Las acciones performáticas en la ciudad de Cali se han venido desarrollando desde hace varios años de manera “formal” dentro del circuito artístico. La aparición de esta práctica en nuestra ciudad se remonta hacia mediados de la década del noventa cuando se dió inicio al primer festival de performance de Cali.
El festival de performance en sus comienzos tuvo el interés de abrir espacios para artistas dedicados a las acciones. La mira en su momento fue vislumbrar las “nuevas” maneras de hacer arte en las que se vincula el cuerpo como soporte, por parte de quienes se dedican a este oficio o disciplina en nuestro país y en nuestra ciudad. Como antecedentes hay que decir que existió un programa televisivo llamado loop.
El programa loop era dirigido por Wilson Díaz y Ana María Millán, tenía una duración de 25 minutos, sus emisiones se hacían por el canal universitario. Loop se dividía en tres segmentos, uno en el que se daba a conocer alguna banda musical de la cuidad, otro en el que se entrevistaba un artista y uno más en el que el artista mostraba su producción. (Video arte, performance fotografías etc.) La acogida del público fue interesante debido a lo novedoso que resultaba el programa en cuanto a su formalización. No obstante a pesar de esto, el programa tuvo que dejar de emitirse de acuerdo a decisiones de la dirección del canal universitario, que lo considero algo inapropiado dentro de los contenidos que debía presentar el canal a la teleaudiencia caleña.
Mas adelante y teniendo como referencia la experiencia del programa loop, Wilson díaz decide junto con Juan Mejía poner en marcha el proyecto del festival de performance de Cali, su primera edición se hace en 1997 y es llevada a cabo de manera autogestionada, para el año siguiente Juan Mejía se retira del proyecto dejando a Wilson Díaz en solitario como gestionador y promotor del festival, de inmediato Wilson decide vincular a su colectivo Helena producciones para que participe del proyecto. Con la salida de Juan Mejía el proyecto cambió un poco porque aunque Helena producciones trató de mantener la misma estructura de autogestión para la consecución de recursos, la acogida y el crecimiento del festival llevaron a replantear el tema de gestión.
Pese a que el modelo de gestión se mantuvo en los dos años siguientes, en cierto modo ya los guiños institucionales empezaron a seducir a los miembros del colectivo Helena producciones. El museo la Tertulia presto sus salas para la realización del festival en las ediciones 3 y 4. El malestar de inmediato apareció en algunos asistentes que decían que con la inserción de los performances al interior del museo, se perdía la magia y la idea inicial que el festival tenía, dejando de lado la lucha contra la institución.
Para la edición 5 el colectivo de Helena producciones realizó el festival de performance nuevamente en las instalaciones del museo, en esa oportunidad aparecieron invitados de talla internacional que se pudieron traer por una alianza estratégica que hizo Helena con P&G (empresa privada). Bueno, pero aquí lo importante no es hablar de los recursos, ni hacer una radiografía sobre la manera en que fueron conseguidos, así que volvamos a la parte importante que es la de los performances.
Performances de todos los tipos aparecieron en cada uno de los festivales, las temáticas, así como las maneras en que se abordaron, siempre dejaron ver la diversidad intelectual de los artistas dedicados a este tipo de propuestas estéticas. El paso del tiempo no ha logrado menguar estas hazañas performáticas que en su momento causaron controversia y que hasta hoy la causan cuando la historia es conocida por quienes no estuvimos presentes en los primeros festivales.
Se comió hasta mierda literalmente en estos espacios cuando el artista Fernando Pertuz digirió frente al público asistente unas cuantas rodajas de manzana y de pan acompañadas por sus excrementos. La sangre voló por los aires cuando pinoncelli sin pensarlo dos veces cortó el meñique de su mano izquierda para reclamar a Ingrid Betancourt de sus captores. Los pelos se pusieron de punta en el momento en que Leonardo Herrera puso en su cuello una barra puntuda que bastaba empujar de manera accidental para que su existencia acabara. El estupor se agudizó cuando Rosemberg Sandoval profano las blancas paredes al interior del museo la tertulia con un indigente al que cargo para refregarlo en tan sacro espacio.
Además del aprovechamiento del festival para llevar a cabo el acto mismo de la acción de manera directa, este espacio también sirvió como lugar documentario respecto a las acciones que realizaban algunos colectivos de artistas en otros sitios, por ejemplo el colectivo Use el timbre llevó videos y expuso su trabajo pedagógico en los buses. El trabajo del colectivo use el timbre consistía en realizar copias de las obras expuestas en el museo la tertulia para luego difundirlas en el trasporte público (buses) de la ciudad. La meta del colectivo era incentivar a las personas respecto a los conocimientos artísticos, así como invitarlos a vivir la experiencia estética de manera directa en el museo.
Nuevamente y luego de un par de años Es tiempo de ver la producción de los artistas caleños que dan utilidad a la técnica del performance, Después de muchos inconvenientes el festival ha vuelto y la zozobra ha terminado, ya no hace falta preguntarnos: ¿Qué paso con las acciones que se realizaban en Cali? … esperemos que la cosa trascienda para que se mantenga dentro del ámbito artístico nacional y no vuelva a desaparecer.
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Jairo Alberto Cobo León
(revista Gulumba)