la bienal vacía

Ivo Mesquita dejó atónito al mundo del arte el pasado mes de noviembre al anunciar que la 28ª edición de la Bienal de São Paulo iba a ser una bienal sin obras de arte. El director del importante certamen brasileño explica ampliamente las razones de esa actitud radical

El mundo del arte está en medio de un voraz proceso de producción, de representación, de consumo, de creación de imágenes, de creación de información. Y las instituciones van fagocitándose unas a otras. Quizá es el momento de parar y pensar un poco: ¿por qué? ¿para qué? ¿adónde vamos? Esa idea ha sido una de mis preocupaciones de los últimos años», dice con serena pasión Ivo Mesquita, director de la 28ª Bienal de São Paulo, quien ha dado un golpe de efecto con la propuesta de realizar en octubre de este año una bienal vacía. «Me parecía importante crear un espacio silencioso. Incluso sagrado. Algo que lo diferencie de la voracidad exterior. No quiere decir que esté desconectado de lo que sucede, pero sí que hay que tomarse un tiempo, que todo pueda ir más despacio».

La Bienal de São Paulo es una de las más importantes del mundo. Iniciada en 1951, ha sido desde entonces el mayor acontecimiento en las artes plásticas en América Latina. La decisión de Ivo Mesquita (Río de Janeiro, 1947) llegó en noviembre pasado como explosivo punto final tras una crisis organizativa interna que retrasó el nombramiento del director de la próxima edición hasta una fecha en la que se hacía prácticamente imposible desarrollar un programa serio, con menos de un año por delante. Pero la propuesta del recién nombrado director no fue producto de una protesta ni de un arranque imprevisto ante la situación. El destacado comisario de exposiciones, y curador de la Pinacoteca do Estado de São Paulo, venía meditando en esa posibilidad desde hace algún tiempo y, para su sorpresa, fue aceptada por el consejo de la fundación que organiza la bienal.

Pocas semanas después, en las oficinas del célebre edificio diseñado a propósito por el arquitecto Oscar Niemeyer en medio del parque de Ibirapuera, en São Paulo, Mesquita explicó en detalle a un grupo de periodistas españoles su estrategia y los motivos que lo han llevado a trabajar en una bienal sin obras de arte. «En el primer catálogo de la primera bienal, el director escribió que su propósito era hacer de la ciudad un gran centro cosmopolita de arte y poner a los artistas brasileños en vivo contacto con el arte del mundo. A partir de esa idea me di cuenta de que este objetivo ya había sido cumplido. São Paulo tenía entonces 2 museos, hoy tiene 6, 4 centros culturales, treinta galerías de arte. La bienal tenía una misión, y ésta se ha logrado. ¿Cuál es el papel, entonces, para la bienal en el siglo XXI?», pregunta Mesquita. «No se puede olvidar que el modelo de bienal de arte viene de Venecia, del siglo XIX. Y ahora están también las ferias de arte, que son escaparates. Al lado de eso hace falta redefinir la relación de la bienal con la ciudad, con el país, pero también en relación al hecho de que en los años cincuenta era la tercera bienal que se instituyó en el mundo y la primera en el hemisferio Sur. Y así fue hasta los años setenta. Hoy hay casi 200 bienales en el mundo. Venecia sigue activa, es como el museo de las bienales. La de São Paulo fue siempre más vanguardista. Mientras Venecia era una exposición de consagración, São Paulo fue más de obras emergentes, se premiaba a artistas más jóvenes».

El agotamiento del modelo de bienal, mientras vive un momento de expansión casi vírica, ha surgido inevitablemente en los foros de arte. «Lo del agotamiento se viene diciendo desde los años sesenta. ¡Y había sólo 12 bienales! La crítica a los pabellones nacionales y todo eso. Pero por otro lado, la bienal también tiene que dar cuenta de la diversidad del mundo. Eso que llaman globalización. Venecia, por ejemplo, es la más internacional. O sea, que tiene a veces un artista de cada país, sólo cinco o seis de algunos continentes. A mí me parece que sería más interesante tener una perspectiva regional. De problemas que se plantean más cerca de nosotros, de nuestra identidad».

«Creo que es importante para las bienales diferenciarse de las ferias de arte, por ejemplo. Las bienales fueron muy eficientes para la estrategia de globalización en crear circuitos internacionales que lleguen a Australia, Asia, etcétera. Pero a eso siguieron las ferias. Primero porque ya en las bienales las obras de arte entraban en un mercado. Además, antes producir arte contemporáneo era muy barato, ahora es muy caro. Las galerías apoyaban a sus artistas en las bienales, pero de pronto les pareció mejor hacerlo en las ferias, durante sólo cinco días, en lugar de los noventa que duran las otras. Por cierto, las galerías siguen apoyando a sus artistas en las bienales, y es fundamental que lo hagan. Si no algunos proyectos no serían posibles».

¿Qué es lo peor de las bienales de hoy? «Lo peor es que ya vas a verlas sin ninguna expectativa», admite Mesquita. «Acudir resulta ya para los profesionales como una tediosa tarea escolar. Una obligación. No suele haber sorpresas. Y lo peor, creemos que se está haciendo algo, pero no. Una de las bienales que más me ha interesado últimamente es la de Mercosur (finalizada el 18 de noviembre de 2007 en Porto Alegre, Brasil). Encajaba muy bien con las dimensiones de la ciudad, con unas perspectivas curatoriales originales. No todas tuvieron éxito, pero asumieron riesgos. Eso me gustó».

Pero la propuesta de la bienal vacía plantea inquietudes. ¿Los artistas no serán las víctimas de esa iniciativa? «No, hay un equívoco en esto», dice Mesquita. «Sí va a haber artistas, lo que no va a haber es una exposición tradicional con cuadros enmarcados en las paredes, esculturas en sus pedestales y salas oscuras para las proyecciones. Será un espacio continuo de una sola instalación que consiste en lo siguiente: en la planta inferior habrá una gran plaza, un territorio experimental conducido por los sentidos con performances, bandas de música, cine. Con cosas para ver, quizá más efímeras, pero sobre todo para la contemplación. ¿Cómo presentar una pintura en este contexto? Hay que repensar el formato actual de exposición, cuestionar su estrategia. La idea es abrir el edificio al parque, a la ciudad, para que la ciudad entre, que se renueve. El espacio vacío funciona como un lugar de liberación de energías para filtrarlas y, al llegar al tercer piso, ahí estará la gran biblioteca sobre las bienales con los archivos de los 58 años de historia de la de São Paulo y documentación de las otras 200 bienales que hay en el mundo. Y ahí también estarán presentes los artistas, a dos niveles. Algunos artistas que trabajan con temas de historia, de memoria, de arqueologías, van a intervenir creando los accesos al archivo. Otros participarán en los paneles y discusiones que tendrán lugar en la biblioteca. Los artistas no quedarán fuera, estarán dentro. No es posible pensar el arte sin los artistas».

«En resumen: uno, sí, los artistas van a estar presentes y van a poder hablar y colocar sus cosas. Dos, sí me gusta mucho el arte y me siento totalmente comprometido con el arte contemporáneo. Y tres, los artistas siguen siendo los seres más fascinantes que existen. Los artistas y los actores».

Y la otra gran incógnita, ¿irá el público a esa bienal sin exposición? «Creo que el público sí va a asistir. Nuestra intención es que la plaza se convierta en un lugar de interacción social. Vamos a tener un programa para todos los días que espero que les resulte atractivo. Por otro lado, si bien nosotros vamos retrasados en la organización, los otros museos, galerías y centros tienen ya sus exposiciones preparadas. En ese sentido, la bienal va a permitir a la gente mirar hacia la ciudad. ¿Por qué todos los trabajos van a estar aquí dentro? Pueden estar afuera».
«Se trata de provocar con este gesto y crear una discusión», continúa. «Creo que eso ya cumple un objetivo de marketing. También se ha abierto una polémica que creo que va a continuar todo el año. Desde su anuncio se creó una reacción, en muchos casos, muy pasional. Y eso me gustó. Ésa era la idea, una gran provocación. Una crítica de la propia bienal hacia las bienales. Porque si somos los responsables de esta institución tenemos que movernos. Nunca pasará nada si seguimos charlando mientras tomamos copas, quejándonos de lo que ha hecho el comisario de turno. Hay que tomar posición. Es un espacio político. Por eso volvemos a la idea de la plaza como espacio político. Un punto de encuentro para generar algo. La crítica institucional es mi tema favorito del arte contemporáneo», puntualiza. «Suelo ser, en general, un comisario de actitud suave, pero a veces me gusta ser uno de mano dura», añade. «Hay una frase de Beckett al final de Esperando a Godot: ‘We are nummbed’ (estamos embotados). Y es lo que me parece. Doscientas bienales, ferias, revistas, premios, más arte… No estamos mirando. Estamos perdiendo el sentido de la mirada».

……….

Publicado en Babelia el sábado 09 de febrero de 2008