¡La apertura de la Exposición!


videotour por el pabellón de la industria

El campo de Marte, Versalles, el Palacio de Cristal, la maravilla europea ante la cual el viajero primerizo se queda estupefacto, se había trasladado de repente y por arte mágico a Bogotá.

¡La apertura de la Exposición! He aquí lo más expresivo y magnífico, lo más grande y digno. La belleza y el arte, la ciencia y la industria, el progreso y la riqueza, nuestros adelantos, nuestra flora, nuestra pródiga, fecunda y prodigiosa naturaleza; todo eso, todo cuanto en Colombia vale, es notable ó simplemente curioso, tenía allí un sitio, estaba allí representado en uno de los cuatros pabellones principales ó en alguno de los innumerables secundarios que se deban a la iniciativa de industriales patriotas y desinteresados. (1)

Si bien la Exposición del Centenario fue una de las más ambiciosas y completas de las nacionales, por cuanto abarcó programas y proyectos que ninguna otra siquiera había contemplado, no dejan de ser los sectores industrial y agrícola el eje primordial del evento; en muchas fuentes se habló no de la Exposición del Centenario sino de la Exposición Industrial y Agrícola de 1910. Esta diciente reseña habla de uno de los pabellones:

Entre los pabellones ocupa lugar prominente el de las Máquinas, que es sin duda el más importante, porque su contenido, todo de utilidad práctica, representa un progreso verdadero y pone de resalto las fuerzas vivas de la nación. (2)

Los dos pabellones eran toda una revelación de productos y de riquezas nacionales; unas riquezas que demostraban que el fértil territorio colombiano nada tenía que envidiarle a cualquier otra nación, incluso del Viejo Continente. Todo estaba dispuesto y organizado en cada una de las galerías: tejidos, paños, driles, tapices y telas de diferentes fábricas, productos de cabuya, maderas, zapatos, velas, pastas, sombreros de Medellín, fósforos, molinos de trigo, locerías de Bogotá y Antioquia, petróleo, gasolina, bencina, lámparas, agua de quina para el pelo, yodo incoloro, botiquines de Medellín, jarabes, sal de frutas, cosméticos, muestras de café, abonos artificiales, muebles estilo Luis XV, una mata de fi que, mazorcas de cacao, peras, ciruelas, minerales, vidrios, pelucas, fotografías y cigarrillos, eran algunas de las piezas vistas en el pabellón de la Industria; relojes de Antioquia, despulpadoras de café, alambiques, estufas, máquinas para hacer fideos, herraduras, una carreta para paseo, una máquina piladora y pulidora de café, otra para aserrar madera, motores de vapor, relojes eléctricos, un arado para sacar papas, balanzas, columnas, pilares de hierro y alcohol, eran objetos representativos del Pabellón de las Máquinas. Estos dos pabellones producían la impresión de que para 1910 Colombia no era una nación “atrasada” sino todo lo contrario, podía exhibir con orgullo sus riquezas y el ingenio de sus habitantes, unos habitantes jubilosos de pertenecer a esa nación que se desvelaba ante sus ojos.

Alejandro Garay*


Exposición Universal de París de 1900

*fragmento de La Exposición del Centenario, una aproximación a la narrativa de lo nacional

(1) “Festejos patrios sábado 23”, en El Nuevo Tiempo, Bogotá, 1910.

(2) Emiliano Isaza y Lorenzo Marroquín, Primer Centenario de la Independencia de Colombia, 1810-1910, Bogotá, Escuela Tipográfi ca Salesiana, 1911, p.

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