Primer Caso: Los cínicos no sirven para este oficio

El siguiente texto es la primera entrega de tres casos que se abordarán en los siguientes días, retomando discusiones y eventos sobre arte que tuvieron lugar durante el primer semestre del 2019 en Colombia. Esta recapitulación busca reactivar las preocupaciones que, tal vez, quedaron en el aire y retomar ideas importantes, con el fin de que el lector construya opiniones propias de lo que sucede desde el arte en Colombia.

El siguiente texto es la primera entrega de tres casos que se abordarán en los siguientes días, retomando discusiones y eventos sobre arte que tuvieron lugar durante el primer semestre del 2019 en Colombia. Esta recapitulación busca reactivar las preocupaciones que, tal vez, quedaron en el aire y retomar ideas importantes, con el fin de que el lector construya opiniones propias de lo que sucede desde el arte en Colombia.

Doris Salcedo supervisando la realización de «Quebrantos» en la Plaza de Bolívar. Foto: Aljaazera

Primer Caso: Los cínicos no sirven para este oficio

“Quebrantos es una acción de duelo que busca honrar la memoria de los líderes asesinados.”

Con esa premisa, Doris Salcedo inauguraba el discurso que describía y justificaba su acción de duelo Quebrantos, que tuvo lugar el pasado 10 de junio en la Plaza de Bolívar en Bogotá. Una instalación que reunía 165 nombres escogidos de los más de 460 líderes sociales asesinados en el territorio colombiano, desde enero del 2016 hasta el día de hoy. Nombres que se construían con vidrio roto sobre el suelo de la plaza, producto de un evento que hacía uso de voluntarios -de nuevo- para promover el despliegue mediático que gestos como los de Salcedo exigen en la Plaza de Bolívar.

La acción de Salcedo, además, hizo parte de un programa dirigido por la Comisión de la Verdad y la dirección de Patrimonio Cultural de la Universidad Nacional llamado Conmemoraciones -así, en plural, como Quebrantos- que busca realizar una serie de monumentos públicos en diferentes ciudades del país para el periodo 2019-2020, de nuevo, para exaltar la necesidad de generar actos simbólicos y de memoria, de cara a las realidades que el país enfrenta desde la firma del acuerdo de paz en 2016. Como es ya tradición cuando se trata de actos simbólicos salcedianos, Quebrantos recibió halagos y críticas duras, los primeros a cargo de los medios de comunicación y figuras públicas, los segundos en gran medida, pero no específicamente, por parte del gremio artístico especializado y constantemente inconforme.

En esta ocasión, sin embargo, más allá de hacer una exhaustiva valoración de la acción de Salcedo en la Plaza de Bolívar y de sacar a la luz, como sucedió entonces con Sumando Ausencias (2016), los pros y contras de la instalación, del tipo la artista me gritó y las palomas se empezaron a comer los vidrios, parece más importante dejar en evidencia algunas preguntas, abiertas y sin resolver. Más importante no porque valorar la asertividad de la obra no sea fundamental, sino por un deber de justicia con aquellos que Quebrantos debió haber representado o visibilizado o puesto en el foco de la discusión, en una ciudad donde el asesinato sistemático de personas -porque son personas primero que líderes- se difumina y olvida, entre la cotidianidad de la capital.

La primera pregunta, en ese sentido, sería ¿por qué hacer esta acción de duelo en Bogotá y no en otras regiones donde el asesinato de líderes sociales ha tenido lugar de forma constante y brutal? ¿será porque Bogotá es la capital o, mejor, porque desde Bogotá se realizaron 1189 solicitudes de medidas de protección a la Unidad Nacional de Protección (UNP) radicadas por líderes sociales durante el 2018[1]? Esto, claro, asumiendo que la artista conociera de primera mano la distribución de líderes sociales en el país y cómo se ha desarrollado la violencia en contra de estos en los últimos 3 años. En cualquier caso, y a pesar del epicentro que Bogotá es hoy para el refugio y concentración de líderes sociales producto de la movilización forzada, cabe preguntarse ¿por qué la artista no prefirió hacer esta acción en el Cauca o en Antioquia? donde se registraron 35 y 24 asesinatos de líderes sociales el año pasado respectivamente y que, en comparación con el resto del país, han sido las zonas con mayor afectación de violencia y con menor número de denuncias y solicitudes de protección por parte de líderes sociales[2].

La segunda pregunta, coquetea con aquellas preocupaciones que Claudia Díaz y Elkin Rubiano manifestaban en textos anteriores, cuando cuestionaban la pertinencia de obras como las de Salcedo y, en su momento, Estorbo de Teresa Margolles, expuesta en el Mambo a comienzos de este año. Ambos coincidían en la tarea de resaltar el sensacionalismo que acciones como las de Salcedo y Margolles inevitablemente promueven, donde no sólo el despliegue mediático protagoniza, sino que la falta de rigurosidad con la que se trata la información y los datos produce una lamentable confusión entre sus espectadores y aumenta la brecha de desinformación en la cual se ahoga el país desde el centro hasta la periferia.

Entonces, valdría la pena preguntar ¿A qué agenda política, mediática y/o institucional está apoyando este tipo de obras de forma directa e indirecta? Y, sobre todo ¿cuál es la apuesta con la que se ponen en marcha acciones como las de Salcedo y Margolles frente a un público centralizado que lo último que necesita es reforzar estereotipos y regionalismos? Pensándolas, claro, desde su centralidad, desde su hermetismo, desde las posturas que las alimentan y, por supuesto, desde los 300 nombres que quedaron por fuera en el caso de Quebrantos.

Me aterra que estemos cayendo, como lo ha mostrado el «arte político» producido este año en Colombia, en un amarillismo irresponsable desde la producción de obra que sólo se potencia por los grandes egos de un museo, un artista, una institución, unos titanes de los medios de comunicación en el país. Me aterra la falta de sensibilidad, de preocupación, de crítica, de respeto con aquellos que decimos representar, pero en vez de eso los opacamos. No estamos prestando atención, no estamos atendiendo las necesidades inmediatas de un país que necesita amplificar voces para alivianar el peso del desinterés.

Me permito, entonces, adaptar el mensaje que el gran reportero Ryszard Kapuscinski una vez le llevó a sus colegas: nuestra profesión no puede ser ejercida correctamente por nadie que sea un cínico, porque los cínicos no sirven para este oficio. Y como la capacidad autorreflexiva se ha visto limitada en los casos antes mencionados, la tarea de exigir responsabilidad en arte recae entonces en el público, en los otros artistas y actores y en aquellos que, definitivamente, se cansaron de tanto cinismo.

 

Lina Useche

[1] Datos tomados de la página de la Defensoría del Pueblo en Mayo, 2019.

[2] Mantilla, Tomás. «Reportajes: El Miedo De Los Líderes Sociales.» ¡PACIFISTA! Marzo 20, 2019. https://pacifista.tv/reportajes/.

1 comentario

Con respecto al arte de «Quebrantos» repercute en la importancia de hacer ver una problemática que sucede en la periferia del país. Llevándola al centro. Donde al parecer no llega aún…