La cita que Dimo García hace sobre la «actitud política» como elemento central en la formación de los jóvenes artistas, me trae a la mente la polémica que se dió cuando el crítico Harold Bloom decidió atacar toda esa corriente de la crítica para la que el valor ideológico está por encima del valor estético. Bloom denomina como «Escuela del Resentimiento» a esta corriente «idealista» que en las últimas décadas -lacanianos, feministas, desconstruccionistas, estudios culturales, entre otros- han adquirido un gran poder en los centros académicos.
Si se puede hacer extensiva esta crítica al medio artístico, habría que comenzar por los cambios en los programas académicos que apuntan a «politizar» la práctica artística, fomentando en los estudiantes el activismo, el énfasis en el discurso, la relación con la comunidad, el arte social y, en suma, el tomar el camino de la «acción» y la «resistencia» -a la que curiosamente invita una y otra vez nuestro crítico Guillermo Vanegas.
No creo que el arte y la crítica implquen una «utilidad» traducidible en «impacto en la comunidad» o «impacto en las instituciones». Es cierto que llevamos años en la era del documento, pero también es cierto que es muy posible que esa era esté llegando a su fin, pues así como el «arte joven» es una tendencia creada por las instituciones, lo mismo podría decirse de toda la producción artística que de alguna forma curadores e instituciones «encargan» y que está signada por el abandono de los principios estéticos en favor de los ideológicos y/o políticos.
Carlos Alberto Vergara
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