las fallas de Münster

Se presentó el proyecto escultórico de Münster 2007 en la Tate. Una mesa redonda donde no faltan dos curadores del proyecto (Kasper König y Carina Plath ), un par de artistas (Maria Pask y Mark Wallinger), el curador de arte moderno y contemporáneo de la Tate (Achim Borchardt-Hume) y por supuesto el toque localista (James Lingwood, co-director de Artangel). Decir que una vez más, sobraba Londres y faltaba el ciudadano de Münster.

Lo cierto es que me aburro bastante. Más que a un debate, siento que estoy leyendo la hoja de prensa. Se habla de arte público, de site specific, de visibilidad, de educación… En definitiva, nos explican lo maravilloso que es reunir, cada diez años en la ciudad de Münster, a artistas para que creen arte en un contexto urbano. Decir que algunos proyectos me interesan pero me quedo con la sensación de que artistas y curadores juegan al monopolio con nosotros. O con la ciudad. Aquí coloco una casita, avanzo y tiro porque me toca.

El arte público tiene algo de efecto verano. Quien tiene un bar, saca las mesas y monta una terracita. Quien es curador, sale del museo para sacar a pasear a los artistas. Porque las paredes blancas ya no nos gustan y lo que nos apetece es ver a artistas que se comporten como psicólogos, educadores, sociólogos, guías turísticos, antropólogos, magos o ginecólogos. Lo que mola es implicar a los ciudadanos y parece que no hay mejor forma que plantarles arte delante de las narices. Pues implicar no significa necesariamente pensar o preguntar, sino obligar a ver. Yo me lo guiso, tú te lo comes. Ante tanta democratización de la cultura me pregunto qué ocurre cuando se nos fuerza a ser espectadores, cuándo «el arte» pasa a ser paisaje.

En principio no parece una mala idea el confrontar el ámbito cotidiano, espacio urbano y ciudadano con el arte y los artistas. Pero cuando las tesis doctorales y los experimentos del quimicefa se hacen en el parque, igual deberíamos preguntarnos si los niños del barrio prefieren una plancha de metal gigantesca o un columpio. Aunque también es verdad que el monumento y lo neochillida ya no están de moda. Últimamente, nos vamos a lo performático, a lo relacional, al arte desmontable. Así, si no perdura igual no tenemos porque preocuparnos por ser responsables. Igual podemos obviar preguntarnos para quién estamos trabajando.

Pienso en Münster y no puedo quitarme Valencia de la cabeza. Pues el Proyecto Escultórico de Münster está más cerca de las fallas que de cualquier otra olimpiada artística. Es algo más que montar selecciones nacionales en Venecia o abrir unos chiringuitos en Kassel. En Münster se es city specific, es decir específicamente efímero. Se desarrollan proyectos que no tienen sentido si no es para estar en la esfera pública. Tras el festival, no pueden plegarse y guardarse en un cajón. Todo un año preparando una carroza que lucirá unos dias. Con un poquito de suerte, ganará el indulto y quedará como bien cultural de la ciudad. El resto, pasto de las llamas.

Ana García-Pineda
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