A. A. V. V., catálogo Álvaro Barrios, La Leyenda del sueño. Revisión retrospectiva, Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá, 2014. Atención a la fuente inframince, que es como humo. Fea.
No soy como esas criaturas académicas humildes que me rodean. Suelo citarme mentalmente: “¿qué pasaría si no fuera nadie a una firmatón de grabados populares?… bla, bla, bla”. En esta ocasión para volver significativa mi inversión de tiempo aquel día que hice patria comprando y mandando firmar el catálogo de la exposición. De hecho, tras leerlo, me enteré que el costo de compra ($85.000) subirá dentro de un año por efecto del mandato especulativo autorial. Como sé que lo venderé para financiarme otro catálogo de otro artista colombiano y cositas, decidí adelantarme y reseñarlo usando el procedimiento universitario clásico: destrozar su superficie subrayando.
La ecuación estaba en la contribución de Halim Badawi (el único escrito de allí que vale la pena leer). Veamos. El autor comienza citándose a sí mismo –actitud habitual en quienes han tenido contacto con el :Taller Historia Crítica del Arte. Luego, visita el lugar común historiográfico:
“Barrios jugó así con el grabado como dispositivo que permite cuestionar la originalidad y unicidad de la obra de arte, en una crítica directa a los modos de coleccionar, institucionales y particulares, en la que mostraba cómo la gráfica, en ediciones limitadas, se había convertido también en un objeto de fetiche.” (1)
Y se recupera bastante pronto. Badawi lanza una afirmación muchísimo más adecuada con lo que se está tratando cuando se hace una muestra de esas características (no la entronización simbólica y el arrebato metafísico tipo tesis de Maestría, sino la traducción de un valor en papel moneda por cada imagen):
“En todos los casos el artista sólo firmaba y numeraba las piezas presentadas por el público en un tiempo preestablecido, luego del cual adquirían el precio de los grabados convencionales (a partir del 1 de enero del año siguiente a la publicación).”
Lo cual remata volviendo al paisaje de la interpretación: “[esta experiencia] plantea, además, un castigo al desprecio del público por las ediciones grandes, los papeles baratos y las impresiones imperfectas y de forma gratuita.”
Aquí habría que llevarle la contraria al investigador y mirar más allá del campo artístico. Si se hace, sucederá la iluminación: quizá sea una verdad sociológica que pocas personas en el mundo poseen/coleccionan/protegen/no desprecian algo distinto a piezas gráficas difundidas en ediciones grandes, impresas en papel barato, imperfectas y gratuitas. El arte es, por desgracia y a pesar de todo lo que se admire a un artista, etc., eso: un bien basado en la posesión-demostración de exclusividad. Y también acostumbra ser caro. O a encarecerse, como unos grabados firmados.
A pesar de esto, este ensayo es, como lo ha demostrado su autor en otras ocasiones, tres cosas.
1.- Riguroso: se da cuenta que no vale tanto la pena caer en citaciones populistas y mejorar las observaciones –ver el comentario sobre la censura que Barrios sufrió en España entre 2012 y 2013, que a lo largo del libro se recita como anécdota heroica nunca explicada (pg. 149).
2.- Citable: las referencias que pone el autor a disposición, la generosidad de su lectura y el alcance que trata de darle al trabajo del artista permite entender mejor la labor del segundo.
3.- Intenta conformar una nueva historia del arte. Dos veces: a.- marcando la evolución en el tratamiento del cuerpo a través de la historia académica del arte local (pg. 146-147); b.- destacando la manera como Barrios expande el cuestionamiento propio del arte local hacia la separación cuerpo-paisaje (nota a pie 2, pg. 147).
Otros atributos del libro serían sus excelentes fotografías del proceso y resultado del montaje, la presentación de documentos que bien valdría la pena ver reimpresos en ediciones facsimilares. Sus falencias tienen que ver con el resto de textos que acompañan al de Badawi. Aperitivos pasados. Una cronología que garantiza la predestinación del autor (Lesueur), unas notas traducidas que pudieron haberse quedado en su idioma original (Sokoloff), una mini-enciclopedia del arte sin contextualización de nada (Cleofe), una entrevista absolutamente prescindible (firmada por la periodista María Isabel Rueda [¡SIC!]). Y una introducción de su curadora, que incrementa su interés al contrastarse con otra empresa editorial aplicada al mismo artista hace tiempo y que en su momento firmara el también artista Jaime Cerón.
Notas:
1.- Halim Badawi, “El Cuerpo del delito: El Martirio de San Sebastián según Álvaro Barrios”, en A. A. V. V., Álvaro Barrios, La Leyenda del sueño. Revisión retrospectiva, Biblioteca Luis Ángel Arango, Bogotá, 2014., pg. 144-145. Mi énfasis.
–Guillermo Vanegas