“El poder. Sus clases, sus grados, la profunda transformación que opera en las almas. Capitán y marinero (Peisson). Jefe de taller (Mouquet) y obrero…
Otra cosa: en Homero, Aquiles sabe correr, etc, Héctor, domador de caballos, Ulises. En Sófocles: Filoctetes, etc. A los héroes de Racine no les queda más que el poder puro, sin ninguna otra cualidad (Hipólito, personaje sacrificado, ya que justamente él no corre a la muerte). No es sorprendente que Racine haya tenido la vida privada más apacible. Sus tragedias son, en suma, frías, no tienen nada doloroso. Sólo es dolorosa la suerte del hombre con corazón que quiere vivir y no puede lograrlo (Ayax). (Los personajes de Racine son precisamente abstracciones en el sentido de que ya están muertos). (¿Quién decía, pues: Cuando Racine escribe la palabra: muerte, no piensa en la muerte? Nada más cierto. Cf. Su miedo extremo a morir. En cambio, para sus héroes, como ha visto bien Tal (agrand),la muerte es un descanso. Es preciso no tener más que veinticinco años para creer que es un poeta humano…).” Simone Weil. La condición obrera. Diario de Fábrica
Cómodos intelectuales del norte alientan con sus arengas a los pueblos del Sur. En el sentido de hacerles cifrar sus esperanzas en modelos políticos y sociales que supuestamente constituirían una alternativa al modelo económico y político omnipresente en estas tierras yermas. Los pueblos del norte olvidan en sus arengas su cómoda posición neocolonial.
Pronunciar esos discursos. Poder pronunciar esos discursos, hace parte de la comodidad de esos intelectuales cuyos escritorios pueden subsistir gracias a los mismos capitales obtenidos con la explotación de aquellos a los que pretenderían alentar. Ellos olvidan esas procedencias y vienen a pontificar a los países pobres salvando sus conciencias. De lo que se trata ahora, en cambio, como leit motiv, es de procurar un cierto parte de tranquilidad moral en las conciencias de los votantes. Generando la idea de opciones políticas y sociales que pueden estar por fuera del capital. Y por fuera del poder en que se sustenta ese capital.
Los horrores de la guerra y las masacres. Los horrores ambientales. El tráfico con las minorías. El exterminio sistemático de los defensores de los recursos naturales y de los derechos sociales. La destrucción y expoliación de los recursos nacionales a manos de corporaciones del norte. Impiden que entendamos el estado actual del problema.
Seguimos presos del capital. De su método. Que equivale a contar con unos medios de producción alimentados por la plusvalía obtenida a costa de expoliar al trabajador. Esos medios de producción se valen de sectores de explotación diversos. El petróleo o el aire o los aguacates.
También del Estado del Arte.
Indistintamente siempre hay explotación. Y tarde o temprano se devela el sufrimiento y la opresión. Parece que las revoluciones de nuestra época sólo pueden apelar a ser una buena conciencia espectacular y nada más. Sólo un asunto de moral para tranquilidad de las conciencias electorales.
Ustedes saben, señores intelectuales de ultramar, que cambiar el modelo económico no nos libra del modelo de producción del capital. En cualquier modelo económico que se plantee, el estado empero seguirá siendo capitalista y seguirá reproduciendo los vicios de un estado capitalista. Lo único que muta es la burocracia de partido, el relevo de partidos, el relevo de poder, y el ascenso de una clase social que soporta esa burocracia. Se muta un modelo económico sostenido por una nueva ideología, por unos nuevos símbolos, por un nuevo partido.
Por un nuevo Arte.
Nunca se explican los mecanismos en que esa clase trabajadora será verdaderamente liberada de la opresión de sostener con su trabajo explotado, ese aparato de producción.
Los tentáculos del nuevo poder hacen gala en poco tiempo de los escenarios de difuminación de su poder a través de la reproducción expandida en la educación, la cultura, la simbolización, el Arte, el ejército, las nuevas iglesias, la moral, y demás mecanismos de expansión ideológica.
Se trata no de un método que desmonta los mecanismos de la opresión con que se engrana toda opresión y todo desarrollo, sino más bien del ascenso de una clase social y de una nueva burocracia y nueva corrupción que se hace con el poder, relevando a los predecesores amos de la producción capitalista y de los horrores de estado.
La producción continúa con nuevos rostros y nuevos discursos y nuevos aparatos de ideologización estatal. En cambio, la explotación de la clase obrera y de las clases medias sigue intacta.
Lo que se viene a emancipar no son los hombres sino las fuerzas productivas que pasan a manos de la clase que se hará con el poder, que nunca son los trabajadores. Creer lo contrario es situarse en una ventajosa comodidad moral.
Simone Weil ( Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresión social) critica a Marx el carácter evolucionista de las fuerzas de producción, su fe ciega en lo ilimitado del progreso de esas fuerzas. Carácter desprovisto de una verdadera base científica.
Sirviéndose de la dialéctica hegueliana pero invirtiéndola, Marx pone a la materia como motor de la historia. Que estaría como antes el espíritu, en perpetua aspiración de lo mejor. Coincidiendo de esta manera con el capitalismo en la medida en que se ha transferido el principio del progreso a las cosas mismas, invirtiendo la relación del objeto y del sujeto.
De esta manera, cobran toda centralidad las fuerzas de producción a tal punto que se hacen incuestionables. Simon Weil señala que esta idea es un nuevo tipo de religión en tanto esas fuerzas de producción serían la providencia que actúa sobre el mundo, haciéndolo progresar. Así incluso, en el socialismo, los hombres se transforman en entes al servicio de ese progreso de la producción.
Por otro lado Simone Weil señala que tampoco se ha realizado un estudio concienzudo del método materialista.
La madurez política nos debe llevar a la comprensión del Poder.
Comprender el poder supone entender los móviles de la Política. De la economía política. Que son el poder. Madurez política es entonces la superación de la Política. La entrada en una fase que busque restablecer los lazos de la comunidad humana.
Entender que esos lazos no pueden ser los lazos prefabricados por esas estructuras de poder que buscan consolidarse a costa de la ruptura de esos lazos comunitarios.
El poder supone la ruptura de la comunidad con la aparente y fatua búsqueda de un bien común.
No hay poder aséptico. Ni Estado poderoso redentor.
Lo demás son los discursos de los “nuevos profetas” que saben confundir con sus ataques a la derecha en pro de reivindicar a una supuesta izquierda, hoy del todo inexistente.
Hay que saber entender esa imposibilidad.
Simone Weil entró ella misma como operaria en una Fábrica (allí escribió su Diario de Fábrica). No era un experimento. Ni un Performance Social a la altura de los nuevos viejos tiempos de explotación de los trabajares.
Quería mostrar cómo en el trabajo ya no puede haber conciencia política ni ninguna conciencia, sino sólo mecanismos de subsistencia.
Estados de automatización que permiten a duras penas poder soportar la “vida dañada” (cf. Adorno en Mínima Moralia).
También para entender que no se sale ileso de una tal suerte. Que no habrá una bitácora de una tal acción. Ni un libro que cuente la hazaña. Que todo testimonio de aquello sólo podía ser póstumo.
Como sólo podía serlo, un cuerpo sobre el que se apoyaba todo el sufrimiento de la humanidad.
Un cuerpo en que desaparece toda gracia.
Allí donde estar “atento”a esa gracia sólo puede ser desesperante.
(Simone Weil muere al poco tiempo de su paso por la Fábrica, tenía 34 años)
Escrito a la memoria de Luis Ospina-Carlos Mayolo-Andrés Caicedo
Claudia Díaz, octubre 3 del año 2019