August 18, 2006
Después de casi dos semanas y varios eventos desafortunados incluyendo un choque automovilístico mi estancia en Colombia parece comenzar a eternizarse. Debido a los infinitos requisitos de la aduana Venezolana, he quedado en un limbo territorial, justo en medio de la frontera de dos países. Regresar a Bogotá parece impensable, y cada día que pasa parece surgir un nuevo requisito. Villa del Rosario es una ciudad histórica, de hecho la primera capital del país cuando aún existía el sueño Bolivariano de La Gran Colombia. Un terremoto en esta región terminó con muchas de sus estructuras y posteriormente la capital fue desplazada a Bogotá. Hoy en día Villa del Rosario es una población fronteriza con mayor tranquilidad que Cúcuta, pero aún con la intensa actividad nocturna de discotecas, moteles de una noche, y bares donde pernoctan los “muleros”.Como en El Castillo de Kafka, he esperado pacientemente el permiso de aduana de los oficiales en San Antonio de Táchira. Los permisos los comenzamos a tramitar hace meses, cuando se me pidió el número serial de cada uno de los objetos que traía conmigo, cartas antidrogas, cuotas, y otros incontables requisitos. Puesto que los trámites no avanzaban, Jesús Fuenmayor, el director del espacio que nos invita, y Sagrario Pérez-Soto quien ha apoyado el proyecto incansablemente desde el inicio, recurrieron a la cancillería a través del ministerio de cultura para que permitieran el paso de la camioneta. La aduana exigió una carta del ministerio de cultura, la cual logramos conseguir, firmada por el director de cultura. Después de dos días más de espera, la aduana replicó que esta carta no era suficiente y que se necesitaba una carta del viceministro de relaciones latinoamericanas para permitir el ingreso.
A raíz de lo que ha pasado en las últimas tres semanas, en particular los trámites y trabas fronterizas entre Costa Rica, Colombia, Ecuador y Venezuela, no me queda concluír que de nada sirve hacer una revolución social, política o económica si no se hace a la vez una revolución burocrática.
¿Cuál es el origen de la burocracia latinoamericana? Sería difícil saber si las sociedades precolombinas eran burocráticas, pero a juzgar a través de las relaciones históricas de los aztecas, sus estructuras legales encabezadas por el tlatoani parecían bastante organizadas, y si bien sus sistemas eran algo sangrientos, no se puede decir que no fueran eficientes. La burocracia panamericana se puede vincular más fácilmente a la jerarquía colonial, por el sencillo factor que las verdaderas decisiones no se podían tomar sino hasta del otro lado del océano.
La razón principal de la burocracia, a mi ver, no es la ineptitud (aunque esta prolifera felizmente bajo la burocracia), sino la histeria del control. El líder de un sistema burocrático espera que todas las decisiones eventualmente se dirijan hacia él— la cual es la perfecta receta para la parálisis de cualquier sistema. El sistema burocrático funciona a través de una dinámica consistente en dos procesos complementarios: uno, la creación de estratos administrativos innecesarios, y dos, la ausencia de verdadera responsabilidad en cada administrador que llene esos estratos. Conforme estos sistemas son más amplios, el tipo de persona escogida para llenar los estratos más bajos es necesariamente alguien con pocas habilidades o deseos de adoptar mayores responsabilidades. Ya sea por aburrición, resentimiento, o simple deseo de venganza de su triste situación, el burócrata tiene la libertad de infringir pequeñas trabas para el “cliente” dentro de su limitado campo de acción, que pueden consistir en hacernos llenar más formas, colocarnos en la sala de espera indefinidamente, o incluso extorsionarnos para acelerar el trámite. Cada burócrata puede crear microcosmos burocráticos dentro de su propio territorio de acción, haciendo así que los confines de algunos sistemas burocráticos lleguen al infinito.
El proceso burocrático es por ello todo un arte en la tradición más precisa del barroco latinoamericano. Sus motivos no son arcángeles dorados ni Para la burocracia el fín último es el proceso mismo de burocratizar. Si el barroco enfatizaba no lo que se representaba sino la manera en que se representaba, la burocracia justifica su existencia no en lo que cumple sino en las coreografías que realiza para permitir (o impedir) que se cumpla.
Cruzar una frontera es un acto físico que en mi caso concreto implicaría dar unos cien pasos. Pero para el sistema burocrático, mi necesidad de cruzar representa una oportunidad parasítica para explotarme, haciéndome llenar cientos de formas que no serán usadas ni leídas y que solo contribuyen a justificar la necesidad de tener una burocracia.