Lo que habría que discutir en este caso me parece que es esto: si una exposición de tesis de grado, que es un acto liminar entre la formación y la salida al mundo profesional, puede considerarse como una exposición en forma, es decir, como una exposición propia de personas que compiten en el mercado del arte y en circuitos reconocidos para artistas profesionales. Yo tendería a pensar que los términos de la convocatoria FUERON PENSADOS CON ESTA LÓGICA y que si la distinción no se hizo fue porque no se había presentado un caso así y quizás no se pensara que ocurriera. Al fin y al grado (o al grano, como decían), un grado suele ocurrir a los 22 años más o menos, y de 22 a 35 hay un buen trecho.
Ahora bien, es como si entre la crisálida y la mariposa tendiéramos ya esa red espesa de las guerras estético/jurídicas e incluso casi teológicas y puisiéramos -ingenuos- prevenir todo nacimiento. Precisamente porque los «pobres egresados/as» no tienen hoja de vida, trayectoria, exposiciones, la universidad con buen criterio instituyó esas «muestras» de los trabajos de grado, De muestras, a exposiciones, me parece hay un largo trecho. Todos/as, artistas o no, sabemos cuán difícil es hacer hoja de vida en exposiciones individuales o colectivas, porque nuestros filtros son exquisitamente perversos. Y no quiero insistir en el caso ejemplar -mi ya extinto
monotematismo-, porque nadie le para ya bolas a eso. Papel periódico de ayer. Fugacidad de internet. Y ahora queremos añadir un cedazo más.
Para un observador más o menos imparcial no deja de ser una ironía que todo este debate ocurra al amparo de un pintor que -gústenos o no, y a mí me gusta, qué le vamos a hacer- es clasificado como de museo. Lo que para mí -viejo como soy- muestra una lección que cada vez disfruto con cierta ironía. Hay que dudar del dogma de la infalibilidad de la juventud -léase reforma de Córdoba, léase movimientos estudiantiles, movimientos estéticos-, porque muchas veces esa «juventud» es más vieja, menos lista y ultratradicionalista que el diablo, así se revista de la apariencia de vanguardia. Frente a ellos los conservadores son más liberales. Tal vez sea una de las pocas lecciones que admiro de esa ya cansona y cansina posmodernidad.
Gabriel Restrepo