por Rafael Cippolini
¿Dónde producir una reflexión profunda sobre la economía y el sistema de las bienales de arte sino en el seno mismo de una bienal? ¿Qué mejor lugar que una de las bienales más antiguas y prestigiosas del mundo? ¿Y quién mejor para articular una conferencia donde se analicen todos los aspectos de la «crisis vocacional» de la Bienal de San Pablo -que va mucho más allá de sus vicisitudes económicas y administrativas- que el más reconocido de los históricos responsables del archivo documental de la Bienal?
Nadie duda de la importancia de las bienales en el desarrollo del arte desde el fin de la Segunda Guerra Mundial: el concepto de contemporaneidad en estética no hubiera sido igual sin ellas. Pero la propuesta de establecer como gesto curatorial una pausa, una cuarentena que corte con la voracidad de representación e información y establezca los elementos para un diagnóstico como principal programa del encuentro, provocó vértigo y malestar. De una vez por todas se pone en crisis una situación que ameritaba un buen ensayo de respuestas.
Un revuelo considerable se desató en noviembre, a tres meses de haber sido convocado para presentar un proyecto para la edición de la Bienal que se inaugurará el 25 de octubre, cuando el reconocido curador y artista Ivo Mesquita dio a conocer su plan como director artístico del evento. No tardaron en tildar de «suicidio artístico» su idea curatorial.
A pesar de que hace casi treinta años el teórico italiano Gillo Dorfles denunció la progresiva desaparición de los elementos de separación, interrupción y pausa en el desarrollo de las artes en su imprescindible libro El intervalo perdido , la «infoxicación» -la intoxicación provocada por el exceso de información- se ha convertido en hábito, por lo cual la intención de Mesquita no resulta sencilla de asimilar.
¿Cómo instrumentar la reflexión? ¿De qué forma darle cuerpo? Ya constituye un acto de valentía intelectual realizar la pregunta antes de aventurar cualquier respuesta. ¿Realmente sabemos por qué seguimos haciendo lo que hace tanto venimos haciendo? No es un gesto débil. Todo lo contrario. No se trata de vacilar, sino de darle un curso positivo a la vacilación. Jamás ha sido más indispensable autoauscultarse. Es encomiable que una curaduría de tales características tenga su origen en Sudamérica, donde estamos tan entrenados en la currícula crisis.
El actual curador jefe de la Pinacoteca del Estado de San Pablo se presentó hace tres semanas en el ciclo organizado por el Centro Cultural de España, en colaboración con Fundación Proa, titulado «9 curadores discuten su obra», coordinado por Gerardo Mosquera. El ciclo consiste en recibir la visita de prestigiosos profesionales iberoamericanos para que analicen su tarea en público. Tal fue la ansiedad por escuchar su proposición de Bienal que, junto a la historiadora y curadora Andrea Giunta, decidieron inaugurar el ciclo con la revisión del tema candente y postergar para la segunda jornada el repaso de su trayectoria.
A sala repleta, Mesquita explicó los ejes fundamentales con los que se plantea enfrentar la condena tan dictada por el horror vacui de tener que «llenar de obra» los 36.000 m² del edificio proyectado por Oscar Niemeyer donde tradicionalmente se desarrolla la Bienal. Para esto se propone distintos dispositivos y estrategias, además de la citada conferencia y de la creación de una zona de silencio, como un espacio abierto de reintegración del edificio al Parque Ibirapoera, la puesta en marcha de un archivo documental y una red que conecte las casi 300 bienales de arte existentes. De ese modo, se generará una nueva taxonomía para los modelos de este tipo de exhibiciones internacionales y su economía. Además, se proyecta la transmisión del evento en la Web y la revisión crítica de la historia de la Bienal junto a la circulación de un periódico que notifique en tiempo real los acontecimientos, entre otras actividades.
A contrapelo de la «Bienal del Vacío» que construyeron los medios, esta edición de la Bienal (que tendrá una duración menor que las anteriores) promete mucho arte para ver pero en una escala más amable y menos maratónica. Sobre todo, intentará intervenir en el imaginario de las bienales a partir de un giro fundamental: señalando la importancia de transformar estas sobreextendidas plataformas internacionales en prestadoras de servicios, no solo con la exposición de obras sino mediante el auspicio de proyectos, publicaciones e intercambio de artistas. El desafío está en marcha.
Nota bene (1): El título de la nota es una variación sobre un comentario de Uzumaki en este posteo del Cippodromo.
Nota bene (2): En los próximos posteos del Cippodromo continuaré sobre el tema.