La fornicación de las cosas -Comentarios sobre «Derramada» de La Fulminante

Las medias veladas y la peluca colgante hacen ver que precisamente en este escenario no hay nada. Nada llena estos objetos, nada los rebosa y nada los usa; Las medias ya no aprietan las piernas de alguien sino que cuelgan escuálidas y escurridas, la mujer ha desaparecido derramada entre sus propios signos. La exageración del signo femenino ha hecho que lo femenino desaparezca. El exceso ha des-asexuado y el hombre (como especie) es una maquina célibe. La Fulminante fusiona un mesón de cocina con la mujer creando así un cyborg postporno dispuesto a satisfacer los simulacros eróticos del hombre al que le ha sido arrebatada la imaginación: por eso la artista muestra “el cómo se muestra excesivamente”. Su espectáculo es un meta-espectáculo.

ESCENOGRAFÍA SIN ACTO

Las medias veladas y la peluca colgante hacen ver que precisamente en este escenario no hay nada. Nada llena estos objetos, nada los rebosa y nada los usa; Las medias ya no aprietan las piernas de alguien sino que cuelgan escuálidas y escurridas, la mujer ha desaparecido derramada entre sus propios signos. La exageración del signo femenino ha hecho que lo femenino desaparezca. El exceso ha des-asexuado y el hombre (como especie) es una maquina célibe. La Fulminante fusiona un mesón de cocina con la mujer creando así un cyborg postporno dispuesto a satisfacer los simulacros eróticos del hombre al que le ha sido arrebatada la imaginación: por eso la artista muestra “el cómo se muestra excesivamente”. Su espectáculo es un meta-espectáculo.

Por tal razón en el escenario no hay nada a pesar de que hay una erección (ladrillos en rol masculino) unas medias veladas (tripas femeninas), un olor y una ausencia. Ha quedado la imagen invertida de una serie de acciones como lo son ser mujer, cocinar, bailar, seducir, hervir la leche, lamer, y ser objeto; la mujerización tiene que ver con la paradójica acción-de-ser-objeto. Esto contiene una gran contradicción en tanto el objeto no tiene ser, no es y por ende no tiene acción ni gesto. La mujerización es una excesiva objetualizacion, la reducción hacía unas cuantas dotes artificiales. Todo se puede mujerizar en tanto todo puede ser fetiche, de ahí que los elementos usados por La Fulminante no respondan a cosas arbitrarias sino que su arbitrariedad conjugue elementos fetiche como la peluca (versión artificial del pelo), las medias veladas (crisálida de los pies), la leche como alimento primario cuya blancura contiene en sí misma una connotación universal (todos los semen son blancos), el mesón como mesa de asuntos femeninos, la tarima roja cuyo color contiene en sí mismo connotaciones universales (todas las menstruaciones son rojas).

ACTO.

Y todo esto empieza con una danza donde la Fulminante seduce con su movimiento, nadie sabe que su pelo cuelga del techo y que ella es calva, la leche hierve y se derrama sobre las medias que se convierten inmediatamente en colador y ella se agacha para lamer del piso la leche derramada. Luego, a los días, la tarima desprende un olor y se hace evidente que alguien ha existido. Después de todo y detrás de toda una gama de implantes, alguien existe y es mujerizado hasta ser un objeto.

Algunos videos de la artista exhiben acciones donde se exacerba la semántica femenina reduciéndola hasta la frontera con lo plástico, videos en los que (tal como Andy Warhol que usaba pelucas extravagantes para no parecer un calvo patético que disimula su calvicie sino un artista exuberante que amaba lo plástico y lo falso) despliega un escenario ordinario, tosco y cauchudo, cauchudo como huelen los moteles baratos y los condones más económicos, las lociones más toscas, y los deseos más simples. Hay una obra en la que La Fulminante empuja una camioneta quedando automáticamente con el rabo al aire en postura de cópula animal. En este caso agacharse es un gesto de extrema mujerización que trasciende la simple insinuación para adquirir una función, una utilidad como es la de empujar el carro. Esta utilidad asignada a la pose como aditamento resulta clave a la hora de contemplar los videos de la artista. La utilidad ha objetualizado el sexo en una transacción de inversión/ganancia, el deseo se vuelve una herramienta que conjuga instantáneamente función y ser. Cosa para ser penetrada que sirve además para empujar el carro, cosa que seduce y sirve para hervir la leche.

Esta lectura debe entenderse más allá de una denuncia feminista donde es usual escuchar que a la mujer se le trata como a un objeto; más bien se puede pensar en el hombre como especie siendo usado por una dinámica in-humana de relaciones maquinales, dinámicas de extrema fetichización de la mercancía y objetualización radical del ser humano. Nadia Granados plantea en algunos de sus gestos esta doble operación en la que el ser se vuelve cosa y la cosa se vuelve ser. El rostro y el pubis se transforman en pantallas (cualquier lugar es bueno para un anuncio – James Joyce), que secuestran la mirada bajo un espectáculo extremista. La artista demuestra que es inevitable que la mirada sea arrastrada y que la excusa para este secuestro es un atisbo de mujer, un disimulo de femineidad que es usado por la maquina como una máscara para que las víctimas se acerquen sin cuidado para ser engullidas.

LAS COSAS QUE FORNICARÁN SOLAS.

Las escenografías elegidas por la Fulminante resultan crudos abortos de paraísos pintorescos, los fondos elegidos son anti-postales. En Derramada al fin y al cabo queda una instalación donde todas las cosas implican una cadena de sucesos, un destino irremediable. Como un efecto dómino, el calor hierve la leche y la leche se derrama por entre las medias; cae como un maná al piso donde es lamido por la artista que se agacha (postura de cópula). Una especie de ciclo que se complementa con la columna de toscos ladrillos que juega un rol masculino, como una erección que junto con la maleabilidad y humedad de las medias veladas provocan un acontecimiento sexual in-humano. Son los objetos quienes se han juntado para fornicar en condiciones centrípetas causadas por la artista. Todos los espectadores fueron testigos de cómo la cosa puede copular sin que el hombre participe del deseo o del goce. Nadia Granados entonces muestra el cómo se muestra en exceso y sobre todo cómo se extirpa al hombre de su propio deseo.

 

Breyner Huertas.