A mediados del pasado mes de mayo iniciaron los Salones Regionales de Artistas con la inauguración en Bucaramanga de una de las curadurías de la Zona Oriente y del cual ya se dio un debate en esferapública. A comienzos de mes de inauguró en Bogotá la Escuela de Garaje y pronto se irán abriendo al público los salones restantes.
Desde hace varios días se han venido publicando fuertes críticas al Salón Regional que se inauguró el pasado 3 de julio en el Museo La Tertulia y que lleva como título Reuniendo luciérnagas, curado por Herlyng Ferla y Riccardo Giacconi.
Miguel González señala entre otras cosas que la curaduría «invisibiliza, despedaza y usa como rehenes obras para que obedezcan, como en este caso, a etiquetas fatuas» y reclama al Ministerio de Cultura que «debe de asesorarse mejor al escoger los curadores«.
El crítico Carlos Quintero escribe que “El gran problema es la pésima museografía y el dudoso montaje. Al parecer, y siguiendo los “lineamientos” museales de la institución, a los “curadores” se les ocurrió “jugar” con las obras en el espacio… Pues, ¡perdieron!».
Paralelamente tienen lugar varias discusiones en Facebook, como la que se desarrolla en el muro de Facebook de Wilson Díaz, donde el artista increpa a los curadores por borrar de la página en FB de la curaduría un reclamo de Sandra Patricia Navia: «Mejor discutir y aclarar, que borrar. Pues ella es una artista que está trabajando con ustedes. Cómo le van a borrar el comentario sin aclararlo públicamente, lanzándole además una acusación».
A lo anterior se suman críticas publicadas en varios blogs de Cali. Todo esto en un lapso de tres días y todos cuestionando con dureza distintos aspectos de la curaduría. Dado que no es muy usual que se generen discusiones en torno a los Salones Regionales -casi siempre son sobre el Salón Nacional- cabe preguntarse qué está sucediendo con este Salón Regional que se expone en el Museo La Tertulia.
¿Se trata realmente de un fiasco, es decir, de una curaduría que ha decepcionado a gran parte de la escena artística de Cali? Si es así, ¿qué se puede rescatar de esta exposición?, ¿qué piensan aquellos que no están de acuerdo con las críticas que se han publicado hasta el momento?
A continuación las críticas que han circulado por correos y redes sociales:
Sobre el Salón Regional en La Tertulia
Con razón han causado malestar (un epíteto cenagoso que le daba título al pasado Salón) las tres exhibiciones que se han organizado en el Museo La Tertulia con motivo del último Salón Regional. La falta de información sobre las obras expuestas y los artistas parece dejar sin sentido el evento, agrava este aspecto el incorporar obras de autores muertos como las de Eduardo Ramírez Villamizar y Pablo Van Wong, sin ninguna justificación ni conceptualización; igualmente la pequeña escultura minimalista de Ronny Vayda, la talla africana colocada en el piso (que no es ningún tótem como dicen los ignorantes curadores) y una pieza de madera insignificante de una santa sin interés alguno, así como la idea torpe de incluir un periódico. El texto mal redactado y con información errática justificaba la banalización de los objetos y obras mutiladas bajo el cobijo de gabinete de curiosidades, que dicho sea de paso no estaban solamente en los palacios “aris-tocráticos”, como reza el comentario peregrino de los organizadores.
El despedazamiento de los proyectos de lo que fueron instalaciones, se puede verificar en obras como las de Iván Tovar, Juan Guillermo Tamayo, Hermann Yusty y Nicolás González cuyos trabajos fueron desmembrados y esparcidos, desvirtuando y banalizando los planteamientos que alguna vez animaron las propuestas originales.
La atrevida y grosera ubicación de todos los trabajos de la vitrina 2, de la sala de la colección, debe convertirse en un decálogo de lo que no se debe hacer, ya que abusa de la buena fe de los artistas, cuyos trabajos escogidos ni siquiera los curadores se habían tomado la molestia de irlos a verificar, como me han manifestado varios de los participantes.
El trabajo de una curaduría es todo lo contrario a invisibilizar, despedazar y usar como rehenes obras para que obedezcan, como en este caso, a etiquetas fatuas. Los Salones Regionales nacieron y tienen su razón de ser en la señalización de trabajos de los artistas más relevantes, y luego cuando se planteó que fuera a través de curadurías, se procuró que estas fueran iluminadoras, visionarias y oportunas. Sin embargo en “Reuniendo Luciérnagas”, hay poco de luz intermitente y sí mucho de opacidad y oscuridad.
En la sala donde se alberga la exposición “Las cosas en sí. Un sistema frágil” lo único que se evidencia es el método quebradizo de los curadores, improvisando hasta el punto de acudir a las bodegas del Museo La Tertulia para encontrar lo que pudieran, con tan mal ojo que escogieron la santa de palo y la madera africana, que no son obras de la colección sino un par de adornos de las antiguas oficinas. El sistema frágil de los organizadores quedó en evidencia. En la Sala Subterránea también el título parece delatarlos: “Metodología del engaño”, un slogan autobiográfico que pone de manifiesto el desempeño poco acertado de culminar el proyecto que enviaron al Ministerio de Cultura. Este se vio obligado finalmente, a través de la oficina de Artes Plásticas, a mandar a última hora refuerzos.
Algunas obras y sus autores pudieron sobrevivir en esta exhibición a marchas forzadas. Un curador se ocupa no solo de elegir a un artista determinado sino de escoger una obra que lo represente de la mejor manera posible. Por ejemplo María del Carmen Espinosa, performista que vivía en España y que ha retornado, es completamente desconocida en nuestro medio, no obstante tiene en sala un insignificante registro en blanco y negro de 1999, que pasa desapercibido: una pésima manera de regresar. Las obras de Dash/Lab, Leonardo López, Camila Rodríguez, Juliano Ventura, no sufrieron desmembramiento y se pueden ver con independencia y claridad. Lo mismo que el video del artista italo-holandés Alberto de Michelle, un trabajo impactante y seguramente el de más peso en la exhibición, aunque se trata de una obra de hace quince años. Uno de los intereses de los regionales es mostrar las propuestas últimas que se están produciendo y no exactamente la de hace una década y media.
El “texto” que acompaña la “Metodología del engaño” es igualmente confuso y espurio. Se trata de “poemas” de Éricka Flórez, que lejos de aclarar nada, sí se adentra en el laberinto de las subjetividades banales a través de las dieciséis hojas del pequeño folleto. Flórez es una joven curadora que en vez de fragmentar párrafos incongruentes debería escribir ensayos para lo cual creo, sí está capacitada.
Otras obras de artistas que se pueden apreciar mejor son las de Lisseth Balcázar, la instalación en ceniza de Leonardo Amador, el mural de Mónica Restrepo, los dibujos de Sandra Patricia Navia, la propuesta de Richard Bravo y las sutiles intervenciones de Diego Hernández.
Los espacios físicos, su intención e importancia, deben de obedecer siempre a un proyecto significativo, que se puede manifestar en obras que se consideran referenciales o especialmente relevantes. La instalación de Luis Eduardo Motato, que ocupa toda una sala especial de la muestra, no reúne ninguno de los ingredientes antes mencionados. Es un trabajo derivativo, facilista y se constituye en un burdo lugar común. No diría de los trabajos del Arte-Povera de los sesenta, ni de los de Kurt Schwitters del Dadá, sino de ideas que han manifestado artistas locales como Verónica Lehner o Adrián Gaitán que usan el reciclaje como una forma de reflexión, imponiéndole una poética particular. El trabajo de Motato, no visto previamente por los curadores, sin embargo, curiosamente los deslumbró. Un particular efecto luciérnaga. El refrito de Lehner y Gaitán que nos ofrece Motato es un trabajo erróneamente exaltado. Aun cuando él es un artista emergente que merece seguir teniéndose en consideración.
Una de las finalidades de los Salones Regionales, es precisamente visibilizar las regiones, sus centros de enseñanza, sus integrantes. Aquí solamente hay desinformación sobre el artista, ninguna referencia al año en que nació, en donde estudió o en qué ciudad vive o trabaja. Al gabinete de curiosidades no le pareció curioso este tipo de procedencias. Creo que el Ministerio de Cultura, patrocinador de este evento nada barato, debe de asesorarse mejor al escoger los curadores. En este caso fue fallida su designación, y no se podría esperar mucho de Herlyng Ferla, un esforzado artista emergente que ni conceptualiza ni escribe, y poco habla; así como de Riccardo Giacconi, visitante italiano que aterrizó en Cali gracias a “Lugar a Dudas”, y se “quedó” en la ciudad como alternativa. Naturalmente no sabe nada del arte local, ni del nacional ni del latinoamericano. Tampoco habla ni escribe. Parecería todo esto un chiste malo o una paradoja. Deseamos que un personal más idóneo se ocupe de estos menesteres y que el Ministerio obligue a que los proyectos se cumplan como fueron aprobados y seleccionados.
A manera de coda, me encontré en una mesa del corredor de la Sala de la Colección unas fotocopias anilladas que decían: “Bibliografía mínima”, lo cual corresponde a unos textos que iban desde Estanislao Zuleta y Andrés Caicedo hasta Walter Benjamin. Grosera pretensión. Las bibliografías deben estar implicadas en los textos, y aquí los señores Ferla y Giaccioni, que no escriben, naturalmente no producen ninguno. ¿A quién quieren tramar? Se trata más bien del “sistema frágil” o de la “metodología del engaño”.
Miguel González*
[publicado en laplieguepegajosa]
Deje así!
Desde hace unos buenos meses decidí no asistir a las exposiciones que organizan en mi pueblo, ni los aledaños, ni los del país. Los eventos son tan de dudosa calidad, por no decir más o menos, que prefiero evitarme la pena y el mal genio de tan siquiera asistir. La situación me ha llevado a buscar tiquetes aéreos y ver exposiciones en otros rumbos, en territorios conocidos y con más posibilidades de rigor, criterio y hasta sentido común expositivo. Así que pronto, y por estos motivos, saldré(mos) del país… el problema es que regresaré(mos)…
Sin embargo, las ganas de saludar a las amigas de años y el morbo, puede más que los buenos propósitos. Por estos motivos, terminé viendo el 15 Salón Regional en la sede de La Tertulia, nuestro querido museo local. La verdad, no tenía muchas esperanzas. Y mi desconfianza se ratificó desde la primera sala, la subterránea de la institución. En primer lugar, la información básica de la exposición, los artistas y las obras brilla por su ausencia. En esta sala sólo hay un pendón. Al interior, la oscuridad, rezago de la despropositada exposición anterior (como que había qué sacarle más “jugo” a las cortinas negras), apenas deja ver los objetos luminosos y dificulta la movilidad de los espectadores. Escapa uno de matarse, tropezando o cayendo por las escaleras. No hay señalización visual, ni guía, ni ninguna advertencia. Menos hay fichas técnicas, ni información sobre las obras o los artistas Esta es una moda que ha calado bastante en Cali. Los organizadores de exposiciones han decidido prescindir de los títulos, técnicas, materiales y fechas de las obras, como si estas simples informaciones no fueran parte fundamental de las mismas. Así que, quien quiera aún visitar la sala, tendrá qué hacerlo por su propia cuenta y riesgo, tanto por su integridad física al moverse por la oscura sala, sin guía, así como por la falta de información sobre las obras y los artistas.
En el primer piso del edificio de la colección del museo se encuentra alojada la siguiente muestra del mismo evento. Si bien aquí mejoran las condiciones de luz para los espectadores, no es lo mismo para las obras. Debo decir que conozco a algunos de los autores y sus procesos creativos, porque han sido mis estudiantes en talleres y cursos en la Universidad del Cauca en Popayán. La escogencia de las piezas y autores, los que conozco, me parece acertada. Sus obras o procesos artísticos tienen condiciones tanto técnicas como conceptuales para hacer parte de este evento. Sin embargo, cuando visité la sala me encontré con piezas que me parecieron extrañas, distantes, desangeladas. En al menos un caso hay un deterioro significativo e injustificado de la obra. La obra de Leonardo Amador, hasta donde entiendo y recuerdo, un sutil tapiz de ceniza, material que es utilizado en la construcción de las viviendas de las comunidades indígenas del norte del Cauca, se debería conservar intacta, lo que no sucedió, ya que fue pisoteado por los asistentes a la inauguración. Claro, hasta la tarde de hoy, un día después, no había señalización adecuada que permitiera la preservación de la obra y con las pisadas ya existentes, los nuevos visitantes se tientan a «interactuar» con la pieza.
«El gran problema es la pésima museografía y el dudoso montaje. Al parecer, y siguiendo los “lineamientos” museales de la institución, a los “curadores” se les ocurrió “jugar” con las obras en el espacio… Pues, ¡perdieron! Perdieron sobre todo los artistas y sus obras, porque en esa aglomeración arbitraria, simulacro mal formado de montaje y de intelectualidad, nada se ve, ni siquiera se aprecia. Toda la sutileza y potencia de las obras se pierde en este desproporcionado marisma. Eso lo puedo evidenciar con los cuatro o cinco que más conozco, pero parece que es igual para todos los demás. Ya dos de los participantes han manifestado su inconformidad y su malestar ante este kvernícola kvernoso kvernario. Seguro llegarán más quejas…
Este cenagoso 15 salón regional tiene otras sedes, a las cuáles no iré ni porque me paguen. No sé qué vaya a pasar con este evento. Creo que poco me importa ya. Total, en este medio como que nada importa, sólo cumplir con la cuota ministerial, con la apariencia de “progreso”… Mejor, ¡deje así!»
Carlos Fernando Quintero
[publicado en desde la kaverna]
Silenciando luciérnagas
Despabilen luciérnagas
«P: preocupante, y lo es porque no solo esta edición de los salones regionales pinto maluco en su apertura, por ahí hay proyectos, colectivos de los que ya hemos hablado resaltando su trabajo independiente y esfuerzos por visibilizar y mover el arte de la ciudad, que ya llevan tieeeempo y de los que también se escucha las propias quejas por parte de los artistas y el público que andan como Rayados con esos temas y la falta de seriedad con sus/las obras.
B: conclusiones Pajita, pá que la gente no diga que dejamos todo ahí como en la nada.
P: pues a ver, igual no se puede concluir como mucho:
- #unonuncasabeparaquientrabaja.
- Ojalá esas vitrinas no se vengan abajo con todo y obras.
- Hace una semana vi un meme de bolívar que decía “no pues ya no expongo” pá tenerlo en cuenta.
- No hay un catálogo, tampoco queda nada después de visitar la exposición, solo una fotocopia de un mapa de la sala subterránea, que hasta en proartes dan una impresión como para informarse un poco.
- Quiéranlo o no el Museo La Tertulia es un Museo y lo que se ponga en un espacio así no aguanta que sea tan artistada, debe estar relacionado con el proceso de cada artista y debe ser bien montado, a menos que la aristada sea la obra y la madre de las artistadas pueees!.
- Esperemos a ver que sigue en el marco de los 15 salones regionales, quizá se reivindiquen y despabilen porque faltan otras actividades hasta donde sé.
- Ya basta de esos letreros entre cortados en las silabas que parece que fueracool cuando no lo es, muchos lugares comunes últimamente. Y
- La curaduría considero yo debe ser una investigación seria que asuma cierto riesgo si, pero… que no arriesgue ni las obras, ni los artistas, ni la constancia de un público que fielmente va a las exposiciones… bueno y otras cosas que se me escapan porque ya ando como prendo»
[continúa en El Heno Contraproducente]
¿Qué pasa con el Salón Regional de Artistas? Del Museo la Tertulia y otros Demonios
* Da lugar a dudas saber quien ha estado avalando estos inexpertos curadores, teóricos y artistas, que si bien seguramente tienen algún talento y buenas intenciones, no están preparados, ni capacitados, necesitan adquirir mas experiencia para hacer proyectos en una institución como el Museo la Tertulia, por eso repetimos da Lugar a Dudas, para que se generen tantas inquietudes sobre la procedencia y solidez del lugar que ocupan estos débiles y jóvenes personajes que aun están en etapa experimental, en particular cuan hay un grupo amplio de personas que hubiesen podido y pueden aproximarse a proyectos como este en Cali: Guillermo Marín, Leonardo Herrera, Carlos Quintero, Margarita Ariza, Johanna Roa, Wilson Díaz, Jim Fankugen, y por supuesto Miguel González , entre otros.
Juana Marín
[continúa en laplieguepegajosa]
Sobre el 15 Salón Regional Zona Pacífico: Reuniendo Luciérnagas
«Este año en el que se supone se realizó la investigación que revelaría lo que pasa en el suroccidente colombiano o resultó insuficiente en tiempo o los curadores no lo lograron gestionar adecuadamente, pero cualquiera que hayan sido sus razones, visitar las actuales exhibiciones Las cosas en sí, un sistema frágil, Taumatropía metodología del engaño y Phatosformel, elementos para una pintura que inauguraron el pasado 3 de julio el Salón en La Tertulia, solo dan cuenta de inmediatez, desorganización y falta de profundidad al abordar el tema del arte de esta particular perspectiva: Cali y el Pacífico»
[continúa en $200 de cilantro]
Actualización 11 de julio
La revista Arcadia da cuenta del debate y Carlos Quintero publica un nuevo texto.
El 3 de julio, en el Museo la Tertulia se inauguró el decimoquinto Salón Regional de Artistas Zona Pacífico, titulado Reuniendo Luciérnagas, una curaduría premiada del Ministerio de Cultura y que tiene como curadores al caleño Herlyng Ferla y al italiano Riccardo Giacconi. A pesar de contar con la ayuda de instituciones y patrocinadores, el trabajo se quedó corto en lo que concierne a la organización y profundización de la muestra, según han dicho varios usuarios y críticos en el portal esferapublica.org (Vea completa la polémica aquí: ¿El Salón Regional en La Tertulia es un fiasco?)
Durante los últimos días, varias personas han criticado el dudoso manejo de las obras enviadas por artistas regionales a través de una convocatoria en la página web del evento. Sandra Patricia Navia, una de las elegidas, publicó en su perfil de Facebook un comentario sobre cómo fue expuesta su obra. “Mi pieza ‘Episodios Maníacos’ perdió toda la manía porque los ‘curadores’ tomaron decisiones arbitrarias y no consensuadas en el montaje de la obra. De 105 dibujos se ven 4 y en total hacinamiento en una vitrina con 15 obras más. No es sólo la carencia de curaduría y museografía es el sin sentido lo que prima en la producción de este evento”. En cuanto a los problemas con el montaje, comentó: “ellos montaron las 105 piezas apiladas de forma que solo se ven las piezas de encima. Detrás de eso pusieron unas esculturas de otro artista que no tienen nada que ver con mi trabajo… en fin, alteraron su esencia…si me hubieran dicho que iba a prestar mi obra para que la montaran y la hacinaran con otras obras no lo habría permitido. No solo alteraron mi trabajo sino también el de otro artista.”
Navia es tan solo una de los 38 artistas cuyas obras han sufrido por el mal manejo de las piezas de los curadores, según le dijeron algunos de ellos a Arcadia. La instalación de Leonardo Amador, por ejemplo, sufrió gravemente el día de la inauguración pues la falta de señalización y de una barrera que separaba al público de la obra causó que las cenizas que formaban la base de su montaje se dispersaran por el salón. Amador afirmó: “Yo monté esa instalación y le dije al curador que necesitaba una cinta para delimitar el espacio y que no hubiera accidentes, pero me ignoró. Luego le pedí unas luces que se direccionaran hacia la escultura, pero también negó eso y me dijo que debía utilizar las luces que tenían disponibles. Nunca me pararon muchas bolas. Fue muy incómodo ver el deterioro de la obra y fue aun peor el hecho de que me ignoraran. Hasta me pidieron reducir el tamaño de la obra para supuestamente solucionar los problemas y evitar complicaciones.” Además, cuenta que cuando pidió una explicación sobre por qué se había dañado su obra, los curadores contestaron, en tono de burla, “Cali es Cali”. Un tercer afectado, Richard Harrison Bravo, reclamó que el marco dorado de su fotografía, que correspondía a su investigación, había sido despintado por los curadores sin mayor preocupación y sin consultarle.
Las críticas también han sido dirigidas a la falta de información sobre cada pieza y a la falta de iluminación que ayude a los asistentes a desplazarse con facilidad y seguridad por las instalaciones de la Tertulia. Carlos Fernando Quintero, autor del blog de crítica de arte Desde la kverna, dice que “la información básica de la exposición, los artistas y las obras brillan por su ausencia. En esta sala solo hay un pendón. Al interior, la oscuridad, rezago de la desproporcionada exposición anterior…apenas deja ver los objetos luminosos y dificulta la movilidad de los espectadores”. Además, Quintero afirma que con Reuniendo Luciérnagas “perdieron sobre todo los artistas y sus obras, porque en esa aglomeración arbitraria, simulacro mal formado de montaje y de intelectualidad, nada se ve, no siquiera se aprecia. Toda la sutileza y ponencia de las obras se pierde en este desproporcionado marisma”.
Miguel González, crítico y ex curador del Museo la Tertulia, afirma que el Salón Regional tiene otro problema: los objetos en sí. González escribe sobre las piezas: “como curadores me parece que se fueron más por la belleza del objeto que por la profundidad del contenido”. El crítico cuestiona la manera en la que procedieron Ferla y Giacconi y afirma que ambos improvisaron “hasta el punto de acudir a las bodegas del Museo la Tertulia para encontrar lo que pudieran, con tan mal ojo que escogieron la santa de palo y la madera africana, que no son obras de la colección sino un par de adornos de las antiguas oficinas”.
Resulta extraño que la Tertulia haya permitido que esto sucediera, en especial porque se considera uno de los espacios culturales más importantes de Cali que ha tenido una revitalización en el último año. El curador de planta del museo, Alejandro Martín, contó que “el Museo apoyó el Salón desde el comienzo y le dio libertad a los curadores para hacer la exposición. En este momento los estamos respaldando para responder y revisar los errores que se cometieron durante el montaje de ciertas obras. Los Salones Regionales son eventos muy importantes porque visibilizan el arte en todos los espacios del país”. Además, Martín admitió que lo que más le preocupa es que los artistas no estén contentos con el montaje: “Les hemos pedido a los curadores que hablen con los exponentes para que estén satisfechos. He hablado con otros artistas que sí estuvieron durante el proceso y están contentos, pero también he hablado con una persona que no pudo asistir para solucionar lo de su montaje”. De acuerdo con Martín, el Ministerio de Cultura eligió a los curadores “a través de una de sus convocatorias. Ellos hacen un concurso y eligen a los curadores por región. Antes se contrataban para realizar una tarea específica, pero ahora presentan una idea que compite con otras”.
González considera que “el Ministerio de Cultura, patrocinador de este evento nada barato, debe de asesorarse mejor al escoger los curadores. En este caso fue fallida su designación, y no se podría esperar mucho de Herlyng Ferla, un esforzado artista emergente que ni conceptualiza ni escribe, y poco habla; así como de Riccardo Giacconi, visitante italiano que aterrizó en Cali gracias a [la sede de residencias] ‘lugar a dudas’, y se “quedó” en la ciudad como alternativa”.
Y, entonces, ¿qué vamos a hacer?
Hace una semana se estaba inaugurando el 15 Salón Regional-Zona Pacífico y casi de inmediato empezaron las críticas y cuestionamientos al evento y, sobre todo, a sus “curadores”. Empezaron los artistas, sotto voce, como casi siempre. El malestar, como preludiado por el Salón anterior, fue en crescendo hasta alcanzar proporciones inimaginables: la queja generalizada de gran parte del medio artístico local y nacional, que, por primera vez y al unísono, se han manifestado en contra del evento. El gran logro de este Salón ha sido ponernos de acuerdo, incluso con aquellos que hemos mantenido muchos desacuerdos, y además, ha logrado que se manifiesten, los que poco o nunca han hablado.
En esta agitada y tensa semana han pasado muchas cosas. Textos han ido y venido reclamando explicaciones, responsabilidades y cabezas. Caricaturas y memes han rotado entre correos y muros haciendo poniendo un poco de humor a la terrible situación. Incluso, algunas voces se han levantado tratando de defender lo indefendible. Lo más grave es que se ha intentado suplantar al menos a una persona, en comentarios, como si alguien estuviera tratando de confundir y apaciguar los ánimos (me refiero a la “suplantación” de Sandra Navia en los comentarios de Esferapública).
Lo que no ha habido, al menos hasta el momento, es un pronunciamiento serio y claro ni de los “curadores”, ni mucho menos de las entidades privadas y gubernamentales implicadas en este lío. De parte de los “curadores” lo único que parece haber sucedido es la censura de al menos un comentario en la página del evento. De explicaciones, aclaraciones, enmiendas, argumentos, que yo sepa, no ha sucedido nada.
Las instituciones, Museo La Tertulia y Ministerio de Cultura, tampoco se ha sabido nada, al menos en esta Kverna. Claro, es la “posición” tradicional y oficial. Nunca responden a los debates y a los cuestionamientos y dejan que la “marea” baje. Creo que es necesario aclarar que este proyecto se hace con dineros públicos, provistos por el Ministerio de Cultura, así que debería ser una obligación que tanto los “curadores” como las instituciones, respondan de manera pública a lo que los ciudadanos hemos solicitado. Mejor dicho y para ser un poco más claro, aquí no se trata de la platica del bolsillo de nadie, sino de los dineros que los contribuyentes y ciudadanos hemos dado al estado y que, parece que no ha sido bien utilizado. Por esta sencilla y simple razón, todos los implicados deberían responder a los cuestionamientos y debates. No es sólo una postura ética y moral, además de profesional; es una obligación que adquieren todos, al contratar con dineros públicos.
Por otro lado, hay muchas cosas qué revisar al interior y al exterior de este 15 Salón Regional – Zona pacífico (de pacífico no ha tenido sino el nombre). Al interior, lo que se evidencia es el daño físico y moral de al menos algunas de las obras, que han sido alteradas por los curadores, tanto en sus condiciones físicas (reitero) como al montarlas por fuera de los requerimientos de los artistas. ¿Será que un “curador” puede hacer lo que quiera con las obras de los artistas? Una de las funciones importantes de un curador es preservar el valor de los artistas y las obras. Esto lo hace no sólo en términos de la conservación física de las cosas-obras, sino aportando positivamente al valor cultural, social y simbólico de las obras y los artistas. Así, en una buena exposición, la obra y el artista “ganan” o “incrementan” estos valores, que redundan en otros: el político y el económico. Por el contrario, en una “mala exposición”, se afecta negativamente a las y los artistas en todos los valores mencionados. A veces este tipo de daños son irreparables.
Al exterior del Salón, pero implicándolo, está la dudosa política de los salones. En Colombia se ha impuesto con argumentos nebulosos desde hace alrededor de 15 años. El primer argumento dudoso es lo “inadecuado” y “caduco” del modelo del Salón, es decir, de la exposición por convocatoria abierta y concurso, en la cual podían participar todos los artistas, sin distingo de clase, raza y condición social y cultural. Esto parece ser el mayor inconveniente para el stablishment (léase Ministerio de Cultura), ya que en los salones se “colaban” obras y artistas que no favorecían los intereses de algunas personas, incluido el gobierno central. Claro, el arte cuestiona y molesta, a veces de manera sutil y otras de manera directa. Así que, desde mi particular perspectiva, lo que asegura la figura del “curador” (decididodedocráticamente desde los bureaux de la capital) es el control de lo que se exhibe y se produce, estableciendo casi que un solo y único modelo de arte, que es el que el Ministerio y el gobierno central (Big Cousin and Big Brother) quieren ver o sirve mejor a sus intereses.
Por otro lado, lo que asegura este modelo “curatorial” es que haya menos visibilidad y menos impacto social, cultural, simbólico y político de las artes. Lo que se ha logrado (si es que a esto le podemos llamar logro) es la atomización del medio artístico nacional, fragmentándolo en pequeñas células y facciones. Así, en lugar de eventos que reúnan y comuniquen a los actores del arte, como lo hacía el antiguo Salón nacional, lo que se da es una cantidad de eventos cada vez más pequeños e insignificantes (porque no significan), que poco importan e inciden en la sociedad.
Aclaro que no tengo nada en contra de las exposiciones por proyectos curatoriales, siempre y cuando cumplan con dos condiciones: La primera es que las realicen profesionales del arte, con experiencia y conocimiento, o sea, verdaderos curadores. La segunda, que se trate de manera coherente, digna, acertada e inteligente a los artistas y las obras. Por lo general, esto último lo hacen los verdaderos curadores.
Finalmente, el modelo de proyectos curatoriales nunca pudo y no podrá reemplazar lo que fue el Salón Nacional de Artistas, como evento que permitía visibilizar y afianzar procesos artísticos del país, frente a los grandes públicos del arte nacional e internacional, permitiendo, sobre todo, la participación de esos “colados”, que hoy están ausentes y están cada vez más marginados. Y, entonces, ¿qué vamos a hacer?
Carlos Quintero
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publicado en Desde la Kaverna
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Actualización 16 de julio
Los curadores envían a esferapública el siguiente comunicado:
Comunicado de los curadores de Reuniendo Luciérnagas
Estimados artistas,
El fin de este documento es exponer las ideas y argumentos que unen las distintas exposiciones y eventos que conforman el proyecto Reuniendo Luciérnagas; además de ofrecer un espacio para atender a los artistas que se encuentran inconformes con el proyecto expositivo en el que participaron.
1.
Como es usual, durante el periodo de investigación, los proyectos van cambiando; así que a continuación exponemos qué se modificó (desde el momento en que presentamos el proyecto inicial) y las reflexiones que soportan estos cambios y decisiones. En un comienzo no pensábamos hacer ninguna exposición de arte curada por nosotros, sino únicamente distribuir el dinero ganado entre distintos colectivos de la ciudad, para que cada uno realizara un evento. La investigación dio como resultado algunas relaciones interesantes entre los colectivos investigados, y a medida que iban avanzando las entrevistas con ellos, se iba tejiendo una red de ideas y relaciones entre estos. Quedaron dentro de la curaduría los colectivos que eran fundamentales para ese conjunto de ideas que construimos durante nuestra investigación, que tiene que ver con el lugar del cine en la historia del arte local, con la relación entre comunicadores sociales (agentes jóvenes del campo del cine y de la radio comunitaria) y artistas. Se ampliará sobre estas ideas más adelante.
Durante nuestra fase de investigación expandimos la pregunta sobre lo colectivo, y quisimos preguntarnos por nociones que explican distintos modos de agrupar cosas o personas. Al pensar lo colectivo, inicialmente encontramos la noción de criollización (propuesta por E. Glissant), como una posible forma de ver el fenómeno del mestizaje. Empezamos a interesarnos por crear una exhibición que mezclara objetos y obras de arte, y que la estructura de ésta se basara en esa forma de mezclarse que plantea este escritor: una en la que nada prime sobre nada, en donde todo esté completamente mezclado. Esa idea nos parecía fundamental para hablar de lo colectivo, y por extensión, para hablar de nuestro país marcado por un pasado colonial.
Pensamos que era interesante que esta muestra funcionara como un prólogo de los eventos que íbamos a comisionarle a los colectivos seleccionados. Tomamos esta idea de varias experiencias previas, entre otras, de la anterior dOCUMENTA de Kassel, en la que el primer piso del edificio principal tenía instalado un gabinete de curiosidades que reunía fotografías, textos, obras y documentos; y así la materialidad misma (y no necesariamente un texto en un plotter) era la que abría el proyecto entero, de varios meses de duración.
Otras exposiciones fueron tomadas como referencias, por ejemplo:
A medida que la investigación sobre la obra de los artistas locales iba creciendo, iban también creciendo esas nociones que explicaban maneras de juntar cosas o personas. Echamos mano de conceptos que nos interesaban previamente para nutrir nuestras discusiones. Entre ellos el Atlas Mnemosyne de Aby Warburg (1866-1929), un intento por construir una enciclopedia de relaciones visuales y metafóricas entre imágenes que pertenecen a la historia del arte y a otras disciplinas. Las asociaciones de este atlas estaban pensadas para avivar la curiosidad y la memoria del espectador, logrando crear nuevos significados entre las cosas.
Esta noción es muy cercana a la idea de los gabinetes de curiosidades como forma de agrupación de objetos. Se podría decir que éstos son como la prehistoria de las exposiciones; y nos interesaba precisamente porque propone una taxonomía distinta a las que usualmente presenta el museo, propone de alguna manera, volver a mirar los objetos por fuera de una cantidad de categorías artísticas que se han ido construyendo históricamente para referirse a ellos.
En nuestra investigación proponemos una relación entre las nociones de criollización, mestizaje, gabinete de curiosidades y el Atlas Mnemosyne: pensar los vínculos entre las cosas, otras formas de combinar, de juntar, de juntarnos. Esa exhibición hacía un prólogo visual y material de la idea inicial de nuestro proyecto de investigación: el fenómeno de “lo colectivo” en Cali, para lo cual el cine ha tenido un rol central; de ahí viene la referencia a Ciudad Solar y al Grupo de Cali. No se trataba de hacer un homenaje explícito y literal a ese pedazo de la historia, se trataba de explorar el fenómeno (de cómo en torno al cine y a la reflexión sobre las imágenes se creó toda una comunidad que nos marcó profundamente), se trataba de explorarlo desde distintos puntos de vista; partir de esa inspiración para después transcenderla.
Todas estas ideas son las que soportan las decisiones que se tomaron con la exhibición Las Cosas en sí. Un sistema frágil. Todas las decisiones museográficas se tomaron con la mayor consciencia de estar beneficiando las obras según nuestro punto de vista, y según las ideas vinculadas con las obras, expuestas por los artistas en las conversaciones que tuvimos con ellos. Más adelante exponemos la relación que nosotros vemos entre las obras, por qué cada una se puso en el lugar que se puso, de qué manera esto estructura un guión curatorial, y de qué manera esta relación de obras hacen que se potencien entre sí.
La decisión de no poner un texto de sala o texto curatorial es una estrategia que decidimos asumir como forma de acentuar la idea: potenciar encuentros con los objetos de una manera más material, sensitiva y menos mediada por las categorías y las explicaciones. Queríamos crear una experiencia en la que los espectadores tuvieran que relacionarse con las exposiciones de arte de otra manera, en la que tuvieran que volver a mirar, en la que se encontraran a solas con la materia, y a partir de ella armaran sus propias conjeturas. Este gesto nos parecía importante en un contexto del arte cada más vez más discursivo, más tapado por la palabra. Pensábamos que en una exposición en torno a la escultura y la materia, el silencio era una buena estrategia para propiciar el tipo de experiencia que nosotros consideramos que “abre” las obras, las hace más grandes, y más susceptibles de ser interrogadas por distintos públicos.
Dado que esta era una exposición curada por artistas, se pensó que era coherente que los otros soportes que acompañan las exposiciones (página de Facebook, página web, publicación final y textos) fueran comisionados también a artistas. La intención con esto era cuestionar las convenciones asociadas usualmente a lo que es un catálogo que da cuenta de una exhibición, y lo que es un texto que la explique. Queríamos que todos esos soportes que acompañan una exhibición, fueran también un experimento plástico, que acompañaran la delicadeza de las obras y la sutileza de los gestos elegidos por los curadores, y no que impusieran un formato o un lenguaje rígido sobre las obras.
Siendo así, estas exposiciones (las inauguradas el Viernes 3 de Julio en el Museo La Tertulia, más la que se inaugurará el 21 de Julio en la sede de lasucursal.clo), insistimos, son el abrebocas para un proyecto que tiene una duración de dos meses, durante los cuales, además de llevar a cabo eventos, performances y mesas de radio, se creará una publicación y se desarrollará una página web. Eso quiere decir que no vemos la razón de poner en duda la credibilidad de todo el proyecto Reuniendo Luciérnagas, por una exposición que es sólo un porcentaje de todo lo que va a tener lugar, y sobretodo, por una exposición sobre la que podemos tener una discusión en torno a su calidad, su riesgo, su pertinencia y los alcances que puede llegar a tener por todo lo que evidencia y pone en juego. En qué sentido las decisiones curatoriales de este proyecto son una afrenta o perjuicio a las obras, es algo relativo, que depende de los criterios de calidad que cada crítico o artista ha construido, y de lo que es y lo que puede llegar a ser una obra de arte para cada uno de ellos. Estas son todas discusiones teóricas y subjetivas que podemos poner sobre la mesa.
Paralelo a las acusaciones, hemos recibido varios mensajes hablándonos de la calidad de la exposición, y de la satisfacción que generan las decisiones curatoriales. Esperamos que aparezcan otras voces en esta discusión pública, esas voces que nos dicen por teléfono, por mensaje de texto o presencialmente, que la exposición es una apuesta significativa y pertinente, no sólo como apuesta curatorial general, sino por lo que logra hacer con cada una de las obras. Esperamos que algunas de estas voces, empiecen a aparecer y podamos tener un debate con puntos de vista contrastados, y con argumentos en torno a la calidad de la muestra. Quizá esta discusión pública un poco menos parcializada, contribuya a que los artistas que se sienten afectados, observen sus propios puntos de vista en perspectiva, y evalúen la posibilidad de pensar desde otro ángulo la exposición de la que hacen parte, y el lugar que su obra juega dentro de la misma.
Dado que reconocemos que nuestros puntos de vista pueden o no ser compartidos, y que los artistas tienen el derecho y el deber de comunicar sus insatisfacciones y sus observaciones sobre el resultado de la muestra, se citó a todos los artistas participantes de Reuniendo Luciérnagas, a una reunión extraordinaria este Martes 21 de Julio de 2015. La reunión estará moderada por un mediador designado por el Ministerio de Cultura. La citación específica (hora y lugar) les llegó a los artistas a través de sus correos electrónicos. El propósito de esta reunión es el de discutir las decisiones curatoriales tomadas, y llegar a un acuerdo sobre cómo proceder con lo que sigue. Los artistas que no residan en Cali se les dará un dinero para que puedan viajar y presenciar la reunión.
A continuación hacemos públicas algunas asociaciones que concebimos al curar la muestra Las cosas en sí. Un sistema frágil. Posteriormente expondremos las relaciones entre las cuatro exhibiciones y la relación de estas con los eventos que sucederán distintos espacios de la región (Cali y Popayán).
Las Cosas en sí. Un sistema frágil:
La pintura de Richard Bravo es un bodegón muy agudo que recoge toda la imaginería de la pintura holandesa (las luces, las frutas, la disposición), pero introduciendo unos elementos pertenecientes a Popayán. De forma simultáneamente sutil y violenta introduce elementos como la motosierra o la bolsa llena de agua para espantar moscas (como aludiendo a un cadáver que debe ser espantado). Esos elementos los pone en conflicto con estos bodegones holandeses que tienen un claro interés por hablar de la espiritualidad y que Richard relaciona con la tradición católica de su ciudad, con la violencia que sufre el territorio Caucano, donde los campesinos han visto cómo la motosierra, un elemento que pudiera ser un símbolo de construcción y edificación, ahora representa las muertes y despedazamientos de la tortura experimentada en su territorio.
Pero entonces, ¿cómo puede ser entendida esta imaginería en un contexto que ignora completamente las condiciones en que fueron elaboradas? ¿Cómo mostrar al público esta pintura, su belleza, sin tener que revelar su truco? ¿Sin tener que mediar la sensibilidad del público a través de nuestras palabras? ¿A través de un texto que diseccione las operaciones silenciosas y sutiles del artista?
Entonces aparecen estas otras formas de construir relaciones entre las obras y el público que se acerque a observarlas, por ejemplo lo que tienen en común Bravo, Navia y Quinayas, es que los tres realizaron una operación semejante: apropiarse de elementos occidentales, y adaptarlos a un contexto propio para emitir un enunciado. Sandra retoma los naipes que representan atuendos de la aristocracia y los ha redibujado eliminando sus rostros, y Quinayas por su lado reelabora una silla de un estilo Luis XV con fique, un material relacionado a su contexto y a una práctica artesanal popular.
Así que esta unión se ha hecho para privilegiar una serie de relaciones y sensaciones más generales que el público pueda detectar, y lejos de creer que esta cercanía perjudica semánticamente los objetos, creemos que la alimenta. También se hace bajo la confianza de que el objeto conserva los trazos mentales del artista. Se entiende que el público, si lo desea, puede desfragmentar esta estructura de relaciones y profundizar en las propiedades de cada obra, descubriendo sus propiedades más profundas. Debe entenderse que las exposiciones no se hacen únicamente para públicos especializados, así que las relaciones entre obras van desde complejas relaciones conceptuales, hasta simples relaciones de color, formas y materiales que cualquier visitante puede detectar.
Por ejemplo en esta fotografía podemos ver (en la parte de atrás) la obra de Mónica Restrepo que habla sobre la historia de saqueo de objetos precolombinos en la hacienda de Malagana, la cual presenta un texto junto a todo el desborde de energía que la artista ha invertido al momento de tirar esta arcilla sobre la pared, arcilla que podría ser usada para la construcción de cerámicas. Desde este punto de vista, vemos cómo se relaciona con Ronny Vayda, un cubo que parece haber sido retorcido brutalmente, por fuerzas manuales, o por el fuego. En cualquier cosa, por una inversión de energía que se imprime sobre la materia.
Ella habla de la tradición, o lo que pasa con un objeto (ya sea que se considere escultura, arquitectura, cine, figuras precolombinas, etc) que ha sufrido la afrenta de un desastre, y la tradición (la base sobre la que estos objetos y este arte han sido construidos) se ha retirado. Esto sucede cuando éstos elementos experimentan este desastre, pero también cuándo son desarraigados de su lugar de origen. Su trabajo gira alrededor de la noción de “retiro de la tradición” propuesta por el escritor libanés Jalal Touffic, y nos parece que esta asociación de violencia y condición de “irrepresentabilidad” la vincula con la obra de Richard Bravo.
Todo esto lo sabemos cuando accedemos al texto que la artista dejó debajo de su intervención, pero sin el texto también encontramos otros vínculos:
Aquí vemos cómo la obra de Mónica Restrepo, que cuestiona la posibilidad de relacionarnos con los objetos precolombinos albergados en los museos del oro, se relaciona u opone con la sutil superficie de ceniza obtenida de comunidades indígenas. Leonardo dispone sobre la superficie de ceniza unos bloques construidos con el mismo material en forma de ladrillos que son usados en la construcción moderna, y nos habla sobre las diferencias arquitectónicas existentes en la cultura moderna y la comunidad indígena a la que pertenece, y cómo las disposiciones arquitectónicas inciden en la forma en que se relacionan los seres humanos. Él nos habla sobre cómo en las comunidades es importante la cocina como un sitio de reunión y construcción del núcleo filial. Pero sobretodo hace referencia a todo lo que puede el fuego, a todo lo que reúne, a su capacidad de “unir”.
En cambio desde esta vista, los “ladrillos” de Leonardo Amador, construidos con ceniza, se relacionan de una forma muy interesante con la obra de Iván Tovar, quién visitó por un largo período sitios de producción de ladrillos, y extrajo de algunos lotes perdidos, unos ladrillos fundidos que presentan unas propiedades escultóricas sugerentes y viscerales. Algunos de sus objetos son muestras de cómo el fuego transforma la materia, otros como en el caso de la fotografía, presenta algunos que bien podríamos pensar que son como un modelo de arquitectura moderna o contemporánea. En la obra de Tovar, por contraposición a la de Amador, se ve todo lo que el fuego es capaz de destruir.
La exposición presenta innumerables posibilidades de ser interpretada, se trata de un dispositivo que puede ser explorado tanto como la creatividad del público lo permita. Así que, de algún modo, aunque se trata de una construcción llena de posiciones y significados, se presentó al público como un dispositivo vacío, que el público podía “llenar” a su voluntad., con memorias, imaginaciones; tal y como lo proponía Aby Warburg en su Atlas.
La exposición es un tratado de las formas y las operaciones materiales, y en este sentido se tomó la decisión de operar de 3 modos diferentes que agregaran capas sobre la investigación. Se incluyó obras de arte contemporáneo, algunas obras de arte de la colección y de artistas reconocidos, y algunos objetos que no tuvieran este carácter artístico (como artesanías u otros objetos anodinos que encontramos dentro de la colección del museo). Es interesante ver cómo en el dispositivo, éstos objetos que no tienen este estatuto artístico, logran integrarse orgánicamente con las obras de arte. A su vez el dispositivo posibilita que algunas esculturas ya muy reconocidas como las de Pablo van Wong, o Ramírez Villamizar, sean vistos desde una nueva perspectiva, revelando nuevas potencialidades que el objeto podría poseer.
Estas son sólo algunas de las relaciones que se pueden establecer entre las obras de la exposición, existen muchas más de las que no somos conscientes y algunos visitantes de las exposiciones nos las comparten.
Se entiende por lo tanto que se ha asumido el espacio museal no cómo un catálogo que presenta individualidades, sino que se ha concebido como un espacio vacío, donde cada disposición tiene una intencionalidad muy precisa. Para realizar esta movilización que queríamos generar respecto al dispositivo exhibitivo, era necesario subvertir los cánones clásicos de la museografía (por ejemplo las fichas técnicas al lado o cerca del objeto, o la altura en que normalmente se cuelgan las imágenes en la pared). Esas convenciones de la museografía resultaban poco adecuadas para los vínculos que queríamos evidenciar entre las obras. Conscientes de que el espectador podrá querer hacer más asociaciones y saber de quién es cada pieza, a la entrada de la sala había disponible una fotocopia con el plano de la sala y las vitrinas, que indicaba el nombre del autor, el título de la pieza y el año.
Este es sólo un recorrido parcial para ejemplificar el tipo de asociaciones de las que partimos para la realización de esta exhibición.
EXPOSICIONES
Paralelo a “Las cosas en sí…”, se inauguraron dos muestras más en el Museo La Tertulia, el 3 de Julio: la exposición Pathosformel – Elementos para una pintura (Sala alterna del Museo La Tertulia), en la que se invitó al artista Eduardo Motato, quien desde hace años realiza unas colecciones de restos de ciudad, escombros, pedazos de cosas anodinas que ya no sirven para nada (pedazos de baldosas, tubos, sombrillas, etc). Al artista se le extendió la invitación para que realizara un experimento de montaje con su colección, un proyecto de sitio específico para el espacio de la Sala Alterna del Museo La Tertulia.
Así mismo, se le extendió una invitación a Breyner Huertas, para que participara con una colección de imágenes encontradas de los años cincuenta, con las cuales él ha venido construyendo unas pequeñas curadurías, a partir de asociaciones que nosotros consideramos alusivas a Warburg. Las microcuradurías de Breyner estructuran la muestra Teaser: la parte por el todo, que se abrirá en lasucursal.clo, este 21 de Julio, junto con obras de Carlos Egidio Moreno, Víctor Alfonso González y Edgar Jiménez. La noción de teaser hace referencia a una pequeña muestra de una película que se construye para hacer campaña previa a la distribución de la misma. En la muestra se presenta precisamente el teaser de una de las películas de Víctor Alfonso González Urrutía, un realizador radicado en Villapaz (un corregimiento cerca de Jamundí), quien ha hecho más de 29 películas de manera autogestionada y autodidacta, lo que lo convierte en un gran cronista de su zona, con unas particularidades muy vallecaucanas, como la herencia afro, su relación con la caña y la violencia, entre otras. Se incluyen también una pintura del pintor chocoano Carlos Egidio Moreno, y otras del artista caleño Edgar Jiménez. Las de este último son reapropiaciones de afiches de películas internacionales de serie B. Lo que hace el artista es incluir un personaje negro que no aparece en las películas originales a las que hace referencia en los afiches.. Al lado de estas, la pintura de Moreno parece también un afiche inmenso que pone en el centro a un posible actor principal: un personaje afro que sale de la selva con una serpiente. En esta exposición se incluyen también dos fotos que hacen parte del archivo del Museo La Tertulia, pertenecientes a una colección de fotos de la clase alta caleña de los años cincuenta. Las fotos expuestas también podrían verse como fragmentos de una historia venidera, que quizá nunca llegue o nunca conoceremos.
Aquí hacemos referencia a la democratización de la fotografía y al collage como dos elementos fundamentales del cine, en el sentido de que son la imagen fragmentada y el montaje, dos elementos que hacen parte del fundamento de este medio, que lo hacen posible técnicamente. También el vínculo se percibe si pensamos que el fotógrafo es en esencia un coleccionista (como lo mostraba Susan Sontag), y que el coleccionista es un nostálgico de los tiempos idos ( pretende capturar lo que se va).
Por la misma línea temática se encuentra la exposición Taumatropía: metodología del engaño (Sala subterránea del Museo La Tertulia), en la que se hace alusión al taumatropo (o wunderturner), un dispositivo de dos caras, que al moverlo, da la ilusión de continuidad entre dos imágenes. Lo que muestra este objeto es que la mente completa lo que está ausente en la imagen, y que este “defecto” del cerebro es fundamental para que el mecanismo del cine pueda existir. En esta muestra, que intenta estudiar unas relaciones entre la oscuridad y la representación del espacio ciudadano, se incluyen trabajos que se basan en el truco, en cosas que parecen otra distinta a lo que son, imágenes a las que se les ha quitado algo, ilusiones ópticas.
En ese sentido, con estas exposiciones, hicimos alusión al cine, como una estética de lo incompleto, como una estética del montaje, y del pensamiento fragmentario.
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Actualización 17 de julio
Claudia Díaz revisa el debate desde la criollización:
El caso de Reuniendo Luciérnagas como un fenómeno de criollización curatorial
“En el idioma universal que ideó Wilkins al promediar el siglo XVII, cada palabra se define a sí misma. Descartes, en una epístola fechada en noviembre de 1629, ya había anotado que mediante el sistema decimal de numeración, podemos aprender en un solo día a nombrar todas las cantidades hasta el infinito y a escribirlas en un idioma nuevo que es el de los guarismos; también había propuesto la formación de un idioma análogo, general, que organizara y abarcara todos los pensamientos humanos. John Wilkins, hacia 1664, acometió esa empresa.”
Jorge Luis Borges, El Idioma analítico de John Wilkins
La curaduría es una segunda lengua adquirida. No como pretenden muchos una práctica artística. En ese sentido la curaduría es una segunda lengua que viene a superponerse al objeto de arte. Y que por lo tanto oscurece al objeto arte al superponérsele, al pretender suplantar ese objeto para establecerse como el objeto. El objeto de arte que sería la primera lengua es borrado por ese proceso de relexificación que se opera con la curaduría como segunda lengua. En ese momento ese proceso en que se le da otro léxico diferente a la obra, diferente de su lengua natural, la obra pasa a ser otra cosa, sucede la curación de la obra, y es entonces cuando la obra se oscurece y se rarifica, cuando se hace incomprensible. Cuando deja de ser arte y se transforma en discurso. En lengua. En la lengua del curador y de la curaduría como lengua del Arte Globalizado.
Si la curaduría es ilegítima, esto es si nace de una moda cultural. Esto significa que la superposición sobre el objeto de arte es todavía mayor, podríamos decir que se trata de un caso aberrante en el sentido en que ni siquiera corresponde a la naturaleza del objeto al que se quiere superponer, como segunda lengua nacida como deseo de narración del objeto. Sino sería una lengua que imita a otra lengua. Es decir una lengua que nace de un proceso de criollización.
Existiría una Gramática Universal curatorial dictada por los grandes curadores de las grandes ligas de la escena curatorial mundial como lo que se juega en la Bienal de Venecia y la documenta de Kassell. Al interior de esa Gramática Universal el curador menor o regional vendría a desarrollar una gramática interna que no sería sino la emulación o imitación de esa gramática mayor con ejercicios de adaptación a los casos que intenta narrar en su lengua particular. A ese fenómeno se le llama criollización.
Para el público el fenómeno es desconcertante porque carece de los elementos de comprensión necesarios que le permitirían tener los referentes para acceder a este segundo nivel, el de la criollización, y mucho más distantes todavía, la posibilidad de acceder al lenguaje de primer nivel.
No solo el público también el artista.
Tanto el público como el artista desconocen que sus lugares han sido incorporados a una gramática que los sobrepasa, en el sentido en que esa gramática subsume completamente sus roles hasta la suplantación.
La sala de arte con público y artistas incluidos es un libro que habla una gramática particular. La Gramática de un Arte Multicultural Globalizado.
De esta manera el tema de la comprensión de esa gramática excede las posibilidades tanto del artista como del público a menos que comiencen a jugar en los términos de adquisición de esa segunda lengua y puedan participar del sentido de la exhibición.
Sin embargo la adquisición de ese juego supone también saltar las barreras sociales y culturales que ello implica. La Gramática Universal exhibida por ejemplo en la documenta de Kassel es trasladada al caso regional y adaptada como lo que sucede en el caso de Reuniendo luciérnagas, donde esa Gramática Universal ha sufrido un proceso de criollización por parte de los curadores responsables. Es lógico que tanto el artista como el público encuentren la escena rarificada en cuanto carecen del sustrato o la matriz inicial de esa Gramática Universal para la comprensión del sentido.
En la sala de exposición transformada ahora en un gabinete de exhibición según los juegos recientes de esa Gramática Universal, tanto el artista como el observador se hallan a años luz de distancia. La comprensión es imposible. De hecho toda la escena se encuentra rarificada por la inconmensurabilidad. Público y artista no comparten los juegos del curador de tal manera que el sentido permanece opaco e inaccesible. Y en el caso de Reuniendo Luciérnagas el sentido es doblemente inaccesible en tanto la comprensión supondría entender que el lenguaje, la curaduría, es aquí un caso complejo de doblaje curatorial. Es la imitación de esa Gramática Universal que intenta replicarse en lo regional.
En realidad una muestra como la documenta de kassel tendría un alto valor pedagógico en el sentido de extender la adquisición de esa lengua y ser incorporada tanto por artistas como por el público en general. En el caso regional en La Tertulia en Cali, Colombia, tanto el público como el autor llegan sin nada a la sala de exposición. Desnudos. Lanzados ante la disyuntiva de intentar superponer algún balbuceo a toda esa parafernalia.
Claudia Díaz, julio de 2015
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Actualización 29 de julio
El escritor Juan Cárdenas reflexiona en torno a la forma como se ha desarrollado el debate, el curador Juan Sebastián Ramírez analiza los argumentos de Miguel González y Carlos Quintero, Guilermo Vanegas y Lucas Ospina analizan el debate en la red, los problemas de comunicación entre los curadores y varios artistas.
Apuntes sobre el 15 Salón Regional Pacífico, Reuniendo Luciérnagas
Después de semanas de escándalos, acusaciones, declaraciones públicas subidas de tono, vestiduras rasgadas, oportunismos, llantos y malentendidos propiciados en gran medida por una lamentable cobertura de parte de los medios, es imposible opinar sobre el 15 Salón Regional Pacífico asumiendo un tono neutro, con pretensiones de objetividad. La cancha ya está embarrada, así que el crítico tiene que decidir si juega en esas condiciones o si es mejor abandonar el terreno. Yo he optado por quedarme, tomar posición y, antes de pasar a relatar mis impresiones sobre el Salón, hacer público mi apoyo a los curadores, Herlyng Ferla y Riccardo Giacconi, a quienes se ha sometido injustamente a un proceso de escarnio público que ha incluido hasta una demanda judicial. Lo primero que habría que aclarar es que, lejos de ser un fiasco, las exposiciones organizadas por Ferla y Giacconi en el Museo La Tertulia y La Sucursal son impecables desde el punto de vista técnico y además abren un campo de discusión sobre las relaciones entre las prácticas artísticas locales y las dinámicas históricas específicas de la región. Entiendo que eso debería bastar para aplacar la alharaca y resituar la conversación en otros términos, pero mejor vayamos por partes. En Las cosas en sí, que se exhibe en la primera planta del edificio de la colección permanente, el protagonismo lo tienen las vitrinas que aluden a los gabinetes de curiosidades de los albores de la modernidad. La disposición de las piezas en dichas vitrinas prescinde de fichas técnicas y esa elección, sin duda arriesgada, propone una relación entre los objetos que va más allá del sello autoral o del consabido diálogo intersubjetivo entre lenguajes predeterminados: las resonancias aquí se producen en un plano sensible, cromático, material y el resultado es muy sugerente. Como lo advierte el subtítulo de la muestra, se trata de “un sistema frágil”, donde unas cosas buscan la complicidad de otras cosas, no para ilustrar un discurso, sino para sugerir vínculos formales que van trazando una red en la que se aprecian las continuidades y discontinuidades, las elipsis y los nexos que hablan de los elementos fundamentales del trabajo y la economía locales (ladrillo, cemento, panela, café, papel, insectos secos, flor de caña). Allí se destacan las buenas vecindades entre las piezas de William Narváez, Natalia Pipicano, Iván Tovar, Julien Creuzet, Juan Guillermo Tamayo o Nicolás González. Estos micro-sistemas de las vitrinas aparecen enfrentados a piezas de mayor formato como la contundente instalación De Mala gana, obra de Mónica Restrepo, cuyo título alude con ironía a la hacienda Malagana, lugar de donde se saquearon los restos de una cultura indígena que habitó el valle hace dos mil años. La pieza consiste en trozos de arcilla fresca arrojados sobre la pared blanca del museo, un gesto a medio camino entre la escultura, la pintura de acción y la crítica institucional con el que Restrepo consigue hacer un cuestionamiento sobre nuestra incapacidad para apropiarnos de la historia de nuestro territorio, como si lo único que dejáramos a nuestro paso fueran las señales ilegibles del expolio, ni siquiera unas ruinas sobre las que proyectar libidinalmente el presente (la obra incluye también un texto de la artista que, por desgracia, ya no estaba disponible en la sala cuando fui a ver la exposición). El intento de establecer una constelación en la que los objetos contemporáneos abran una brecha hacia el pasado se vuelve aún más evidente en la obra de Fredy Quinayas, Férulas de epígonos, una silla y una mesa estilo Luis XVI hechos en fique, una fibra muy popular con innumerables usos industriales y artesanales en la región. Tampoco es caprichosa ni improvisada, como ha sugerido con mala leche Miguel González en un texto que le ha dado cuatro vueltas a las redes sociales, la inclusión de algunas piezas procedentes de la colección del museo. Las esculturas de Pablo Van Wong y Ramírez Villamizar o la talla de madera anónima de un Cristo junto a las obras de Bahos y Riascos rompen la superficie de lo contemporáneo para que otras temporalidades atraviesen el espacio y la resonancia warburgiana cobre más fuerza. Aquí hay que entender que la “fragilidad” del sistema no es necesariamente una debilidad, una falta de rigor conceptual. Al contrario, lo que denota esa fragilidad es el producto de unas tensiones intelectuales y la posibilidad permanente de que el caos del tiempo no nos permita atar cabos, unir unos fragmentos con otros. Como toda buena exposición que tiene en Warburg a su dios tutelar, Las cosas en sí intenta que los objetos (algunos de ellos generados en contextos muy específicos, dentro de campos semánticos propios) puedan sin embargo entablar una comunicación transversal mediante eso que el propio Warburg llamaba fórmulas expresivas (pathosformel): geometrías, arabescos, espirales, un retículo, un patrón, las materias primas y sus transmutaciones. Y es ahí, en esa posibilidad de comunicación que prescinde de los campos semánticos cerrados y el narcisismo identitario, más aún si tenemos en cuenta que esas nociones aparecen recortadas contra una idea bastante difusa y compleja de lo que es la región, es ahí, digo, donde quizás resulte pertinente hablar de mestizaje en los términos en los que lo hacía Glissant, es decir, en un sentido positivo, no como una imposición colonial, ni como una disolución chocoloca de todas las identidades y un incesante devenir de pollo sin cabeza, sino como un laboratorio de subjetividades a partir de las resonancias formales y rítmicas que se dan entre espacios culturales radicalmente distintos.
Dicho todo esto, resulta vergonzoso que algunos de los artistas presentes en la exposición hayan alegado que el montaje vulneraba la integridad de sus piezas y atentaba contra sus procesos individuales de investigación, razones que adujeron en la demanda que presentaron contra los curadores del salón. Si no estuviera al tanto de las virtudes de la facultad de artes de la Universidad del Cauca, de donde son egresados estos artistas, pensaría que en mi ciudad natal nos saltamos ciento y pico de años de debates estéticos sobre los límites de la autoría, las reapropiaciones o las relecturas en las prácticas del arte moderno. En ese sentido, un dato tragicómico es que, durante la conciliación que tuvo lugar entre las partes la semana pasada, los artistas pidieron ser indemnizados económicamente por daños y perjuicios contra la originalidad o la virginidad de sus trabajos. No obstante, como decía, conozco la calidad de la enseñanza de esa facultad, donde se han formado algunos de los artistas más interesantes del país, y quiero creer que esta reacción tan poco elegante no pasa de ser una anécdota protagonizada por unos muchachos mal aconsejados. El hecho de que hayan optado por reemplazar la discusión intelectual por un proceso judicial, el hecho de que hayan preferido desprestigiar personas antes que persuadir en el terreno de las ideas, sienta un grave precedente y, por desgracia, anula cualquier horizonte crítico para favorecer la rancia subcultura kafkiana de abogados y burócratas que viene carcomiendo desde hace dos siglos los asuntos públicos del país. Si no paramos esta estupidez a partir de ahora los curadores van a tener que sentarse a negociar con los artistas ante un notario, cada uno con su tinterillo, debajo de la foto de Alejandro Ordóñez. Cualquier hijo de vecino que lea periódicos en este país sabe que la judicialización compulsiva y el victimismo paranoico son una variante contemporánea de las vías de hecho empleadas históricamente por la extrema derecha. Así que más ideas y menos tribunales, muchachos.
Antes de terminar quisiera hacer un breve repaso de las otras exposiciones que componen el salón. Por un lado está Taumatropía (en la Sala Subterránea del museo), donde se destacan las obras de Camila Rodríguez, Natalia Correa, el formidable trabajo de Alberto de Michele, I Lupi (Los lobos), un video sobre unos delincuentes del norte de Italia que salen a cometer sus robos solo en las noches de niebla, además de la instalación de Dash/Lab, El mutante del Venezuela, que documenta la evolución narrativa de un rumor acerca de una criatura entre los vecinos de un barrio caleño. De las tres muestras Taumatropía es quizás la menos lograda, no tanto en términos de montaje como por la disparidad en la calidad de las obras elegidas. Esto hace que por momentos se interrumpa el circuito que se pone en marcha con las ideas de engaño óptico, cine, criminalidad, ideología, monstruo; la experiencia queda supeditada a los efectos atmosféricos generales, más que a la potencia retórica de las piezas.
Por otro lado, en Teaser. La parte por el todo (en La Sucursal), la acertada elección de las obras compone algo así como un relato de los relatos posibles o imposibles. La historia y sus pliegues conjeturales. Aquí hay que destacar el teaser de una película de Víctor González Urrutia, un cineasta autodidacta de Villapaz, un pueblo del Norte del Cauca, y las piezas de Breyner Huertas, que hace unos montajes entre textos e imágenes de archivo que permiten al espectador asistir al preámbulo o al epílogo amputado de una narrativa desconocida.
Una de las mejores sorpresas de este salón es poder ver la exposición individual Pathosformel. Elementos para una pintura, de Eduardo Motato, en la Sala Alterna del Museo La Tertulia. Motato es capaz de reducir objetos a un plano bidimensional para mostrarlos como coloraciones, como degradaciones tonales de la materia expuesta al tiempo. Y un instante después sugiere volúmenes, arquitecturas: sus objetos encontrados parecen siempre al filo de revelar usos nuevos, aunque ese estado de suspensión en que se encuentran funciona más bien como la afirmación de un potencial de mediación entre las cosas cotidianas, dando rienda suelta al deseo íntimo de los objetos de volverse pintura.
Para terminar, quisiera advertir que mi mayor reparo con esta propuesta de Salón Regional es que los curadores pusieran tanto énfasis (uno diría tanta fe) en la noción de silencio. En los textos curatoriales se insiste en que, dada la saturación del discurso que obstruye la experiencia sensible de las obras, la solución más natural es la contemplación callada de la cosa. Esta ingenua creencia en la experiencia no mediada, que prescinde de todo relato, empuja al arte a las tautologías de la iluminación religiosa y pone a los objetos estéticos en una falsa posición de autonomía. En su libro Pueblos expuestos, pueblos figurantes, Georges Didi-Huberman cuenta cómo Walter Benjamin, “introdujo con maestría la cuestión de la legibilidad de las imágenes, sometiendo a estas a un desciframiento concebido no para dar a las palabras la última palabra sobre ellas sino, al contrario, para poner unas y otras en una relación de perturbación recíproca, de cuestionamiento por medio de un vaivén siempre reactivado.” Lo irónico del caso es que los curadores del salón hayan tenido que pasar por tan mal trago para aprender esta pequeña lección. En suma, no hay pathosformel sin una narrativa que recomponga la constelación. El Atlas Mnemosyne es la apertura de un juego, una invitación a encontrar el hilo, no la obra concluida que se basta a sí misma para hablar y decirlo todo. Sin apuesta narrativa lo que queda es un espacio pulverizado y confuso en el que campan a sus anchas los oportunistas, los posmodernos y los abogados.
Juan Cárdenas
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Breve manual para un perfecto argumento ‘ad chontadurum’
Sobre la crítica a las exposiciones de “Reuniendo Luciérnagas” en el Museo La Tertulia
Si usted aún no se ha lanzado a escribir su propia crítica sobre el Salón Regional (zona Pacífico) “Reuniendo Luciérnagas”, pero ya está cansado de sumarse al clamor general reposteando los argumentos de otros en Facebook, por favor no se detenga y haga uso de este breve manual. Los argumentos aquí expuestos ya han sido ampliamente testeados por quienes escribieron antes sobre el dichoso Regional, y su uso le garantizará grandes cantidades de Likes.
Ante todo, lo más prudente es no ver la exposición. Si ya lo hizo, evite contaminarse por cualquier tipo de experiencia sensible. Recuerde que todos esos Likes que ha logrado esta semana (1) se los ha ganado con los argumentos de otros, así que, en lo posible, mejor cíñase a éstos. Por ningún motivo haga el ejercicio de visitar nuevamente la exposición sólo para proponer una mirada propia que pueda ir en contravía del descontento generalizado. Lo que ya han dicho otros es verdad, por lo que lo recomendable es estudiar sus críticas y tratar de emular no solo sus contenidos, sino también sus formas argumentativas.
Aquí estamos para ayudarlo. Vamos a desglosarlo todo para que usted logre el perfecto argumentoad chontadurum y destruya de una vez por todas esa plétora de advenedizos que se interponen en su camino hacia el éxito. El reconocimiento artístico por parte de sus pares (y de sus profesores) está a la vuelta de la página.
Este breve manual no pretende ser exhaustivo ni adoctrinar en lógica, por lo que una miraditaaquíy allá a Wikipedia nunca está de más. En fin, no nos desgastemos en purismos y pasemos rápidamente a los tipos de argumentos que consolidarán sus posiciones críticas. ¡Lo importante son los ejemplos!
Ej: “Las tres exhibiciones presentes en el Museo La Tertulia con motivo del último 15 ‘Salón Regional de Artistas Zona Pacífico Reuniendo Luciérnagas’, han suscitado descontento con respecto al trato que se les ha dado a las obras. El artista José Horacio Martínez considera que el proyecto ‘Reuniendo luciérnagas después de Ciudad Solar’, a cargo de los curadores Herlyng Ferla y Riccardo Giacconi, es ‘un despropósito’.
‘Al hacer el montaje fragmentaron las obra de los artistas, y utilizaron las de artistas ya fallecidos, como Pablo Van Wong y Eduardo Ramírez Villamizar, no sé con qué autorización, porque eso es parte de la Colección Permanente del Museo La Tertulia y no estaba planteado en ningún momento en la propuesta’, dice Martínez [..].
Esto lo confirma el crítico de arte Miguel González […].” Artistas inconformes por exhibiciones en La Tertulia, ¿por qué?
¿Cómo no empezar este crash-course aprendiendo de los grandes?, como lo es el periódico local “El País” que siempre se ha distinguido por su seguimiento crítico del arte local. Nunca nadie podrá acusar a la redacción cultural de este medio de, como lo hacen otros más ligth, hacercopy/pastede los comunicados de prensa y agregar unas cordiales palabras de invitación a los “eventos”. Claramente no es casualidad que empecemos por este tipo de argumento. Su principal bondad es que no solo nos evita el trabajo de elaborar argumentaciones propias sino que, al momento de repostearlo en Facebook, la autoridad de quienes emiten los juicios llevará a que los más perezosos, inseguros o desprevenidos de nosotros nunca podrán en duda su veracidad. En casos como el que nos reune, en el que la crítica se hace en Facebook ¿existe algo más hermoso que poder salirnos con la nuestra con un simple: “Comparto la opinión de..” y pegar el link? Además, en una perspectiva estratégica, mientras los autores de estos juicios se percaten que nos hemos unido a la maquina que hace eco de la voz del amo, tenemos esperanzas de que nuestro retweet, repost, reblog, etc.. sea entendido como un acto filiación u obediencia. Igualmente, si el sujeto de la critica se percata de nuestras acciones siempre podemos aducir independencia y simplemente estar haciendo el servicio social de informar a otros sobre el debate que se está dando. Me faltan palabras para tanta belleza, así que solo los reconfortaré diciendo que este tipo de argumento no ofrece el más mínimo riesgo, no hay chance de que las cosas salgan mal. No solo lo dicen los amos del juego con los que debemos portarnos bien pues ellos si tienen un poder real (a diferencia de los pendejos de turno), sino que ante la eventualidad de ser recusado por algún desadaptado que ignore la estratificación ancestral del campo puede uno hacercopy/paste de otra cita (pues el amo siempre tendrá la razón) o lavarse las manos (pues nuestra posición crítica también era un servicio social).
Ej: “[N]o se podría esperar mucho de Herlyng Ferla, un esforzado artista emergente que ni conceptualiza ni escribe, y poco habla; así como de Riccardo Giacconi, visitante italiano que aterrizó en Cali gracias a “Lugar a Dudas”, y se “quedó” en la ciudad como alternativa. Naturalmente no sabe nada del arte local, ni del nacional ni del latinoamericano. Tampoco habla ni escribe.” Sobre el Salón Regional en La Tertulia
Por supuesto cuando uno apela a esta falacia – perdón, argumento – el fin último es desacreditar al supuesto adversario. Así pues ¿para qué desgastarse en consolidar argumentaciones sobre el aparente objeto de crítica? Lo importante es limitar la información ante la audiencia para con ello sonar más convincente. Si el italiano está cursando un doctorado que “algo” le exigirá que escriba – de la manera más disparatada y caprichosa, por supuesto -, ¿a qué diablos puede venir esto al cuento? Mucho menos relevante es que dentro del marco de una Beca de Investigación Curatorial lo que se espere no es un infinidad de certezas a priori que nunca se replantearán sino el desarrollo de una dizque investigación, la puesta a prueba de unas hipótesis que se confrontan a través de una investigación de campo. Obviamente de eso nadie va a aprender nada, el conocimiento real solo se adquiere a través de clases magistrales con profesores certificados en su experticia sobre arte local, nacional y latinoamericano. Afortunadamente el arte es un saber basado en los absolutos, donde no hay espacio para la interpretación, donde los lenguajes están tan irresolublemente determinados por la condición geográfica que un espectador – mucho menos un curador o artista – no tiene asidero alguno posible cuando se enfrenta a una obra producida lejos de su lugar de nacimiento. Además, ¿que clase de hereje puede en todo este escenario llegar a considerar la distancia como una posibilidad enriquecedora, cuando lo primordial son las pasiones?
Argumento ad nauseam
Ej: “Una de las finalidades de los Salones Regionales, es precisamente visibilizar las regiones, sus centros de enseñanza, sus integrantes.” Sobre el Salón Regional en La Tertulia
“Finalmente, el modelo de proyectos curatoriales nunca pudo y no podrá reemplazar lo que fue el Salón Nacional de Artistas, como evento que permitía visibilizar y afianzar procesos artísticos del país, frente a los grandes públicos del arte nacional e internacional, permitiendo, sobre todo, la participación de esos “colados”, que hoy están ausentes y están cada vez más marginados.” Y, entonces, ¿qué vamos a hacer?
Bien decía el buen Joseph Goebbels que “una mentira mil veces repetida se convierte en una verdad”, así que ¿realmente cree el Ministerio que vamos a reevaluar nuestro caballito de batalla a causa de su replanteadera de las políticas culturales alrededor de los Salones Regionales de Artistas? Mientras mantengan el nombre no nos pueden cambiar el objeto del Salón, mucho menos puede este convertirse en una suerte de academia-laboratorio en el que constantemente se replantee o ponga en cuestión el modelo canónico de salón y su idea de región como región geográfica. Dan ganas de llorar cuando piensa uno en Salones Regionales de antaño en los cuales lo identitario era de primer orden, donde de la mejor manera se intentaba crear una marca de región en la cual estaban bien representados esos centros de poder menores como las universidades de provincia, cada una con la cuota que le correspondía. Definitivamente es imposible desvincular un modelo (canónico) de salón de la academia. Por otro lado, cuando uno habla de “marcas registradas”, ¿cómo no pensar en el Salón Nacional de Artistas, que es una marca tan consolidada como la misma Coca-Cola? Yo, personalmente, por cuestiones de la barriguita, ahora tomo Coca-Cola Zero. Me habrán cambiado el envase, la receta, el nombre y el sabor, pero ¿quién se atrevería a decir que ya no es Coca-Cola, así ya no sea “la chispa de la vida”? Aquí bien cabe el sabio adagio “más vale malo conocido que bueno por conocer”. El arte, su(s) lenguaje(s), práctica(s) y campo(s) son ante todo atemporales, entonces ¿para qué reformular sus modelos de exhibición? En aquellos años maravillosos del Salón Nacional por convocatoria, esos “colados” – primitivistas o artesanos empíricos a los que se les abrían las puertas para codearse con el “gran arte” – cumplían su función, que era la de aliviar nuestra culpa católica. Y, ¿qué decir de los gran públicos internacionales de antaño? Ahí estaba el jurado (único) internacional de turno y los gringos desprevenidos que después de ver la Feria del Libro se metían al Nacional. Definitivamente todo tiempo pasado siempre fue mejor.
Ej: “Creo que es necesario aclarar que este proyecto se hace con dineros públicos, provistos por el Ministerio de Cultura, así que debería ser una obligación que tanto los “curadores” como las instituciones, respondan de manera pública a lo que los ciudadanos hemos solicitado. Mejor dicho y para ser un poco más claro, aquí no se trata de la platica del bolsillo de nadie, sino de los dineros que los contribuyentes y ciudadanos hemos dado al estado y que, parece que no ha sido bien utilizado. Por esta sencilla y simple razón, todos los implicados deberían responder a los cuestionamientos y debates. No es sólo una postura ética y moral, además de profesional; es una obligación que adquieren todos, al contratar con dineros públicos.
[..] Así que, desde mi particular perspectiva, lo que asegura la figura del “curador” (decidido dedocráticamente desde los bureaux de la capital) es el control de lo que se exhibe y se produce, estableciendo casi que un solo y único modelo de arte, que es el que el Ministerio y el gobierno central (Big Cousin and Big Brother) quieren ver o sirve mejor a sus intereses.” Y, entonces, ¿qué vamos a hacer?
Cuando se presenta un debate que implica al Ministerio de Cultura (2) o cualquier institución pública, no hay mejor argumento para ganar adeptos que poner el dedo en esa llaga que exalta nuestras más profundas pasiones y ante cuya sola mención nos sentimos todos desnudos e indefensos, listos a ser ultrajados: el bolsillo. Si de nuestros impuestos anuales veinte o treinta mil pesos van a las arcas del Ministerio y de esos dos mil o tres mil al área de Artes Visuales, ¿cómo no fiscalizar exhaustivamente su gasto, sobre todo cuando este gasto beneficia a otros agentes del campo diferentes a uno? La actitud policiva produce réditos simbólicos en tanto todos verán en uno un héroe, un mártir que lucha contra el gran Goliat por el bien del campo sin miedo a las represalias que se vienen sobre sí. Es que no nos van a meter los dedos en la boca con tecnicismos que diferencien becarios de contratistas del estado, mucho menos con argumentos sobre como los becarios cumplen con el objeto del estimulo, ni con pruebas sobre la idoneidad del jurado que los escogió, menos con sus análisis con los que justifican el diseño de políticas para el campo. Si a uno no me gustó la curaduría, está en su derecho de impugnarlo todo. El pueblo está de nuestro lado y, en aras de las facultades que nos otorga el deber cívico de ser veedor ciudadano, a aquellos que no estén con nuestra causa se les informa nuestra autodesignación como su representante. ¡Tiembla Ministerio! A otros con ese cuento de las investigaciones curatoriales que permiten que se amplíe la oferta de miradas, aproximaciones y procederes en el arte. Claramente tenemos el sartén por el mango. Nadie nos va a quitar el as de los dineros públicos, mucho menos cuando de paso apelamos al símil del autoritarismo estatal.
Ej 1: “Este año en el que se supone se realizó la investigación que revelaría lo que pasa en el suroccidente colombiano […]. [L]as actuales exhibiciones Las cosas en sí, un sistema frágil, Taumatropía metodología del engaño y Phatosformel, elementos para una pintura que inauguraron el pasado 3 de julio el Salón en La Tertulia, solo dan cuenta de […] falta de profundidad al abordar el tema del arte de esta particular perspectiva: Cali y el Pacífico.
[…] No se sabe muy bien con esta muestra qué sucede en otras latitudes como Chocó, Cauca o Nariño.” Sobre el 15 Salón Regional Zona Pacífico: Reuniendo Luciérnagas
Ej 2: “Por otro lado, hay muchas cosas qué revisar al interior y al exterior de este 15 Salón Regional – Zona pacífico (de pacífico no ha tenido sino el nombre).” Y, entonces, ¿qué vamos a hacer?
Mal hace el Ministerio de Cultura en aclarar en el objeto de su convocatoria de los 15 Salones Regionales que las propuestas no deben necesariamente limitarse a una noción de región geográfica (“[…] si bien los proyectos tradicionalmente se formulan dentro de la demarcación regional que se anota con precisión más adelante, es factible hacer propuestas que respondan a otra concepción del territorio y de sus regiones considerando características socio-políticas y culturales particulares”), cuando durante las primeras 12-13 ediciones lo que articulaba el proyecto de los Salones Regionales era exclusivamente la segmentación geopolítica del país. Cuando existen montañas, ríos y toda suerte de fronteras geográficas que permiten encasillar de una manera natural las practicas artísticas, ¿no sobran los artilugios del pensamiento, los intentos fútiles por articular la “diversidad” formal y conceptual de las obras? Si todos nosotros y lo que producimos entran en la más elemental de las taxonomías: la región geográfica, ¿acaso hay lugar a una mayor coherencia?
Ej 3: “El primer argumento dudoso es lo “inadecuado” y “caduco” del modelo del Salón, es decir, de la exposición por convocatoria abierta y concurso, en la cual podían participar todos los artistas, sin distingo de clase, raza y condición social y cultural.
[…] Así, en lugar de eventos que reúnan y comuniquen a los actores del arte, como lo hacía el antiguo Salón nacional, lo que se da es una cantidad de eventos cada vez más pequeños e insignificantes (porque no significan), que poco importan e inciden en la sociedad.” Y, entonces, ¿qué vamos a hacer?
Definitivamente, cambiar el modelo del Regional (y del Nacional) fue un craso error del Ministerio. En aquellos tiempos sí había una clara política de inclusión. Todos podíamos aplicar, hoy no. Si el jurado, después de ver la obra en diapositivas, lo bendecía a uno con el sí, uno se había ahorrado toda una serie de diligencias innecesarias, entre ellas la peor de todas: hablar de la obra con los curadores y, escuchar sus ideas, eventuales recomendaciones y más nefasto aún ¡interpretaciones sobre ésta!. Todo se hacia por el conducto formal de la carta escrita a maquina y el jurado se limitaba a decir si sí o no. Tiempos aquellos. Nada que ver con este actual modelo asistencial obamo-castrista en el que el Ministerio condiciona la exhibición de las obras a que previamente las haya asegurado. La autogestión no era un “estilo” ni una posición, era la única manera de hacer las cosas. Si vivía uno en la misma ciudad, llegaba uno con la obra debajo el brazo a que le asignarán su rincón en la sala de turno, y ¡a montar con los amigos! Si vivía en algún lugar recóndito de la región, directamente lo hacia uno todo: alquilaba el camioncito, hacía su propio guacalito (o pagaba de su bolsillo para que alguien lo hiciera), llevaba sus propias herramientas al montaje – y si no las tenía siempre era una excusa para socializar con los pares -, etc. En aquellos tiempos el artista si era amo y señor de su obra, y por supuesto único responsable de lo que pudiera pasar con ella. Tanto así que si uno tenía una obra en video o con un montaje complejo, uno sabía que nadie le iba a meter mano a la obra ni cambiarle los equipos por los que no eran, pues el televisor,videobeam o betamax era el que uno había traído y las adecuaciones museográficas iban de cuenta de uno. Realmente lo embarga a uno la nostalgia pensando en aquellos Regionales. Era un modelo incluyente donde todos podíamos participar y sobre todo donde la capacidad económica de los artistas nunca era un obstáculo a la hora de proponer lo que se quería mostrar, mucho menos estaban en desventaja los artistas de la periferia de la periferia. Ese modelo de antaño si estaba pensado como un evento que aglutinaba los intereses de la región: todos estábamos detrás de un premio único que se otorgaba. Y respecto a esto, como entonces Colcultura sí tenía bien claro quienes eran los únicos con autoridad a nivel local para ser jurado, uno les iba conociendo los gustos y si era lo suficientemente hábil podía adaptar su obra para intentar agradarles. Súmele a esto que en esa época dorada efectivamente venían expertos desde Bogotá a darle el visto bueno a los que pasaban al Nacional – que aparte del premio era la razón principal para participar en el Regional. Uno no se conflictuaba innecesariamente por lograr visibilidad dentro de la región, el Regional era solo un peldaño para “coronar” Bogotá. Menos mal uno tenía la fortuna de contar con unos bien ávidos ahorritos para embarcarse en la segunda fase de la aventura que era estar en el Nacional, llevar sus corotos a Bogotá y después ir a recogerlos. Y es que, pensando con cabeza fría, ¿qué tal esa vaina de gente que expone en el Nacional saltándose el conducto regular que es haber estado en el Regional?: ¡terrible!
Ej: “Reuniendo Luciérnagas es como un gran boticario pero vacío como imagino habrán quedado los antiguos estantes del Museo de Historia Natural cuando lo trasladaron a la Biblioteca Departamental, una incipiente colección de cosas encontradas almacenadas en grandes armatostes y sin ninguna relación con el espacio – por no mencionar que el primer objet trouvé fue realizado por Duchamp hace 100 años-.” Sobre el 15 Salón Regional Zona Pacífico: Reuniendo Luciérnagas
En este punto las cosas se tornan complejas pues luego de echarse uno un argumento ad antiquitatem parecería ilógico seguirlo con una argumento ad novitatem, pero no importa. La consistencia o coherencia poco valor tienen a la hora de desplegar una buena crítica destructiva. Ya se ha esbozado varias veces en este texto que la argumentación crítica frente a “Reuniendo Luciérnagas” no debe ceñirse por lógica alguna, lo importante son los bienintencionados móviles para esta crítica, sean cuales sean.
Como se decía al principio, este breve manual no pretendía ser exhaustivo, así que si después de leer este texto aún se siente falto de tips, puede encontrar más ideas aquí.
Sinceramente,
Godofredo Cínico Caspa (el real)
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Notas:
(1) Este texto fue escrito en su cuasi totalidad entre el 11 y 12 de julio pero, por motivo de vacaciones, solo revisado hasta el 27 de julio y publicado el 28.
(2) Para los lectores confundidos que puedan interpretar – palabra satánica en el episodio de la crítica a las tres primeras exposiciones de “Reuniendo Luciérnagas” – que este texto es una defensa del Ministerio de Cultura, les aclaro que no es tal. Para hablar del errático proceder del Ministerio en esta novela ya vendrá un texto posterior, espero.
Publicado por Juan Sebastián Ramírez
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De los Memes, el Debate y los Salones
De los Memes, el Debate y los Salones [RadioEsfera] en Mixcloud
¿Qué podemos aprender de este debate?, ¿podrá el Ministerio de Cultura hacer una análisis de los sucedido y tomarlo como una oportunidad para replantear los salones regionales?, ¿hay intereses en debilitar la posición del curador del Museo La Tertulia?
En este episodio de RadioEsfera Guillermo Vanegas hace un análisis de la forma como se dio el debate en la red y Lucas Ospina reflexiona sobre la curaduría, el problema con las obras que detonaron la discusión y las posibles incidencias en las instituciones implicadas.
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Actualización 31 de julio
Elementos para un juicio (‘de valor’)
Ayer me encontré con Miguel González, mencionó todas las razones por las cuales él consideraba que todo este “bororó” había sido falta de profesionalismo de los curadores. También me dijo lo que dijo pepita, y lo que dijo pepito.
Anteayer escuché la conversación entre Vanegas y Ospina, en la que Vanegas habla de “inexperiencia de los curadores”.
¿Es realmente de inexperiencia curatorial de lo que estamos hablando? ¿Es realmente una ofensa tan honda tan honda lo que anima un supuesto problema judicial de ese calibre, como lo quieren proponer la artista Sandra Patricia Navia?
Creo que todo se resolvería si Herlyng y Riccardo publicaran los detalles de sus investigaciones con los artistas, los mapas conceptuales que hicieron, y los planos de montaje que ensayaron una y otra vez. Y que publicaran también las comunicaciones privadas que han tenido con los artistas, donde se ve que ellos han estado pendientes de darle solución a la situación y de atender a los artistas, al nivel que tiene que ser: de tu a tu, y no aquí públicamente para alimentar este hambre de polémica.
Los curadores redactaron un comunicado que todavía no se ha publicado en el que explicaban lo que pasó, delimitando con precisión cuál había sido su error, que no es como lo está narrando la prensa ni como reza el texto de González o Quintero, y que no tiene que ver con éticas curatoriales horrorosas causadas por la falta de profesionalismo, como se anda comentando por ahí.
La pregunta que se ha venido gestando poco a poco es: ¿Realmente los artistas están tan ofendidos o esto hace parte de una jugada más grande, a otra escala?
1.
Al otro día de la inauguración de “La Cosas en sí…” (o la misma noche) Sandra P. Navia recibió unas fotos por whatsaap de cómo había quedado montada su obra. Muy pocas horas después de la inauguración. Unas fotos que parecen tomadas con el mismo celular que las fotos que Carlos Quintero publicó en su primer comentario sobre los regionales de su blog “Desde la kaverna”. Quién sabe qué le habrá dicho ese “amigo” que le mandó las fotos, porque ella, sin haber visto la exposición, ya estaba furibunda y hablándole al curador de una manera muy amenazante.
El post de Quintero apareció también muy pocas horas después de la inauguración, así como el texto que escribió Miguel González y la rápida distribución que hizo de éste José Horacio Martínez vía mail. No creo que el arte sea capaz de generar tanto disgusto como para que haya tanta organización en la respuesta, como para dedicar tanto tiempo, energía y logística a una “mala curaduría”.
La gente se pregunta: ¿Por qué si Miguel González nunca escribe nada, decidió escribir esta vez?
A unos de los curadores de esta exposición le dijeron el día de la inauguración, varios profesores de Bellas Artes: “oiga, felicitaciones, mucha gente estaba diciendo por ahí que esto iba a ser un fiasco”. También desde Popayán, desde mucho antes de inaugurado el Salón, se escuchaban las voces de las autoridades artísticas payanesas decirle a una de las artistas participantes de este proyecto: “¿pero es que no entiendes?, date cuenta, ese Salón va a ser un fracaso”.
¿Por qué si a Quintero no se le ve usualmente en las inauguraciones de casi nada de lo que pasa en la ciudad, y menos en La Tertulia, por qué decidió de buenas a primeras ir a este Salón? Por qué, si él, como él mismo afirma en su primer texto, ya sabía que la exposición lo iba a decepcionar, ¿Para qué fue? ¿Qué clase de espectador o “crítico” va a comprobar sus prejuicios a las exposiciones?
3.
Justo en estos días, mientras acontecía esta discusión sobre el regional -zona pacífico-, estaba escribiendo un texto sobre Helena producciones. Releyendo los textos de este colectivo me di cuenta de que ellos también tenía unos “detractores”, y que eran los mismos que, quince años después, están intentando vilipendiar el proyecto curado por Herlyng Ferla y Riccardo Giacconni. No sólo son las mismas personas, sino también los mismos juicios de valor. A los de Helena les decían que eran unos inexpertos, que les faltaba seriedad, que lo que hacían era muy mediocre, y que “eran unos vendidos al sistema” porque habían decidido por primera vez hacer una versión del festival en el Museo La Tertulia.
Se podría aprovechar el ejemplo de Helena para cuestionar todas esas etiquetas que le han puesto no sólo a los curadores de este proyecto, sino a los que estamos cerca de ellos y de su proyecto: “falta de profesionalismo”, “inexperiencia”, etc. Parece que este grupo de críticos locales aprecia con desprecio todo lo que empieza a cobrar vida en esta ciudad, pues no fueron capaces de ver la pericia que tuvo (y ha tenido) Helena para interpelar el contexto local, para ponerlo a dialogar con ideas y artistas de otras partes, y finalmente, para que muchas personas pongan su vista e interés en esta ciudad. Los “nuevos” de hace quince o veinte años, que fueron criticados de inexpertos, son hoy parte de los elementos principales de la historia del arte local.
Pero digamos que este no es un argumento todavía, es sólo un elemento para tener en cuenta que los mismos siempre dicen lo mismo. El pensamiento conservador califica de “inexperto” todo aquello con lo que no puede entrar en diálogo, o con lo que simplemente no le interesa entrar en interlocución. En términos de curaduría: ¿Qué constituye un error? ¿Qué es profesionalismo? ¿Un curador profesional en términos de producción y museografía es garantía de una exposición que logre conexiones potentes y sutiles entre las cosas? ¿Ser un buen curador es poner el cuadro a 1.50 cms., iluminarlo con la luz que indica el manual, con la ficha como todo el mundo la hace? ¿Ser un buen productor garantiza ser un buen curador? ¿Ser un museógrafo, tal como lo dictan los códigos técnicos de un manual, lo hace a uno una persona que es capaz de poner a dialogar materiales en un espacio? Estaría bueno que se sacaran a relucir todos esos argumentos que andan vociferando en los pasillos por acá, de qué es ser un buen curador, qué es ser un profesional, porque conozco muchos “profesionales” que hacen todas las partes legales y museográficas muy “como debe ser”, pero que precisamente por hacer todo como debe ser, se les olvida ser críticos con su propia disciplina, y terminan produciendo exposiciones que simplemente se añaden a lo que ya se ha hecho, en vez de ponerlo en crisis.
Por eso es importante precisar cuál fue el error de los curadores en concreto, y no decir simplemente “la exposición fue un fiasco”, o “son unos inexpertos”. En la conversación entre Ospina y Vanegas, el primero delimitaba el error, explicaba en qué consistía, decía algo así como: los curadores llegaron hasta a acuerdos de montaje con los artistas, y después de un punto, el diálogo se rompió.
Esa ruptura que describe Ospina es un error: no haber enviado una última foto del montaje para que el artista dijera: si, me gusta así. Es un error de producción, de tomarse las cosas más con calma y discutirlas con más tiempo con el artista. Pero como curadores hicieron un gran trabajo. Al leer el comunicado # 1 se ve que hay una articulación conceptual entre todos los eventos y exposiciones, que hace alusión a particularidades locales sin ser literales. Las ideas que unen las cuatro exposiciones todas tienen que ver con características de la mirada y la sensibilidad que propició el cine, sin que las exposiciones sean sobre el cine de manera explícita. Hablan sobre ideas de base en torno a lo colectivo, sin hacer una exposición documental de colectivos. Ponen en relación obras de personas que provienen de diferentes campos y de diferentes generaciones. Con eso cumple con creces los requisitos básicos de un regional, y de ser un trabajo curatorial esmerado en la delicadeza no propagandística con que se exponen las ideas. En un caso el error fue no mostrarle la foto final a la artista. En otro caso el error fue confiar en que con un guía en sala se solucionaría la seguridad de la obra de Amador. En otro caso, más que error hay un malentendido: el curador propuso quitar la pintura de un marco, el artista dijo o entendió envejecer. Dos versiones encontradas. Los errores son errores de comunicación y producción, errores que se han agrandado por el pedaleo de unos mayores que quieren otra cosa, que buscan otras cabezas, o que, simplemente, buscan continuar con su agenda de vilipendiar todo lo que empiece a moverse en la ciudad.
Muchas veces en las curadurías pasan errores de este tipo. Nosotros (S. Ramirez y yo) con la curaduría del Salón Regional pasado tuvimos problemas así con un par de artistas, en la Bienal de Sao Paulo de no sé qué año pasaron cosas más graves, en la última Bienal de La Habana muchas veces no hubo fichas técnicas, ni programación, y siempre los horarios de los performances cambiaban a última hora, sin previo aviso. Pasa en todas partes, pasa en las mejores familias y en eventos más grandes y prestigiosos que este. Incluso, en el 41 Salón Nacional de Cali pasaron errores logísticos aún más graves, de las que quizá Quintero podría dar cuenta, como lo sugiere Ospina en esa conversación con Vanegas.
Entonces, ¿Qué tiene de especial esta situación para que hayan querido manifestarse justo esta vez?
4.
Es bien conocida en Cali la práctica del anónimo en el campo del arte. Cuentan de un anónimo que le llegó a Jenny Vilá, y que ella demandó pensando que era Miguel González, etc., etc. Chismes. Nunca vamos a poder comprobar quién hace estos anónimos, pero sí podemos rastrear cuáles son las personas, instituciones o iniciativas que intenta atacar y cómo.
Anónimos también le llegaron a Helena Producciones cuando “se vendieron al sistema” por hacer una de las versiones del festival en La Tertulia.
Anónimos eran una cantidad de textos que escribieron hace unos años los autores del libroOjotravieso, y que ya no son tan anónimos, y que se sabe que eran de autoría de Carlos Quintero y José Horacio Martínez.
Lo que es extraño es que los argumentos del anónimo que recibió Helena producciones son los mismos que publicaban en Ojotravieso. Extraña coincidencia.
En el 2013 Mónica Restrepo, ex-miembro de lugar a dudas, ganó, junto con otros artistas, la convocatoria BLOC que organizaba lugar a dudas con otras instituciones locales.
Hubo un anónimo circulando que trataba de tachar y poner en duda la transparencia de las labores de lugar a dudas, la legalidad e idoneidad de las ganadoras de este concurso. La cosa alcanzó un revuelo de mediano alcance porque los argumentos se podían falsear fácilmente, y la cosa acabó pronto. Pero fue un claro intento de demeritar la labor de esa institución.
Sin embargo, en esta ocasión, está de por medio la plata pública, y el papayazo que dieron los curadores de este regional. Curadores tranquilos, sin ningún tipo de prevención del nivel de resentimiento que se maneja en esta región. Curadores sin el respaldo que podría tener Juan Sebastián Ramírez, sin su capacidad kamikaze de enfrentársele al que sea, o sin la influencia que podría tener Alejandro Martín. Un blanco fácil de atacar.
La inocencia de los curadores Ferla y Giacconni, toda la ira que puede desatar y todas las masas que puede mover el ilusorio concepto de “representación regional”, junto con el tema de la plata pública, todo eso unido al blandengue argumento de la “inexperiencia” de los curadores, y el hecho de que los curadores eligieron un formato experimental de curaduría, hace de este un blanco fácil. Todo lo que no corresponda con los cánones es muy fácil de vilipendiar por aquellos que se creen las autoridades abaladas por diez o veinte años de hacer lo mismo de la misma manera, o por un título universitario que los avala como tecnócratas del arte.
¿Por qué no atacaron el Salón Regional pasado?
R/ Por que estaban incluidos en él. El Salón Regional pasado publicó el libro Ojotravieso, editado por Juan Sebastián Ramírez, y que recopila los textos de José Horacio Martínez y Carlos Quintero, en los que se pone en evidencia cómo critican y qué tipo de cosas critica(ban), bajo el pseudónimo de Jonás Ballenero, María Libreros y José Fernando Marquín.
5.
En el campo del derecho, se le denomina “testigo de oídas” a aquel que no ha presenciado un hecho, pero ha escuchado evidencias de terceras personas. Es en muchos casos, esta información proveniente de aquella información difícil de comprobar, la que ayuda a desmantelar el caso. Eso que en cristiano llamamos “chisme” tiene la capacidad de ilustrar cosas que nos ayudan a entender situaciones.
Cuentan que un artista local mandaba vía mail a un círculo pequeño de amigos unos power point con mensajes religiosos. También cuentan que José Horacio Martínez usaba las imágenes de estos power point y les cambiaba el sentido, los volvía caricaturas, les alteraba el mensaje, en resumen, los intervenía y los volvía a mandar así modificados. Es interesante ver a un “maestro”, como lo llaman acá, dedicándole tiempo a este tipo de menesteres: buscar imágenes en internet, “fotochopearlas”, recortarlas, y pegarlas en otra imagen, ponerles un texto distinto al original, produciendo un collage humorístico.
Podríamos denominar esta práctica como el proto-meme, y este pequeño chisme podría estar ubicando al maestro como el precursor del meme en Colombia. Una práctica hoy muy importante para el avance y desarrollo de la crítica de arte. Hay que reconocer los aportes del maestro al campo, y hay que darles lugar.
Obviamente no hay que demeritar el trabajo de otros personajes, hay otras personas que han venido creando este memes, pero ya vemos que el maestro hacía memes antes de que este, como concepto y formato, fuera inventado.
Si uno investiga por facebook se da cuenta de que la mayoría de memes eran distribuidos por una alias, por un anónimo, que se llama Canelia Sinesis (o algo así). Es curioso que tan pronto salían los memes, el primero que los distribuía, reposteaba y les daba “likes” era Carlos Quintero. También resulta extraño comprobar que la (o el) tal Canelia Sinesis (o como se llame) publicó una información (un mail) que sólo le había llegado a siete personas que hacían parte del regional. En menos de una hora, esa persona ya había posteado el mail que le envió un miembro del Ministerio de Cultura a los siete artistas citados a la primera reunión de conciliación que hubo entre artistas y curadores. ¿Qué persona tendría esta información tan rápidamente? ¿Quién se la habrá rotado de una manera tan rápida y efectiva?
5.
Hace unos días de un lado se preguntaban ¿Qué fuerzas oscuras están detrás de todo esto? La pregunta permanece, pero se la están haciendo los de la acera de enfrente.
Ericka Flórez[wpanchor id=»striptease»]
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Actualización 3 de agosto
Striptease
Luego de la publicación de ¡Deje así! (si mal no estoy, el primer texto crítico sobre el 15 Salón Regional Zona Pacífico) y Entonces ¿qué vamos a hacer?he sido sujeto de conjeturas y afirmaciones casi a diario, en una especie de “matoneo” virtual sistemático, ya que se me menciona en muchos comentarios de redes sociales y textos y que involucran los ámbitos personales, dejando de lado, muy convenientemente, el centro de la discusión y la reflexión, o sea la calidad de las exposiciones del salón y la responsabilidad de los curadores y organizadores del evento. Incluso se ha intentado revivir viejas rencillas para que terminemos distrayéndonos en otros menesteres y olvidemos el inicio de todo esto. Lo positivo del asunto es que mi “raiting” ha subido exponencialmente y me han convertido en una especie de “figura pública” nacional, como una especie de adalid o caballero armado que defiende “causas justas”. No esperaba semejante resultado y no quisiera asumir tal responsabilidad.
Me parece paradójico y contradictorio que los autores de la publicación del libro de Ojotravieso en el marco del 14 Salón Regional y que propiciaron un concurso de crítica a su salón, del cual participé como autor de los textos del libro y como jurado del concurso, hoy se rasgan las vestiduras porque se critica esta nueva versión. Pensé, ilusamente, que se entendía la importancia de la crítica, buena, deficiente o mala, en la construcción del tejido social de las artes, ya que más allá de los resultados artísticos del presente 15 Salón Regional, este va a pasar a la historia como uno de los más comentados y criticados. Será, seguramente, materia de estudio y análisis en el futuro, como parte aguas en el acontecer artístico nacional.
Por todo lo anterior, considero que debo aclarar mi posición en todo este asunto. Lo primero es que, desde 1998, llevo una actividad de escribir sobre arte de manera relativamente constante y en contra de un sistema que me parece dudoso y discutible. Iniciamos con Ojotravieso criticando la exposición El traje mágico del emperador (creo que así se llamaba), con un texto titulado El rey desnudo. Durante casi dos años y con el seudónimo de Jonás Ballenero Arponero comenté sobre lo que consideré pertinente y necesario para comentar. Valga la pena anotar que, hasta donde sabemos,Ojotravieso fue la segunda plataforma de crítica en internet del país, después de Columnadearena y la primera del suroccidente colombiano. Es obvio que después de casi 17 años de comentarios y preguntas “impertinentes” mi número de “amiguis” en las instituciones sea bastante reducido, por no decir que nulo.
Cuando en el 2014 se lanzó la convocatoria para suplir el cargo de Curador del Museo La Tertulia en Cali algunos amigos y conocidos me invitaron a participar en la misma. Incluso me informaron que, por su propia iniciativa, en algunas reuniones sociales habían planteado mi nombre a personas cercanas al museo. Para ni siquiera participar en la convocatoria tuve en cuenta muchos aspectos:
- a) Los términos de la convocatoria: asumir una responsabilidad como la de curador del Museo La Tertulia debería ser valorada y remunerada de mayor y mejor manera, ya que este cargo implica no sólo la responsabilidad frente al museo y sus colecciones, como aspectos sociales, políticos, económicos y culturales.
- b) La difícil situación administrativa y financiera del museo. He visto como el museo demora sus pagos al personal que labora en él, por la difícil situación que atraviesa o atravesaba. Esto me lo comentó uno de los excuradores y fue lo que motivó su salida.
- c) Mi situación laboral del momento: La vinculación que aún mantengo con la Universidad del Cauca en Popayán, donde además tengo proyectos académicos e institucionales, que no pensaba ni pienso dejar de lado.
- d) Las relaciones “difíciles”, por mi actividad crítica, con el medio artístico local y nacional. También, me parece importante continuar con esta actividad, que la considero como un “deber civil”. Considero importante que alguien diga algo o hable, por fuera del sistema y las instituciones (esta fue una de las consideraciones de mayor peso para desistir de la convocatoria).
- e) Mi posición de outsider dentro de la traza urbana y cultural de Cali: considero que se deben replantear las relaciones de las artes y sus instituciones en la ciudad. Por eso creamos Frontera sur en 2008.
- f) Mi comodidad: Siendo un simple profesor de arte y un comentarista de la escena artística mi situación es muy “cómoda” y “tranquila”. Esto se perdería asumiendo como “curador” del museo (esto también pesó mucho en mi decisión final).
Todo lo anterior no sólo no ha cambiado, sino que además de ha afianzado. Por todas estas razones, no me interesa ni quiero participar en los procesos internos del Museo La Tertulia. Mucho menos quisiera ser curador del museo, ni director, ni administrador, ni portero, ni jardinero, ni rondero, ni docente, ni nada parecido. Es falso que tenga una agenda oculta o que participe en conspiraciones para dar un “golpe de estado” museal y mucho menos con personas que ni me hablo y que han sido objeto de mis críticas (por eso no nos hablamos). No pienso, al menos por el momento, abandonar mi “cómoda” y “tranquila” posición como simple profesor universitario, comentarista o crítico, visitante a exposiciones y turista cultural, por ningún cargo ni público, ni privado. ¡Quédense tranquilos!
Por otro lado, nunca he participado en Convocatorias del Ministerio de Cultura y no pienso hacerlo, al menos en un futuro cercano y con las actuales condiciones de participación y convocatoria. Esto porque no me parece coherente o lógico que por un lado esté cuestionando y por el otro esté participando. Cuando he leído y revisado las convocatorias me parecen insuficientes en recursos y tiempos, así que que no responden a mis expectativas profesionales. Lo que sí he hecho es participar como conferencista invitado o tallerista, en dos o tres proyectos apoyados por el ministerio, aunque siempre manteniendo mi posición crítica y haciendo uso de mi libre derecho al trabajo. Aclaro que las personas que me han invitado no eran mis amigos, ni familiares, ni nada parecido. Incluso me ha sorprendido mucho que me hayan invitado (últimamente me invitan mucho a dictar charlas y conferencias… Solicitudes vía inbox…)
Además, me sale mejor financiar de mi bolsillo y con mis horas libres de trabajo los procesos o proyectos que he realizado o realizaré. No me da pena ni se me quiebran las uñas por limpiar una sala o poner una puntilla, menos me espanta escribir un texto u organizar una exposición o un evento. Lo que he hecho, hago y haré lo hago por puro placer y gozo, por el interés de dar a mi comunidad cosas que considero importantes y con el ánimo de aportar. Desde mi experiencia personal y profesional, puedo dar fe que se pueden hacer proyectos expositivos (así sean pequeños y modestos) sin los recursos del estado ni de la empresa privada. Para convencerme de esto y poder plantearlo, fue fundamental haber cursado la Especialización en Gerencia para las Artes, en 1997.
Y ya que estamos en estas, debo anunciarle a los amables lectores que no soy perfecto ni infalible, así hace ya unos muy buenos años me haya creído Dios (ya se me pasó, por fortuna). Como toda persona que “corre riesgos” me he equivocado más de una vez y siempre he dado la cara y asumido mis errores hasta las últimas consecuencias, lo cual considero que no sólo es lo primero que se debe hacer, sino que además lleva a la pronta solución de la falla. Incluso tengo una frase que repito constantemente entre mi círculo de amigos y colegas: “Echando a perder se aprende”. Por fortuna, cuando me he equivocado o he metido las patas, he contado con el apoyo de personas expertas y sabias que me han ayudado a salir adelante, y con equipos experimentados y capaces, prestos a resolver la situación, de manera rápida, eficaz y efectiva. Asumir y asesorarse y acompañarse bien, también hace parte de la experiencia y el conocimiento adquirido por años.
Espero haber dado suficiente claridad a los cuestionamientos infundados, a las suspicacias, suposiciones y demás versiones que intentan abordar todos estos asuntos desde lo personal. Ahora pasemos a lo que se dice que dije…
Releyendo una y otra vez los artículos ¡Deje así! y Entonces ¿qué vamos a hacer? publicados en mi blog Desde la Kverna, no encuentro la parte en donde hablo mal de la curaduría del 15 Salón Regional. Incluso diría que hablo bien, cuando en el primero digo: “La escogencia de las piezas y autores, los que conozco, me parece acertada. Sus obras o procesos artísticos tienen condiciones tanto técnicas como conceptuales para hacer parte de este evento”. Incluso tuve especial cuidado en esta parte del texto porque no quería afectar negativamente a los artistas seleccionados (conozco y aprecio a casi todos; otros no los conozco), ni a los curadores. Confieso que con uno de ellos trabajamos juntos en un largo proyecto hace ya muchos años (creo que fue su primer trabajo en el medio de las artes) y siempre me ha parecido una excelente persona, sensible, humilde y honesto, con la que se puede dialogar. Así que no tengo ninguna rencilla personal con los curadores. Sólo señalé unas fallas en las exposiciones, las cuales creo que se han intentado corregir en más de una ocasión, desde el inicio de la exposición.
Lo que cuestioné fue “la pésima museografía y el dudoso montaje” y el daño de obras de los artistas. No puedo hablar de la curaduría porque desconozco los textos curatoriales que acompañan las exposiciones, así como los guiones curatoriales y museográficos. Respecto a la museografía, esta no se trata sólo de imprimir y colgar bien el pendón de la exposición o poner en una hojita las fichas técnicas. La labor del museógrafo es mucho más compleja e implica el diseño de la exposición en general en cuanto a su presentación, lo que además comprende las áreas y condiciones de circulación del público, sobre todo el que tiene condiciones diferentes de desplazamiento, pensando en la seguridad de todos los espectadores y las obras[1]. O sea, desde un principio señalé que el problema fundamental era de montaje y museografía, y no hablé de la curaduría.
La cuestión aquí es que una falla de montaje y de museografía, ¿por qué no se resolvió a las pocas horas de haber sido señalada? ¿Por qué se ha dado todo este intercambio de mensajes, textos, ataques y demás, entre miembros del campo artístico, primero local y ahora, parece, nacional? ¿No será que con “un disculpe usted, ya arreglamos el asunto” hubiera bastado y nos hubiéramos evitado esta tormenta? Aquí es donde se ve la inexperiencia. Porque, desde la experiencia, una cosa “menor” como una falla de montaje se resuelve rápidamente y en casa, sin tanto aspaviento, ni tanta alharaca, ni tanto ataque. Mejor dicho, con una comunicación de los curadores-productores, dando la cara desde un principio y actuando diligentemente (o sea, comprando e instalando los treinta mil pesos de cinta de demarcación y arreglando las vitrinas) esto se hubiera resuelto. Los curadores siguen ausentes, incomunicados y como que todo no acaba de resolverse.
Lo otro que señalé es el daño de las obras, pero de esto ya deberán encargarse los artistas y los curadores…
Una de las cosas que más me ha sorprendido en todo esto, después de tantos años de criticar y criticar casi que sobre lo mismo (porque los problemas y los postulados expositivos parecen ser los mismos) es que por primera vez se han levantado voces de gran parte los sectores y grupos, primero de la ciudad y luego, aparentemente, de Colombia. Incluso, creo que primero hubo cuestionamientos a los 15 Regionales desde la Zona oriente y parece que algo similar sucede en la Costa Atlántica (lo digo por un pequeño comentario que algo dice al respecto). El nivel de cuestionamientos, en cuanto a la cantidad, la variedad de autores y los niveles de apasionamientos, parece indicar un descontento generalizado frente a las actuales políticas y convocatorias ministeriales. ¡Como que la olla a presión se estalló! Ante la avalancha de cuestionamientos, que parecen venir desde diferentes regiones y sectores, me atrevería a proponer un gran debate nacional sobre la situación del sector de las artes plásticas y visuales en Colombia, en un terreno neutral y sin la presencia de agentes gubernamentales, mejor dicho, un debate de la academia.
¡Striptease! ¡Esto ha sido como una empelotada de aquellas del débil sistema de las artes del país! Y con todas las “cositas” expuestas, creo que hay mucho más por ver. Mejor dicho, lo que ha sucedido y está sucediendo con el 15 Salón regional Zona Pacífico, ha ido más allá de una exposición mal montada o mal curada. Lo que parece ponerse en evidencia son las fallas en el sistema de las artes plásticas del país, que implican, sobre todo, cómo se asignan, se distribuyen y ejecutan los recursos públicos de las artes plásticas y visuales. Esto debería ser materia de análisis en futuras investigaciones.
Carlos Quintero
publicado en Desde la kaverna
[1] Para acercarse al tema se puede ver el libro Cómo administrar un museo: Manual práctico, en especial el capítuloPresentaciones, obras expuestas y exposiciones de la arquitecta y museóloga mexicana Yani Herreman. http://unesdoc.unesco.org/images/0014/001478/147854s.pdf
15 comentarios
El colectivo debería hacer público su guión curatorial y textos con el que ganaron el proyecto, así los que estamos de espectadores podemos opinar justamente!!!!
Srs Esfera Publica,
La obra Episodios Maniáticos ya ha sido arreglada según mis planteamientos y ha quedado organizada de nuevo muy bien en la muestra se había planeado Reuniendo Luciérnagas.
Muchas Gracias
Con sorpresa acabó de leer que yo he escrito que mi obra ya esta perfectamente… Curiosamente no soy yo la que escribí, de hacerlo pondría el nombre de mi obra correctamente “Episodios Maníacos”. De hecho el trabajo esta montado segun las ultimas especificaciones que envíe pero hasta que yo este frente a mi obra y la modifique y clasifique yo no quedara bien montada. Me parece arbitrario que usen mi nombre opinando y reivindicando el salón. Agradezco a esfera por la recopilación de todas las críticas del salón, es importante crear un debate al respecto. Yo me quejo por mi trabajo y por los trabajos de mis estudiantes por q conozco sus investigaciones. Es evidente que el modelo de salón regional debe cambiar, pero lo que sea hace vital es esclarecer la responsabilidad del curador en una muestra exhibitiva y se deben crear estrategias para proteger la investigación y el criterio del artista dentro de los campos expositivos. Atte. SANDRA PATRICIA NAAVIA -(La real)
Llegaron tarde, muy tarde.
Después de leer la polvareda de comentarios que se levantó tras la inauguración del Salón Regional de Artistas Zona Pacífico: “Reuniendo Luciérnagas”, solamente cabe preguntarse ¿Por qué hasta ahora?
¿Por qué hasta ahora los curadores y artistas revientan las redes sociales con comentarios que desaprueban el trabajo realizado para los Salones Regionales de Artistas?
¿Será que la curaduría y los textos que se escribieron para el Salón anterior fueron precisos y brillantes?
¿Por qué hasta ahora nos damos cuenta que a nadie le gustaban las curadurías de Flórez, Nieva o Ramírez?
¿Será que hubo cambios en las mareas al interior de las instituciones, para que sólo ahora puedan verse las faltas de claridad y coherencia en alguna muestra?
¿Será que hay nuevas rencillas personales y/o interinstitucionales que motivan subrepticiamente la repentina aparición de ataques que parecen ad hominem?
Sin saber (ni querer saber) las motivaciones de todo este entramado de maledicencias, sí me atrevo a decir que quienes ahora lamentan la gestión hecha y critican los resultados obtenidos por los curadores del presente Salón, llegaron muy tarde. Este es un monstruo (el de la mediocridad) que dejó crecer la actitud pasiva y permisiva de los ahora indignados. Porque desde la versión anterior del Salón pudimos ver que no había rigor, que no había un ejercicio curatorial serio, que no había quién pudiera escribir una página coherente en el equipo de curadores. Pueden revisarse textos como el de la muestra “Camino al Barrio” que era parte de la curaduría.
Aún después de estos malestares, las instituciones de arte de la ciudad siguieron dando credenciales y oportunidades a los padres de esta y otras pobres iniciativas sin chistar. Los jóvenes curadores, propuestos como la nueva maravilla, siguieron montando shows y muestras mediocres, ensalzados por las mayorías del circuito del arte local.
Pero ahora sí se enojaron, y después de años de malas exposiciones salieron a decir que Lugar a Dudas, que La Tertulia, que las roscas, que Óscar, que el ministerio y su visión centralista, que había gente más capacitada para esta misión… en fin.
Sin defender el trabajo de los curadores del actual Salón, deja todo esto la impresión de que finalmente, el circuito del arte caleño es una cocina de chismes, acomodaticia e hipócrita, en la que todo es personal y sólo se habla del otro cuando y como conviene.
¿O será que fue este Salón el detonador que hizo que todos despertaran a la invasión de la mediocridad, a la invasión de las roscas y del mal escribir, y ahora sí va a cambiar el panorama artístico de la ciudad?
A propósito del comentario de Felipe Valdivieso… El que llega tarde es usted. De mi parte si usted lee Ojotravieso y los debates de columnadearena, desde finales de los 90 estoy cuestionando este modelo. Lo que pasa en esta ocasión, a diferencia de las otras, es que aquí los señores disquete curadores le metieron mano y alteraron y posiblemente dañaron obras. Siendo este el caso, quién responde por los posibles daños? Ojo, hay daños físicos y morales que atentan contra los derechos de autor. Las obras se alteraron al no tener en cuenta las instrucciones de montaje de los artistas y el desmembramiento y fragmentación de las piezas…
En realidad esta situación con el Salón Regional, es un asunto coyuntural en donde se visualizan varias situaciones de malestar y problemáticas profundas entorno a las prácticas artísticas en Cali. Este momento debería servir para pasar de las quejas y lamentaciones a acciones que operen de forma efectiva.
Por qué hasta ahora? No es difícil de entender, pues después de la crisis de finales de siglo pasado en Cali, la ciudad cayó en un letargo profundo. Durante los últimos 10 años y cada vez de forma acelerada, se han presentado cambios en el medio, primero pasamos de tener un solo curador, con un grupo pequeño de artistas, a tener una producción un poco mas amplia en torno a las practicas artísticas, muchos artistas gestores y curadores, regresan después de largos periodos de formación, estableciendo vínculos diferentes con lo local y lo extranjero, todo esto ha pujado para que un sistema que dejo de funcionar y ser efectivo evidenciara de forma dramática sus deficiencia.
La pregunta importante es: ¿Qué vamos a hacer además de quejarnos y señalar el problema? El Salón va a pasar, pero indiscutiblemente el problema no se ha solucionado, y nos correspondería a todos nosotros plantear y discutir en torno a él.
Con respecto al comentario del señor Valdivieso, al parecer usted no lo sabe y le ocurre como al Curador Italiano del Salón Regional que desconoce el contexto (es más, no sabemos cómo logró aplicar a la convocatoria, pues no cumple los requisitos. Creo que son 4 años mínimos de estancia legal en Colombia y trayectoria curatorial. ¿Como le van a pagar? no creo que tenga EPS) no sabe usted que hay personas y grupos trabajando de forma persistente desde hace muchos años, oponiéndose o construyéndose de forma separada con este sistema, incluso vinculándose con el sin permearse. Y que si se han presentado quejas, reclamos y criticas serias en torno al tema. Sólo que en esta ocasión es generalizada.
creo oportuno leer este articulo
http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Riesgos-aciertos-vida-critico_0_1391860821.html
Comunicado de prensa sobre el 15 Salón Regional de Artistas – Zona Pacífico Reuniendo Luciérnagas
Respecto a los comentarios que ha suscitado la propuesta curatorial de los artistas Herlyng Ferla y Riccardo Giaconni para el 15 Salón Regional de Artistas, Zona Pacífico, Reuniendo Luciérnagas, el Ministerio de Cultura considera importante aclarar a la comunidad artística y al público el proceso que se llevó a cabo para la selección de cada uno de los diez proyectos curatoriales que conforman la actual edición de los Salones Regionales.
En febrero del año 2014, el Ministerio de Cultura abrió una convocatoria en el Programa Nacional de Estímulos para la realización de diez proyectos de investigación curatorial en torno a la producción artística en las siete regiones del territorio nacional. El propósito de esta convocatoria fue el concurso de propuestas curatoriales en las que las prácticas artísticas se vieran realmente representadas.
Un jurado idóneo, conformado por Carolina Chacón, Javier Mejía y Giovanni Vargas –quienes además de su amplia trayectoria artística, representan tres grandes regiones del país – invitado por el Ministerio de Cultura, evaluó las propuestas recibidas. En la convocatoria se pidió gestionar y proyectar la actividad artística de cada región a través de lecturas innovadoras y transformadoras.
Para participar, los postulantes debieron demostrar la residencia de al menos uno de sus miembros en la región donde aspiraban realizar el proyecto, junto con una hoja de vida en la que demostraran estudios, investigaciones, actividad pedagógica o desarrollo de proyectos artísticos, así como un adecuado conocimiento de la región seleccionada.
El jurado también evaluó el aporte del proyecto al campo artístico de cada región, así como la factibilidad de la propuesta en términos económicos y técnicos (producción, infraestructura, tiempos, estrategias de circulación, escenarios y espacios).
Una vez concluida la etapa de investigación, durante la fase de producción de cada proyecto, se presentó el resultado al comité regional conformado por entidades públicas, académicas y artísticas locales, para socializar las respectivas propuestas curatoriales y concertar el apoyo institucional necesario para su realización.
De acuerdo con el acta del jurado para el caso de la Región Pacífico, la beca de investigación curatorial se entregó a Reuniendo Luciérnagas, con el fin de desarrollar un concepto curatorial que permitiera “crear mixturas y diálogos entre diferentes disciplinas (cine, literatura, radio, diseño, entre otras)”.
Si bien se realizó la apertura del Salón Regional Pacífico Reuniendo Luciérnagas con tres exposiciones que se encuentran en el Museo La Tertulia, este Salón incluye otras dos exposiciones, junto a una programación de eventos públicos e intervenciones efímeras de diversa naturaleza: proyecciones, mesas de radio, performances, charlas, publicaciones y talleres, previstos para ser realizados durante los meses de julio y agosto en las ciudades de Cali, Popayán y Quibdó.
Para el equipo curatorial, Reuniendo Luciérnagas es el resultado de dos investigaciones: una sobre los colectivos, grupos interdisciplinares y prácticas colaborativas activos en la Región Pacífico; y otra en la que se cuestionan los procedimientos que favorecen la reunión de distintas personas o cosas para compartir un mismo espacio.
La propuesta se fundamenta en hechos y eventos relacionados en la Cali de los años setenta y el proyecto Ciudad Solar, retomado desde una perspectiva contemporánea, con el fin de adelantar un proceso que permita un diálogo entre las diversas disciplinas.
El Ministerio de Cultura acogió y respetó las recomendaciones del jurado, así como el contenido de los mismos. Reconoce que como parte de su dinámica se produzcan debates, inquietudes, inconformidades y comentarios, los cuales serán tenidos en consideración para los procesos y convocatorias de futuros Salones Regionales de Artistas.
Los jurados de esta convocatoria fueron:
Giovanni Vargas
Nació en Cali. Maestro en Artes Plásticas del Instituto Departamental de Bellas Artes de Cali. Maestría en Artes Plásticas y Visuales de la Universidad Nacional de Colombia. Dentro de sus exposiciones individuales se encuentra ‘El espectro de Rumpelnstinski’ en Las Edades (2013), ‘Estudios de caso’ en la Galería Casa Riegner (2011), ‘Monte de piedad’ en la Sala de Proyectos de la Universidad de Los Andes (2008), ‘Había una vez…’ en la Alianza Colombo Francesa (2005), ‘Biofragemas’ del Banco de la República (1998).
Carolina Chacón Bernal
Nació en Bogotá pero lleva varios años viviendo en Medellín. Maestra en artes plásticas y visuales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, ASAB. Realizó la investigación ‘Archivo L/G/B/T/I/A/Q/H/ Género en las imágenes del arte contemporáneo colombiano’ con la cual obtuvo tesis de grado meritoria (2011). Hizo parte del grupo curatorial ganador del Programa Distrital de Estímulos 2009 y en 2011 con las exposiciones ‘Juegos de video (Forcefield, Paper Rad, RSG Colective y Pipilotti Rist en la Fundación Gilberto Alzate Avendaño, Bogotá). En 2009 fue ganadora del programa Pasantías Nacionales del Ministerio de Cultura de Colombia, con el proyecto curatorial ‘X Lugar’, realizada en la Sala de cine X Metro Cine, Medellín. Actualmente trabaja como Curadora Adjunta en el Museo de Antioquia, y es colaboradora del Indepenment Curators International.
Javier Enrique Mejía Bacca
Nació en Santa Marta. Publicita con Minor en Periodismo de la Universidad Jorge Tadeo Lozano de Bogotá Especialista en Gerencia y Gestión Cultural en la Facultad de Filosofía y Humanidades del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario en Bogotá. Realizó cursos de estudios de Maestría en la Facultad de Museología ‘Reinwartd Academy’ de la Escuela de Artes de Amsterdam, Holanda. Ganador de la estancia de trabajo en el Museo Nacional de Arte Reina Sofía, en el Departamento de Exposiciones Temporales, Palacio de Velásquez en Madrid. Ganador de la beca del Centro de Iniciativas Latinas del Instituto Smithsonian en Washington D.C. como ‘Visiting Scholar’ para investigar en los fondos del Instituto un proyecto sobre sus colecciones de arte latinoamericano.
En cuanto al comunicado del Ministerio de Cultura, con respecto a este caso, quisiera anotar lo siguiente:
En primer, el comunicado cuenta algo que ya sabemos y es el procedimiento como se convocan y se elijen los proyectos. Aquí no se dice nada nuevo.
Sin embargo, a lo largo del documento se afirman varias cosas que sí se deberían aclarar. En cuanto a la selección de los responsables dice: «junto con una hoja de vida en la que demostraran estudios, investigaciones, actividad pedagógica o desarrollo de proyectos artísticos, así como un adecuado conocimiento de la región seleccionada.» Lo que no dice es cuáles son los mínimos exigidos, es decir, ¿bastará con kinder o primaria como estudios? ¿se requerirá de un mínimo de exposiciones curadas y realizadas antes de hacer un Salón Regional? Este último sería un criterio cuantitativo ¿las exposiciones mínimas deberán haber sido bien valoradas? (criterio cualitativo). En cuanto a la experiencia en investigación, ¿se requerirá de experiencia soportada como publicaciones, ponencias y participaciones en eventos? De todo esto, el documento no dice nada. De esta manera se pone en juego la idoneidad de los ejecutantes del proyecto.
El documento plantea que «“con el fin de desarrollar un concepto curatorial que permitiera “crear mixturas y diálogos entre diferentes disciplinas (cine, literatura, radio, diseño, entre otras)”.» No sé si se asocian las «mixturas y diálogos» con el hecho de exhibir de manera inapropiada y la alteración física de las obras, lo que atenta con los derechos morales, patrimoniales y de autor de los participantes.
«Para el equipo curatorial, Reuniendo Luciérnagas es el resultado de dos investigaciones: una sobre los colectivos, grupos interdisciplinares y prácticas colaborativas activos en la Región Pacífico; y otra en la que se cuestionan los procedimientos que favorecen la reunión de distintas personas o cosas para compartir un mismo espacio.» ¿Dónde están las investigaciones? ¿Dónde están los documentos que las soportan? ¿A qué se refiere este documento con la palabra «investigación»? El resultado del evento es poco claro y coherente…
«La propuesta se fundamenta en hechos y eventos relacionados en la Cali de los años setenta y el proyecto Ciudad Solar, retomado desde una perspectiva contemporánea, con el fin de adelantar un proceso que permita un diálogo entre las diversas disciplinas.» En primer lugar, cuando se dio el proyecto Ciudad Solar, los curadores no habían nacido. Imagino yo que han entrevistado a los principales protagonistas de aquel proyecto. Lo curioso es que uno de ellos, Miguel González, es una de las personas que más ha criticado el evento. Pareciera que el proyecto Ciudad Solar está citado mas no corresponde con lo presentado.
Finalmente, aquí parece que se da una distancia entre lo presentado en el proyecto y su ejecución. Parece que el proyecto seleccionado no corresponde a lo que está en las salas de La Tertulia. La torpe y poco profesional «acumulación» de objetos, obras, objetos decorativos y demás no deviene en «mixtura y diálogo». Aquí hay qué entender que se han afectado negativamente a los artistas y sus obras y se ha puesto en cuestión a instituciones como el Museo La Tertulia y al mismo Ministerio de Cultura y los Salones Regionales. No entiendo cómo quiere el Ministerio defender lo indefendible. No sé por qué el Ministerio y el Museo no entienden que son víctimas de esta situación, ya que este evento ha lesionado de manera significativa sus respectivas imágenes y credibilidad. Esto es mucho más grave que una simple «mala exposición».
Todavía espero el pronunciamiento de los responsables directos de este desastre, que siguen sin pronunciarse.
Artistas inconformes por exhibiciones en La Tertulia, ¿por qué?
Las tres exhibiciones presentes en el Museo La Tertulia con motivo del último 15 ‘Salón Regional de Artistas Zona Pacífico Reuniendo Luciérnagas’, han suscitado descontento con respecto al trato que se les ha dado a las obras. El artista José Horacio Martínez considera que el proyecto ‘Reuniendo luciérnagas después de Ciudad Solar’, a cargo de los curadores Herlyng Ferla y Riccardo Giacconi, es “un despropósito”.
“Al hacer el montaje fragmentaron las obra de los artistas, y utilizaron las de artistas ya fallecidos, como Pablo Van Wong y Eduardo Ramírez Villamizar, no sé con qué autorización, porque eso es parte de la Colección Permanente del Museo La Tertulia y no estaba planteado en ningún momento en la propuesta”, dice Martínez. Como “un mar de equívocos” califica el artista “una curaduría en donde se siente la inexperiencia de quienes la realizaron. Ellos tenían el compromiso de asistir a los talleres de los artistas para ver qué estaban haciendo, pero no lo hicieron.
Y en el montaje todo se volvió confuso. Utilizaron a los artistas y a sus obras sin ningún respeto, e incluso fragmentaron algunas obras”.
Esto lo confirma el crítico de arte Miguel González, quien dice que “el despedazamiento de los proyectos de lo que fueron instalaciones, se puede verificar en obras como las de Iván Tovar, Juan Guillermo Tamayo, Hermann Yusty y Nicolás González, cuyos trabajos fueron desmembrados y esparcidos, desvirtuando y banalizando los planteamientos que alguna vez animaron las propuestas originales”.
González también critica el hecho de que “se incorporaran obras de autores muertos sin ninguna justificación ni conceptualización, igualmente la pequeña escultura minimalista de Ronny Vayda, la talla africana colocada en el piso (que no es ningún tótem como dicen los ignorantes curadores) y una pieza de madera insignificante de una santa sin interés alguno, así como la idea torpe de incluir un periódico.
El texto mal redactado y con información errática justificaba la banalización de los objetos y obras mutiladas bajo el cobijo de gabinete de curiosidades, que dicho sea de paso no estaban solamente en los palacios ‘aristocráticos’, como reza el comentario peregrino de los organizadores”.
Se une a este debate Carlos García, artista, curador e historiador del arte independiente, quien asegura que “no tiene sentido por parte del Ministerio de Cultura hacer una convocatoria para curadores en un país que no forma curadores. Así, esto termina en manos de personas que no tienen la experiencia, ni el conocimiento ni la formación para eso. Lo que vemos en la sala de La Tertulia, es un remedo de exposición, donde hay un daño a las obras y a los artistas”.
García, quien es profesor de varios de los expositores, dice “las obras no han sido presentadas de manera correcta. Sin fichas técnicas ni un texto curatorial coherente, y fueron intervenidas por los curadores, lo que afecta los derechos de autor y tiene implicaciones morales, legales y patrimoniales”.
Advierte que en sus 20 años de trayectoria, nunca había visto que un Salón de Artistas generara tanto descontento. “Los sueños de estos jóvenes se ven truncados. Se han puesto derechos de petición solicitando documentación de cómo se hizo esto y cómo se entregaron los recursos, y se habla de demandas de orden penal y civil. Muchos se quejan de que no les han entregado los recursos que les prometieron para realizar sus obras, y que se ha favorecido a gente cercana a los organizadores con recursos del Salón”.
Agrega que “el panorama está muy enrarecido y se vuelve más turbio y delicado. Se han dado ataques mediáticos en Internet, se han suplantado personas en comentarios de Facebook, se ha atentado contra páginas web. Esto parece una novela de terror, una historia truculenta de espionaje”.
Ayer, el Ministerio de Cultura aclaró en un comunicado que “en febrero de 2014 se abrió una convocatoria en el Programa Nacional de Estímulos para la realización de diez proyectos de investigación curatorial en torno a la producción artística en las siete regiones del territorio. Y que un jurado conformado por Carolina Chacón, Javier Mejía y Giovanni Vargas, con amplia trayectoria artística, eligió a los curadores”.
Carolina Ponce de León, coordinadora de Artes Visuales del Ministerio de Cultura, considera que “lo que no funcionó bien en el Salón fue la comunicación entre artistas y curadores para llegar al acuerdo de la manera como ellos decidieron hacer su propuesta curatorial. El próximo martes, a puerta cerrada, se abrirá un espacio de diálogo, reflexión, de discusión y ojalá, de solución”.
http://www.elpais.com.co/elpais/cultura/noticias/artistas-inconformes-por-exhibiciones-tertulia-por
Lo que empezó como un descontento por parte de algunos de los artistas que hacen parte del ‘15 Salón Regional de Artistas Zona Pacífico. Reuniendo Luciérnagas’, terminó siendo una polémica abierta en la que aún no hay respuestas concretas.
Ante la molestia generada a raíz de la curaduría que recibieron las obras, varios artistas están a la espera de una respuesta por parte de los responsables Herlyng Ferla y Riccardo Giacconi; y del Ministerio de Cultura.
El Ministerio, por su parte, anunció que el próximo martes 21 de julio se abrirá un espacio para el debate. La moderación estará a cargo de Lucas Ospina y contará con la presencia de Carolina Ponce de León, directora de Artes Plásticas del Ministerio.
Alejandro Martín, curador del Museo La Tertulia, manifiesta que el nivel al que ha llegado la polémica le parece preocupante. Sabe que una obra siempre generará críticas, pero piensa que no se debe caer en la violencia: “Se perdió la mesura. A este punto, estamos siendo foco de rabia y violencia. Hemos recibido insultos y esto parece casi un caso criminal”.
Martín agrega que el Museo quiere encontrar pronto una solución y que espera poder establecer un diálogo entre los artistas y los curadores: “Para nosotros lo más importante es que los salones sean visibilizados y esta es una oportunidad para que las regiones asuman este espacio como algo importante. La Tertulia abrió la exposición pensando en todos, con el objetivo de destacar otros trabajos que no son los del Salón Nacional”.
La responsabilidad, según han manifestado abiertamente varios críticos y artistas descontentos, recae sobre los curadores Herlyng Ferla y Riccardo Giacconi, quienes hicieron el montaje de las obras y escribieron los textos sobre cada una de ellas. Al preguntarles su posición, afirmaron que pronto harían público un comunicado explicando lo sucedido.
El crítico de arte y curador Miguel González, hace énfasis en la banalización en la que cayeron algunas obras al no ser respetadas: “El texto mal redactado y con información errática justificaba la banalización de los objetos y obras mutiladas bajo el cobijo de gabinete de curiosidades que, dicho sea de paso, no estaban solamente en los palacios ‘aristocráticos’, como reza el comentario peregrino de los organizadores”.
Varios artistas siguen inconformes, a pesar de haber recibido un llamado al diálogo.
Sandra Patricia, artista y docente de la Universidad del Cauca, afirma que se reunirá mañana con algunos de sus alumnos, quienes también tuvieron la oportunidad de hacer parte de la exposición.
“Yo pienso que los artistas no debemos estar solucionándoles problemas a otros que son los ineficientes. La verdad estamos muy incómodos. La mayoría de mis estudiantes son jóvenes y por ingenuos fueron vulnerados”.
Leonardo Amador es uno de ellos. Cuenta que se demoró más de un mes preparando los ladrillos para una pieza y 6 horas en su montaje, que inicialmente medía 2,50 x 6 metros y terminó siendo de 1,90 x 4. “Aún estamos esperando una respuesta, porque la verdad no hubo una atención a nuestro llamado”, afirma.
El Salón Regional de Artistas en Cali generó debates y polémica
La muestra en La Tertulia ha recibido comentarios por su montaje y falta de fichas técnicas.
El 3 de julio, en el Museo La Tertulia, en Cali, se inauguró la exposición ‘Las cosas en sí’, como parte de las actividades de Reuniendo Luciérnagas, curaduría del Salón Regional de Artistas – Zona Pacífico. A manera de ‘Wunderkammer’, o ‘gabinete de curiosidades’, -lugares en donde se mostraban objetos curiosos o exóticos como fósiles- se presentan diferentes obras de 16 artistas.
Como cualquier exposición de arte, se dieron diferentes comentarios alrededor de esta. Lo particular es el tono que adquirieron las críticas, al punto en que el Ministerio de Cultura emitió un comunicado de prensa diciendo lo siguiente: “Respecto a los comentarios que ha suscitado la propuesta curatorial de los artistas Herlyng Ferla y Riccardo Giaconni para el 15 Salón Regional de Artistas, Zona Pacífico, Reuniendo Luciérnagas, el Ministerio de Cultura considera importante aclarar a la comunidad artística y al público el proceso que se llevó a cabo para la selección de cada uno de los diez proyectos curatoriales que conforman la actual edición de los Salones Regionales”.
Los Salones Regionales de Artistas son uno de los eventos artísticos más tradicionales del país, junto con el Salón Nacional de Artistas, que es más antiguo. Se realiza en diferentes regiones del país (Centro, Centro Occidente, Oriente, Orinoco – Amazonía Pacífico y Sur), a manera de exposiciones y talleres.
Las críticas a ‘Reuniendo luciérnagas’, como se llama la curaduría de la Zona Pacífico y que expone obras en el Museo La Tertulia tienen que ver con la falta de información de las obras (fichas técnicas) y de los artistas.
En un texto publicado por el portal esferapublica.org, que se le atribuye al curador Miguel González, se menciona que “aquí solo hay desinformación sobre el artista, ninguna referencia al año en que nació, en dónde estudió o en qué ciudad vive o trabaja”. EL TIEMPO intentó comunicarse con González pero no fue posible.
En este mismo sentido se han manifestado personajes como Carlos Quintero, quien tiene un blog donde hace crítica de arte, Desde la kverna. “Al interior, la oscuridad, rezago de la despropositada exposición anterior (como que había qué sacarle más “jugo” a las cortinas negras), apenas deja ver los objetos luminosos y dificulta la movilidad de los espectadores. Escapa uno de matarse, tropezando o cayendo por las escaleras. No hay señalización visual, ni guía, ni ninguna advertencia. Menos hay fichas técnicas, ni información sobre las obras o los artistas”.
Sin embargo, explica Carolina Ponce de León, Asesora de Artes Visuales del Ministerio de Cultura, que dentro de la propuesta curatorial que presentaron Ferla y Giacconi estaba el no ofrecer textos curatoriales “para que el visitante entrara sin ninguna interferencia racional, lo cual rompe con un modelo tradicional de exhibición. Fue hecho como contrapropuesta a la tradición curatorial, de forma deliberada”, le dijo a EL TIEMPO vía telefónica.
Y así lo manifestaron los curadores a través de un comunicado que conoció este medio: “La decisión de no poner un texto de sala o texto curatorial es una estrategia que decidimos asumir como forma de acentuar la idea: potenciar encuentros con los objetos de una manera más material, sensitiva y menos mediada por las categorías y las explicaciones”.
Para Alejandro Martín, curador de La Tertulia, «la exposición es valiente y arriesgada». Uno de los propósitos de los curadores es precisamente evitar la explicación de las obras a través de los textos. Por eso, al no mostrar fichas técnicas, salvo con un mapa que se les entrega a los asistentes, donde se muestran las obras, en las salas no hay presencia de textos que identifiquen las piezas.
Pero no son solamente algunos asistentes al museo los que han manifestado sus inconformidades sobre la exposición. Sandra Patricia Navia, una de las artistas seleccionadas por los curadores de ‘Reuniendo Luciérnagas’, publicó lo siguiente en su perfil de Facebook:
«Mi pieza «Episodios Maníacos» perdió toda la manía por que los «curadores» tomaron decisiones arbitrarias y no consensuadas en el montaje de la obra. De 105 dibujos se ven 4 y en total hacinamiento en una vitrina con 15 obras más. No es sólo la carencia de curaduría y museografía es el sin sentido lo que prima en la producción de este evento.
— me siento insultada»
Luego, en otro post de la página Reuniendo Luciérnagas, apareció lo siguiente: «Nos hemos visto obligados a borrar el comentario de Sandra Patricia Navia Burbano por faltar a la verdad y difamación».
Más allá de las discusiones y comentarios a través de redes sociales, que pusieron a flote la inconformidad de algunos frente a la exhibición particular de la muestra, está el entender en qué consiste este proyecto, que fue seleccionado por un comité que designó el Ministerio de Cultura, conformado por Giovanni Vargas, Carolina Chacón Bernal, y Javier Enrique Mejía Bacca.
Pero, el proyecto no solo consiste en las exposiciones, sino en articular otras disciplinas, como el cine, y actividades que se pueden consultar aquí.
Esto también lo manifiesta el Ministerio de Cultura: “Si bien se realizó la apertura del Salón Regional Pacífico Reuniendo Luciérnagas con tres exposiciones que se encuentran en el Museo La Tertulia, este Salón incluye otras dos exposiciones, junto a una programación de eventos públicos e intervenciones efímeras de diversa naturaleza: proyecciones, mesas de radio, performances, charlas, publicaciones y talleres, previstos para ser realizados durante los meses de julio y agosto en las ciudades de Cali, Popayán y Quibdó”.
Otro comentario de González, quien fue curador de La Tertulia, va dirigido a la selección de los curadores: “Creo que el Ministerio de Cultura, patrocinador de este evento nada barato, debe de asesorarse mejor al escoger los curadores. En este caso fue fallida su designación, y no se podría esperar mucho de Herlyng Ferla, un esforzado artista emergente que ni conceptualiza ni escribe, y poco habla; así como de Riccardo Giacconi, visitante italiano que aterrizó en Cali gracias a “Lugar a Dudas”, y se “quedó” en la ciudad como alternativa”.
El debate se ha dado principalmente a través de Facebook y del portal esferapublica. Sin embargo, se creó una iniciativa para recoger firmas pidiéndole al Ministerio de Cultura lo siguiente:
Publique el acta en donde se adjudica el premio, y aparezcan en ella los nombres de los jurados y criterios de selección.
Le explique a la comunidad quien aceptó la aplicación de los curadores sin cumplir los requisitos que exigía la convocatoria: cumplir un tiempo mínimo de estancia legal en Colombia, y un mínimo de años de experiencia curatorial.
Es necesario investigue si hubo tráfico de influencias.
Al Museo la Tertulia que explique y acepte la responsabilidad: de parte de la institución y el curador de planta, al permitir un mal montaje e irrespeto a las obras. No puede el museo lavarse las manos diciendo que le delegaron todo a los curadores de la muestra o que simplemente prestaron las salas pues este no es uno de los eventos que rentan para banquetes.
Los curadores deben asumir responsabilidades de forma pública con los artistas y la comunidad en general”.
Ahora bien, argumentando errores en el sistema, decidieron cerrar la petición, puesto que «hemos llegado tres veces a cien firmas y el sistema lo devuelve a 50 firmas. Asi (sic) que presentaremos un derecho de petición. Mil disculpas, pero es muy extraño lo que ocurrió con esta petición».
Después de las fuertes, nutridas y múltiples quejas frente al Salón Regional de Artistas Zona Occidente, la comunidad en general esta esperando respuesta del Ministerio de Cultura, el Museo la tertulia y los curadores Herlyng Ferla y Ricardo Giacconi. Y lo único que hemos obtenido es un silencio total», finaliza la misiva.
EL TIEMPO conoció el comunicado de los curadores, con el cual buscan aclarar cada uno de los puntos que han sido criticados. Por ejemplo, frente al hecho de juntar varias piezas en un espacio reducido:
“Pensamos que era interesante que esta muestra funcionara como un prólogo de los eventos que íbamos a comisionarle a los colectivos seleccionados. Tomamos esta idea de varias experiencias previas, entre otras, de la anterior dOCUMENTA de Kassel (uno de los encuentros artísticos más importantes a nivel mundial), en la que el primer piso del edificio principal tenía instalado un gabinete de curiosidades que reunía fotografías, textos, obras y documentos; y así la materialidad misma (y no necesariamente un texto en un plotter) era la que abría el proyecto entero, de varios meses de duración”.
Ayer se inauguró otra muestra, en el espacio La Sucursal. Los curadores reiteran que la exposición en La Tertulia no es el Salón Regional en su totalidad, y que además de esta se realizarán otro tipo de eventos y encuentros alrededor del fenómeno de lo colectivo en Cali.
También se reunieron Carolina Ponce de León, los curadores, los artistas y un moderador, con el propósito de “ver en donde hizo falta más diálogo, entender muy buen cuáles son sus puntos de vista y llegar a un punto en donde se resuelvan”, dijo Ponce de León.
http://www.eltiempo.com/entretenimiento/arte-y-teatro/salon-regional-de-artistas-en-cali-genera-polemica/16132055
La polémica que ha suscitado la exposición ‘Las cosas en sí’, que se encuentra en el Museo La Tertulia, no se detiene.
La polémica exposición, rechazada por artistas y criticada por curadores experimentados, hace parte de las actividades de ‘Reuniendo Luciérnagas’ (curaduría del Salón Regional de Artistas Zona Pacífico).
Las discordias hicieron necesaria una reunión entre los artistas y los curadores Herlyng Ferla y Riccardo Giacconi, con la presencia de delegados del Ministerio de Cultura.
Ferla asegura que en la más reciente reunión que sostuvieron las partes llegaron a un acuerdo con los artistas de presentar un comunicado público en el que explicarían su manera de proceder con las obras y los expositores.
“Reconocemos que hubo un bache en la comunicación al momento del montaje, en relación con las obras de los cuatro expositores de las zonas de Popayán y del Cauca, fue en el trayecto que la comunicación se cortó”, admitió.
“Se aceptaron las sugerencias de montaje de los artistas y llegamos a una negociación. Con uno de ellos se decidió cambiar una de sus piezas de arte a una dimensión más pequeña”, agregó.
Sin embargo, Sandra Patricia Navia, una de las artistas de Popayán y maestra de varios de los expositores, asegura que si decidieron dejar las obras en La Tertulia fue “por darle un último voto de confianza al Museo y no a los curadores”.
Añade: “Pero ellos tendrán que pagar la indemnización del seguro de las obras que dañaron, las de Leonardo (Amador) y Richard (Bravo), que resultaron más afectadas, porque lo de Natalia (Pipicano) y lo mío fue más un mal montaje. Además deberán hacer una disculpa pública por presentar la obra de una manera que no corresponde a nuestras investigaciones”.
Incluso aseguró que la sala de La Tertulia estará cerrada, mientras peritos se cercioran de los daños de las obras a reparar. Y es enfática al afirmar que si los curadores no hacen pública su disculpa en un tiempo prudencial, los artistas de Popayán viajarán a Cali, recogerán sus obras y se marcharán.
Sandra Patricia consideró que “hay problemas de museografía graves. Pero lo más preocupante es la actitud de los artistas de Cali. Pareciera que no les enseñaran a trabajar en equipo, con respeto mutuo y ética. Les parece natural que les desmembren las piezas”.
La artista dijo que la obra más afectada es la de Richard Bravo, a la que “tuvieron que echarle cuchilla y lija para quitarle la pintura y rasparla, arrancándole grandes pedazos de madera hasta dejarla de color natural. El viernes, en una reunión a puerta cerrada, los curadores explicaron que habían llegado a un acuerdo con el artista de envejecer el marco, pero no dejaron que él hiciera el proceso y lo que hicieron fue despintar. Confundieron envejecer con despintar”.
El martes, durante una nueva reunión, explica Sandra, no hizo declaraciones, porque en el espacio que se propició el viernes vieron que “el Ministerio apoya a los curadores, no a los artistas. Y los curadores están conscientes de que la embarraron y que es mejor llegar a una conciliación que terminar en algo tan escandaloso en términos legales”.
Por su parte, Carolina Ponce de León, del Ministerio de Cultura, consultada por El País, dijo que ella no puede dar declaraciones, “que los encargados de darlas sobre los acuerdos deben ser los curadores y los artistas, debido a que la función del Ministerio simplemente fue de acompañamiento y establecer los espacios para que se pudieran encontrar”.
El curador Herlyng Ferla, por su lado, afirmó: “Queríamos que el público tuviera una relación diferente con las obras, que no estuviera mediada por un discurso. Nos parecía importante que se presentara un guion vacío que pudiera ser llevado por el público, para plantear nuevas relaciones entre los artistas y las obras”.
Ferla cree que es natural que se generen críticas “en un Salón Regional de Artistas en el que está de por medio una beca a la que aplica mucha gente. Y la gente suele asociar el Salón con antiguos modelos de presentarlo, lo toman como una vitrina de nuevos talentos en la que se exhiben obras geniales de la región. En dicho modelo hay que hacer una investigación cercana en los talleres de los artistas. Pero en esta oportunidad este modelo cambió. Esto es más un proyecto de curaduría”.
Insiste en que su propósito era “producir un Salón Regional que le diera la vuelta a esta idea y enfatizar en el carácter de lo colectivo, en cuanto a la forma de mostrar las piezas. Aquí no se trataba de mostrar inpidualidades”.
Y continúa: “Algunos consideraron grotesco que combináramos obras producidas por artistas hace tiempo, para nosotros esto es un prólogo a todo el salón que dura hasta el 30 de agosto”.
Los curadores y artistas…
Herlyng Ferla se describe como un artista que ha tenido exposiciones individuales en la galería de Jenny Vilá, en el pabellón Arte-Cámara y ha abierto la feria ArtBo en dos ocasiones. Además ha sido merecedor de Bloc, Becas Locales de Creación. Expuso en la Bienal de Bolivia y en la de la Habana, en Mercosur y tiene un colectivo conformado con Mónica Restrepo, Erikca Flórez y Hernán Barón.
Conoció a Riccardo Giacconi cuando el artista llegó a Lugar a Dudas. “Venía de una residencia en la Universidad Nacional. Yo tenía deseos de hacer un Salón Nacional y la necesidad de pensar la colectividad. Ricardo fue seleccionado por convocatoria para exponer en la Vitrina de Lugar a Dudas. Conversamos sobre Cali y le propuse que construyéramos esta propuesta”.
http://www.elpais.com.co/elpais/cultura/noticias/termino-polemica-salon-artistas
Como participante de la reunión de conciliación realizada el día Martes 21 de Julio, me parece importante aclarar que el problema no abarca los 38 artistas de la muestra, como lo hacía entender El País en su primer artículo sobre esta situación. El problema tampoco abarca a otros artistas distintos a los cuatro (4) que menciona Sandra. Creo que empieza a ser hora de que se hable de esta situación en sus justas proporciones.
Lo del «desmembramiento de obras» ya fue desmentido por los artistas que mencionaba el crítico Miguel González, a saber, Nicolás González, Iván Tovar y Juan Guillermo Tamayo. Hasta donde entiendo, ellos declaran comprender las ideas, reglas del montaje y no sentirse representados por las palabras del crítico. Sería bueno preguntarles, escucharlo de sus propias voces. Ellos también pueden dar declaraciones y entrevistas; pero El País está demasiado entusiasmado entrevistado a Sandra, parece.
Es entendible que Sandra haya llevado la vocería de los otros tres artistas de Popayán que se sienten afectados, pero no hay necesidad de que lo haga con los demás artistas involucrados en el proyecto Reuniendo Luciérnagas.
Lo que veo en las declaraciones de Sandra que aparecen en este artículo, es que ella cita las palabras de Miguel González, como el «desmembramiento», o las acusaciones que se desprenden de sus textos, como el de «problemas de museografía graves».
Lo que se puede ver es que gran parte de esta inconformidad ha sido soportada por el texto de González, y también por los de Quintero, que plantean acusaciones y juicios parecidos a los de González. Lo que habría que entrar a ver, como cuando uno quiere analizar cualquier conflicto, es revisar sus orígenes: re-leer los textos de estos críticos, ver desde dónde hablan, con qué propósito y para quiénes. Hay que ver qué implican sus juicios de valor y sus criterios estéticos.
La manera en que se han «re-posteado» y repartido estos textos de González, y la manera en que la gente los repite en sus discursos de muro de facebook o de pasillo, da la impresión de que hay una confianza ciega en la palabra del crítico. Y si esto es así, entonces hay que someterla a prueba. Supongo que ese será el siguiente capítulo, una vez resueltos los problemas concretos que hay que resolver.
En la reunión de ayer se firmó un acta, supongo que eso quiere decir que ha avanzado la resolución entre las partes afectadas. Ojalá, para el bien del campo, ambas partes queden contentas con el acuerdo.
Ojalá se resuelva pronto, para ver si la prensa es finalmente capaz de asistir y hacer seguimiento a una buena discusión artística, y no sólo a querellas espectaculares.
El Ministerio de Cultura publicó en su portal el siguiente comunicado que puede ser de interés para quienes siguen la discusión:
Proceso de convocatoria de 15 Salones Regionales de Artistas Región Pacífico
Con el propósito de dar claridad al proceso realizado en la Convocatoria de los 15 Salones Regionales de Artistas Región Pacifico, en los documentos que se anuncian en seguida, se demuestra que se aceptó la aplicación de los curadores, Herlyng Ferla y Riccardo Giacconi, cumpliendo con todos los requisitos que exigía la convocatoria.
Particularmente, enfatizamos en que sólo era necesario que un integrante del grupo de los curadores viviera en la zona indicada, “Los proponentes deberán demostrar que al menos uno (1) de sus miembros vive y trabaja en la región donde se aspira realizar el proyecto”, en este caso el representante del grupo, Herlyng Ferla, quien vive y trabaja en Cali.
Adicionalmente, Riccardo Giancconi, de nacionalidad italiana, cumplía con tener “un proyecto de curaduría o de investigación en el ámbito de la inscripción pública de proyectos artísticos, con resultados significativos”. Se le permitió participar en la convocatoria de 15 Salones Regionales de Artistas -Becas de investigación curatorial de Estímulos 2014 del Ministerio de Cultura, ya que se explica que: “Estos grupos también podrán constituirse con la participación de investigadores extranjeros o colombianos residentes en el exterior, e incluso enmarcarse en propuestas con alcances, enlaces y gestiones fuera del país”.
A continuación, se publica la convocatoria 15 Salones Regionales de Artistas -Becas de investigación curatorial, la propuesta del grupo Reuniendo Luciérnagas, el acta de veredicto de los jurados (descarga online: http://www.mincultura.gov.co/planes-y-programas/programas/programa-nacio…) y las planillas de verificación por áreas otorgadas por el ex asesor del área de artes visuales del Ministerio de Cultura, Jaime Cerón, quien verificó el cumplimiento de los documentos para los jurados:
Continúa aquí >
http://salonesdeartistas.com/content/proceso-de-convocatoria-de-15-salones-regionales-de-artistas-regi%C3%B3n-pac%C3%ADfico