gramsci y el estado mayor intelectual

Dentro del aspecto de la superestructura cultural del Estado posmoderno que Jan Jagodzinski define como «Fantasías de Resistencia Popular» y «Populismo Democrático», el Sistema Corporativo de la Cultura Social, a través de las estructuras institucionales, educativas, curatoriales, de los artistas sociales y el cuerpo del museo -que a pesar de estar financiado en su casi totalidad por las corporaciones y reproducir los programas sociales de Responsabilidad Social Corporativa (Carnegie, Rockefeller) que éstas prefieren se promociona a si mismo como «ultimo foco de resistencia», – adopta las estrategias «iluministas» de Antonio Gramsci (1891-1937) , no solo en aspectos como que el folklore es «un componente insoslayable de la conciencia de las masas», sino en su noción grupal y endogámica de una proto-logia iluminada, cuya misión primordial es la toma del control, no de la política como en Lenin, sino de la cultura por un «Partido Príncipe» mediante la estrategia de la «guerra de posiciones», teoría elaborada por Gramsci alrededor de los escritos del militar prusiano Clausewitz y «El Príncipe» de Maquiavelo.

El sistema del Arte Social Contemporáneo propugna, solo retóricamente y sin ninguna consecuencia política salvo la de publicitarse y llevar a cabo su «Gesamkunstwerk» o espectáculo del Arte Total de élan brechtiano llamado «Fantasía de Liberación Popular», el cumplimiento de las tres etapas que diseñó Gramsci para la toma del poder por los intelectuales, solo que en aquellos años bajo Mussolini la propuesta era real y le costó la vida a Gramsci quien no sospechó que su aventura se convertiría en 70 años en un vicario juego de Play Station de tres niveles llamado «La Toma del Poder para Artistas, Curadores, Académicos y Coleccionistas «.

Las tres etapas de Gramsci eran

a.- Toma de conciencia y lucha por la reparación. Reparación hoy en día puramente hipostática e inmaterial, de identidad y memoria.

b.- Conquista de la hegemonía ideológica y cultural por los intelectuales, con el fin de sensibilizar a la sociedad sobre el olvido y la marginación pero procurando una estrategia dictatorial de acción que los unifique y excluya a las corrientes alternas de la cultura.

c.- Toma del poder.
El Partido Príncipe, tras lograr su cometido de sensibilizar a la sociedad y al Estado, les impone sus criterios y sus reivindicaciones.

En su excelente resumen sobre la vida y obra de Gramsci, Daniel Campione nos da una idea en bruto de la estrategia de éste para la obtención de la hegemonía cultural por el Grupo Príncipe. Es de ésta que está calcada la estrategia de dominio del Sistema Social del Arte Contemporáneo o Arte de las Corporaciones y su Mainstream cultural, cuya génesis está en Mayo del 68, gramsciano por excelencia, y termina dominando la Unión Europea, las Corporaciones liberales y la cultura.

Es debido a esa estrategia publicitaria de élan bolchevique que el museo y las colecciones son hoy en dia esa nueva, alta y excitante montaña rusa de cuatro vueltas donde se cumple el vértigo efímero de las «Fantasías de Resistencia Popular». Vueltas que, al marearnos de excitación vicaria, nos despiden del parque museal totalmente ensoñados con el laudano wagneriano de que somos la némesis del capitalismo y el motor de la historia.

Campione nos da también una idea de cómo, per se , la misma noción de partido contiene los elementos que generan su decadencia a través de la burocratización y eventualmente la corrupción, aunque nadie como Charles Bettelheim ha narrado de manera tan cruda y paso a paso el proceso gradual de un partido que evoluciona desde la clandestinidad hasta la dictadura corporativa en su inefable «La lucha de Clases en la URSS» de 1974 y cuya metodología podría ser hoy de gran ayuda al intentar decodificar la Máquina Enigma del Arte Social Contemporáneo.

Campione.

En el famoso parágrafo de los Cuadernos… llamada «Análisis de situaciones y relaciones de fuerzas.» Gramsci caracteriza el «momento» de la hegemonía, como una suerte de ‘etapa superior’ en el desarrollo de una fuerza social:

«…aquél en que se alcanza la conciencia de que los propios intereses corporativos, en su desarrollo actual y futuro, superan el círculo corporativo, de grupo meramente económico y pueden y deben convertirse en los intereses de otros grupos subordinados. Esta es la fase más estrictamente política, que señala el tránsito «netto» de la estructura a la esfera de las superestructuras complejas. Es la fase en la que las ideologías germinadas anteriormente se convierten en ‘partido’, entran en confrontación y se declaran en lucha hasta que una sola de ellas o al menos una sola combinación de ellas, tiende a prevalecer, a imponerse, a, difundirse por toda el área social, determinando, además de la unidad de los fines económicos y políticos, también la unidad intelectual y moral, situando todas las cuestiones en torno a las cuales hierve la lucha no en el plano corporativo sino en un plano «universal», y creando así la hegemonía de un grupo social fundamental sobre una serie de grupos subordinados.

La supremacía de un grupo social se manifiesta de dos maneras, como dominio y como dirección intelectual y moral. Un grupo social es dominante de los grupos adversarios que tiende a ‘liquidar’ o a someter y es dirigente de los grupos afines y aliados.

La hegemonía se expresa entonces como predominio en el campo intelectual y moral, diferente del «dominio» en el que se encarna el momento de la coerción. Pero esa «dirección» tiene raíces en la base, componentes materiales junto a los «espirituales»: no hay hegemonía sin base estructural. La clase hegemónica debe ser una clase principal de la estructura de la sociedad, que pueda aparecer como la clase progresiva, que realiza los intereses de toda la sociedad.

Completando de algún modo la idea, Gramsci afirma que

[…] es indudable que tales sacrificios y tal compromiso no pueden afectar lo esencial, porque si la hegemonía es ético-política, NO PUEDE DEJAR DE SER TAMBIÉN ECONÓMICA, no puede dejar detener su fundamento en la función decisiva que el grupo dirigente ejerce en el núcleo decisivo de la actividad económica.

Como señala Anderson, existen dos conceptos de hegemonía,

a) al interior de las clases dominadas, en relación a la formación de un nuevo bloque histórico, o
b) entre clases antagónicas, que buscan obtener un consentimiento voluntario y activo de las clases subordinadas.

El ejercicio «normal» de la hegemonía en el terreno devenido clásico del régimen parlamentario se caracteriza por la combinación de la fuerza y el consenso, que se equilibran en formas variadas, sin que la fuerza rebase demasiado al consenso, o mejor TRATANDO QUE LA FUERZA APAREZCA APOYADA POR EL CONSENSO DE LA MAYORÍA QUE SE EXPRESA A TRAVÉS DE LOS ÓRGANOS DE LA OPINIÓN PÚBLICA -periódicos y asociaciones-, los cuales, con ese fin, son multiplicados artificialmente.

Entre el consenso y la fuerza está la corrupción-fraude (que es característica de ciertas situaciones de ejercicio difícil de la función hegemónica, presentando demasiados peligros el empleo de la fuerza), la cual tiende a enervar y paralizar las fuerzas antagónicas atrayendo a sus dirigentes, tanto en forma encubierta como abierta, cuando existe un peligro inmediato, llevando así la confusión y el desorden a las filas enemigas.

EL PARTIDO.

(…)
El partido tiene la visión política general que no anida en organizaciones de finalidad económico-corporativa, como los sindicatos.

El moderno príncipe, el mito-príncipe, no puede ser una persona real, un individuo concreto; puede ser sólo un organismo, un elemento social en el cual ya tenga inicio el concretarse de una voluntad colectiva reconocida y afirmada parcialmente en la acción. Este organismo ha sido ya dado por el desarrollo histórico y es el partido político, la forma moderna en que se resumen las voluntades colectivas parciales que tienden a convertirse en universales y totales.

Las grandes tareas del partido, las de alcance histórica son las de la

[…] formación de una voluntad colectiva nacional-popular de la que el Moderno Príncipe es precisamente la expresión activa y operante y la reforma intelectual y moral.

El programa de acción del partido debe ser incorporado en clave de contribución a la constitución y fortalecimiento de una voluntad colectiva y por lo tanto desprenderse dramáticamente del discurso y no ser reducido a «frías abstracciones». En cuanto al papel del partido en la reforma intelectual y moral considera que éste trastorna todas las relaciones morales e intelectuales.

La relación entre partido y grupo social es vista por Gramsci no como un vínculo instrumental, de representación directa de intereses, sino como una actividad de construcción hegemónica, que construye alianzas en base a la búsqueda de «equilibrios» sociales:

Si bien cada partido es expresión de un grupo social y de un solo grupo social, sin embargo, determinados partidos representan precisamente un solo grupo social en ciertas condiciones dadas en cuanto que ejercen una función de equilibrio y de arbitraje entre los intereses de su propio grupo y los otros grupos y procuran que el desarrollo del grupo representado se produzca con el consenso y la ayuda de los grupos aliados, sino es que también de los grupos decididamente adversarios.

Esa identificación de partido-grupo social se complica en muchas situaciones, y los partidos se dividen en fracciones que actúan de modo independiente, por eso El Estado Mayor intelectual del partido orgánico […] actúa como si fuese una fuerza dirigente por completo independiente, superior a los partidos y a veces considerada así por el público.

Es decir que la verdadera dirección política de la clase dominante, está en ocasiones por fuera de la estructura formal de los partidos, o distribuida entre varios de ellos.

Afirma Biagio de Giovanni:

Su reflexión sobre el partido (la de Gramsci) parte de una atención extremadamente determinada sobre la necesidad de que la iniciativa del partido deje filtrar realmente a través de su propia obra de dirección la productividad política de las masas. El riesgo principal es visto en la caída de esta relación.

Este orden de fenómenos está relacionado con una de las cuestiones más importantes que se refieren al partido político, es decir a la capacidad del partido para reaccionar contra el espíritu de costumbre, contra las tendencias a momificarse y a volverse anacrónico, y la constitución de grupos burocráticos enquistados en su estructura:

[…] La burocracia es la fuerza consuetudinaria y conservadora más peligrosa; si ésta acaba por constituir un cuerpo solidario, que se apoya en sí mismo y se siente independiente de la masa, el partido acaba por volverse anacrónico, y en los momentos de crisis aguda queda vacío de su contenido social y queda como apoyado en el aire.

El partido que se burocratiza, deja de ser principio articulador de la acción de clase, para convertirse en su freno, para separarse de ella convirtiendo a la organización en un fin en sí misma. El partido de masas burocratizado puede, incluso, reproducir comportamientos y modos de pensar característicos de la ‘secta’. En última instancia, si el proceso prosigue y llega a cristalizarse, la nueva entidad burocratizada ya será un ‘ex-partido revolucionario’, e irá, más temprano que tarde, a convertirse en una ‘trinchera’ utilizable por la clase dominante para conservar su poder, anudando nuevos consensos.

Carlos Salazar

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JAGODZINSKI, Jan. «Questionsing Fantasies of Popular ‘Resistance:’, Democratic Populism and Radical Politics in Visual Cultural Studies». The Journal of Social Theory in Art Education # 24. 2004
CAMPIONE, Daniel. Antonio Gramsci. Orientaciones Introductorias para su Estudio. Rebelión.sf.
GRAMSCI. Antonio.»Racionalización de la Producción y del Trabajo.Notas sobre Maquivelo,» Nueva Barcelona, Buenos Aires,1984.