilancia” y “fiscalización”, en torno a los criterios con que estos organismos administran el patrimonio.
Pedro Pablo Bustos, Historiador de Arte.
P.D. Esto no es un cuestionamiento a la acertividad y validez que de hecho tienen muchas propuestas curatoriales en Chile, sino que, al hablar de «renovación de miradas», es lícito preguntarse si existen «nuevos elementos», que contribuyan a esta intención renovadora, así como por las reales posibilidades de existencia de esto.
publicado originalmente en sepiensa.net
(enviado a esferapública por Iris Greenberg)
4 comentarios
Quien con niños curadores se acuesta amanece
No sorprende que Brauweiler, Castillo y Brugnoli en Chile hayan mirado con condescendencia al muchacho, o no lo hayan mirado y punto. Más sabe el viejo por viejo que por diablo ¿De qué otra forma dar respuesta a preguntas de un marginal emergente sin suficiente experiencia? (Al que le caiga el guante que se lo chante).
¿Creemos que el oficio de curador se improvisa de la noche a la mañana, pidiendo que le den rienda suelta al público abierto a meterle mano a las colecciones nacionales? ¿De qué estamos hablando? Resulta que ahora la moda es poner en vilo al patrimonio de la manera en que el ánimo le cante al próximo aparecido
Afortunadamente en Santiago tuvieron la prudencia de evadir con diplomacia (mostrada claro, como negligencia) el afán oportunista en las preguntas del joven historiador. Para muestra local el botón de lo que pasó con Arte Joven en el Mambo en diciembre pasado. ¿Cuándo van a dar razón substancial de los criterios y de las garantías que solventaron el disparate del kiosco hecho con obras de la colección permanente? ¿Es ese tipo de disparates neo conceptuales a los que podría referirse Bustos cuando pide que democraticen el ejercicio de la curaduría? ¿Eso es curaduría? ¿Quién y con qué criterios la autoriza, dónde queda el acervo cultural y la tradición? ¿Adolecemos tanto del síndrome de mamerto como para pensar que las jerarquías son innecesarias? ¿Cual es la obra del artista de la caseta en el Mambo, poner unos cuadros boca abajo? ¿Le da pereza trabajar con oficio para ganarse su puesto como lo hicieron artistas legítimos a cuyas obras se agravió? ¿Quien da razón en ese caso de cómo se administra lo público, quien responde?
Simple, la curadora detrás del lío parece estar sentada en silencio en su oficina, anhelando que pase el tiempo y sea ese quien cure la herida. ¿María Elvira, le da la cancha para responder públicamente a estas preguntas o a las de Bustos con argumentos y no con una mueca de desdén? Quien calla otorga.
Esto no es un cuestionamiento a la acertividad y validez que de hecho tienen muchas propuestas curatoriales en Chile, sino que, al hablar de «renovacion de miradas», es lícito preguntarse si existen «nuevos elementos», que contribuyan a esta intencion renovadora, asi como por las reales posibilidades de existencia de estos.
Cría cuervos…. La intervención de P.P.Hurtado en aquél coloquio fue muy bien descrita por él mismo como naïf. Y en el sentido más amplio del término. Primero, por pretender que las jóvenes propuestas curatoriales puedan intervenir el frágil andamio en que reposa la joven pero vetusta curaduría actual –campo del que apenas se están apropiando los “valores seguros” y la Institución-. Segundo; creer de manera inocente pero cómoda que el Curador es el artista de hoy (o por lo menos el único…). Tercero, creer en la Institución.
La Institución es el medio en el que el Arte Contemporáneo logra funcionar (¡y esto desde el orinal! ¡Hace ya casi un siglo!). Aquel famoso rompimiento con los valores tradicionales, la Vanguardia… Y el Arte Contemporáneo es, a su vez, el sustento de la Institución.
Pero ¿Qué pasa cuando esos valores ya han sido rotos, cuando ya no existen?
Pues se re-estructuran para que haya algo que romper… La Institución suda y trabaja de manera incansable para que lo que ella misma produce pueda funcionar; una especie de auto-attack. Pero la Institución no sólo provee suelo fértil para sus curadores (o DJ); provee también una especie de auto-cuestionamiento que torna legítimo su descaderado andar, con una siempre desprevenida pero controlada mirada objetiva: la Crítica.
Esto hace que los bien conocidos debates tengan lugar: crítica y artista, artista y curador, el arte institucional, los dineros públicos. Todo es lo mismo, pero se tienen zafar del racimo para tener un poco de protagonismo y hacer que el asunto funcione: se necesita de un poco de legitimidad, de objetividad…
Es curioso cuando Catalina Vaughan, que habla del “Parche de los Curadores”, abogue por un Team Curatorial: ¿Querrá decir esto lograr una hegemonía en las propuestas curatoriales del banco (volver universal un solo punto de vista (no nos olvidemos de la Institución))?
Curiosa también la intervención de Alicia Hurtado: aunque estoy de acuerdo en que no se es Curador de la noche a la mañana, sigo sin entender el hecho de que El Curador, a nombre de su muy recientemente estrenado estatus, pueda “curar” y administrar obras puntuales y autosuficientes que nunca fueron creadas ni en ese medio, ni para ese medio (Aunque bueno, esto puede ser la gestación de un futuro genio, genio de aquellos que la época no reconoce…).
El Curador es hoy por hoy, lo que es: un DJ. Aquél que hace obras (muchas veces excelentes, otras realmente malas), con el trabajo sudado de otros; es como ese desprevenido observador ajeno a la partida de ajedrez, que sabe, de manera excitada, cómo hacer el jaque mate. Pero sigue normas, y es juiciosamente clásico. No rompe absolutamente nada, pues va y se le cae todo el castillo. Él juega con lo establecido. Juega a recuperar (lo que, para un “artista”, ya es mandado a recoger. No es así sin embargo para el Curador: él puede, él debe. Es la nueva figura). Y esto es loable. Es una manera de hacer Arte. Pero no la única…
Lástima que, además, sea la misma Institución. Porque es ella quien da la pauta: tiene el control…
Si no ¿Quién?
Ivan del Castillo
Mucha confusión en todo esto. Primero, no se que hace un texto que escribí hace dos años para otro medio publicado aquí, en fin. Segundo, no soy el autor del posteo que mas arriba lleva mi nombre. Tercero, las opiniones de estas personas son extremadamente confusas y algo agresivas. Cuarto, mi apellido es Bustos no Hurtado. Quinto, pienso que no entendieron nada… Bueno.
Saludos señores.