Respuesta a Mery Boom y al “colectivo anónimo” y nuevo llamado a la reflexión sobre el uso del anónimo.
Una opinión pública que acoge como legítima la descalificación anónima está llamada a replicar los modos de instauración clandestinos a los que recurre la forma más extrema y más violenta de construcción de la historia oficial. La clandestinidad es la manera más radical de acción de modelado social.
Vuelvo a preguntar entonces qué intereses están detrás de los Mery Boom, Pedro Falguer, Catalina Vaughan, Paquita la del Barrio…?
La descalificación practicada por Mery Boom desde su -acaso- amparo institucional y anónimo clausura toda posibilidad de entrar a discutir.
La presencia reiterada de estos anónimos se presenta casi siempre con las siguientes agendas: primera: apoyar o incentivar la crítica a la orientación de políticas de algunas instituciones. Segunda: impedir que dicha crítica desborde ciertos parámetros de “conveniencia personal anónima” y se extienda a la cuestión de la pertinencia misma de las instancias de administración. Tercera: solicitar la apertura de políticas, a la que han convenido en señalar con el eufemismo de “ganar independencia”, de aquellas instituciones de las que parecerían depender directamente.
Otra de las funciones derivadas de los anónimos es: primera: establecer jerarquías dentro de esferapública, concediendo al “colectivo anónimo” el más alto grado de credibilidad resultado de la habilidad de sus miembros para sostener la ilusión de una real ausencia de interés personal del anónimo (¿el “sentir verdadero” es anónimo?). Segunda: apoyar o descalificar las iniciativas particulares de otros miembros de esferapública sólo en la medida de la conveniencia o inconveniencia de los intereses del “colectivo anónimo”. Tercera: crear discordia e incertidumbre en el marco de las relaciones interpersonales que suceden por fuera de la web.
Es una conjetura posible establecer que el “colectivo anónimo” está sintonizado con los intereses de renovación de instituciones como La BLAA, el IDCT y MINCULTURA. Es de señalar que el ataque contra el MAMBO ha sido fuertemente apoyado por casi todos los sectores de esferapública y que el “colectivo anónimo” reacciona con especial sensibilidad a cualquier mención sobre la BLAA o el IDCT, territorios ambos en los que parecen tener sembrados sus mayores intereses.
“El colectivo anónimo” se instituye en esferapública como un dispositivo que regula la dirección en que se apunta la crítica a las intituciones, volviéndola, de esta forma, una “crítica acrítica”. Su interés final parece ser un cambio en la orientación de la administración, pero nunca la ausencia o la cuestión sobre el sentido mismo de la administración. Es decir, involucrar subrepticiamente a la opinión pública en las luchas internas de cada funcionario o contratista y la institución “proveedora” (el host).
Surge otra vez la pregunta: en el proceso de aprender a discutir: ¿Cuáles son los usos esperados de la aparición de la expresión anónima? ¿Es el recurso del anónimo la forma en que la institución descalifica de manera clandestina y clausura toda mirada no obediente? ¿Es una forma de segregación?¿Qué otras acciones y formas de construir la historia se están legitimando cuando se concede autoridad al anónimo, en particular, al anónimo como instrumento de destrucción personal? ¿Dónde se encuentra la frontera entre el anónimo y el accionar abyecto de la cladestinidad que ha hundido la posibilidad de un presente político distinto al que nos ofrece la institucionalidad colombiana? ¿Qué historia se escribe, qué oportunidades de diálogo existen, a partir de un relato oficial que se construye desde la clandestinidad?¿Qué diferencia hay entre el uso del anónimo como defensa personal frente a un poder mas fuerte y el uso como instrumento de destrucción personal clandestino? ¿En qué dirección se mueve una comunidad que concede autoridad y legitimidad a la acción social anónima? ¿Se abre paso la institucionalización de una actividad paracultural en Colombia obediente al amplio contexto político? ¿Cómo hacer presencia anónima?
Lo que parece claro es que este “colectivo anónimo” se sintoniza con una posible reorientación de las instituciones que pudiese resultar en su favor, pero descalifica y parametriza una crítica más fuerte que está resuelta al inútil trabajo de poner en tela de juicio la necesidad misma de las instituciones y a cuestionar la bondad de la que ellas hacen gala a través de una publicidad unidireccional raras veces reconocida en su cabal espectacularidad y protagonismo.
Algunas personas han señalado la necesidad del anónimo para amparar la opinión de personas expuestas a retaliaciones institucionales; una posible conjetura establece que las oportunidades de operar un cambio real en un determinado marco institucional es proporcional al nivel de compromiso y riesgo personal de la exposición crítica en público y con nombre propio. En esta línea puede extrapolarse el que la crítica anónima no es crítica, es acrítica, y no contribuye en nada a la renovación o redefinición de los marcos de autoridad sino a dirimir de manera invisible las diferencias internas de poder.
Existe, sin duda, al menos una forma de abstención: personas que renuncian a un foro con participación anónima porque no reconocen al anónimo como a un interlocutor válido, o porque simplemente no están dispuestos a sufrir ataques personales anónimos que como queda demostrado, otra vez, recientemente, suceden con frecuencia. En realidad, habría que ver si estas prácticas ayudan a construir el objetivo que se cita en el pie de página de cada uno de los envíos de correo que realiza esferapública: “El concepto de esfera pública designa el foro de las sociedades modernas…” y si el único objetivo final de la discusion es generar “opinión pública”, y en este caso, a favor de quién y a qué costo, o qué tipo de opinión (fanática, proinstitucional, procuratorial, segregacional…?)
Me gustaría señalar que en esta jerarquía que la opinión pública está en riesgo de permitir establecer al “colectivo anónimo”, Mery Boom se adjudica la posibilidad de repartir los grados de acceso al discurso sobre el Museo y defiende, con celo excesivo, el “derecho” o mejor, la arbitrariedad del monopolio. ¿A qué intereses sirve este monopolio?
Pablo Batelli