La patria de la nada

Fuera de un sentimiento conspiranoico se podría decir con toda seguridad que los relatos oficiales siempre son dignos de desconfianza, mejor dicho, de cualquier institución que ejerza poder y tenga efectos sobre la realidad social. Lo que calla el gobierno no existe, y lo que no calla existe a favor del mismo, casi nunca se habla de versiones oficiales que no obedezcan a un fin, a sus fines.

El presente día, domingo 19 de julio, tuve un fuerte impulso de leer, pero el libro que había estado leyendo me exigía más de lo que yo podía ofrecerle al interior de mis sábanas, junto al resto de pizza que me sobraba de la noche anterior. Así que recurrí a la vieja confiable: un artículo cualquiera de una página cualquiera sobre arte, preferiblemente. Dije “el primero que salga”. De esta manera, me encontré con un artículo titulado “El arte como arma de propaganda”, escrito por Laura Guerrero Morillo. De antemano el título me pareció llamativo, pues me sentía atraído con lo que especulaba se podría tratar el texto. Al leerlo sentí como se abrieron ciertos asuntos, supongo que era un texto que tenía como objetivo abrir un debate más que sentar conclusiones instantáneas. A modo de reseña uno podría decir que contados componentes daban forma a la idea del artículo: discurso, nación, propaganda, oficialidad y cultura. Y entonces, como dice Ospina citando a Vila-matas: uno lee y le dan ganas de escribir.

Fuera de un sentimiento conspiranoico se podría decir con toda seguridad que los relatos oficiales siempre son dignos de desconfianza, mejor dicho, de cualquier institución que ejerza poder y tenga efectos sobre la realidad social. Lo que calla el gobierno no existe, y lo que no calla existe a favor del mismo, casi nunca se habla de versiones oficiales que no obedezcan a un fin, a sus fines.

En el texto “La subjetividad en el lenguaje” escrito por Émile Benveniste, este señala que el lenguaje no se puede pensar como instrumento, puesto que el lenguaje no es algo creado por el ser humano. Contrario a esto, viene con nosotros, es inherente. Agrega que quienes piensan en la instrumentalización del lenguaje en realidad están pensando en el discurso. Me pregunto si, quizás, el arte comparte las mismas características que Benveniste atribuye al lenguaje, es decir, no es posible que responda a pensarlo como herramienta. Me lo pregunto en relación al artículo cuando la autora escribe: “Si pensamos el arte como arma, propongo pensar más bien su discurso como arma o como herramienta, ya que las obras pueden ser de cualquier materialidad y contener cualquier dimensión o cualquier tipo de imagen, pero somos nosotros quienes le damos un significado por medio del lenguaje. Así que somos responsables como artistas de generar discursos que disparan o están al servicio de el bien o el mal”. Parece que la escritora del artículo se pregunta cosas parecidas. Exactamente, Guerrero Morillo escribe sobre los discursos gubernamentales. Y entonces, hace que me pregunte otras cuestiones tales como ¿Cómo sería posible hacerle frente al discurso oficial, a un cinismo oficial, es decir, a sus relatos y narrativas, como artistas?

La escritora nos habla de responsabilidad en el arte, y antes que los embajadores del «arte por el arte» se ofusquen, creo que ella establece con claridad en dónde recae dicha responsabilidad: estoy de acuerdo con que al arte no se le debe exigir más que arte, pero al artista se le debe pedir por lo menos que asuma una responsabilidad, pero no es la responsabilidad producto de un sentimiento culposo, sino, desde lo que implica su posición de artista. Tal vez una responsabilidad de reflexionar. Y no puede ser, como dije, producto de un sentimiento culposo, porque sería casi que terminar en lo mismo que el artículo intenta criticar. Incluso los artistas deben reconocer cuando su papel no tiene la más mínima injerencia en algunos asuntos importantes. ¿Tienen los artistas algo que hacer en esta crisis humanitaria llamada pandemia?

Probablemente hablemos de una responsabilidad de ser reflexivos para no terminar de hacerle el juego al discurso oficial del gobierno, más aún en estos días donde abundan intentos por reactivar la escena del arte, esa escena donde nos hablan de “una nueva manera de conectarnos con el arte”. Víctor Albarracín escribe un término tan precioso como preciso, que sin atribuir intenciones a su intención me parece que ayuda a pensar tal oposición al oficialismo y su propaganda, sin caer en su retórica: la patria de la nada. Este artista dice “Yo no quiero ser colombiano. O más bien, no quiero ser colombiano como no quiero tampoco ser de algún otro lugar. En ese sentido, una revisión de los Derechos Humanos debería garantizar el derecho inalienable a No Tener Nacionalidad. Por eso es que algunos terminamos matriculados como «artistas», a fin de cuentas el arte es lo más cercano a hacer nada, pero no porque uno haga nada sino porque todo tiende a terminar en la patria de la nada”. Algo parecido a pensar que no hay artistas colombianos, sino artistas en Colombia. Y como escribe Albarracín seguido de lo anterior, esto lo escribo “sin dramatismos ni huevonadas”.

Pero, entonces, no se trata de salirnos de la nación, del oficialismo y del gobierno, para caer en otra super institución como lo es la del arte, otra que también es digna de desconfianza y de dudas. Amputando una cita del artículo “hostipitalidades para guillermo vanegas”, también de Albarracín, pienso que como artistas debemos “reproducir pequeñas agresiones que pusieran en evidencia desde la práctica la imposibilidad de esa Hospitalidad en un contexto donde, más que comidas en el Nutibara con Adolfo Bernal y charlas con curadores y artistas internacionales, convivimos con rumores de descuartizamientos en el vecindario”. Hoy en día la imposibilidad de esas nuevas formas de conectarse con el arte donde, más que comidas virtuales, charlas con tantas galerías y tantos artistas bien representados, convivimos con una emergencia sanitaria que está acabando con la vida en su gran mayoría de personas que no pueden evitar salir de sus casas.

Ricardo Chaves

Fuentes

Ospina. Usted lee, usted escribe.

https://lasillavacia.com/elblogueo/blog/usted-lee-usted-escribe-sobre-arte-49997

Ospina, ¿Por qué no me abortaron? (texto apócrifo de Víctor Albarracín)

https://esferapublica.org/nfblog/por-que-no-me-abortaron-texto-apocrifo-de-victor-albarracin/

Benveniste, La subjetividad en el lenguaje.

Albarracín, Hostipitalidades para guillermo vanegas.

https://esferapublica.org/nfblog/hostipitalidades-para-guillermo-vanegas/