No dejan de aparecer «macabras» revelaciones en el «caso Barceló». Todo es repugnante. Resulta que se retiró del proyecto porque «no era negocio». Vivía, según cuentan, en una mansión cuyo alquiler ascendía a 15.000 euros al mes y solicitó los servicios de un cocinero italiano. Es un despropósito, un ejercicio de desfachatez monumental. Deberían exponer, en lo alto de la cúpula a toda la corte de sinvergüenzas que han perpetrado este escándalo. Ahora también le largan la culpa al embajador que «quería dejar una huella» de su mandato. Lo que ha quedado es la mugre cultural. Barceló no tardará en ir de «víctima». Es un caradura y un mezquino. De eso no tiene nadie duda. Pero sabrá instrumentar todo este revuelo en su beneficio. Como toda tragedia tiene su matiz cómico resulta que Juncosa ha declarado que se enteró de que era comisario por el «ABC». Lo mejor es que le hubieran mandado un motorista hasta Dublín, como en los tiempos de Franco, para que se pusiera a las órdenes. Tengo claro que a muchos del Ministerio de Cultura este asunto les tendrá desvelados. Aunque la culpa no es suya tendrían que dar la cara o, por lo menos, aclarar su responsabilidad (o falta de ella). Mientras los museos ven como se les recorta el presupuesto y en la Universidad no hay ni papel para fotocopias, es esencial que se convoque a toda clase de patrocinadores para pagar el dispendio. Si se dan algunos de baja no pasa nada. Ya tirarán del dinero de todos. Santiago (Barceló) y cierra España.
– Fernando Castro Flórez
Originalmente en lo que yo te diga